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11 nov 2020

¿Existe el tiempo? Hora interplanetaria ¿Qué es el tiempo? En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

                                                Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 

                                      
                                     Capítulo 9. Hora interplanetaria
     Sigamos con más ficción en los ejemplos, ahora todo el sistema solar es habitable, con vida inteligente en todos los planetas, entonces para medir el tiempo cada planeta tendría que construir sus propios relojes. Pues nuestros vecinos también necesitan saber cuándo es la fecha de sus respectivos cumpleaños y su próxima cosecha de tomates. Claro, estos relojes ajustados a lo que proyecte cada uno de sus movimientos espaciales, a sus respectivos movimientos de rotación o traslación de cada planeta. No se descartaría el hecho de tener un patrón unificado, algo así como la «hora interplanetaria». Pero como somos los únicos seres que moramos el sistema solar y en el universo conocido, todo se rige por nuestros patrones de medidas. En el caso del tiempo en el sistema solar, cada planeta lo medimos con nuestra unidad de minutos u horas. Júpiter tarda 10 horas en girar sobre su propio eje, por lo cual, el reloj de Júpiter es de 10 horas diarias terrestres; el día de Marte es igual al nuestro de 24 horas; el de Venus tendría un poquito de problemas para colocar tantos números a su reloj, pues sabemos que en ese planeta el día es más largo que su año, a su reloj no le cabrían los números, y si apenas tienen relojes de arena se necesitaría una «tonelada» de granos para llenarlos.
     El hecho de que la rotación o el día de Júpiter sea de 10 horas (casi la mitad de la rotación terrestre) y sí existiese vida allí y vean salir el sol y ponerse más rápido, no quiere decir que el tiempo trascurra más veloz en ese gigante gaseoso. Sus habitantes no van a envejecer más rápido que nosotros, a menos que su evolución y genes los dispongan de otra manera. Simplemente el planeta gigante ha dado más ciclos; pero en todo caso, el tiempo es igual para todos en el sistema solar y universo. Los acontecimientos y respetivos procesos biológicos de cada habitante planetario seguirían su curso normal, en simultaneidad planetaria. Si alguien se muda a vivir a Plutón, cuya traslación es de 248 vueltas terrestres, nunca cumpliría un año de vida allí, ya que nuestro promedio de vida es de 75 a 80 años. El humano que se mudo a ese planeta seguirá siendo un bebé; y no un bebé lactante, sino un bebe de 80 años,  arrugado y con canas.
     Echemos mano nuevamente del Águila Especial, recuerden ese personaje ficticio de potente visión y con un  promedio de vida millones de años de existencia. En esta ocasión la ubicaremos en la hipotética nube de Oort, con la vista puesta al sistema solar. Esto con el objetivo de echarle un vistazo a la Tierra y sus vecinos. Simplemente el ave vería en simultanea nueve carruseles dando vueltas con ciclos diferentes, en el mismo y eterno presente. Vería que la duración que gasta un colibrí chupando una orquídea colombiana es la misma de un marciano disfrutando una taza de café. No le sería difícil comprender que un minuto aquí en la Tierra sucede en el mismo instante con cualquier planeta del sistema solar, y con cualquier planeta de la última estrella del último universo.
     Como indicamos, al no existir vida en nuestros planetas vecinos, utilizamos el patrón del tiempo del nuestro para medir cualquier evento aquí y en todo el universo. En consecuencia todo evento está regularizado por nuestro reloj terrestre de 24 horas y de 365 días, y fraccionado en horas, minutos y segundos. Con los datos de nuestros ciclos medimos los ciclos de todos los planetas, en resumen: la hora de nuestro reloj es el patrón interplanetario e interestelar. Los resultados de nuestro reloj nos muestran que el aparente tiempo transcurre igual para todos los planetas, no importando que algunos giren más rápido o más lento que otros o que los relojes de sus habitantes tengan más números o menos números.
     En el ejemplo anterior es como si en un fragmento de cinco minutos, un grupo de personas se colocasen en un carrusel de caballitos que gira a cierta velocidad, y otro grupo en un carrusel que gira a una velocidad inferior. En este caso las manecillas del reloj se mueven igual para ambos carruseles, no importando que un grupo dé más vueltas que el otro grupo, incluso, sin importar que uno de estos carruseles no haya dado ni una sola vuelta en ese fragmento: la variación es la misma, el tiempo de cinco minutos ha pasado igual para ambos. Las personas de estos dos carruseles se deterioraron biológicamente lo que le corresponde en esos cinco minutos, por muy pequeñísimo que sea el deterioro. De igual manera sucede al medirse los ciclos rotacionales de los nueve carruseles del sistema solar, todo transcurre en simultánea en un fragmento de 24 horas terrestres. Se contarán más vueltas o ciclos en un planeta que en otro, habrá cierta diferencia en ciclos; pero esencialmente en todos los carruseles ha transcurrido las mismas 24 horas terrestres, la misma variación, aunque algunos planetas como Venus y Mercurio no hayan realizado ni un solo ciclo rotacional en ese fragmento. Cada habitante de cada planeta se deterioró lo que le corresponde en ese curso de 24 horas terrestres.
     Si existiese un reloj interplanetario caminaría igual para todo el carrusel del sistema solar, independientemente del número de vueltas que dé cada planeta alrededor del sol, incluso, sin importar que un carrusel se encuentre en nuestro sistema solar o un sistema extrasolar.
     Veamos los ciclos de nuestros planetas vecinos medidos con nuestro reloj terrestre o «reloj interplanetario». Una vuelta al sol de nuestro planeta tarda 365 días, un año nuestro. Pero hay planetas que por su cercanía al sol su ciclo será más corto que el nuestro, de menos días, en este caso: el año en Mercurio es de 88 días terrestres, y el de Venus de 224. Y hay planetas que por su lejanía al sol su ciclo de traslación es más largo que el nuestro: el ciclo de Marte es de 686 días terrestres, el de Júpiter es de 11 años y 315 días, el de Saturno 29 años y 167 días, Urano 84 años, el de Neptuno 164 años y 288 días y el de Plutón 248 años.
     Esta situación nos confunde un poco, uno que otro creerá que en Mercurio se envejecería más rápido si existiese vida allí, pues los años nuevos y cumpleaños pasarían volando en ese pequeño planeta. Mientras ellos celebran cuatro años nuevos (365/88) nosotros celebramos uno. Asimismo, uno que otro despistado creerá también que en Júpiter o Saturno se envejecería más lento, pues allí los cumpleaños y años nuevos durarían más en llegar, y mientras aquí celebramos 11 años nuevos en Júpiter celebran solo un año. La realidad es que se envejece igual en el mismo lapso en cualquier punto del sistema solar y en cualquier punto del universo, siempre y cuando tengamos el mismo sistema biológico o código genético, porque esto es lo que determina a las especies envejecer, y no la cantidad de vueltas de los cuerpos celestes. Todos los hechos se dan al mismo instante, paralelamente en cualquier esquina del universo, dado que el tiempo es uno solo y absoluto para cualquier evento del universo.
