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13 nov 2020

¿Existe el tiempo? Paradoja de los gemelo o de los relojes. ¿Qué es el tiempo? En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

 

 Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 


Capítulo 10. El tercer reloj en la paradoja de los relojes

     La paradoja de los gemelos o relojes, propuesta por el físico Albert Einstein en las primeras luces del siglo pasado, es el arquetipo de la teoría de la relatividad especial. La paradoja es un experimento mental, la cual nos plantea la diferente percepción del tiempo entre dos observadores y ante un solo suceso, uno de ellos estático y el otro en movimiento, y a velocidad de la luz. Sabemos que para Einstein el tiempo transcurre distinto desde cualquier punto del espacio en que se encuentre el observador. Según él, hay dos tiempos distintos para un solo evento, debido a que el tiempo se paraliza o se acorta si viaja a velocidades extremas como la luz. Vale recordar que esta teoría contradice los postulados de Isaac Newton, quien afirma que el tiempo trascurre en simultánea para distintos eventos.

     La paradoja de los relojes imagina a dos gemelos, uno viajero y el otro atornillado en la Tierra, es decir, uno en movimiento y el otro fijo. El viajero dará una vuelta en un determinado tiempo hacia la estrella más cercana montado en una nave a velocidades cercanas a la luz; y su hermano lo verá partir. La hipótesis deduce que a la vuelta de la nave a la Tierra, el gemelo en movimiento habría envejecido menos que su hermano, dado que la teoría señala que el que ha estado sujeto a los cambios de velocidad, en este caso el astronauta, su tiempo ha trascurrido más lentamente. Pero la paradoja aparece cuando el gemelo que se quedó anclado en la Tierra reclama que es él el que ha viajado a la velocidad de la luz y no su hermano astronauta, por lo tanto, quien ha envejecido más es el viajero de la nave y no el terrestre. Con fórmulas y cálculos, entendibles solo para los matemáticos extremos, se demostró que es el gemelo viajero quien ha envejecido menos.

     En resumen, la paradoja nos plantea: dados dos observadores sobre un solo evento, uno estático y el otro en movimiento, el tiempo no trascurre igual para ambos.

     Según las premisas de la teoría de la Relatividad, el tiempo depende del observador. El tiempo medido por un observador en reposo de un evento en movimiento aumenta a medida que la velocidad aumenta, tendiendo a infinito cuando el evento se aproxima a la velocidad de la luz. En la misma dinámica, la longitud de un cuerpo disminuye a medida que su velocidad aumenta, tendiendo a cero cuando el cuerpo se aproxima a la velocidad de la luz.

     Además de la recíproca dualidad espacio-tiempo, donde cada magnitud afecta a la otra, aparece unos de los términos más fantasiosos de la historia de la ciencia, como lo es la dilatación del tiempo. Según la definición textual en uno de los portales más famosos de la web: «La dilatación del tiempo es el fenómeno predicho por la teoría de la relatividad, por el cual un observador observa que el reloj de otro (un reloj físicamente idéntico al suyo) está marcando el tiempo a un ritmo menor que el suyo. Esto se suele interpretar normalmente como que el tiempo se ha ralentizado para el reloj de un observador, y para el otro no; pero eso es cierto solamente en el contexto del sistema de referencia del observador». 

     No entiendo el porqué a nadie le vino la idea de colocar un tercer o cuarto observador o los que se necesiten para objetar uno de los conflictos familiares más viejo de la historia, como es este caso de la paradoja de los gemelos o relojes. Un tercer observador tendría una perspectiva distinta a la de los dos gemelos. Debido a que nadie ha hecho esta labor, entonces procedemos a colocar nuestro tercer observador. Obvio, no cualquier observador, colocaremos a nuestra Águila Especial. Este singular ave con una libreta de notas en sus garras, y un reloj atómico sincronizado con los relojes de ambos hermanos. En la paradoja el ave observará el evento desde un lugar estratégico en el espacio, en un «palco de honor» entre la Tierra y la estrella de destino de la nave. Desde allí, con su potente visión, tendrá su mirada fija en los dos observadores (uno estático y el otro en movimiento), y de este modo saber si es verdad que la velocidad de la luz manipula el proceso biológico o la evolución normal de los individuos. A la larga, la misión del ave es demostrar si una nave viajando a velocidades cercanas a la luz ralentiza el proceso normal del organismo de su piloto, haciéndolo envejecer más lento que su hermano, y por ende, de todos los habitantes del planeta. Pues eso es lo que enseña la paradoja.  Y por supuesto, a la vez demostrar una vez más que todo evento ocurre en simultánea en cualquier esquina del universo.

     Explicado lo anterior, como anunciamos, asignaremos al Águila en una «zona vip» en el espacio, en una segunda estrella (B) ubicada entre la Tierra y la estrella de destino (A). Y colocaremos la paradoja de la siguiente manera: el gemelo de la nave (observador 1); gemelo terrestre (observador 2); ave especial (observador 3). El viaje de la nave ida y vuelta tiene una duración de 50 años.

     Cuando la nave despegue (observador 1), el observador anclado en la Tierra (observador 2) no alcanza a ver ni el polvo, visto que la nave viaja a velocidad de la luz. Mientras que el águila especial (observador 3), ubicado entre la Tierra y la estrella (A) destino, desde su perspectiva la velocidad de la luz es lo más lento que pueda existir en el universo, ya que este singular personaje observará la nave caminar a paso lento, como la de un gusanito o tortuga en medio de la oscuridad del espacio de la Tierra a la estrella (A). Dentro de algunos años (digamos 25) el ave observará la nave llegar a su destino, a la estrella (A) y luego la nave dará la vuelta a la estrella e iniciar el lento regreso a la Tierra. En el viaje de la ida y vuelta de la nave tripulada por el observador (1), en ese lento caminar por el espacio, transcurrían otros eventos sobre la superficie de la Tierra, en todo el sistema solar y en todo el universo. El Águila Especial, además de observar todo el trascurso del evento, a la vez, echaba un vistazo a todo el planeta Tierra: sus movimientos, su trasformación natural, el crecimiento normal y sin sobresaltos de todo individuo, la oxidación natural y sin sobresaltos de algunos metales, las mismas estaciones sin sobresaltos, etc. Del mismo modo observaba en la estrella (A) su pérdida normal combustible en ese fragmento. Del mismo modo evaluaba su propio deterioro: sus garras para saber si se agrietaban y a sus plumas para ver si le salían «canas». Echaba una mirada de vez en cuando al paisaje del universo, a los alienígenas de otros planetas, a otras estrellas, agujeros negros, etc. Y por supuesto, a lo que nos interesa, no perdió de vista el estado biológico del gemelo viajero y del gemelo estático. Miraba su reloj atómico y los comparó con ambos relojes de los gemelos: no halló paralización alguna de las manecillas de los tres relojes. Tampoco notó trasfiguración física de la nave ni del piloto, incluso, el piloto conservó su mismo peinado con el cual hundió el botón de despegue.





