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13 nov 2020

¿Existe el tiempo? Paradoja de los gemelo o de los relojes. ¿Qué es el tiempo? En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

 

 Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 


Capítulo 10. El tercer reloj en la paradoja de los relojes

     La paradoja de los gemelos o relojes, propuesta por el físico Albert Einstein en las primeras luces del siglo pasado, es el arquetipo de la teoría de la relatividad especial. La paradoja es un experimento mental, la cual nos plantea la diferente percepción del tiempo entre dos observadores y ante un solo suceso, uno de ellos estático y el otro en movimiento, y a velocidad de la luz. Sabemos que para Einstein el tiempo transcurre distinto desde cualquier punto del espacio en que se encuentre el observador. Según él, hay dos tiempos distintos para un solo evento, debido a que el tiempo se paraliza o se acorta si viaja a velocidades extremas como la luz. Vale recordar que esta teoría contradice los postulados de Isaac Newton, quien afirma que el tiempo trascurre en simultánea para distintos eventos.

     La paradoja de los relojes imagina a dos gemelos, uno viajero y el otro atornillado en la Tierra, es decir, uno en movimiento y el otro fijo. El viajero dará una vuelta en un determinado tiempo hacia la estrella más cercana montado en una nave a velocidades cercanas a la luz; y su hermano lo verá partir. La hipótesis deduce que a la vuelta de la nave a la Tierra, el gemelo en movimiento habría envejecido menos que su hermano, dado que la teoría señala que el que ha estado sujeto a los cambios de velocidad, en este caso el astronauta, su tiempo ha trascurrido más lentamente. Pero la paradoja aparece cuando el gemelo que se quedó anclado en la Tierra reclama que es él el que ha viajado a la velocidad de la luz y no su hermano astronauta, por lo tanto, quien ha envejecido más es el viajero de la nave y no el terrestre. Con fórmulas y cálculos, entendibles solo para los matemáticos extremos, se demostró que es el gemelo viajero quien ha envejecido menos.

     En resumen, la paradoja nos plantea: dados dos observadores sobre un solo evento, uno estático y el otro en movimiento, el tiempo no trascurre igual para ambos.

     Según las premisas de la teoría de la Relatividad, el tiempo depende del observador. El tiempo medido por un observador en reposo de un evento en movimiento aumenta a medida que la velocidad aumenta, tendiendo a infinito cuando el evento se aproxima a la velocidad de la luz. En la misma dinámica, la longitud de un cuerpo disminuye a medida que su velocidad aumenta, tendiendo a cero cuando el cuerpo se aproxima a la velocidad de la luz.

     Además de la recíproca dualidad espacio-tiempo, donde cada magnitud afecta a la otra, aparece unos de los términos más fantasiosos de la historia de la ciencia, como lo es la dilatación del tiempo. Según la definición textual en uno de los portales más famosos de la web: «La dilatación del tiempo es el fenómeno predicho por la teoría de la relatividad, por el cual un observador observa que el reloj de otro (un reloj físicamente idéntico al suyo) está marcando el tiempo a un ritmo menor que el suyo. Esto se suele interpretar normalmente como que el tiempo se ha ralentizado para el reloj de un observador, y para el otro no; pero eso es cierto solamente en el contexto del sistema de referencia del observador». 

     No entiendo el porqué a nadie le vino la idea de colocar un tercer o cuarto observador o los que se necesiten para objetar uno de los conflictos familiares más viejo de la historia, como es este caso de la paradoja de los gemelos o relojes. Un tercer observador tendría una perspectiva distinta a la de los dos gemelos. Debido a que nadie ha hecho esta labor, entonces procedemos a colocar nuestro tercer observador. Obvio, no cualquier observador, colocaremos a nuestra Águila Especial. Este singular ave con una libreta de notas en sus garras, y un reloj atómico sincronizado con los relojes de ambos hermanos. En la paradoja el ave observará el evento desde un lugar estratégico en el espacio, en un «palco de honor» entre la Tierra y la estrella de destino de la nave. Desde allí, con su potente visión, tendrá su mirada fija en los dos observadores (uno estático y el otro en movimiento), y de este modo saber si es verdad que la velocidad de la luz manipula el proceso biológico o la evolución normal de los individuos. A la larga, la misión del ave es demostrar si una nave viajando a velocidades cercanas a la luz ralentiza el proceso normal del organismo de su piloto, haciéndolo envejecer más lento que su hermano, y por ende, de todos los habitantes del planeta. Pues eso es lo que enseña la paradoja.  Y por supuesto, a la vez demostrar una vez más que todo evento ocurre en simultánea en cualquier esquina del universo.