     Entendido lo anterior, continuaremos con los típicos experimentos mentales, sin antes advertir que seguiremos siendo repetitivos en el aspecto biológico de todo individuo.
     Entonces imaginemos que naciesen cuatro humanos a la misma hora en cuatro puntos diferentes del sistema solar, digamos cuatro mellizos nacieron en la Tierra y tres fueron enviados desde muy niños a vivir a otros planetas o como quieran plantear la situación. El asunto es que los cuatrillizos habitan en planetas diferentes: un mellizo está en nuestro planeta, otro en Mercurio, otro en Júpiter y otro en Neptuno. Cuando la Tierra haya dado una vuelta alrededor del sol: el humano que habita aquí cumpliría un año de vida. En ese fragmento de 365 días terrestres, Júpiter ni Neptuno han dado la primera vuelta al sol, por lo tanto, los humanos de esos planetas gigantes no han cumplido su primer año de vida. En cambio en esos 365 días terrestres, Mercurio ya ha dado cuatro vueltas y fracción (365/88), en este caso el humano que se encuentra en allí cumpliría cuatro años de vida. Pero los ritmos de crecimiento de los humanos de esos tres planetas son iguales al humano de la Tierra, biológicamente los cuatro bebés humanos ya dejarían de gatear y comenzarían a dar sus primeros pinitos, pues sus respectivas motricidades son las de un bebé de un año, ya que todos los cuatro mellizos poseen el mismo ritmo de crecimiento terrestre. Los procesos biológicos son inquebrantables e independientes a los giros de las esferas celestes, en este caso a la cantidad de vueltas de cada planeta del sistema solar. 
     Cuando la Tierra haya dado 11 vueltas al sol: el humano terrestre ha cumplido 11 años de vida. En ese segmento Júpiter ya ha dado su primera vuelta al sol: el humano que habita allí ya tiene su primer añito de vida. A Neptuno aún le falta mucho para su primer ciclo: el humano de allí aún no ha cumplido su primer año de vida. Y el planeta Mercurio ya ha dado 45 vueltas y fracción (365x11/88 o 11x4): el humano mellizo que habita allí ya tiene 44 o 45 años de vida. Pero estos cuatro humanos biológicamente son niños terrestres de 11 años, aunque el de Mercurio haya cumplido 45 años. Todos han mudado ya sus dientes de leche, montan en bicicleta y van a la escuela en el mismo segmento de tiempo de los cuatro planetas. Sin importar que el humano de Mercurio tenga 45 años y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida, las complexiones físicas y mentales son iguales en todos los humanos aquí presentes, es decir, la de un niño de 11 años. El hecho de que el humano de Neptuno no haya cumplido un año de vida, porque su planeta aún no ha dado su vuelta al sol, no quiere decir que sea apenas un bebé de brazos, este ya tiene la mentalidad y físico de niño de 11 años de la Tierra. Lo mismo le sucede al humano de Júpiter, pues en su primer año de vida ya puede montar en bicicleta al igual que sus tres hermanos. Al igual, el hecho de que el humano de Mercurio tenga 45 años de vida, en realidad es un niño de 11 años y no un adulto. Lo que existe es un desbarajuste de ciclos y edades, mas no de tiempo.
     Continuando con el ejemplo, cuando la Tierra haya dado 22 ciclos alrededor del sol: el hermano terrestre ha cumplido 22 años. Mientras el planeta Júpiter en ese fragmento ha dado apenas dos vueltas al sol, por lo tanto: el humano que habita allí ya tiene dos años de vida. Mientras en ese mismo fragmento el planeta Neptuno aún no ha dado su primer ciclo alrededor del sol, de aquí que el humano que habita en ese gigante azul no haya cumplido su primer año de vida. Mientras tanto, el planeta Mercurio ha dado alrededor 88 vueltas y fracción (22x4): el humano de allí cumplió 88 años terrestres. Ni el de Neptuno es un bebé ni el de Mercurio es un anciano, las complexiones físicas y comportamientos de todos los hermanos son iguales al de un adulto de 22 años terrestre. Aquí no importa que el humano de Júpiter tenga apenas dos añitos, y el de Neptuno aún no haya cumplido su primer año, y el de Mercurio tenga 88 años terrestres: todos los humanos siguen el mismo proceso biológico. Quizás los cuatrillizos ya hayan terminados sus estudios de secundaria, o estén en la universidad de sus respectivos planetas, o sean rebeldes, con licencia de conducir, tengan sus respectivas parejas, incluso tengan hijos; es decir, todo lo que hacen los humanos a la edad de 22 años. Todo sucede en un mismo carrusel planetario, en un mismo fragmento de ciclos terrestres, pero a diferentes distancias de otros ciclos planetarios. Todos los cuatro hermanos están en igualdad de condiciones físicas, ninguno es más joven o más viejo que los demás. Aunque el de Mercurio tenga 88 años, no es un anciano; y el de Júpiter con dos añitos, no es un bebé. Ambos tienen la misma fisionomía biológica de un joven de 22 años terrestres.
     Cuando el planeta Tierra haya dado 100 vueltas al sol: su humano ha cumplido 100 años. Ya mastica el agua, ad portas de colocarse la «piyama de madera». El planeta Júpiter en ese mismo segmento ha dado cerca de nueve vueltas al sol: el humano que vive allí cumpliría 9 años. También es un anciano masticando el agua. El planeta Neptuno aún no ha dado su primera vuelta al sol: el humano de ese planeta todavía no ha cumplido su primer añito. Pero también es un anciano. Mercurio ha dado 400 vueltas al sol: su mellizo cumpliría 400 años. Al igual, es un anciano (de 100 años terrestres). Los tres hermanos interplanetarios tienen la misma complexión física y comportamiento del humano terrestre, es decir, la de un anciano de 100 años. Ya sus respectivos cuerpos se han deteriorados bastante, y se deterioraron a la par: canas y piel agrietada, pérdida de memoria, lentes, orejas grandes, todos tienen nietos y están próximos a lo inexorable, etc. Esto porque los cuatrillizos están regidos por el mismo ritmo de su desarrollo biológico y deterioro físico terrestre.
     Todos los cuatro hermanos envejecieron paralelamente y al ritmo de nuestra evolución, no importa que el de la Tierra tenga 100 años, el de Júpiter solo tenga 11 años, el de Mercurio 400 años y fracción, y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida. El de Neptuno no es un bebé y el de Júpiter tampoco es un niño, todos son unos ancianos. Los respectivos aspectos físicos son iguales para los cuatro hermanos, no importando el desajuste de años o ciclos, de la cantidad de ciclos de sus respectivos planetas y de la distancia.
     El núcleo de cada célula de cada individuo, responsable del almacenamiento de la información y luego transmitida de generación en generación, no se da por enterado de que unos cuatrillizos se hayan criado y progresado en planetas distintos. Todo transcurre en simultánea en todos los carruseles del universo. El problema consiste en que poseemos una vista limitada, la cual no nos permite ver esa simultaneidad, por tanto no vimos a los cuatrillizos crecer al mismo ritmo de vida en los cuatro  carruseles.         