Gráfica 7. En la paradoja de los relojes, el Águila Especial desde la cumbre de una estrella no nota alteración del tiempo. La nave no se acorta, los gemelos envejecen a la par, los relojes no se detienen ni se autodestruyen, etc. Todo sucede dentro de las leyes naturales.

     Ahora desde el punto de vista del gemelo terrestre (observador 2). Este observador con su visión limitada, la cual solo le permite ver lo que está frente a sus narices, no sabrá lo que acontece con su gemelo astronauta viajando en el ancho mar del universo, de esta manera es proclive a fantasías cósmicas. Y desde el punto de vista del astronauta (observador 1), al igual, su visión limitada no le permite ver más allá de sus narices, solo verá uno que otro asteroide o cometa rozar su nave, uno que otro planeta vagabundo, etc., de igual manera tiene que utilizar su fantasía para saber cuál es la suerte de su gemelo terrestre. De todos modos, los ojos de ambos hermanos los posee (por decirlo de alguna manera) el Águila Especial, el tercer observador, este constata en su informe que todo trascurrió normalmente, sin alteraciones ni saltitos inútiles del tiempo.    
     Cuando la nave regrese y pise suelo terrestre, el Águila en su informe confirmaría que todo ocurrió bajo la normalidad de las leyes naturales, sin ningún contratiempo y en simultánea con todos los puntos del ancho universo. Esencialmente en lo referente al gemelo de la nave y al gemelo terrestre, ya que en ellos recae el propósito de la paradoja.
     El ave anotó en su cuaderno de notas lo siguiente:
1) Ninguno de los relojes se ralentizó más que el otro.
2) El astronauta no se transfiguró, incluso, conservó su peinado de raya en la izquierda, y su nave no se acortó por la velocidad de la luz. Las manecillas de su reloj siguieron su marcha normal, su reloj no se ralentizo, tampoco se paralizo ni mucho menos se autodestruyo. La complexión biológica del astronauta gemelo no tuvo ningún sobresalto en el tiempo, la cantidad de arrugas que le brotaron a su piel es la correspondiente a la cantidad de 50 años.
3) El gemelo terrestre siguió su vida cotidiana acorde a ese segmento de tiempo, es decir, todo lo que hace una persona terrestre: ir a la universidad, ejercer una profesión, lidiar con complejos sociales, casarse, tener hijos, votar, mostrarle a la sociedad lo gracioso e inteligentes que son sus hijos, educarlos, llevarlos al colegios, y así continuar el ciclo social, etc. Le brotaron la misma cantidad de arrugas que le brotaron a su hermano, las manecillas de su reloj no fueron alteradas, no aceleraron o desaceleraron.
4) Toda la civilización terrestre no se transportó ni una milésima de segundo al pasado o al futuro, los granos de arena de todos los relojes pasaron sin ningún contratiempo por sus respectivos orificios. Siguió el avance de la tecnología, acorde a la evolución y vida social. Las campanas del big Ben, de la Torre del reloj, en Londres, no cedió ni un solo segundo a la eternidad, no dio un campanazo más ni un campanazo menos. Sería absurdo que lo hiciese solo porque a alguien haya viajado en una nave a velocidad de la luz.
5) La pérdida de combustible de la estrella, y de todas las estrellas a su alrededor, estuvo a la par con el agotamiento normal de esos 50 años.
6) El par de arrugas que le brotaron en la piel del águila, y el par de «canas» en su plumaje corresponden a la misma cantidad de todas las águilas especiales del planeta o del universo. Tampoco sus uñas crecieron más de lo normal.
7) Los nueve carruseles del sistema solar siguieron su curso normal alrededor del sol, hicieron la cantidad de giros de traslación que le corresponde a cada uno en esos 50 años terrestres. Ninguno avanzó más que su vecino. Es absurdo hacerlo solo por el hecho de que un gemelo viajase en una nave a velocidad de la luz, si así aconteciese se cruzarían todas las órbitas, y el caos orbital sería total. Y, desde luego, el sol siguió siendo la enana que es. 
     Sobre este asunto, de lo anotado por el Águila en su cuaderno, hemos explicado hasta la saciedad que el movimiento y la velocidad son independiente al proceso biológico y evolutivo de cada ser, y que cualquier cambio físico de cada ser se da en miles de años. También en este escrito nos hemos preguntado ¿Acaso las manecillas del reloj tienen poderes mágicos para cambiar su ritmo marchante?, ¿o el reloj de arena tiene poderes esotéricos para acelerar o ralentizar por si solo cada granito? Pues si esto es así, ¿acaso los ventiladores o todos los instrumentos rotativos inventado por el hombre van a ralentizar o acelerar el movimiento de sus elipses solo por el capricho de un observador en movimiento?, ¿o la correa giratoria del motor de la nave del gemelo astronauta se va a detener porque viaje a velocidad de la luz? Si fuese así la nave se «despeñaría en el abismo espacial».
     También hemos explicado que el reloj es una herramienta de medición de ciclos, independiente a cualquier evento que ocurra aquí y en cualquier punto del universo, y que la única razón para que sus manecillas desaceleren o se aceleren es responsabilidad de su creador, del agotamiento de su vida útil o de algún accidente de esta herramienta. El reloj no tiene impulsos para acelerar o desacelerar o inmolarse a velocidad de la luz, tampoco lo manipula el estado de movimiento de sus observadores; pues solo mide rotaciones y traslaciones terrestres. Si una nave viaja a velocidades de la luz, la Tierra tampoco deja de dar vueltas, igual que las manecillas del reloj. La velocidad de la luz y el estado de movimiento de cualquier observador son totalmente independientes a la función del reloj, funciones que dependen del movimiento terrestre.
     En lo esencial, en el reporte del Águila, las funciones biológicas de los tres observadores, la de ambos hermanos y la de la misma Águila Especial, nos dicen que no fueron alteraras, no cambian si un observador viaja y el otro se queda fijo en un lugar. Tampoco ha de cambiar al ritmo del movimiento, del vaivén de la velocidad. Es decir, las funciones biológicas no cambian si el piloto mueve su palanca de velocidades, y pasa de la velocidad de la luz a velocidad normal, luego vuelve a velocidad de la luz, y luego a velocidad normal, y así sucesivamente. Absurdo pensar que a esos cambios de ritmos en cierta distancia va a envejecer menos al piloto, después lo va envejecer más, después menos, y así sucesivamente. Sería una locura que envejezcamos al ritmo de una palanca de velocidades de una nave.  
     El núcleo de las células de cada individuo, responsable del almacenamiento de la información y luego transmitida de generación en generación, no se da por enterado de que un gemelo hubiese viajado a velocidad de la luz y su hermano se hubiese quedado en la Tierra.
     El  ave, tercer observador, es el que tiene el panorama total en esta paradoja, ya que ese panorama se le es negado a los gemelos. El astronauta no puede ver más allá de la nave, su visión no le alcanza para ver cuál es la suerte de su hermano atornillado en la Tierra, a la vez, este tampoco sabe cuál es la suerte de su hermano astronauta. Esta limitación es la que nos ha dado para especular con fantasías siderales o fantasmas cósmicos, que tanto abundan en el universo. Pero si ambos gemelos tuviesen visiones extraordinarias se vendría abajo cualquier fantasía, pues el gemelo terrestre estaría enterado de todo el recorrido de la nave de su hermano, y viceversa.        