     Explicado lo anterior, como anunciamos, asignaremos al Águila en una «zona vip» en el espacio, en una segunda estrella (B) ubicada entre la Tierra y la estrella de destino (A). Y colocaremos la paradoja de la siguiente manera: el gemelo de la nave (observador 1); gemelo terrestre (observador 2); ave especial (observador 3). El viaje de la nave ida y vuelta tiene una duración de 50 años.

     Cuando la nave despegue (observador 1), el observador anclado en la Tierra (observador 2) no alcanza a ver ni el polvo, visto que la nave viaja a velocidad de la luz. Mientras que el águila especial (observador 3), ubicado entre la Tierra y la estrella (A) destino, desde su perspectiva la velocidad de la luz es lo más lento que pueda existir en el universo, ya que este singular personaje observará la nave caminar a paso lento, como la de un gusanito o tortuga en medio de la oscuridad del espacio de la Tierra a la estrella (A). Dentro de algunos años (digamos 25) el ave observará la nave llegar a su destino, a la estrella (A) y luego la nave dará la vuelta a la estrella e iniciar el lento regreso a la Tierra. En el viaje de la ida y vuelta de la nave tripulada por el observador (1), en ese lento caminar por el espacio, transcurrían otros eventos sobre la superficie de la Tierra, en todo el sistema solar y en todo el universo. El Águila Especial, además de observar todo el trascurso del evento, a la vez, echaba un vistazo a todo el planeta Tierra: sus movimientos, su trasformación natural, el crecimiento normal y sin sobresaltos de todo individuo, la oxidación natural y sin sobresaltos de algunos metales, las mismas estaciones sin sobresaltos, etc. Del mismo modo observaba en la estrella (A) su pérdida normal combustible en ese fragmento. Del mismo modo evaluaba su propio deterioro: sus garras para saber si se agrietaban y a sus plumas para ver si le salían «canas». Echaba una mirada de vez en cuando al paisaje del universo, a los alienígenas de otros planetas, a otras estrellas, agujeros negros, etc. Y por supuesto, a lo que nos interesa, no perdió de vista el estado biológico del gemelo viajero y del gemelo estático. Miraba su reloj atómico y los comparó con ambos relojes de los gemelos: no halló paralización alguna de las manecillas de los tres relojes. Tampoco notó trasfiguración física de la nave ni del piloto, incluso, el piloto conservó su mismo peinado con el cual hundió el botón de despegue.





Gráfica 7. En la paradoja de los relojes, el Águila Especial desde la cumbre de una estrella no nota alteración del tiempo. La nave no se acorta, los gemelos envejecen a la par, los relojes no se detienen ni se autodestruyen, etc. Todo sucede dentro de las leyes naturales.