10 nov 2020

¿ Existe el tiempo? Relación entre la velocidad de la luz y el tiempo. ¿Qué es el tiempo? ¿Se puede viajar en el tiempo? ¿Qué pasa si la tierra gira al revés? En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

                          Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 

Capítulo 8. La velocidad de la luz no le saca canas a la primavera

     Explicamos, en capítulos anteriores, que le agregamos o quitamos números al reloj si la Tierra acelera o desacelera sus ciclos de movimientos. De los instrumentos de medición el reloj es el único manipulable, a veces rompe sus ligaduras cíclicas, pero esto no quiere decir que el tiempo sea manipulable.
     Esta manipulación solo acontece en la pareja reloj-tiempo, ya que es imposible en las demás magnitudes físicas, como por ejemplo, en la pareja cinta métrica- longitud, pues no podemos quitarle o agregarle centímetros a la cinta métrica solo porque a una pared se le quitaron o le agregaron más ladrillos.
     Pero también existe otro tipo de manipulación entre el reloj-tiempo sin necesidad de añadirle o quitarle números al reloj, simplemente adelantando o retrocediendo los minutos y las horas, mientras la vida continúa su andar normalmente.
     Solo basta analizar un evento cotidiano, como cuando un viajero se desplaza hacia otro país en avión, pero digamos a una velocidad mayor que la normal de estos aparatos. Suponiendo que sale de Colombia con destino a China a las 7:00 p.m., y solo se demora cinco minutos de vuelo, es decir, llega a las 7:05 a.m, horario de China; mientras en Colombia son las 7:05 p.m. En este ejemplo, el avión sobrepasó doce meridianos en cinco minutos. Al llegar a su destino el viajero, si lo desea, ajusta su reloj a la hora del país visitante, es decir, 7: 05 a.m. del día siguiente. En este caso el viajero solo adelanta los minutos u horas de su reloj para sincronizarlo a un nuevo horario; no ajusta su proceso evolutivo, tampoco su pasado, ni su futuro ni su vida e historia. No se adelantó por algunas horas al futuro, solo se le adelantó a un pedazo de ciclo de rotación de la Tierra, puesto que el avión se desplazó más rápido que la rotación terrestre. Si el avión hubiese volado a una velocidad menor a la rotación del planeta, el viajero no tendría necesidad de concordar su reloj al horario del país visitante. Al volar más rápido que el giro de rotación se hace necesario ajustar el reloj, no ajustamos el tiempo, solo adelantamos el reloj a un nuevo horario impuesto por el ciclo diario de la rotación y la ubicación de cada país. En cada punto de la Tierra todo sucede en simultánea, tanto para el viajero y toda la tripulación, y para la familia del viajero que se quedó en Colombia.
     Vivimos sobre una roca giratoria con líneas invisibles que determinan la hora en cada punto terrestre. El sol nace y se oculta en horarios diferentes en cada zona, o en cada una de estas líneas. Se festeja el año nuevo en horas diferentes, incluso, en días diferentes en algunos países. El aleteo de un colibrí ocurre en el mismo instante de cualquier suceso ubicado en cualquiera de estas zonas, y en cualquier planeta del sistema solar y del universo.
     Dramaticemos un poco este ejemplo de manipulación del reloj, veamos qué pasa si dicho avión viajase alrededor del sol a una velocidad mayor que la traslación del planeta. En este ejemplo, el avión contabiliza más ciclos o años que el planeta Tierra, este hecho no quiere indicar que su tripulación envejeció más rápido que el resto de los habitantes de la Tierra. Los tripulantes del avión no han viajado al futuro, ni el reloj caminó más de prisa para ellos, tampoco el tiempo se aceleró; y por supuesto, los habitantes del planeta no se quedaron estacionados en el pasado, estos subsistieron normalmente y a la par con la tripulación. Tampoco los tripulantes envejecieron menos que los habitantes de la Tierra o viceversa, como lo sugiere la paradoja de los gemelos o relojes. En este ejemplo, simplemente el avión ha viajado más rápido que el ciclo de traslación de la Tierra. Cuando regresen a la Tierra hallarán todo normal, su tiempo no transcurrió más de prisa que cualquier ser humano que se quedó en la Tierra mientras ellos viajaban en la nave.  
     Ahora veamos qué pasa si el avión realizase un tour de una semana alrededor del sol, a una velocidad aproximada a la de la luz. Pero en este ejemplo tenemos que hacer algunos «cálculos alegres». La luz del sol tarda en llegar a la Tierra ocho minutos, pero como la Tierra no gira alrededor en forma circular sino elípticamente le agregaremos cuatro minutos más, podrían ser tres o cinco o los que quieran, el resultado en este ejemplo no es importante. Esto es: nuestra nave por cada giro alrededor del sol tarda 12 minutos; en cada hora la nave realiza 5 giros de traslación a velocidad de la luz (60/12), en un día 120 giros (5x24), y en una semana 840 giros (7x120). Supuestamente en este ejemplo los tripulantes cumplieron 840 cumpleaños o festejaron esa misma cantidad de años nuevos, visto que la nave hizo de planeta Tierra dando vueltas alrededor del sol. En este caso ningún tripulante de la nave envejeció esa cantidad de años, su deterioro fue a la par con los que se quedaron estacionados aquí en la Tierra mientras la nave hacía el vertiginoso recorrido. Por muchos años o vueltas que haya realizado la nave, en este caso 840 años para sus tripulantes, para los no viajeros y los que se quedaron en la Tierra lo que trascurrió fue una semana. En realidad lo que hay es un desajuste de ciclos en el reloj, ya que el tiempo fue el mismo para todos. Tanto los tripulantes como los habitantes de la Tierra envejecieron lo que realmente se envejece en una semana. Ningún tripulante se transfiguró por la velocidad de la luz, ni los relojes de la tripulación se paralizaron, tampoco se inmolaron al viajar a velocidad de la luz.
     Mientras la nave realizaba el tour a velocidad cercana a la luz, nuestro planeta apenas avanzó unos kilómetros alrededor del sol, el recorrido equivalente a una semana, le falta mucho para completar su giro de 365 días o para el año, para ser exacto le restan 358 días. Lo que existe es un desbarajuste de vueltas, de distancia y velocidad, pero no de tiempo o evolución. Todo transcurrió igual, en la Tierra, en la nave y en cualquier esquina del universo. Simplemente la nave superó los ciclos de la Tierra. En este ejemplo no importaría que la nave hubiese girado alrededor del sol, o a cualquier dirección, o que viajase en línea recta a la estrella más lejana y luego regresase en esa semana.
     Si una nave extraterrestre viajase a velocidad de la luz por todo el universo, de una estrella a la otra, ese suceso no puede tener ninguna incidencia para los que habitamos en la Tierra. ¿Por qué ha de tenerlo? Prácticamente eso fue lo mismo que ocurrió con los tripulantes que hicieron el tour alrededor del sol, no inciden en el rejuvenecimiento o deterioro de ningún ser sobre la Tierra, de igual manera en cualquier punto del universo.
     Y si por el contrario, qué tal si el avión realizase cinco vuelos alrededor de la Tierra a una velocidad inferior a su traslación, digamos la mitad. Esto es: un ciclo para la tripulación dura 730 días (365 x 2), y para los no viajeros los mismos 365 días (para este ejemplo). En este caso los de la tripulación solemnizaron cinco cumpleaños o años nuevos, mientras los que se quedaron en la Tierra lo solemnizaron en diez años. Por ningún motivo la lentitud de la nave ha ejercido influencia alguna sobre sus tripulantes, estos no envejecieron cinco años menos que los de la Tierra, y mucho menos se han quedado en el pasado. Los de la tripulación y los no viajeros, al igual que los demás seres vivos e inertes, se deterioraron lo que se deterioran en diez años, ni un minuto más ni un minuto menos, solo que los tripulantes estuvieron fuera de la Tierra recorriendo cinco vueltas al sol durante ese periodo.
     Si la Tierra girase alrededor del sol a velocidades cercanas a la luz, cumpliríamos años y festejaríamos años nuevos cada ocho minutos, y en nada afectaría nuestro progreso evolutivo y biológico, aunque en este caso cumpliésemos miles de años en nuestras vidas, nuestro promedio de vida es paralelo al que tenemos actualmente.
     También existe una gran contrariedad entre los viajes aéreos si los medimos con los viajes terrestres, porque al utilizar estos dos medios de trasportes, y a la misma velocidad, no se recorre la misma distancia entre dos puntos específicos. Cuando un avión y un tren parten desde el mismo punto inicial para llegar a un mismo punto final: la distancia recorrida no es la misma, puesto que existe un desplazamiento de la Tierra en contra o a favor del avión. Esto porque la Tierra gira a favor o en contra de cualquier aeroplano, o de cualquier medio que no utilice el suelo terrestre para desplazarse de un lugar a otro, incluso también aplica para las aves, mariposas y cualquier bicho volador.
     En los desplazamientos vía aérea de un lugar a otro, no en tierra (suelo), tenemos que tener presente si la rotación de la Tierra gira a nuestro favor o en contra, es decir, si el avión va en el mismo sentido al recorrido de la rotación o en sentido contrario.   
     La Tierra gira sobre su propio eje a una velocidad constante de 1.700 Km/h, mientras que la velocidad de los aviones varía entre 500 a 1000 Km/h, si bien no es constante, de todos modos es muy inferior a la de la Tierra. Esto quiere decir, si viajamos en avión a algún punto del planeta, con el eje terrestre rotando en contra de la trayectoria del avión: el suelo de la Tierra se acerca a una velocidad de 1.700 Km/h hacia el avión. Aunque coincidan en el mismo punto de destino, la velocidad de rotación acorta la distancia a la trayectoria trazada por el avión. Este hecho solo se presenta en los vuelos aéreos, no en recorridos terrestres, porque el avión no pisa la superficie de la Tierra. Mientras que en un automóvil o tren, estos medios de transporte están tocando el suelo terrestre todo el recorrido. De este modo, por mucho que la rotación gire en su contra, nunca el punto de destino se acercará al automóvil, este siempre se mantendrá la misma distancia entre el punto de origen y el punto de destino. En los recorridos terrestres, no importa que la Tierra gire a favor o en contra, o que la velocidad del automóvil sea constante como el de la Tierra, o tenga una velocidad aproximada a la luz, o que la Tierra acelere a velocidad extrema, o que la Tierra no mantenga su velocidad constante, etc. El recorrido siempre será el mismo, no se acortan las distancias, dado que el automóvil nunca despega sus llantas del suelo terrestre. Siendo así: en los viajes aéreos la distancia entre ambos punto depende de la rotación terrestre, es alterable; mientras que en los viajes terrestres la distancia es inmodificable, es real. 
     Ejemplaricemos este asunto. Un avión se desplaza de un punto A (partida) a un punto B (destino), con la Tierra girando en contra de la trayectoria del avión. Estos puntos A y B están ubicados en el aire y en paralelo con los puntos   y , ubicados en la superficie de la Tierra, pues es el lugar donde realmente habitan las personas, no en el aire. En este caso no sé cómo se las ingeniaría el piloto para iniciar su despegue desde el aire. (Para comprender este ejemplo es importante ver la gráfica 1 y 2).


Gráfica 1
Gráfica 2











Gráfica 1 y 2. Observamos el avión despegar en paralelo a los puntos iniciales A´ y A.  Al rotar la Tierra en contra de la nave, hace que el verdadero punto de destino B´ se acerque al punto A, de esta manera se acorta la distancia del recorrido en los viajes aéreos.  