     Al llegar el gemelo astronauta a la Tierra, y luego revisar su nave, tal vez la encontrarán un poco deteriorada, por choques de uno u otro meteorito; pero no oxidada, ya que estuvo exenta de oxígeno, elemento causante de la oxidación.
     En este experimento sideral, los defensores de la relatividad han dado como un hecho la existencia de dos tiempos, también la confusa dependencia entre tiempo y el espacio. En mayor parte se debe a que nunca se les ha dado por colocar un tercer observador con características especiales, quien certifique la instantaneidad de los sucesos, la simultaneidad de todos los eventos que suceden en el universo, en movimiento o estático. Ante esta paradoja, expusimos que todo trascurrió en simultánea en los tres puntos distantes entre sí, tanto para el observador en movimiento, el estático y el águila imaginaria.
     Los relativistas deben entender que la visión de cualquier humano es instantánea, no es una onda-partícula, no es un movimiento como la luz, la cual tiene que recorrer millones de kilómetros hasta llegar a nosotros. Sucede que toda la premisa relativista está basada en la velocidad de la luz, a qué pasaría si viajáramos a su velocidad, forjándola de este modo a instantánea; mas lo único instantáneo en el universo es la visión de todo ser vivo, la cual no es onda ni partícula. La visión de todo ser registra todo acontecimiento, toda acción al instante en nuestra vida cotidiana, pero hasta donde ella nos permite llegar. Entre más avancemos a un lugar veríamos más la simultaneidad del sitio al cual llegamos, pero no podemos notar la simultaneidad de los eventos de los sitios que vamos dejando atrás, o los que están muy lejos a nuestro alcance. Con una visión extraordinaria no tendríamos problemas en observar todo al mismo tiempo, no importando si avancemos a un lugar o no.
     El otro gran error de los relativistas es confundir la luz con la fuente de luz, creando así los aterradores fantasmas cósmicos, como los fantasmas de dinosaurios que regresan con la luces de las estrellas contemporáneas de su época. No tenemos una visión especial para demostrar la instantaneidad de los sucesos lejanos con los sucesos nuestros, la cual despejaría  todas las dudas de la simultaneidad.
      Subrayamos también que la masa no se encoge ni se transforma a velocidades extremas, ni tampoco un ser humano se trasfigura. Entonces  para dejar tranquilos a muchos, supongamos que la nave verdaderamente se acorte o se divida en dos partes, esto debido a un dispositivo de la misma, algo así como los transformers de las series televisivas o por un choque con un asteroide, el cual la partió en dos pedazos. Es decir, la nave se parte en dos por motivos diferentes a la velocidad de la luz. La masa en este caso se acorta, pero de todos modos nuestro tercer observador especial vería ese hecho como un accidente dentro del evento o como una nave robot que se divide en dos, una anécdota que no percibiría la paralización o dilatación del tiempo. El ave con su ojo privilegiado pondría su vista en el reloj del astronauta, en el de su gemelo y en su propio reloj, así vería las manecillas correr con normalidad y a la par. Obvio que la nave al perder masa acelera su velocidad, en este caso más veloz que la luz o a la de los neutrinos, de todos modos para el Águila esa luz seguirá siendo un gusanito que viaja por el espacio, un fenómeno lento.  
     Entonces la paradoja de esta novela de hermanos surge cuando el gemelo terrestre reclama que él fue el que realmente viajó a velocidad de la luz, por tanto, envejeció menos. Pues, siendo así, según la teoría relativista, o por lo menos la entendemos así, todos los habitantes de la Tierra igualmente envejecieron menos. Pues se supone entonces que la Tierra es la nave del gemelo que se quedó estacionado, que ahora hace de supuesto viajero terrestre, puesto que la Tierra es la que viaja por el espacio. Desde cualquier punto de vista es irracional que toda una civilización atrase o adelante su proceso evolutivo por culpa de una nave que viaja a velocidad del la luz. Basado en todo lo que hemos expuesto, en esta paradoja ningún humano, animal o planta ralentizaron sus respectivos procesos de crecimiento. Todos los relojes de cada habitante caminaron con normalidad, salvo aquellos que se deterioraron o se les acabó su vida útil, o los manipuló el hombre.
     Ahora bien, si no ha quedado claro y para no dejar cabos sueltos, continuemos con el final de esta paradoja: el regreso de nuestra Águila a la Tierra. Puesto que tuvo hambre y no hay nada que comer en la cumbre de la estrella. Desde allí, el ave imaginaria, con su potente visión divisó en la Tierra un conejillo de indias escondido en su madriguera. A esta ave también le asignamos velocidades extremas en su regreso a la Tierra. Además debemos añadir que si la ida y vuelta de la nave duró 50 años, el regreso del águila a la Tierra estaría estimado en 25 años.
     Sin más que agregar, el Águila alza sus alas desde la estrella a la Tierra, con la vista fija en el conejillo. Desde el punto de vista del ave, a medida que avanza al planeta, notará que el conejillo cambia su aspecto físico gradualmente en el transcurso de los años; de la misma manera, observará que la Tierra no gira sobre su eje más de prisa o menos; observa la Tierra avanzar en su traslación al mismo ritmo de duración como lo hace siempre. Al echarle un vistazo al big Ben, el reloj de Londres, sabrá que no da un campanazo más o un campanazo menos. Con el rabito del ojo mira su cuerpo y a su plumaje, no nota nada extraño, solo el viento «solar» pegando con fortaleza en su pecho. Su cambio físico va de acuerdo a su evolución, no se trasfigura o acorta su tamaño. Si es de transfigurarse ha de ser por el viento solar pegando en su rostro, igual que nos sucede cuando nos pega una fuerte brisa o cuando los perros asoman la cabeza por la ventana de un carro en movimiento; pero en el espacio vacío no hay cabida para transfiguración alguna. En esos 25 años que dura el recorrido del ave al llegar a la Tierra hubo la misma cantidad normal de giros de la Tierra alrededor del sol, es decir, 25 giros. El conejillo de indias sigue los acontecimientos cotidianos que normalmente realiza en esos 25 ciclos de traslación: comer hierbas y zanahorias, escabullirse de los lobos, dormir, reproducirse por montones, etc. Y por supuesto, envejeció al igual que el Águila, lo que realmente iba envejecer en esos 25 años, ya que al sistema de información de sus células le tiene sin cuidado que un Águila venga desde una estrella a velocidad de la luz a merendárselo, esa labor le corresponde a las neuronas de su sistema nervioso Y como el promedio de vida de estos roedores es de 25 años, (quizás mucho menos, pero teníamos que ajustarlo al ejemplo), el caso es que este conejillo está longevo, haciendo más fácil la labor al águila.
     Al aterrizar el Águila después de 25 años volando por el espacio, y luego saciar su apetito, en su informe registró que todo ese evento del conejillo transcurrió sobre una roca giratoria en esa cantidad de ciclos, y sin modificaciones del espacio tiempo. 
     Es ilógico que existan dos tiempos para un solo evento. También es descabellado que el tiempo se paralice, que la masa se acorte a velocidades de la luz y luego se unifique con el espacio. Todo evento o teoría no siempre tiene que ser metido en una burbuja para demostrar que es verdadero. Dicho esto, aclaramos, sin fórmulas, que no le pueden salir canas a la primavera solo porque alguien viaje a velocidad de la luz.