     Ahora desde el punto de vista del gemelo terrestre (observador 2). Este observador con su visión limitada, la cual solo le permite ver lo que está frente a sus narices, no sabrá lo que acontece con su gemelo astronauta viajando en el ancho mar del universo, de esta manera es proclive a fantasías cósmicas. Y desde el punto de vista del astronauta (observador 1), al igual, su visión limitada no le permite ver más allá de sus narices, solo verá uno que otro asteroide o cometa rozar su nave, uno que otro planeta vagabundo, etc., de igual manera tiene que utilizar su fantasía para saber cuál es la suerte de su gemelo terrestre. De todos modos, los ojos de ambos hermanos los posee (por decirlo de alguna manera) el Águila Especial, el tercer observador, este constata en su informe que todo trascurrió normalmente, sin alteraciones ni saltitos inútiles del tiempo.    
     Cuando la nave regrese y pise suelo terrestre, el Águila en su informe confirmaría que todo ocurrió bajo la normalidad de las leyes naturales, sin ningún contratiempo y en simultánea con todos los puntos del ancho universo. Esencialmente en lo referente al gemelo de la nave y al gemelo terrestre, ya que en ellos recae el propósito de la paradoja.
     El ave anotó en su cuaderno de notas lo siguiente:
1) Ninguno de los relojes se ralentizó más que el otro.
2) El astronauta no se transfiguró, incluso, conservó su peinado de raya en la izquierda, y su nave no se acortó por la velocidad de la luz. Las manecillas de su reloj siguieron su marcha normal, su reloj no se ralentizo, tampoco se paralizo ni mucho menos se autodestruyo. La complexión biológica del astronauta gemelo no tuvo ningún sobresalto en el tiempo, la cantidad de arrugas que le brotaron a su piel es la correspondiente a la cantidad de 50 años.
3) El gemelo terrestre siguió su vida cotidiana acorde a ese segmento de tiempo, es decir, todo lo que hace una persona terrestre: ir a la universidad, ejercer una profesión, lidiar con complejos sociales, casarse, tener hijos, votar, mostrarle a la sociedad lo gracioso e inteligentes que son sus hijos, educarlos, llevarlos al colegios, y así continuar el ciclo social, etc. Le brotaron la misma cantidad de arrugas que le brotaron a su hermano, las manecillas de su reloj no fueron alteradas, no aceleraron o desaceleraron.
4) Toda la civilización terrestre no se transportó ni una milésima de segundo al pasado o al futuro, los granos de arena de todos los relojes pasaron sin ningún contratiempo por sus respectivos orificios. Siguió el avance de la tecnología, acorde a la evolución y vida social. Las campanas del big Ben, de la Torre del reloj, en Londres, no cedió ni un solo segundo a la eternidad, no dio un campanazo más ni un campanazo menos. Sería absurdo que lo hiciese solo porque a alguien haya viajado en una nave a velocidad de la luz.
5) La pérdida de combustible de la estrella, y de todas las estrellas a su alrededor, estuvo a la par con el agotamiento normal de esos 50 años.
6) El par de arrugas que le brotaron en la piel del águila, y el par de «canas» en su plumaje corresponden a la misma cantidad de todas las águilas especiales del planeta o del universo. Tampoco sus uñas crecieron más de lo normal.
7) Los nueve carruseles del sistema solar siguieron su curso normal alrededor del sol, hicieron la cantidad de giros de traslación que le corresponde a cada uno en esos 50 años terrestres. Ninguno avanzó más que su vecino. Es absurdo hacerlo solo por el hecho de que un gemelo viajase en una nave a velocidad de la luz, si así aconteciese se cruzarían todas las órbitas, y el caos orbital sería total. Y, desde luego, el sol siguió siendo la enana que es. 
     Sobre este asunto, de lo anotado por el Águila en su cuaderno, hemos explicado hasta la saciedad que el movimiento y la velocidad son independiente al proceso biológico y evolutivo de cada ser, y que cualquier cambio físico de cada ser se da en miles de años. También en este escrito nos hemos preguntado ¿Acaso las manecillas del reloj tienen poderes mágicos para cambiar su ritmo marchante?, ¿o el reloj de arena tiene poderes esotéricos para acelerar o ralentizar por si solo cada granito? Pues si esto es así, ¿acaso los ventiladores o todos los instrumentos rotativos inventado por el hombre van a ralentizar o acelerar el movimiento de sus elipses solo por el capricho de un observador en movimiento?, ¿o la correa giratoria del motor de la nave del gemelo astronauta se va a detener porque viaje a velocidad de la luz? Si fuese así la nave se «despeñaría en el abismo espacial».