     El ejemplo dice que la Tierra gira en contra de la trayectoria del avión, su velocidad constante es mayor que a la del avión. Aquí el lugar inicial A y el lugar de destino B permanecen fijos, inmodificables, es la distancia trazada por el avión. Pero los otros puntos el inicial  y el de destino  no son fijos, se desplazan a medida que la rotación sigue su curso. Aclaremos que  no se desplaza hacia , obvio, nunca lo alcanzará porque ambos puntos están atornillados en el suelo, pero  sí se desplaza hacia el avión y hacia A. La rotación en contra hace que  se acerque hacia el avión a medida que este aparato se desplace de A hacia B
     Es como si un pájaro despega sus alas desde un árbol y se dirige hacia una casa, y desde allí nosotros caminamos hacia él. Nosotros podemos toparnos con el pájaro en cualquier punto y llegar al árbol, porque ese punto inicial (árbol) siempre permanece atornillado en su sitio, y la casa (destino) nunca tocará al árbol, no importando que la rotación terrestre váyase en contra de la trayectoria del ave.
     No obstante, desde nuestra perspectiva que nos impone la cotidianidad, este hecho pasa desapercibido, esto porque nos concentramos en el movimiento del avión y no al movimiento del planeta. Este inconveniente no se presentaría si la Tierra no tuviese movimientos espaciales, en este caso, aunque el avión se mantenga en el aire, la distancia proyectada entre ambos puntos A y B va hacer la misma a la distancia proyectada en el suelo A´ . Es como si el avión fuese un medio terrestre, o estuviese rozando el suelo del planeta.
     Por lo contrario, si el avión regresa su vuelo, es decir, retorna a casa desde B o B´ al punto inicial A o A´, a la misma velocidad, desde luego, en esta ocasión regresa con la rotación a favor del avión. En este caso  A´ no se aleja de B´, están fijos en la superficie terrestre; pero A´ se «aleja» del punto B, porque la rotación terrestre va dejando atrás la velocidad del avión. Se alarga un poco la distancia debido a las mismas razones aplicadas en el anterior ejemplo. Ante esto, en los viajes aéreos existe un desbarajuste entre tiempo y distancia.
     El recorrido real del avión no es igual para ambos ejemplos, ni para la rotación girando a favor del avión ni para esta girando a favor del avión; a menos que el avión vuele a velocidad de 1.700 Km/h.
     Todo cambia al hacer un viaje por vía terrestre, en un automóvil o tren, desde el mismo punto inicia  al punto de destino , a la misma velocidad del avión del ejemplo anterior. Aquí no hay puntos aéreos inicial A ni punto de destino B, solo existen dos puntos terrestres, no espaciales como la del avión. En este caso particular, al estar el automóvil «adherido» al suelo o rozando la superficie de la Tierra impide que el punto final  se «desplace» algunos kilómetros a su encuentro con el punto inicial. Estando el vehículo «adherido» a la superficie necesariamente tiene que hacer todo el verdadero recorrido del punto inicial  al destino . En este ejemplo no se acorta la distancia, por lo tanto, en los viajes vía terrestre no existe un desbarajuste de tiempo y distancia, no se gana minutos ni horas. No importando que la Tierra gire a favor o en contra del automóvil o tren, o a mayor velocidad, o a menor velocidad, o que este estática.  Sí sucede al viajar en un trasporte que no esté adherido a la superficie como en un aeroplano, incluso un barco. (Ver gráfica 3 y 4).
   

Gráfica 3
Gráfica 4











Gráfica 3 y 4. Observamos el despegue del automóvil desde el punto inicial  A´ al destino B´. Sin importar que la rotación gire en contra del vehículo no se acorta la distancia, puesto que las ruedas del vehículo están adheridas al suelo terrestre.


     En el recorrido aéreo, donde las ruedas del avión no están «adheridas» a la superficie terrestre: la distancia varía, no importando que el desplazamiento del avión sea de este a oeste y viceversa, o de norte a sur y viceversa; puesto que el punto de encuentro o de destino se «mueve» hacia otra posición. Mientras que en los recorridos terrestres el vehículo no se despega del suelo terrestre, no importando que el desplazamiento del automóvil o tren sea de este a oeste y viceversa, o de norte a sur y viceversa. En este caso la distancia es real e invariable, no se acorta ni se alarga la distancia. Esta contrariedad no se presentaría si viviésemos en un mundo sin movimientos, con estas condiciones las distancias aéreas serán las mismas que las distancias terrestres, pues aquí no hay desplazamiento de la rotación terrestre.
     En los medios acuáticos tampoco hay contacto con el suelo terrestre, aunque el agua sea más densa que el aire y hace su recorrido más lento, de todos modos, es aplicable las mismas leyes a los recorridos aéreos. 
     Ahora un ejemplo extremo y cortico, ya que estos ejemplos son los que realmente nos despeja cualquier duda científica. Veamos qué pasa si la rotación terrestre pasa de 1.700 Km/h a 300.000 Km/ h, velocidad de la luz. Para no extendernos y complicarnos más, simplemente: al dar un salto desde cualquier punto del planeta caeremos en otro meridiano, en otro país, en otro océano, etc. No necesitaremos ningún medio de transporte para viajar de un lugar a otro.
 


Gráfica 5
Gráfica 6









Gráfica 5 y 6. Si la Tierra girase sobre su propio eje a velocidad de la luz, solo basta que demos un salto para sobrevolar uno que otro meridiano, siendo así podríamos viajar a otro país sin pagar tiquetes de transporte.


      No está demás decir, que si vamos en un autobús a 80 km/h, y lanzamos una moneda o una pelota al aire caerá en nuestras manos, pues es lanzada a una distancia corta, a más que las velocidades son casi parejas; pero si lanzamos un proyectil, afortunadamente no caerá en nuestras manos. 
     Desde el salto de un atleta hasta el lanzamiento de un proyectil, el vuelo de una mariposa o cualquier movimiento de cualquier objeto sobre la superficie terrestre (sin rozar el suelo) la distancia recorrida no va a ser la correcta. Pues la Tierra se mueve a favor y en contra del objeto o persona. Si lanzamos una pelota a un determinado punto, en sentido contrario a la rotación terrestre, hubo un movimiento terrestre desde donde cayó la pelota hacia donde se hizo el lanzamiento, por muy pequeño que este sea, se acorta la distancia, en este caso la distancia recorrida no es real. Lo mismo sucede al disparar proyectiles o cualquier artefacto de gran velocidad que se lance en sentido contrario a la rotación terrestre. En este caso siempre se acortará la distancia por muy mínima que sea, estamos hablando hasta de micras. Contrario si lanzamos la pelota o un proyectil desde el mismo punto inicial, pero en la misma dirección de la rotación planetaria, en este ejemplo se alarga la distancia por muy pequeña que sea.
     Esta es una clara confusión de tiempo y espacio en distancias relativamente pequeña. Esto acontece porque a veces se nos olvida que vivimos en una gran roca redonda y giratoria, y ese olvido nos da la apariencia de un mundo plano, lugar donde no ocurre esta confusión. Nos focalizamos en el vuelo del avión y no en el movimiento terrestre.   
     Si esto nos confunde en la cotidianidad, en sucesos que están a nuestro alcance, los cuales podemos observar a simple vista, cómo serían esos eventos fuera de nuestro planeta. Pues imaginémoslo, conjeturemos lo que sucedería a distancias inconmensurables, a distancias en que nunca podremos llegar, dentro de un espacio lleno de fantasmas y espejismos cósmicos. Según la Teoría del big bang el universo se expande, sigue una dirección de expansión aún no definida, nos lo dice el corrimiento al rojo. Para entender esto recordemos el fenómeno de inflación con el clásico ejemplo del globo desinflado marcado con puntitos, el globo es el espacio y los puntitos son los cuerpos celestes. Al inflarse el globo, dichos puntos toman distancias entre sí, entre más se infle el globo más distancia entre ellos. Es decir, el espacio se expande y al estar la materia adherida en el espacio, los cuerpos celestes toman distancias entre sí. Por todo esto, para saber la distancia y el recorrido que realiza una luz hacia nuestro planeta, desde cualquier punto del universo, se tiene que tener en cuenta el corrimiento al rojo o azul, esto para saber si el espacio se corre hacia nuestro favor o en contra. Conjuntamente, existen otros movimientos igual de masivos que afectan las distancias y el tiempo, como las estrellas girando alrededor de su galaxia. Con todo esto, queremos explicar que sí la rotación acorta la distancia en los vuelos aéreos, de igual manera al viajar una nave por el espacio se está enfrentando a la misma situación, pues cualquier punto o destino en el universo se mueve a favor o en contra de la nave. De ahí que la expansión del universo acorta o alarga la distancia entre cualquier punto del universo, el punto inicial y el de destino. Con este razonamiento podemos concluir que también existe un desbarajuste monumental entre tiempo y distancia en los vuelos espaciales.  