     Sobre las premisas de Isaac Newton, las cuales indican que todos los eventos acontecen en simultánea en cualquier punto del universo, yo le aderezaría lo siguiente: también acontecen en simultánea con la última estrella del último universo.  

11 nov 2020

¿Existe el tiempo? Hora interplanetaria ¿Qué es el tiempo? En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

                                                Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 

                                      
                                     Capítulo 9. Hora interplanetaria
     Sigamos con más ficción en los ejemplos, ahora todo el sistema solar es habitable, con vida inteligente en todos los planetas, entonces para medir el tiempo cada planeta tendría que construir sus propios relojes. Pues nuestros vecinos también necesitan saber cuándo es la fecha de sus respectivos cumpleaños y su próxima cosecha de tomates. Claro, estos relojes ajustados a lo que proyecte cada uno de sus movimientos espaciales, a sus respectivos movimientos de rotación o traslación de cada planeta. No se descartaría el hecho de tener un patrón unificado, algo así como la «hora interplanetaria». Pero como somos los únicos seres que moramos el sistema solar y en el universo conocido, todo se rige por nuestros patrones de medidas. En el caso del tiempo en el sistema solar, cada planeta lo medimos con nuestra unidad de minutos u horas. Júpiter tarda 10 horas en girar sobre su propio eje, por lo cual, el reloj de Júpiter es de 10 horas diarias terrestres; el día de Marte es igual al nuestro de 24 horas; el de Venus tendría un poquito de problemas para colocar tantos números a su reloj, pues sabemos que en ese planeta el día es más largo que su año, a su reloj no le cabrían los números, y si apenas tienen relojes de arena se necesitaría una «tonelada» de granos para llenarlos.
     El hecho de que la rotación o el día de Júpiter sea de 10 horas (casi la mitad de la rotación terrestre) y sí existiese vida allí y vean salir el sol y ponerse más rápido, no quiere decir que el tiempo trascurra más veloz en ese gigante gaseoso. Sus habitantes no van a envejecer más rápido que nosotros, a menos que su evolución y genes los dispongan de otra manera. Simplemente el planeta gigante ha dado más ciclos; pero en todo caso, el tiempo es igual para todos en el sistema solar y universo. Los acontecimientos y respetivos procesos biológicos de cada habitante planetario seguirían su curso normal, en simultaneidad planetaria. Si alguien se muda a vivir a Plutón, cuya traslación es de 248 vueltas terrestres, nunca cumpliría un año de vida allí, ya que nuestro promedio de vida es de 75 a 80 años. El humano que se mudo a ese planeta seguirá siendo un bebé; y no un bebé lactante, sino un bebe de 80 años,  arrugado y con canas.
     Echemos mano nuevamente del Águila Especial, recuerden ese personaje ficticio de potente visión y con un  promedio de vida millones de años de existencia. En esta ocasión la ubicaremos en la hipotética nube de Oort, con la vista puesta al sistema solar. Esto con el objetivo de echarle un vistazo a la Tierra y sus vecinos. Simplemente el ave vería en simultanea nueve carruseles dando vueltas con ciclos diferentes, en el mismo y eterno presente. Vería que la duración que gasta un colibrí chupando una orquídea colombiana es la misma de un marciano disfrutando una taza de café. No le sería difícil comprender que un minuto aquí en la Tierra sucede en el mismo instante con cualquier planeta del sistema solar, y con cualquier planeta de la última estrella del último universo.
     Como indicamos, al no existir vida en nuestros planetas vecinos, utilizamos el patrón del tiempo del nuestro para medir cualquier evento aquí y en todo el universo. En consecuencia todo evento está regularizado por nuestro reloj terrestre de 24 horas y de 365 días, y fraccionado en horas, minutos y segundos. Con los datos de nuestros ciclos medimos los ciclos de todos los planetas, en resumen: la hora de nuestro reloj es el patrón interplanetario e interestelar. Los resultados de nuestro reloj nos muestran que el aparente tiempo transcurre igual para todos los planetas, no importando que algunos giren más rápido o más lento que otros o que los relojes de sus habitantes tengan más números o menos números.
     En el ejemplo anterior es como si en un fragmento de cinco minutos, un grupo de personas se colocasen en un carrusel de caballitos que gira a cierta velocidad, y otro grupo en un carrusel que gira a una velocidad inferior. En este caso las manecillas del reloj se mueven igual para ambos carruseles, no importando que un grupo dé más vueltas que el otro grupo, incluso, sin importar que uno de estos carruseles no haya dado ni una sola vuelta en ese fragmento: la variación es la misma, el tiempo de cinco minutos ha pasado igual para ambos. Las personas de estos dos carruseles se deterioraron biológicamente lo que le corresponde en esos cinco minutos, por muy pequeñísimo que sea el deterioro. De igual manera sucede al medirse los ciclos rotacionales de los nueve carruseles del sistema solar, todo transcurre en simultánea en un fragmento de 24 horas terrestres. Se contarán más vueltas o ciclos en un planeta que en otro, habrá cierta diferencia en ciclos; pero esencialmente en todos los carruseles ha transcurrido las mismas 24 horas terrestres, la misma variación, aunque algunos planetas como Venus y Mercurio no hayan realizado ni un solo ciclo rotacional en ese fragmento. Cada habitante de cada planeta se deterioró lo que le corresponde en ese curso de 24 horas terrestres.
     Si existiese un reloj interplanetario caminaría igual para todo el carrusel del sistema solar, independientemente del número de vueltas que dé cada planeta alrededor del sol, incluso, sin importar que un carrusel se encuentre en nuestro sistema solar o un sistema extrasolar.
     Veamos los ciclos de nuestros planetas vecinos medidos con nuestro reloj terrestre o «reloj interplanetario». Una vuelta al sol de nuestro planeta tarda 365 días, un año nuestro. Pero hay planetas que por su cercanía al sol su ciclo será más corto que el nuestro, de menos días, en este caso: el año en Mercurio es de 88 días terrestres, y el de Venus de 224. Y hay planetas que por su lejanía al sol su ciclo de traslación es más largo que el nuestro: el ciclo de Marte es de 686 días terrestres, el de Júpiter es de 11 años y 315 días, el de Saturno 29 años y 167 días, Urano 84 años, el de Neptuno 164 años y 288 días y el de Plutón 248 años.
     Esta situación nos confunde un poco, uno que otro creerá que en Mercurio se envejecería más rápido si existiese vida allí, pues los años nuevos y cumpleaños pasarían volando en ese pequeño planeta. Mientras ellos celebran cuatro años nuevos (365/88) nosotros celebramos uno. Asimismo, uno que otro despistado creerá también que en Júpiter o Saturno se envejecería más lento, pues allí los cumpleaños y años nuevos durarían más en llegar, y mientras aquí celebramos 11 años nuevos en Júpiter celebran solo un año. La realidad es que se envejece igual en el mismo lapso en cualquier punto del sistema solar y en cualquier punto del universo, siempre y cuando tengamos el mismo sistema biológico o código genético, porque esto es lo que determina a las especies envejecer, y no la cantidad de vueltas de los cuerpos celestes. Todos los hechos se dan al mismo instante, paralelamente en cualquier esquina del universo, dado que el tiempo es uno solo y absoluto para cualquier evento del universo.