     También hemos explicado que el reloj es una herramienta de medición de ciclos, independiente a cualquier evento que ocurra aquí y en cualquier punto del universo, y que la única razón para que sus manecillas desaceleren o se aceleren es responsabilidad de su creador, del agotamiento de su vida útil o de algún accidente de esta herramienta. El reloj no tiene impulsos para acelerar o desacelerar o inmolarse a velocidad de la luz, tampoco lo manipula el estado de movimiento de sus observadores; pues solo mide rotaciones y traslaciones terrestres. Si una nave viaja a velocidades de la luz, la Tierra tampoco deja de dar vueltas, igual que las manecillas del reloj. La velocidad de la luz y el estado de movimiento de cualquier observador son totalmente independientes a la función del reloj, funciones que dependen del movimiento terrestre.
     En lo esencial, en el reporte del Águila, las funciones biológicas de los tres observadores, la de ambos hermanos y la de la misma Águila Especial, nos dicen que no fueron alteraras, no cambian si un observador viaja y el otro se queda fijo en un lugar. Tampoco ha de cambiar al ritmo del movimiento, del vaivén de la velocidad. Es decir, las funciones biológicas no cambian si el piloto mueve su palanca de velocidades, y pasa de la velocidad de la luz a velocidad normal, luego vuelve a velocidad de la luz, y luego a velocidad normal, y así sucesivamente. Absurdo pensar que a esos cambios de ritmos en cierta distancia va a envejecer menos al piloto, después lo va envejecer más, después menos, y así sucesivamente. Sería una locura que envejezcamos al ritmo de una palanca de velocidades de una nave.  
     El núcleo de las células de cada individuo, responsable del almacenamiento de la información y luego transmitida de generación en generación, no se da por enterado de que un gemelo hubiese viajado a velocidad de la luz y su hermano se hubiese quedado en la Tierra.
     El  ave, tercer observador, es el que tiene el panorama total en esta paradoja, ya que ese panorama se le es negado a los gemelos. El astronauta no puede ver más allá de la nave, su visión no le alcanza para ver cuál es la suerte de su hermano atornillado en la Tierra, a la vez, este tampoco sabe cuál es la suerte de su hermano astronauta. Esta limitación es la que nos ha dado para especular con fantasías siderales o fantasmas cósmicos, que tanto abundan en el universo. Pero si ambos gemelos tuviesen visiones extraordinarias se vendría abajo cualquier fantasía, pues el gemelo terrestre estaría enterado de todo el recorrido de la nave de su hermano, y viceversa.        
     Al llegar el gemelo astronauta a la Tierra, y luego revisar su nave, tal vez la encontrarán un poco deteriorada, por choques de uno u otro meteorito; pero no oxidada, ya que estuvo exenta de oxígeno, elemento causante de la oxidación.
     En este experimento sideral, los defensores de la relatividad han dado como un hecho la existencia de dos tiempos, también la confusa dependencia entre tiempo y el espacio. En mayor parte se debe a que nunca se les ha dado por colocar un tercer observador con características especiales, quien certifique la instantaneidad de los sucesos, la simultaneidad de todos los eventos que suceden en el universo, en movimiento o estático. Ante esta paradoja, expusimos que todo trascurrió en simultánea en los tres puntos distantes entre sí, tanto para el observador en movimiento, el estático y el águila imaginaria.
     Los relativistas deben entender que la visión de cualquier humano es instantánea, no es una onda-partícula, no es un movimiento como la luz, la cual tiene que recorrer millones de kilómetros hasta llegar a nosotros. Sucede que toda la premisa relativista está basada en la velocidad de la luz, a qué pasaría si viajáramos a su velocidad, forjándola de este modo a instantánea; mas lo único instantáneo en el universo es la visión de todo ser vivo, la cual no es onda ni partícula. La visión de todo ser registra todo acontecimiento, toda acción al instante en nuestra vida cotidiana, pero hasta donde ella nos permite llegar. Entre más avancemos a un lugar veríamos más la simultaneidad del sitio al cual llegamos, pero no podemos notar la simultaneidad de los eventos de los sitios que vamos dejando atrás, o los que están muy lejos a nuestro alcance. Con una visión extraordinaria no tendríamos problemas en observar todo al mismo tiempo, no importando si avancemos a un lugar o no.
     El otro gran error de los relativistas es confundir la luz con la fuente de luz, creando así los aterradores fantasmas cósmicos, como los fantasmas de dinosaurios que regresan con la luces de las estrellas contemporáneas de su época. No tenemos una visión especial para demostrar la instantaneidad de los sucesos lejanos con los sucesos nuestros, la cual despejaría  todas las dudas de la simultaneidad.