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6 nov 2020

¿ Existe el tiempo? ¿ Se puede viajar a través del tiempo? ¿Qué pasa si la tierra gira al revés? En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

 Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 


                        Capítulo 2. Banana madura no vuelve a verde

     En unas de las sagas de Superman vimos como este superhéroe con su inmenso poder le dio reversa al eje de rotación de la Tierra, SI más no recuerdo fue con el objetivo de volver al pasado y reconquistar a su novia. Desde luego, se trata de ciencia ficción, donde todo es posible. Pero por muy divertido que lo sea, en ninguna circunstancia debe estar en concordancia con la ciencia. Muy a la ligera se le da importancia a los viajes través del tiempo, existe un tonto empeño en «crear» maquinas del tiempo, lo cual es más descabellado que las historias de superhéroes. Carece de toda lógica el solo pensar que dejamos de crecer y nos hacemos niños de la noche a la mañana o volvemos a nuestro pasado solo por el hecho de que la Tierra haya rodado al revés; o por el contrario, nos trasportaremos al futuro y envejeceremos más de prisa si la Tierra acelerase su rotación o traslación. Se nos olvida que habitamos en una roca giratoria, como expresamos en el capitulo anterior, y que sus giros son independientes al cumplimiento que tiene nuestro organismo a un proceso evolutivo guardado en un código genético, inquebrantable, que por el momento no tiene reversa,  de ir hacia atrás y volvernos niños o de acelerar y volvernos ancianos en un instante. Ese proceso evolutivo de todos los seres vivos es lento, no podemos saltarnos sus normas por los cambios de los movimientos del planeta en el espacio o si viajamos en una nave a velocidades cercanas a la luz. Tenemos un «chip» incrustado desde el origen de la vida, al cual llamamos código genético o selección natural o un sistema genético evolutivo, como lo queramos puntualizar. De todos modos, ese plan es lo que determina nuestras funciones y transformación biológica, y en ningún modo lo determina los movimientos de los astros o la velocidad de una nave. Dijimos que ese proceso evolutivo no es descendente, es ascendente como el nacer, crecer, reproducirse y morir. No tiene reversa. Todo cambio físico o morfológico o cualquier mutación tienen que «pedirle autorización» a nuestro sistema genético evolutivo, visto que dichos cambios se realizan lentamente, en miles o millones de años, no lo hace en un santiamén por el hecho de que algún cuerpo celeste haya cambiado de curso en sus ciclos espaciales o por el hecho de que estemos montados en una entelequi nave que viaja a través del tiempo.  

     La Tierra siempre gira constantemente a medida que todo ser vivo cambia biológicamente, digamos el caso la metamorfosis de las ranas, la germinación de una semilla a árbol o en nuestro caso el paso generacional de bebés a adolescentes. Resulta lógico que todos esos cambios continúan aunque el planeta deje de girar, porque el tiempo es independiente a la composición de la materia. Siendo así, la mutación o deterioro de nuestro cuerpo y, en general, de toda la materia también es independiente al tiempo. 

     Al habitar la vida sobre una roca que no deja de dar vueltas, es viable ordenar los sucesos, tanto sociales como naturales, en secuencias, estableciendo así: un pasado, un presente y un futuro. Asimismo, nuestra anatomía no se aligera o ralentiza por el hecho de que la Tierra haya acelerado o desacelerado sus movimientos. Una rana no vuelve a ser renacuajo si nuestra esfera celeste «decidiese» girar al revés. Nuestros abuelos no pueden regresar a la matriz y volver a nacer. Sí fuese así le estaríamos dando crédito a la existencia de fantasmas y zombies. Resignémonos en aceptar que nadie puede retornar a la edad media ni mucho menos a la época de los dinosaurios, no hay la posibilidad de que un río regresase a su manantial. Tampoco nos trasportaríamos a una época de robots y carros voladores si la Tierra acelera sus movimientos espaciales.

     La materia inerte tampoco se transforma y deteriora por los movimientos de aceleración o desaceleración de las masas. Los seres inertes, aunque no obedecen un código genético, sí obedecen patrones físicos inquebrantables como lo es la oxidación de algunos objetos, los cuales no vuelven a hacerse nuevos con el giro en reversa del planeta; tampoco se deterioran al instante, en caso tal de acelerar el giro terrestre.

     No podemos engañar al método de dotación por radiocarbono, conocida por la prueba del carbono 14, una técnica para conocer la edad de muestras orgánicas de menos de cincuenta mil años.  

     Del mismo modo, si la Tierra invierte sus movimientos, ella misma no volvería a hacerse joven; tampoco el sol ni sus planetas vecinos. ¿Acaso volveríamos a los orígenes del sistema solar?, ¿acaso todos los planetas retornarían a ser planetesimales? De ninguna manera, la Tierra no retornaría a ser un residuo espacial como lo fue en sus orígenes, cuando giraba alrededor de un sol lozano; sino que continuará girando alrededor de la enana vieja que tenemos en la actualidad.

     Sabemos que el planeta Venus mantiene una rotación inversa. Entonces, elucubrando un poco, contestemos estas preguntas: ¿Qué tal si hubiese existido vida antes de ser impactado por el objeto que hizo alterar su eje de rotación?, como expresa la teoría; ¿y qué tal si esa catástrofe espacial haya dejado sobrevivientes? Pues en este caso, esos suertudos venusianos sobrevivientes no retornaron al pasado solo por el hecho de que Venus cambió su giro de rotación. desde luego que no retornaron a su época prehistórica, y luego evolucionaron o volvieron a nacer para poblar de nuevo el suelo de Venus, de ningún modo pudo haber sido así. Esos sobrevivientes el ejemplo son la estirpe de una civilización del pasado, hicieron parte de un mundo que ya existía. Para ellos todo fue ascendente, a lo mejor habitaron en sus cavernas, descubrieron el fuego, tuvieron su propia edad media, su revolución industrial, etc. Evolucionaron en miles de años, hasta que la última civilización se topó con la gran catástrofe que puso su mundo girando al revés. Esos venusianos solo sobrevivieron a la catástrofe, no volvieron a la época de las cavernas, y en la actualidad su sol nace en la posición donde se ocultaba anteriormente. Su planeta gira al revés, pero no sus vidas. Y si pudiésemos comunicarnos con ellos, no lo estaríamos haciendo con fantasmas que regresaron del pasado o zombies venusianos, simplemente estos seres son el fruto de la nueva generación que sobrevivió a una catástrofe espacial, vivida por sus ancestros, los cuales están sobre una roca gigante, al igual que nosotros; lo que sucede es que la roca de ellos gira en sentido contrario a nuestra.

     Si la Tierra rodase al revés, tampoco las manecillas de los relojes rodarían al revés como por arte de magia. ¿Por qué han de hacerlo?, ¿acaso las elipses de un ventilador también van a girar en sentido contrario?, ¿y qué pasa con un reloj de arena, sus granitos se devuelven al recipiente anterior? Claro que no, pues son objetos creados por la mano del hombre y, como todos los objetos, estos solo se detienen por su deterioro, una falla mecánica, agotamiento de su vida útil o por la manipulación de su creador.

     El reloj de manecillas, al igual que las llantas de los vehículos o a los carruseles están diseñados por el hombre para ir en un solo sentido circular constante, estos siempre seguirían su marcha normal si la Tierra girase al revés o no. Estos objetos en ningún modo posible girarán en reversa o más de prisa, a menos que la mano del hombre la sincronice para ir en sentido contrario o a un nuevo ritmo de velocidad. De igual modo, ningún objeto que marche en un sentido lineal y pegado al suelo terrestre, como un automóvil, de ninguna manera tiene que devolverse si la Tierra girase al revés. Y un objeto que marche en sentido lineal en el cielo, como un avión, tampoco devuelve su dirección de vuelo; pero desde nuestra perspectiva, el objeto pareciese que habría cambiado de sentido al rodar la Tierra al revés.

     No sobra decir que el reloj tampoco puede acelerar sus manecillas si la Tierra acelera sus movimientos en el espacio, si fuese así también tendrían que hacerlo todos los objetos diseñados para girar, como un ventilador o una llanta de un vehículo. Si lo ilógico se impusiera, en este último caso, todos los automóviles acelerarían de tal modo que no habría semáforos que los detuviera, y el caos en las calles sería monumental. Todo esto porque el reloj también es materia, no tiene poderes sobrenaturales para detener sus manecillas y luego inmolarse si viaja a velocidad de la luz, como lo hemos vistos en algunas animaciones de los canales científicos de tv. Pues es imposible que un reloj se autodestruya si viaja a velocidad de la luz, dado que simplemente es un instrumento creado para registrar ciclos terrestres y no la consciencia de los hombres.

       En el planeta cada ser vivo tiene su promedio de vida determinado, producto de un proceso evolutivo largo, tal vez guardado en el código genético, y es un promedio de vida diferente entre cada especie. Una planta de cebolla tiene un promedio de vida de diez días, un pino cincuenta años, un perro alrededor de quince años, mientras el código genético de una tortuga determina que esta puede vivir cien años, y el promedio de vida de los humanos está entre setenta y cinco en los países ricos. La evolución lo quiso así. Por lo tanto, ningún ciclo o movimiento de la Tierra o de cualquier objeto celeste, o la distancia entre dos objetos celestes, o la velocidad de la luz, no ejercen ninguna influencia en acortar o prolongar cualquier promedio de vida de cualquier especie. Otros factores como el medio ambiente, el índice de pobreza, temperatura, la contaminación, procesos químicos, la ignorancia, etc., incluso, una mutación genética es lo único que podría influir en acortar o prolongar la vida.    