     Entendido lo anterior, continuaremos con los típicos experimentos mentales, sin antes advertir que seguiremos siendo repetitivos en el aspecto biológico de todo individuo.
     Entonces imaginemos que naciesen cuatro humanos a la misma hora en cuatro puntos diferentes del sistema solar, digamos cuatro mellizos nacieron en la Tierra y tres fueron enviados desde muy niños a vivir a otros planetas o como quieran plantear la situación. El asunto es que los cuatrillizos habitan en planetas diferentes: un mellizo está en nuestro planeta, otro en Mercurio, otro en Júpiter y otro en Neptuno. Cuando la Tierra haya dado una vuelta alrededor del sol: el humano que habita aquí cumpliría un año de vida. En ese fragmento de 365 días terrestres, Júpiter ni Neptuno han dado la primera vuelta al sol, por lo tanto, los humanos de esos planetas gigantes no han cumplido su primer año de vida. En cambio en esos 365 días terrestres, Mercurio ya ha dado cuatro vueltas y fracción (365/88), en este caso el humano que se encuentra en allí cumpliría cuatro años de vida. Pero los ritmos de crecimiento de los humanos de esos tres planetas son iguales al humano de la Tierra, biológicamente los cuatro bebés humanos ya dejarían de gatear y comenzarían a dar sus primeros pinitos, pues sus respectivas motricidades son las de un bebé de un año, ya que todos los cuatro mellizos poseen el mismo ritmo de crecimiento terrestre. Los procesos biológicos son inquebrantables e independientes a los giros de las esferas celestes, en este caso a la cantidad de vueltas de cada planeta del sistema solar. 
     Cuando la Tierra haya dado 11 vueltas al sol: el humano terrestre ha cumplido 11 años de vida. En ese segmento Júpiter ya ha dado su primera vuelta al sol: el humano que habita allí ya tiene su primer añito de vida. A Neptuno aún le falta mucho para su primer ciclo: el humano de allí aún no ha cumplido su primer año de vida. Y el planeta Mercurio ya ha dado 45 vueltas y fracción (365x11/88 o 11x4): el humano mellizo que habita allí ya tiene 44 o 45 años de vida. Pero estos cuatro humanos biológicamente son niños terrestres de 11 años, aunque el de Mercurio haya cumplido 45 años. Todos han mudado ya sus dientes de leche, montan en bicicleta y van a la escuela en el mismo segmento de tiempo de los cuatro planetas. Sin importar que el humano de Mercurio tenga 45 años y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida, las complexiones físicas y mentales son iguales en todos los humanos aquí presentes, es decir, la de un niño de 11 años. El hecho de que el humano de Neptuno no haya cumplido un año de vida, porque su planeta aún no ha dado su vuelta al sol, no quiere decir que sea apenas un bebé de brazos, este ya tiene la mentalidad y físico de niño de 11 años de la Tierra. Lo mismo le sucede al humano de Júpiter, pues en su primer año de vida ya puede montar en bicicleta al igual que sus tres hermanos. Al igual, el hecho de que el humano de Mercurio tenga 45 años de vida, en realidad es un niño de 11 años y no un adulto. Lo que existe es un desbarajuste de ciclos y edades, mas no de tiempo.
     Continuando con el ejemplo, cuando la Tierra haya dado 22 ciclos alrededor del sol: el hermano terrestre ha cumplido 22 años. Mientras el planeta Júpiter en ese fragmento ha dado apenas dos vueltas al sol, por lo tanto: el humano que habita allí ya tiene dos años de vida. Mientras en ese mismo fragmento el planeta Neptuno aún no ha dado su primer ciclo alrededor del sol, de aquí que el humano que habita en ese gigante azul no haya cumplido su primer año de vida. Mientras tanto, el planeta Mercurio ha dado alrededor 88 vueltas y fracción (22x4): el humano de allí cumplió 88 años terrestres. Ni el de Neptuno es un bebé ni el de Mercurio es un anciano, las complexiones físicas y comportamientos de todos los hermanos son iguales al de un adulto de 22 años terrestre. Aquí no importa que el humano de Júpiter tenga apenas dos añitos, y el de Neptuno aún no haya cumplido su primer año, y el de Mercurio tenga 88 años terrestres: todos los humanos siguen el mismo proceso biológico. Quizás los cuatrillizos ya hayan terminados sus estudios de secundaria, o estén en la universidad de sus respectivos planetas, o sean rebeldes, con licencia de conducir, tengan sus respectivas parejas, incluso tengan hijos; es decir, todo lo que hacen los humanos a la edad de 22 años. Todo sucede en un mismo carrusel planetario, en un mismo fragmento de ciclos terrestres, pero a diferentes distancias de otros ciclos planetarios. Todos los cuatro hermanos están en igualdad de condiciones físicas, ninguno es más joven o más viejo que los demás. Aunque el de Mercurio tenga 88 años, no es un anciano; y el de Júpiter con dos añitos, no es un bebé. Ambos tienen la misma fisionomía biológica de un joven de 22 años terrestres.
     Cuando el planeta Tierra haya dado 100 vueltas al sol: su humano ha cumplido 100 años. Ya mastica el agua, ad portas de colocarse la «piyama de madera». El planeta Júpiter en ese mismo segmento ha dado cerca de nueve vueltas al sol: el humano que vive allí cumpliría 9 años. También es un anciano masticando el agua. El planeta Neptuno aún no ha dado su primera vuelta al sol: el humano de ese planeta todavía no ha cumplido su primer añito. Pero también es un anciano. Mercurio ha dado 400 vueltas al sol: su mellizo cumpliría 400 años. Al igual, es un anciano (de 100 años terrestres). Los tres hermanos interplanetarios tienen la misma complexión física y comportamiento del humano terrestre, es decir, la de un anciano de 100 años. Ya sus respectivos cuerpos se han deteriorados bastante, y se deterioraron a la par: canas y piel agrietada, pérdida de memoria, lentes, orejas grandes, todos tienen nietos y están próximos a lo inexorable, etc. Esto porque los cuatrillizos están regidos por el mismo ritmo de su desarrollo biológico y deterioro físico terrestre.
     Todos los cuatro hermanos envejecieron paralelamente y al ritmo de nuestra evolución, no importa que el de la Tierra tenga 100 años, el de Júpiter solo tenga 11 años, el de Mercurio 400 años y fracción, y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida. El de Neptuno no es un bebé y el de Júpiter tampoco es un niño, todos son unos ancianos. Los respectivos aspectos físicos son iguales para los cuatro hermanos, no importando el desajuste de años o ciclos, de la cantidad de ciclos de sus respectivos planetas y de la distancia.
     El núcleo de cada célula de cada individuo, responsable del almacenamiento de la información y luego transmitida de generación en generación, no se da por enterado de que unos cuatrillizos se hayan criado y progresado en planetas distintos. Todo transcurre en simultánea en todos los carruseles del universo. El problema consiste en que poseemos una vista limitada, la cual no nos permite ver esa simultaneidad, por tanto no vimos a los cuatrillizos crecer al mismo ritmo de vida en los cuatro  carruseles.         