      Subrayamos también que la masa no se encoge ni se transforma a velocidades extremas, ni tampoco un ser humano se trasfigura. Entonces  para dejar tranquilos a muchos, supongamos que la nave verdaderamente se acorte o se divida en dos partes, esto debido a un dispositivo de la misma, algo así como los transformers de las series televisivas o por un choque con un asteroide, el cual la partió en dos pedazos. Es decir, la nave se parte en dos por motivos diferentes a la velocidad de la luz. La masa en este caso se acorta, pero de todos modos nuestro tercer observador especial vería ese hecho como un accidente dentro del evento o como una nave robot que se divide en dos, una anécdota que no percibiría la paralización o dilatación del tiempo. El ave con su ojo privilegiado pondría su vista en el reloj del astronauta, en el de su gemelo y en su propio reloj, así vería las manecillas correr con normalidad y a la par. Obvio que la nave al perder masa acelera su velocidad, en este caso más veloz que la luz o a la de los neutrinos, de todos modos para el Águila esa luz seguirá siendo un gusanito que viaja por el espacio, un fenómeno lento.  
     Entonces la paradoja de esta novela de hermanos surge cuando el gemelo terrestre reclama que él fue el que realmente viajó a velocidad de la luz, por tanto, envejeció menos. Pues, siendo así, según la teoría relativista, o por lo menos la entendemos así, todos los habitantes de la Tierra igualmente envejecieron menos. Pues se supone entonces que la Tierra es la nave del gemelo que se quedó estacionado, que ahora hace de supuesto viajero terrestre, puesto que la Tierra es la que viaja por el espacio. Desde cualquier punto de vista es irracional que toda una civilización atrase o adelante su proceso evolutivo por culpa de una nave que viaja a velocidad del la luz. Basado en todo lo que hemos expuesto, en esta paradoja ningún humano, animal o planta ralentizaron sus respectivos procesos de crecimiento. Todos los relojes de cada habitante caminaron con normalidad, salvo aquellos que se deterioraron o se les acabó su vida útil, o los manipuló el hombre.
     Ahora bien, si no ha quedado claro y para no dejar cabos sueltos, continuemos con el final de esta paradoja: el regreso de nuestra Águila a la Tierra. Puesto que tuvo hambre y no hay nada que comer en la cumbre de la estrella. Desde allí, el ave imaginaria, con su potente visión divisó en la Tierra un conejillo de indias escondido en su madriguera. A esta ave también le asignamos velocidades extremas en su regreso a la Tierra. Además debemos añadir que si la ida y vuelta de la nave duró 50 años, el regreso del águila a la Tierra estaría estimado en 25 años.
     Sin más que agregar, el Águila alza sus alas desde la estrella a la Tierra, con la vista fija en el conejillo. Desde el punto de vista del ave, a medida que avanza al planeta, notará que el conejillo cambia su aspecto físico gradualmente en el transcurso de los años; de la misma manera, observará que la Tierra no gira sobre su eje más de prisa o menos; observa la Tierra avanzar en su traslación al mismo ritmo de duración como lo hace siempre. Al echarle un vistazo al big Ben, el reloj de Londres, sabrá que no da un campanazo más o un campanazo menos. Con el rabito del ojo mira su cuerpo y a su plumaje, no nota nada extraño, solo el viento «solar» pegando con fortaleza en su pecho. Su cambio físico va de acuerdo a su evolución, no se trasfigura o acorta su tamaño. Si es de transfigurarse ha de ser por el viento solar pegando en su rostro, igual que nos sucede cuando nos pega una fuerte brisa o cuando los perros asoman la cabeza por la ventana de un carro en movimiento; pero en el espacio vacío no hay cabida para transfiguración alguna. En esos 25 años que dura el recorrido del ave al llegar a la Tierra hubo la misma cantidad normal de giros de la Tierra alrededor del sol, es decir, 25 giros. El conejillo de indias sigue los acontecimientos cotidianos que normalmente realiza en esos 25 ciclos de traslación: comer hierbas y zanahorias, escabullirse de los lobos, dormir, reproducirse por montones, etc. Y por supuesto, envejeció al igual que el Águila, lo que realmente iba envejecer en esos 25 años, ya que al sistema de información de sus células le tiene sin cuidado que un Águila venga desde una estrella a velocidad de la luz a merendárselo, esa labor le corresponde a las neuronas de su sistema nervioso Y como el promedio de vida de estos roedores es de 25 años, (quizás mucho menos, pero teníamos que ajustarlo al ejemplo), el caso es que este conejillo está longevo, haciendo más fácil la labor al águila.
     Al aterrizar el Águila después de 25 años volando por el espacio, y luego saciar su apetito, en su informe registró que todo ese evento del conejillo transcurrió sobre una roca giratoria en esa cantidad de ciclos, y sin modificaciones del espacio tiempo. 
     Es ilógico que existan dos tiempos para un solo evento. También es descabellado que el tiempo se paralice, que la masa se acorte a velocidades de la luz y luego se unifique con el espacio. Todo evento o teoría no siempre tiene que ser metido en una burbuja para demostrar que es verdadero. Dicho esto, aclaramos, sin fórmulas, que no le pueden salir canas a la primavera solo porque alguien viaje a velocidad de la luz.