    La transformación de la Tierra, la evolución o el deterioro de todos los seres que habitamos en ella, los eventos naturales y sociales de cada ser, la oxidación del hierro, la pérdida de combustible del sol, el nacimiento y muerte de una estrella, etc., son independientes al conteo de los ciclos de la Tierra y, por ende, también independientes al tiempo, al espacio, a la distancia y a la velocidad de la luz. Sabiamente dice la canción: «Banana madura no vuelve a verde, y el tiempo que se va no vuelve».


Ahora te invito a leer: El tiempo sí se crea y se destruye, y no se transforma. CLICK

 

 

5 nov 2020

¿ Existe el tiempo? Principio y fin del tiempo. ¿Qué es el tiempo ? ¿Se puede viajar a través del tiempo? ¿Qué pasa si la tierra gira al revés?En este ensayo te lo explicamos en detalle.

 

Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 


    Capítulo 1Principio y fin del binomio reloj-tiempo

 

     Están muy equivocadas todas aquellas personas que creen que retornaríamos al pasado si la Tierra girase al revés. Como se dijo, en el evento de que nuestro planeta lograse cambiar su giro de rotación, a lo mejor como consecuencia de ser impactado por un gran objeto celeste, simplemente el sol saldría por el oeste y se ocultaría por el este. Esto porque los movimientos de la Tierra, del sol, de la luna, de los planetas y en general de todas las estrellas del universo en nada afecta o decide sobre el comportamiento biológico de todo ser vivo. Y es que no crecemos ni envejecemos por los giros de los cuerpos celestes, y rejuvenecer mucho menos. He aquí una gran confusión, y se presenta porque no tenemos claro el concepto tiempo, pues creemos que el tiempo está ligado a la transformación y deterioro de la materia, y no es así. Todo cambio en nuestro cuerpo no es más que nuestros procesos biológicos puestos en marcha, nuestra evolución, cambios ligados a toda actividad social del individuo. El nacer, crecer, reproducirnos y morir: no depende de la cantidad de rotaciones y traslaciones de cualquier objeto celeste. Estos dos movimientos se contabilizan por un objeto creado por la mano del hombre como lo es: el reloj (tiempo), objeto al fin y al cabo. Entonces se hace necesario que al contabilizarse cada movimiento de la Tierra se realice de manera independiente a lo que le acontezca a nuestro desarrollo físico, que no es más que nuestra evolución.

     Los cambios físicos, que experimentamos todos los seres vivientes, dependen de un proceso evolutivo arraigado en nuestros genes, arraigados desde hace miles de años. Y cualquier cambio o mutación de ese proceso, por muy pequeño que conllevare, dicho cambio se daría en miles de años, y no de la noche a la mañana, pues nada puede cambiar así porque sí o por el hecho de que nuestro planeta decide ralentizar o acelerar sus movimientos en el espacio. Los procesos biológicos y en general todo el deterioro de la materia son independientes a los movimientos de la Tierra en el espacio, también a la velocidad de la luz, a la distancia, y a la  injerencia de cualquier astro, así sea de la estrella más lejana. Independiente a todo.

     Así de sencillo: Nuestra edad es la cantidad de vueltas que hemos dado al sol desde que nacimos, y en ese numero de vuelta, al fin y al cabo, nos marchitamos, y no precisamente por el reloj, que es un simple objeto hecho por el hombre para contar movimientos de los astros. 

    Desde ese momento, desde que vemos la luz de este mundo por primera vez, comenzamos un proceso de deterioro. Este hecho es debido a las condiciones de nuestra evolución, condiciones instaladas en nuestros genes desde tiempos ancestrales; y no a las condiciones de los movimientos terrestres en el espacio, las cuales son determinantes para la noción del tiempo. Todo proceso evolutivo es ascendente (nacer, crecer, reproducirnos y morir), no es descendente, no se pueden manipular, no podemos regresar a nuestra infancia por el hecho de que la Tierra girase al revés. Igual acontece con otros fenómenos naturales, como la oxidación del hierro, pues también es un proceso ascendente, este fenómeno ocurre por acción del aire de nuestra atmósfera, por ello, tampoco el hierro vuelve hacerse nuevo o a su estado natural si la Tierra alterare su giro de rotación.     

     Mientras el planeta Tierra gira en el espacio, nosotros experimentamos eventos naturales y sociales aquí en su superficie, pues es parte de la vida. Estos eventos mezclados, como el agua y el café, a la cantidad de vueltas que realiza continuamente el planeta, lo anotamos en un álbum al cual llamamos historia. Con el reloj contabilizamos el número de vueltas del planeta o de cualquier astro del cual queramos tener datos sobre sus movimientos espaciales, podríamos utilizar los movimientos de la luna, en todo caso, el resultado de esta medición es lo que nos da la percepción del tiempo. En este sentido, la rotación y traslación son algo así como el factor determinante del tiempo; mas no del deterioro físico nuestro o de cualquier ser vivo o no vivo. Tengamos claro ese concepto base de todo este ensayo.

     Sobre el binomio de reloj-tiempo nos enfrentamos a la mezcla más misteriosa de las magnitudes físicas, dado que son dos conceptos opuestos: lo intangible y lo tangible. Lo intangible:el tiempo; y lo tangible: el reloj. Visto que podemos agarrar el reloj con nuestras manos, pero imposible agarrar al tiempo. Al ser el tiempo la magnitud física que más utilizamos en nuestro diario vivir tenemos la falsa percepción de que el tiempo y reloj son lo mismo o creer que lo intangible es lo tangible. Este dolor de cabeza no sucede con otras magnitudes, como en el caso de la longitud y la cinta métrica, por ejemplo; tampoco con el termómetro y temperatura, o el volumen y litro, etc. En estos casos no puede haber pie a confusiones, visto que notamos, sin ningún problema, que cada pareja de magnitudes son tangibles. Es decir, tocamos el termómetro y sentimos el calor, y luego sabemos que se fue el calor porque el frío congela nuestra espalda; tocamos la cinta métrica, la estiramos y recogemos cuantas veces queramos, y, por supuesto, tocamos la altura de una pared; tocamos cualquier tubo de ensayo, bebemos un litro de cualquier líquido; sentimos el aire y tocamos el barometro etc. Empero, como ejemplificamos, sentimos la noción del tiempo como la brisa acariciando nuestra piel bajo un sol de verano, siendo algo tan inmaterial.

     Más adelante daremos respuesta, en mayor detalle, en lo relacionado al misterio de la noción del tiempo, tanto a la intangibilidad del tiempo como su falsa dependencia con la evolución y con los ciclos terrestres. Misterio que siempre ha inquietado a toda la humanidad. Siendo así, por el momento es menester ir paso por paso, estudiar primeramente los orígenes del binomio reloj-tiempo, resuelto este concepto nos daría las bases para profundizar y dar luces al conocimiento de este tema, y así aclarar toda confusión del enigmático tiempo.

     Para adentrarnos al origen del tiempo, tenemos que estacionarnos por allá en los comienzo de nuestro universo, supongo que antes del big bang, cuando aparecieron las primeras partículas de la materia. ¿Y por qué nos remontamos a los orígenes de materia? porque para conocer la apertura del enigmático tiempo solo bastaron la existencia de una o dos partículas. Siendo más claro: el tiempo está ligado al origen del primer átomo, al origen de la materia. Pero este asunto no encaja sin la existencia de un movimiento, dado que no solo es tener la existencia de partículas atómicas inmóviles, no sirven de nada, estas tendrían necesariamente que poseer movimientos giratorios constantes. De esta manera brotarían los primeros ciclos de la materia y, ante estos movimientos repetitivos y constantes, dichos ciclos se facilitan para ser contabilizados por el reloj. Debe suponerse, que para aquel momento no existía la vida ni mucho menos el reloj para registrar movimientos. En todo caso así nacería el concepto del tiempo. Si se tratase de una sola partícula, basta que esta girase sobre su propio eje; y si son dos partículas, solo basta que una se aproxime a la otra, o una girase alrededor de la otra continuamente. En ambos eventos estaríamos hablando de ciclos ponderables, lo que nos aproxima al concepto magnitud, y magnitud nos aproxima al concepto tiempo, y tiempo a reloj, valga la retahíla.