10 nov 2020

¿ Existe el tiempo? Relación entre la velocidad de la luz y el tiempo. ¿Qué es el tiempo? ¿Se puede viajar en el tiempo? ¿Qué pasa si la tierra gira al revés? En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

                          Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 

Capítulo 8. La velocidad de la luz no le saca canas a la primavera

     Explicamos, en capítulos anteriores, que le agregamos o quitamos números al reloj si la Tierra acelera o desacelera sus ciclos de movimientos. De los instrumentos de medición el reloj es el único manipulable, a veces rompe sus ligaduras cíclicas, pero esto no quiere decir que el tiempo sea manipulable.
     Esta manipulación solo acontece en la pareja reloj-tiempo, ya que es imposible en las demás magnitudes físicas, como por ejemplo, en la pareja cinta métrica- longitud, pues no podemos quitarle o agregarle centímetros a la cinta métrica solo porque a una pared se le quitaron o le agregaron más ladrillos.
     Pero también existe otro tipo de manipulación entre el reloj-tiempo sin necesidad de añadirle o quitarle números al reloj, simplemente adelantando o retrocediendo los minutos y las horas, mientras la vida continúa su andar normalmente.
     Solo basta analizar un evento cotidiano, como cuando un viajero se desplaza hacia otro país en avión, pero digamos a una velocidad mayor que la normal de estos aparatos. Suponiendo que sale de Colombia con destino a China a las 7:00 p.m., y solo se demora cinco minutos de vuelo, es decir, llega a las 7:05 a.m, horario de China; mientras en Colombia son las 7:05 p.m. En este ejemplo, el avión sobrepasó doce meridianos en cinco minutos. Al llegar a su destino el viajero, si lo desea, ajusta su reloj a la hora del país visitante, es decir, 7: 05 a.m. del día siguiente. En este caso el viajero solo adelanta los minutos u horas de su reloj para sincronizarlo a un nuevo horario; no ajusta su proceso evolutivo, tampoco su pasado, ni su futuro ni su vida e historia. No se adelantó por algunas horas al futuro, solo se le adelantó a un pedazo de ciclo de rotación de la Tierra, puesto que el avión se desplazó más rápido que la rotación terrestre. Si el avión hubiese volado a una velocidad menor a la rotación del planeta, el viajero no tendría necesidad de concordar su reloj al horario del país visitante. Al volar más rápido que el giro de rotación se hace necesario ajustar el reloj, no ajustamos el tiempo, solo adelantamos el reloj a un nuevo horario impuesto por el ciclo diario de la rotación y la ubicación de cada país. En cada punto de la Tierra todo sucede en simultánea, tanto para el viajero y toda la tripulación, y para la familia del viajero que se quedó en Colombia.
     Vivimos sobre una roca giratoria con líneas invisibles que determinan la hora en cada punto terrestre. El sol nace y se oculta en horarios diferentes en cada zona, o en cada una de estas líneas. Se festeja el año nuevo en horas diferentes, incluso, en días diferentes en algunos países. El aleteo de un colibrí ocurre en el mismo instante de cualquier suceso ubicado en cualquiera de estas zonas, y en cualquier planeta del sistema solar y del universo.
     Dramaticemos un poco este ejemplo de manipulación del reloj, veamos qué pasa si dicho avión viajase alrededor del sol a una velocidad mayor que la traslación del planeta. En este ejemplo, el avión contabiliza más ciclos o años que el planeta Tierra, este hecho no quiere indicar que su tripulación envejeció más rápido que el resto de los habitantes de la Tierra. Los tripulantes del avión no han viajado al futuro, ni el reloj caminó más de prisa para ellos, tampoco el tiempo se aceleró; y por supuesto, los habitantes del planeta no se quedaron estacionados en el pasado, estos subsistieron normalmente y a la par con la tripulación. Tampoco los tripulantes envejecieron menos que los habitantes de la Tierra o viceversa, como lo sugiere la paradoja de los gemelos o relojes. En este ejemplo, simplemente el avión ha viajado más rápido que el ciclo de traslación de la Tierra. Cuando regresen a la Tierra hallarán todo normal, su tiempo no transcurrió más de prisa que cualquier ser humano que se quedó en la Tierra mientras ellos viajaban en la nave.  
     Ahora veamos qué pasa si el avión realizase un tour de una semana alrededor del sol, a una velocidad aproximada a la de la luz. Pero en este ejemplo tenemos que hacer algunos «cálculos alegres». La luz del sol tarda en llegar a la Tierra ocho minutos, pero como la Tierra no gira alrededor en forma circular sino elípticamente le agregaremos cuatro minutos más, podrían ser tres o cinco o los que quieran, el resultado en este ejemplo no es importante. Esto es: nuestra nave por cada giro alrededor del sol tarda 12 minutos; en cada hora la nave realiza 5 giros de traslación a velocidad de la luz (60/12), en un día 120 giros (5x24), y en una semana 840 giros (7x120). Supuestamente en este ejemplo los tripulantes cumplieron 840 cumpleaños o festejaron esa misma cantidad de años nuevos, visto que la nave hizo de planeta Tierra dando vueltas alrededor del sol. En este caso ningún tripulante de la nave envejeció esa cantidad de años, su deterioro fue a la par con los que se quedaron estacionados aquí en la Tierra mientras la nave hacía el vertiginoso recorrido. Por muchos años o vueltas que haya realizado la nave, en este caso 840 años para sus tripulantes, para los no viajeros y los que se quedaron en la Tierra lo que trascurrió fue una semana. En realidad lo que hay es un desajuste de ciclos en el reloj, ya que el tiempo fue el mismo para todos. Tanto los tripulantes como los habitantes de la Tierra envejecieron lo que realmente se envejece en una semana. Ningún tripulante se transfiguró por la velocidad de la luz, ni los relojes de la tripulación se paralizaron, tampoco se inmolaron al viajar a velocidad de la luz.
     Mientras la nave realizaba el tour a velocidad cercana a la luz, nuestro planeta apenas avanzó unos kilómetros alrededor del sol, el recorrido equivalente a una semana, le falta mucho para completar su giro de 365 días o para el año, para ser exacto le restan 358 días. Lo que existe es un desbarajuste de vueltas, de distancia y velocidad, pero no de tiempo o evolución. Todo transcurrió igual, en la Tierra, en la nave y en cualquier esquina del universo. Simplemente la nave superó los ciclos de la Tierra. En este ejemplo no importaría que la nave hubiese girado alrededor del sol, o a cualquier dirección, o que viajase en línea recta a la estrella más lejana y luego regresase en esa semana.
     Si una nave extraterrestre viajase a velocidad de la luz por todo el universo, de una estrella a la otra, ese suceso no puede tener ninguna incidencia para los que habitamos en la Tierra. ¿Por qué ha de tenerlo? Prácticamente eso fue lo mismo que ocurrió con los tripulantes que hicieron el tour alrededor del sol, no inciden en el rejuvenecimiento o deterioro de ningún ser sobre la Tierra, de igual manera en cualquier punto del universo.
     Y si por el contrario, qué tal si el avión realizase cinco vuelos alrededor de la Tierra a una velocidad inferior a su traslación, digamos la mitad. Esto es: un ciclo para la tripulación dura 730 días (365 x 2), y para los no viajeros los mismos 365 días (para este ejemplo). En este caso los de la tripulación solemnizaron cinco cumpleaños o años nuevos, mientras los que se quedaron en la Tierra lo solemnizaron en diez años. Por ningún motivo la lentitud de la nave ha ejercido influencia alguna sobre sus tripulantes, estos no envejecieron cinco años menos que los de la Tierra, y mucho menos se han quedado en el pasado. Los de la tripulación y los no viajeros, al igual que los demás seres vivos e inertes, se deterioraron lo que se deterioran en diez años, ni un minuto más ni un minuto menos, solo que los tripulantes estuvieron fuera de la Tierra recorriendo cinco vueltas al sol durante ese periodo.
     Si la Tierra girase alrededor del sol a velocidades cercanas a la luz, cumpliríamos años y festejaríamos años nuevos cada ocho minutos, y en nada afectaría nuestro progreso evolutivo y biológico, aunque en este caso cumpliésemos miles de años en nuestras vidas, nuestro promedio de vida es paralelo al que tenemos actualmente.
     También existe una gran contrariedad entre los viajes aéreos si los medimos con los viajes terrestres, porque al utilizar estos dos medios de trasportes, y a la misma velocidad, no se recorre la misma distancia entre dos puntos específicos. Cuando un avión y un tren parten desde el mismo punto inicial para llegar a un mismo punto final: la distancia recorrida no es la misma, puesto que existe un desplazamiento de la Tierra en contra o a favor del avión. Esto porque la Tierra gira a favor o en contra de cualquier aeroplano, o de cualquier medio que no utilice el suelo terrestre para desplazarse de un lugar a otro, incluso también aplica para las aves, mariposas y cualquier bicho volador.
     En los desplazamientos vía aérea de un lugar a otro, no en tierra (suelo), tenemos que tener presente si la rotación de la Tierra gira a nuestro favor o en contra, es decir, si el avión va en el mismo sentido al recorrido de la rotación o en sentido contrario.   
     La Tierra gira sobre su propio eje a una velocidad constante de 1.700 Km/h, mientras que la velocidad de los aviones varía entre 500 a 1000 Km/h, si bien no es constante, de todos modos es muy inferior a la de la Tierra. Esto quiere decir, si viajamos en avión a algún punto del planeta, con el eje terrestre rotando en contra de la trayectoria del avión: el suelo de la Tierra se acerca a una velocidad de 1.700 Km/h hacia el avión. Aunque coincidan en el mismo punto de destino, la velocidad de rotación acorta la distancia a la trayectoria trazada por el avión. Este hecho solo se presenta en los vuelos aéreos, no en recorridos terrestres, porque el avión no pisa la superficie de la Tierra. Mientras que en un automóvil o tren, estos medios de transporte están tocando el suelo terrestre todo el recorrido. De este modo, por mucho que la rotación gire en su contra, nunca el punto de destino se acercará al automóvil, este siempre se mantendrá la misma distancia entre el punto de origen y el punto de destino. En los recorridos terrestres, no importa que la Tierra gire a favor o en contra, o que la velocidad del automóvil sea constante como el de la Tierra, o tenga una velocidad aproximada a la luz, o que la Tierra acelere a velocidad extrema, o que la Tierra no mantenga su velocidad constante, etc. El recorrido siempre será el mismo, no se acortan las distancias, dado que el automóvil nunca despega sus llantas del suelo terrestre. Siendo así: en los viajes aéreos la distancia entre ambos punto depende de la rotación terrestre, es alterable; mientras que en los viajes terrestres la distancia es inmodificable, es real. 
     Ejemplaricemos este asunto. Un avión se desplaza de un punto A (partida) a un punto B (destino), con la Tierra girando en contra de la trayectoria del avión. Estos puntos A y B están ubicados en el aire y en paralelo con los puntos   y , ubicados en la superficie de la Tierra, pues es el lugar donde realmente habitan las personas, no en el aire. En este caso no sé cómo se las ingeniaría el piloto para iniciar su despegue desde el aire. (Para comprender este ejemplo es importante ver la gráfica 1 y 2).