     Sobre las premisas de Isaac Newton, las cuales indican que todos los eventos acontecen en simultánea en cualquier punto del universo, yo le aderezaría lo siguiente: también acontecen en simultánea con la última estrella del último universo.  

11 nov 2020

¿Existe el tiempo? Hora interplanetaria ¿Qué es el tiempo? En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

                                                Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 

                                      
                                     Capítulo 9. Hora interplanetaria
     Sigamos con más ficción en los ejemplos, ahora todo el sistema solar es habitable, con vida inteligente en todos los planetas, entonces para medir el tiempo cada planeta tendría que construir sus propios relojes. Pues nuestros vecinos también necesitan saber cuándo es la fecha de sus respectivos cumpleaños y su próxima cosecha de tomates. Claro, estos relojes ajustados a lo que proyecte cada uno de sus movimientos espaciales, a sus respectivos movimientos de rotación o traslación de cada planeta. No se descartaría el hecho de tener un patrón unificado, algo así como la «hora interplanetaria». Pero como somos los únicos seres que moramos el sistema solar y en el universo conocido, todo se rige por nuestros patrones de medidas. En el caso del tiempo en el sistema solar, cada planeta lo medimos con nuestra unidad de minutos u horas. Júpiter tarda 10 horas en girar sobre su propio eje, por lo cual, el reloj de Júpiter es de 10 horas diarias terrestres; el día de Marte es igual al nuestro de 24 horas; el de Venus tendría un poquito de problemas para colocar tantos números a su reloj, pues sabemos que en ese planeta el día es más largo que su año, a su reloj no le cabrían los números, y si apenas tienen relojes de arena se necesitaría una «tonelada» de granos para llenarlos.
     El hecho de que la rotación o el día de Júpiter sea de 10 horas (casi la mitad de la rotación terrestre) y sí existiese vida allí y vean salir el sol y ponerse más rápido, no quiere decir que el tiempo trascurra más veloz en ese gigante gaseoso. Sus habitantes no van a envejecer más rápido que nosotros, a menos que su evolución y genes los dispongan de otra manera. Simplemente el planeta gigante ha dado más ciclos; pero en todo caso, el tiempo es igual para todos en el sistema solar y universo. Los acontecimientos y respetivos procesos biológicos de cada habitante planetario seguirían su curso normal, en simultaneidad planetaria. Si alguien se muda a vivir a Plutón, cuya traslación es de 248 vueltas terrestres, nunca cumpliría un año de vida allí, ya que nuestro promedio de vida es de 75 a 80 años. El humano que se mudo a ese planeta seguirá siendo un bebé; y no un bebé lactante, sino un bebe de 80 años,  arrugado y con canas.
     Echemos mano nuevamente del Águila Especial, recuerden ese personaje ficticio de potente visión y con un  promedio de vida millones de años de existencia. En esta ocasión la ubicaremos en la hipotética nube de Oort, con la vista puesta al sistema solar. Esto con el objetivo de echarle un vistazo a la Tierra y sus vecinos. Simplemente el ave vería en simultanea nueve carruseles dando vueltas con ciclos diferentes, en el mismo y eterno presente. Vería que la duración que gasta un colibrí chupando una orquídea colombiana es la misma de un marciano disfrutando una taza de café. No le sería difícil comprender que un minuto aquí en la Tierra sucede en el mismo instante con cualquier planeta del sistema solar, y con cualquier planeta de la última estrella del último universo.