     Pero si estas partículas son inmóviles el tiempo también es inmóvil, es igual a cero, a nada. Solo tenemos que teñir esas partículas de negro para que se pareciese al vacío que vemos por las noches, como si no existiese nada. Con la materia inmóvil no nace el tiempo, no se puede medir, porque no tenemos nada que contar. Solo han nacido otras clases de magnitudes físicas, o los conceptos de tamaño: volumen, temperatura, densidad, peso, etc. Pues a las partículas se le pueden medir su longitud, su densidad, su temperatura, su peso, etc.; pero mientras no realicen movimientos repetitivos, obvio, no se le podrán contabilizar ciclos con el reloj.

     La idea central de este punto es entender que solo basta un movimiento constante de una o dos partículas para que brote el intangible tiempo. En nuestra moderna civilización, ya con las grandes rocas giratorias en nuestras narices, esta tarea de medir la duración de los eventos se nos hizo más fácil. Incluso, tomando como referencia el giro de traslación de la Tierra podemos calcular cuánto tiempo ha pasado desde el origen del universo hasta nuestros días, que son unos 14 mil millones de años aprox., paradójicamente en aquel tiempo aún no existía nuestra roca, nuestro planeta, con el cual hemos calculado dicha cifra.

     Vayamos recolectando conceptos, y dejemos claro que el tiempo es el resultado del número de vueltas que realiza la Tierra sobre su mismo eje y alrededor del sol, en simultanea y mezclado a todos los eventos que se presentan en su superficie, tanto naturales y sociales, y contabilizados por nuestro instrumento de medición como lo es el reloj. Y el resultado de ese número de vueltas es independiente a cualquier proceso biológico, y lo anotamos en un álbum, que llamamos historia.

     Ahora abarquemos el origen del reloj.

     En general, las civilizaciones primitivas basaron la medición del tiempo echando un «vistazo» al cielo. Ellos evaluaron los movimientos de los astros, echaron mano de las constelaciones, las fases de la luna, el recorrido del sol en el cielo, de los planetas y de las estrellas. Aunque en esos tiempos se creía que la Tierra era plana y sin movimientos, siempre la constante fue referenciar el caminar de las esferas celestes. Nuestros antepasados se apoyaron en calendarios basados en los movimientos de los astros para fijar, más que todo, los periodos de siembra y cosechas. Las civilizaciones progresaron, y, de las tantas ramificaciones que tiene el progreso, brotó un instrumento de mayor exactitud: el reloj. Estos primeros instrumentos fueron de agua, de sol y de arena; hasta llegar a los actuales relojes de manecillas, digitales y hasta atómicos. Sin importar el aspecto del reloj, todos basados en un movimiento cíclico.

     Y es que ha nuestros ancestros no les fue difícil calcular el tiempo e introducirlo en las labores cotidianas, pues en el universo son muy comunes los cuerpos giratorios, «están a la hora del día»: la luna gira sobre su propio eje y alrededor de la Tierra, la Tierra lo hace sobre su propio eje y alrededor del sol, el sol sobre su propio eje y alrededor de la vía láctea, tal vez la vía láctea ruede alrededor de una megagalaxia.

     Tenemos claro que el reloj es una herramienta que mide los movimientos constantes de las masas giratorias, en nuestro caso los desplazamientos de la Tierra en el espacio. Digamos que los ciclos del planeta, rotación y traslación, se «encarnaron» en esa herramienta. El reloj unifica los movimientos terrestres, los convierte en patrones. Es decir, los abrevia en segundos, minutos, horas y días; y con estos patrones se contabilizan las semanas, meses, años, décadas, siglos y milenios.

     De lo anterior señalamos que de los ciclos de la Tierra se establecieron patrones cortos y largos. Los patrones cortos se definen como los menores a veinticuatro horas, de allí se calculó la hora de sesenta minutos y el minuto igual a sesenta segundos. Su objetivo es medir acontecimientos de poca duración, como por ejemplo: una clase escolar, un partido de futbol, una competición atlética de cien metros, además de muchas. Y los patrones largos son los mayores a veinticuatro horas, estos para medir eventos de larga duración, ejemplo: la próxima cosecha de tomates, la espera de los próximos juegos olímpicos, el próximo cumpleaños, el próximo año nuevo, e infinidades de eventos.

     Con estos patrones medimos de manera precisa la variación de los eventos naturales y sociales. Entiéndase por eventos naturales el crecimiento de un ser vivo, la oxidación de una reja metálica, las fases de la luna, el nacimiento de una montaña, la velocidad de la luz, el nacimiento de una estrella, e infinitas situaciones. Los eventos sociales, decimos que son una clase en la escuela, cumplir con nuestros compromisos laborales, un partido de futbol, cocinar los frijoles, ir a una fiesta, un león corriendo detrás de su presa, el girasol mirando el sol, un águila volando sobre una montaña, una cita romántica, una carrera atlética, y millones de compromisos más. O sea: los eventos naturales son los procesos de cambio de todo ser vivo y no vivo; y los eventos sociales son las actividades diarias de todo ser vivo,  las realizadas por el hombre y los animales.

     Pues como vemos, además de los movimientos de los astros, existen  movimientos naturales y sociales. Estos unidos para siempre a un solo ombligo como lo son los ciclos terrestres. Todo es movimiento, dado que la transformación y cambio de la materia es movimiento. Toda la materia en el universo se transforma mientras la Tierra gira, y todas las cosas son sometidas a cambio, se transforman las hormigas al igual que las montañas y el clima, nada está exento de cambio. Siendo así, se nos hizo imprescindible medir cada variación de cambio, es decir, cada movimiento natural y social, y toda variación, por muy pequeña que sea, la registramos en el álbum de la historia.

     He aquí el detalle: La fusión de eventos naturales y sociales, mientras la Tierra gira, produce cierta confusión al raciocinio humano. Puesto que en cualquiera de los dos eventos: los organismos y todo lo inerte se deterioran. Y es muy cierto, todo se vuelve viejo mientras la Tierra gira, y desde nuestro punto de vista social concluimos erróneamente que dicho deterioro de todas las cosas, tanto de nosotros mismos como lo que está siempre presente a nuestro alrededor, es producto de los ciclos de nuestro planeta, y no es así. Es necesario repetir que el deterioro de todo ser vivo, de nuestra piel, de nuestros genes etc. es producto de una evolución de millones de años. Nuestra evolución lo quiso así. Y el deterioro de un cuerpo inerte, de la oxidación de una varilla de hierro de nuestra ventana es producto de la acción del aire actuando sobre ese metal. La química lo quiso así. No envejecemos porque la Tierra gire o no gire, porque de todos modos todas las cosas se marchitan.

    El binomio reloj-tiempo se presta para muchas ironías, como el cálculo que se hace para saber cuántos años tiene el universo. Según la teoría del big bang, este evento ocurrió hace 14.000 millones de años aprox. Para realizar dichos cálculos, claro, se tomaron los ciclos terrestres, ningún otro. Si bien, el sol ni la Tierra no existían en aquel entonces, ni mucho menos un humano para contabilizarlo, esa cifra supone el número de vueltas que ha dado la Tierra desde el origen de la primera partícula en el universo, aunque la Tierra no haya dado realmente esa cantidad de traslaciones, y es que nació hace 4.500 millones de años. Entonces, solo son ajustes, cálculos basados en los ciclos actuales de nuestro planeta, aunque esa no sea la cifra exacta, lo que sí es seguro que desde el big bang ha habido un continuo deterioro y transformación de toda la materia del universo.

     Al ser cada persona evolutiva y sociable, el reloj, además de medir los ciclos de los astros, lleva intrínsecamente medir los eventos sociales y naturales que se presenten cada vez que la Tierra de una vuelta, tanto en los seres vivos e inertes. Ejemplo: la cantidad de traslaciones que transcurren al crecer un árbol (evento natural). En este caso, si el reloj mide cinco ciclos, el resultado de este evento lo registramos en el álbum de la historia. De igual modo, al calcular en cuanta fracción de un ciclo se cocinaron los frijoles (evento social), tal vez no lo registremos en nuestro álbum, pero sí registramos el crimen de un importante personaje, que se da en cuestiones de minutos. 

     Muy importante aclarar que no estamos diciendo que sin la existencia de los movimientos constantes de nuestra roca celeste no existe el tiempo ni el reloj. Al no existir la rotación ni traslación terrestre, muy seguramente el ser humano se hubiese buscado otro método de medición del tiempo para calcular la vejez del árbol, ya que este crece sin la medición de ciclos (con tiempo y sin tiempo); o para que no se nos achicharren los frijoles, puesto que estos se achicharran con reloj o sin reloj. Asimismo, todos los eventos sociales (un partido de futbol) o naturales (estaciones del año o crecer una planta), de todos modos acontecerían si a alguien se le ocurriese añadirle o quitarle números al reloj o meses al año.   