Gráfica 1
Gráfica 2











Gráfica 1 y 2. Observamos el avión despegar en paralelo a los puntos iniciales A´ y A.  Al rotar la Tierra en contra de la nave, hace que el verdadero punto de destino B´ se acerque al punto A, de esta manera se acorta la distancia del recorrido en los viajes aéreos.  

     El ejemplo dice que la Tierra gira en contra de la trayectoria del avión, su velocidad constante es mayor que a la del avión. Aquí el lugar inicial A y el lugar de destino B permanecen fijos, inmodificables, es la distancia trazada por el avión. Pero los otros puntos el inicial  y el de destino  no son fijos, se desplazan a medida que la rotación sigue su curso. Aclaremos que  no se desplaza hacia , obvio, nunca lo alcanzará porque ambos puntos están atornillados en el suelo, pero  sí se desplaza hacia el avión y hacia A. La rotación en contra hace que  se acerque hacia el avión a medida que este aparato se desplace de A hacia B
     Es como si un pájaro despega sus alas desde un árbol y se dirige hacia una casa, y desde allí nosotros caminamos hacia él. Nosotros podemos toparnos con el pájaro en cualquier punto y llegar al árbol, porque ese punto inicial (árbol) siempre permanece atornillado en su sitio, y la casa (destino) nunca tocará al árbol, no importando que la rotación terrestre váyase en contra de la trayectoria del ave.
     No obstante, desde nuestra perspectiva que nos impone la cotidianidad, este hecho pasa desapercibido, esto porque nos concentramos en el movimiento del avión y no al movimiento del planeta. Este inconveniente no se presentaría si la Tierra no tuviese movimientos espaciales, en este caso, aunque el avión se mantenga en el aire, la distancia proyectada entre ambos puntos A y B va hacer la misma a la distancia proyectada en el suelo A´ . Es como si el avión fuese un medio terrestre, o estuviese rozando el suelo del planeta.
     Por lo contrario, si el avión regresa su vuelo, es decir, retorna a casa desde B o B´ al punto inicial A o A´, a la misma velocidad, desde luego, en esta ocasión regresa con la rotación a favor del avión. En este caso  A´ no se aleja de B´, están fijos en la superficie terrestre; pero A´ se «aleja» del punto B, porque la rotación terrestre va dejando atrás la velocidad del avión. Se alarga un poco la distancia debido a las mismas razones aplicadas en el anterior ejemplo. Ante esto, en los viajes aéreos existe un desbarajuste entre tiempo y distancia.
     El recorrido real del avión no es igual para ambos ejemplos, ni para la rotación girando a favor del avión ni para esta girando a favor del avión; a menos que el avión vuele a velocidad de 1.700 Km/h.
     Todo cambia al hacer un viaje por vía terrestre, en un automóvil o tren, desde el mismo punto inicia  al punto de destino , a la misma velocidad del avión del ejemplo anterior. Aquí no hay puntos aéreos inicial A ni punto de destino B, solo existen dos puntos terrestres, no espaciales como la del avión. En este caso particular, al estar el automóvil «adherido» al suelo o rozando la superficie de la Tierra impide que el punto final  se «desplace» algunos kilómetros a su encuentro con el punto inicial. Estando el vehículo «adherido» a la superficie necesariamente tiene que hacer todo el verdadero recorrido del punto inicial  al destino . En este ejemplo no se acorta la distancia, por lo tanto, en los viajes vía terrestre no existe un desbarajuste de tiempo y distancia, no se gana minutos ni horas. No importando que la Tierra gire a favor o en contra del automóvil o tren, o a mayor velocidad, o a menor velocidad, o que este estática.  Sí sucede al viajar en un trasporte que no esté adherido a la superficie como en un aeroplano, incluso un barco. (Ver gráfica 3 y 4).
   