     Vamos dejando claro que el reloj, nuestro instrumento de medición de ciclos, lo simplificamos y maximizamos (por decir algo) según la necesidad que tengamos de medir eventos tanto largos o cortos, y tanto naturales como sociales. La duración de cada evento lo establece el afán de cada persona. Los eventos cortos o actividades de poca duración pueden darse en un minuto, una hora o en un día. Por tanto, «simplificamos» un fenómeno natural como es el movimiento de rotación (día) en horas cuando disfrutamos una película con esa duración, o cuando nos dan esa cantidad de tiempo para responder un examen escolar; en un minuto, cuando esperamos que la luz roja cambie a verde. Los eventos largos son actividades que duran más de un día, como son las vacaciones, un viaje en barco desde América a Europa, la espera del próximo mundial de futbol, el crecimiento de un individuo, etc. Para calcular el tiempo de duración en los eventos largos, multiplicamos las horas o los días, con esto nos darían las semanas, meses, años, décadas, milenios. Lo cierto es que no vamos envejecer ni una milésima de segundos o un año si le añadimos más horas al reloj, ni tampoco vamos a rejuvenecer si le quitamos una hora.

     Pero lo anterior no es exclusivo de la magnitud tiempo y de su herramienta reloj, del mismo modo acontece con otras magnitudes físicas, como por ejemplo: el binomio metro-longitud. El metro lo simplificamos en centímetro y milímetro para medir distancias cortas, y lo maximizamos en kilómetros o millas para medir distancias largas. En este caso, un árbol no crece más o vuelve hacerse pequeño si a alguien se le ocurriese añadirle o quitarle centímetros al metro. Así ocurre con las demás magnitudes físicas, pero la diferencia de estas con la magnitud tiempo, en cuanto a añadirle o quitarle números al reloj, es que creemos que podría afectar nuestras vidas, en especial al deterioro, al envejecimiento, pero no es así. Esto sucede porque una parte del binomio reloj-tiempo es intangible. Y es que al ser el tiempo intangible tenemos esa vaga idea de transportarnos al futuro si la Tierra acelerase su rotación o al pasado si esta girase al revés.

     No suena descabellado manipular las horas del día, quitarle o añadirle minutos u horas, dado que todo esto depende de las nuevas condiciones que impongan los ciclos terrestres, si  se les da por acelerar o desacelerar en el espacio. Y estos fenómenos son muy comunes en el espacio. En nuestro entorno podría darse por el alejamiento de la luna en relación a la Tierra. En estos momentos no se hace necesario manipular el reloj, porque el alejamiento de la luna de la Tierra es de una distancia de cuatro centímetros por año, muy pequeña, y no alcanza a ralentizar tanto a la rotación terrestre, asunto de gravedad. Pero en siglos menguara la gravedad que los sostiene atado, la rotación terrestre sería más lenta, y tendremos que ajustar el reloj a esas nuevas condiciones que nos impone las rocas en el espacio. En este evento, nuestras vidas, tanto en nuestro crecimiento natural como en lo social, continuarían su ritmo normal. Al igual al árbol que no crece si se añaden centímetros al metro, nosotros no crecemos o envejecemos más si le añadimos o quitamos rayitas o granos de arenas al reloj. De igual modo, el hierro de las rejas de nuestras viviendas continúan su proceso de oxidación normal, puesto que este fenómeno depende de la acción del oxígeno sobre este elemento, y es un proceso que únicamente se suspende si nuestra atmósfera dejase escapar el oxígeno, y no por la manipulación de las horas o movimientos terrestres.

     Sobre la disminución de la velocidad de rotación  debido al alejamiento de nuestra luna, merece una explicación más detallada, que daremos más adelante.

     La trasformación de cada individuo y de todo lo que nos rodea se da en simultánea con los ciclos terrestres, no obstante, dicha transformación seguiría su curso normal sin ciclos o con ciclos. Un ciclo terrestre en este momento está aconteciendo en simultánea a cualquier evento social y natural, por ejemplo, mientras leen este ensayo (social) está en puesta en marcha un ciclo de 365 días (natural), y aunque no lo notemos, envejecemos cada segundo (natural), ante esto: tenemos la noción de presente; y si ya sucedió el ciclo y el evento, es decir, ya leyeron el ensayo: aparece la noción de pasado; y si esperamos que el ciclo se repita, y planean leer el ensayo para más tarde o para el día siguiente: aparece la noción de futuro. Indicamos lo que hacemos, lo que vamos hacer y lo que hicimos mientras la Tierra da vueltas, y cada recorrido terrestre lo ordenamos en secuencia o calendarios, y luego lo registramos en el álbum de la historia. Este álbum simplemente es una colección en secuencia de hechos presentes aderezados en recuerdos y expectativas.     

     Por otra parte, el reloj no deja de funcionar si se detiene cualquier movimiento del planeta. El reloj no sufriría ninguna alteración, ningún cambio en lo físico ni en lo funcional si la Tierra dejase de girar, pues solo es una herramienta giratoria que obedece a un diseño del ser humano, no decide por sí mismo, el reloj no tiene poderes sobrenaturales para hacerlo. Igual sucede con todos los objetos creados para girar, como son: las ruedas de los carros, carruseles, ruletas de la suerte, ventiladores, etc. al igual que las manecillas giratorias del reloj, estos objetos no se detienen al suspenderse el caminar de la Tierra en el espacio, si han de suspenderse lo harían por el deterioro de la vida útil, daño o manipulación del hombre. Las agujas del reloj seguirán caminando si el recorrido terrestre se detiene, pero en este caso no contabiliza nada, se vuelve un objeto inútil, o un objeto decorativo, o un simple cachivache.  En cambio, otros instrumentos de mediciones físicas, como la cinta métrica o el termómetro no se hacen inútiles, pues en un suceso como ese, que nuestra gran roca dejase de girar, a todo lo que habita en nuestro planeta se les seguiría midiendo su volumen, su diámetro, su temperatura, etc.

      El tiempo (resultado de ciclos) y el  reloj (herramienta) no tienen ninguna influencia ni dependencia con la composición de la materia. Al binomio reloj-tiempo no le interesa las características de la materia, para nada le interesa si es grande o pequeña, con poca o mucha masa, si es gaseosa o rocosa, si es lisa o pedregosa, blanca o negra etc.: solo le interesa que gire. 

     Prácticamente el objetivo del binomio reloj-tiempo es enumerar el orden de transformación de la materia, un orden ascendente e inquebrantable como lo es germinar, crecer, reproducirse y morir.

     En cuanto al final del tiempo, señalamos que las primeras partículas subatómicas tienen que cumplir la función de girar constantemente para que naciese el concepto del tiempo, luego se hicieron más evidentes en los grandes cuerpos celestes. Teniendo este concepto claro, otra definición del tiempo sería: «El tiempo es la cantidad de ciclos (o fragmentos) de las masas giratorias, y todas las variaciones que se presenten en la descomposición del planeta y todo lo que habite sobre ella, contabilizadas por el reloj». Por todo ello, el tiempo vacía su vaga existencia cuando las masas dejasen de dar vueltas. O sea, el tiempo desaparece aunque la masa no desaparezca y siga transformándose, y continuemos habitando sobre ella, siendo así, no hay nada que medir constantemente.

     Si la Tierra paraliza sus movimientos tendríamos que buscar otro cuerpo celeste al cual le midamos sus ciclos, puesto que para cada civilización es imprescindible medir las variaciones de cada masa y los eventos naturales y sociales, y registrarlos en el álbum de la historia. Para tal labor tendríamos que tomar de referencia los movimientos de la luna, de los planetas o las estrellas, de esa manera retomar sus patrones como lo hicieron nuestros antepasados, y unificarlos en un reloj. Si tomásemos los ciclos de la luna, pues es lo más cercano que tenemos, al hacerlo celebraríamos nuestro cumpleaños y año nuevo cada veintiocho días. De hecho, las fases de la luna en algún momento fueron referencia para calcular el tiempo. Otra solución sería construir un dispositivo que gire constantemente, y que esté ubicado a la vista de todos sus habitantes.

     Por ventura, los movimientos cíclicos son propios de los cuerpos celestes, siempre van existir los cuerpos que giren en el espacio y, obviamente, a la vista de toda civilización; por esta condición, siempre va existir el tiempo, será perdurable, aunque nunca dé ni un solo pasito a la eternidad. Y como diría algún filosofo, el cual no recuerdo, dijo más o menos así: «La  eternidad es como el deterioro de una esfera de hierro del tamaño de la estrella más grande del universo, que para tal propósito, una hormiga tiene que surcarla las veces que sea necesario, esto para que con sus patas desgastase totalmente la gran bola de hierro, y cuando lo consiguiese finaliza la eternidad».

         

Te invito a leer el capítulo 2.  Banana madura no vuelve a verde. CLICK  



teoría de la relatividad y ley de la gravedad

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