Gráfica 3
Gráfica 4











Gráfica 3 y 4. Observamos el despegue del automóvil desde el punto inicial  A´ al destino B´. Sin importar que la rotación gire en contra del vehículo no se acorta la distancia, puesto que las ruedas del vehículo están adheridas al suelo terrestre.


     En el recorrido aéreo, donde las ruedas del avión no están «adheridas» a la superficie terrestre: la distancia varía, no importando que el desplazamiento del avión sea de este a oeste y viceversa, o de norte a sur y viceversa; puesto que el punto de encuentro o de destino se «mueve» hacia otra posición. Mientras que en los recorridos terrestres el vehículo no se despega del suelo terrestre, no importando que el desplazamiento del automóvil o tren sea de este a oeste y viceversa, o de norte a sur y viceversa. En este caso la distancia es real e invariable, no se acorta ni se alarga la distancia. Esta contrariedad no se presentaría si viviésemos en un mundo sin movimientos, con estas condiciones las distancias aéreas serán las mismas que las distancias terrestres, pues aquí no hay desplazamiento de la rotación terrestre.
     En los medios acuáticos tampoco hay contacto con el suelo terrestre, aunque el agua sea más densa que el aire y hace su recorrido más lento, de todos modos, es aplicable las mismas leyes a los recorridos aéreos. 
     Ahora un ejemplo extremo y cortico, ya que estos ejemplos son los que realmente nos despeja cualquier duda científica. Veamos qué pasa si la rotación terrestre pasa de 1.700 Km/h a 300.000 Km/ h, velocidad de la luz. Para no extendernos y complicarnos más, simplemente: al dar un salto desde cualquier punto del planeta caeremos en otro meridiano, en otro país, en otro océano, etc. No necesitaremos ningún medio de transporte para viajar de un lugar a otro.
 


Gráfica 5
Gráfica 6









Gráfica 5 y 6. Si la Tierra girase sobre su propio eje a velocidad de la luz, solo basta que demos un salto para sobrevolar uno que otro meridiano, siendo así podríamos viajar a otro país sin pagar tiquetes de transporte.


      No está demás decir, que si vamos en un autobús a 80 km/h, y lanzamos una moneda o una pelota al aire caerá en nuestras manos, pues es lanzada a una distancia corta, a más que las velocidades son casi parejas; pero si lanzamos un proyectil, afortunadamente no caerá en nuestras manos. 
     Desde el salto de un atleta hasta el lanzamiento de un proyectil, el vuelo de una mariposa o cualquier movimiento de cualquier objeto sobre la superficie terrestre (sin rozar el suelo) la distancia recorrida no va a ser la correcta. Pues la Tierra se mueve a favor y en contra del objeto o persona. Si lanzamos una pelota a un determinado punto, en sentido contrario a la rotación terrestre, hubo un movimiento terrestre desde donde cayó la pelota hacia donde se hizo el lanzamiento, por muy pequeño que este sea, se acorta la distancia, en este caso la distancia recorrida no es real. Lo mismo sucede al disparar proyectiles o cualquier artefacto de gran velocidad que se lance en sentido contrario a la rotación terrestre. En este caso siempre se acortará la distancia por muy mínima que sea, estamos hablando hasta de micras. Contrario si lanzamos la pelota o un proyectil desde el mismo punto inicial, pero en la misma dirección de la rotación planetaria, en este ejemplo se alarga la distancia por muy pequeña que sea.
     Esta es una clara confusión de tiempo y espacio en distancias relativamente pequeña. Esto acontece porque a veces se nos olvida que vivimos en una gran roca redonda y giratoria, y ese olvido nos da la apariencia de un mundo plano, lugar donde no ocurre esta confusión. Nos focalizamos en el vuelo del avión y no en el movimiento terrestre.   
     Si esto nos confunde en la cotidianidad, en sucesos que están a nuestro alcance, los cuales podemos observar a simple vista, cómo serían esos eventos fuera de nuestro planeta. Pues imaginémoslo, conjeturemos lo que sucedería a distancias inconmensurables, a distancias en que nunca podremos llegar, dentro de un espacio lleno de fantasmas y espejismos cósmicos. Según la Teoría del big bang el universo se expande, sigue una dirección de expansión aún no definida, nos lo dice el corrimiento al rojo. Para entender esto recordemos el fenómeno de inflación con el clásico ejemplo del globo desinflado marcado con puntitos, el globo es el espacio y los puntitos son los cuerpos celestes. Al inflarse el globo, dichos puntos toman distancias entre sí, entre más se infle el globo más distancia entre ellos. Es decir, el espacio se expande y al estar la materia adherida en el espacio, los cuerpos celestes toman distancias entre sí. Por todo esto, para saber la distancia y el recorrido que realiza una luz hacia nuestro planeta, desde cualquier punto del universo, se tiene que tener en cuenta el corrimiento al rojo o azul, esto para saber si el espacio se corre hacia nuestro favor o en contra. Conjuntamente, existen otros movimientos igual de masivos que afectan las distancias y el tiempo, como las estrellas girando alrededor de su galaxia. Con todo esto, queremos explicar que sí la rotación acorta la distancia en los vuelos aéreos, de igual manera al viajar una nave por el espacio se está enfrentando a la misma situación, pues cualquier punto o destino en el universo se mueve a favor o en contra de la nave. De ahí que la expansión del universo acorta o alarga la distancia entre cualquier punto del universo, el punto inicial y el de destino. Con este razonamiento podemos concluir que también existe un desbarajuste monumental entre tiempo y distancia en los vuelos espaciales.  

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