     Como indicamos, al no existir vida en nuestros planetas vecinos, utilizamos el patrón del tiempo del nuestro para medir cualquier evento aquí y en todo el universo. En consecuencia todo evento está regularizado por nuestro reloj terrestre de 24 horas y de 365 días, y fraccionado en horas, minutos y segundos. Con los datos de nuestros ciclos medimos los ciclos de todos los planetas, en resumen: la hora de nuestro reloj es el patrón interplanetario e interestelar. Los resultados de nuestro reloj nos muestran que el aparente tiempo transcurre igual para todos los planetas, no importando que algunos giren más rápido o más lento que otros o que los relojes de sus habitantes tengan más números o menos números.
     En el ejemplo anterior es como si en un fragmento de cinco minutos, un grupo de personas se colocasen en un carrusel de caballitos que gira a cierta velocidad, y otro grupo en un carrusel que gira a una velocidad inferior. En este caso las manecillas del reloj se mueven igual para ambos carruseles, no importando que un grupo dé más vueltas que el otro grupo, incluso, sin importar que uno de estos carruseles no haya dado ni una sola vuelta en ese fragmento: la variación es la misma, el tiempo de cinco minutos ha pasado igual para ambos. Las personas de estos dos carruseles se deterioraron biológicamente lo que le corresponde en esos cinco minutos, por muy pequeñísimo que sea el deterioro. De igual manera sucede al medirse los ciclos rotacionales de los nueve carruseles del sistema solar, todo transcurre en simultánea en un fragmento de 24 horas terrestres. Se contarán más vueltas o ciclos en un planeta que en otro, habrá cierta diferencia en ciclos; pero esencialmente en todos los carruseles ha transcurrido las mismas 24 horas terrestres, la misma variación, aunque algunos planetas como Venus y Mercurio no hayan realizado ni un solo ciclo rotacional en ese fragmento. Cada habitante de cada planeta se deterioró lo que le corresponde en ese curso de 24 horas terrestres.
     Si existiese un reloj interplanetario caminaría igual para todo el carrusel del sistema solar, independientemente del número de vueltas que dé cada planeta alrededor del sol, incluso, sin importar que un carrusel se encuentre en nuestro sistema solar o un sistema extrasolar.
     Veamos los ciclos de nuestros planetas vecinos medidos con nuestro reloj terrestre o «reloj interplanetario». Una vuelta al sol de nuestro planeta tarda 365 días, un año nuestro. Pero hay planetas que por su cercanía al sol su ciclo será más corto que el nuestro, de menos días, en este caso: el año en Mercurio es de 88 días terrestres, y el de Venus de 224. Y hay planetas que por su lejanía al sol su ciclo de traslación es más largo que el nuestro: el ciclo de Marte es de 686 días terrestres, el de Júpiter es de 11 años y 315 días, el de Saturno 29 años y 167 días, Urano 84 años, el de Neptuno 164 años y 288 días y el de Plutón 248 años.
     Esta situación nos confunde un poco, uno que otro creerá que en Mercurio se envejecería más rápido si existiese vida allí, pues los años nuevos y cumpleaños pasarían volando en ese pequeño planeta. Mientras ellos celebran cuatro años nuevos (365/88) nosotros celebramos uno. Asimismo, uno que otro despistado creerá también que en Júpiter o Saturno se envejecería más lento, pues allí los cumpleaños y años nuevos durarían más en llegar, y mientras aquí celebramos 11 años nuevos en Júpiter celebran solo un año. La realidad es que se envejece igual en el mismo lapso en cualquier punto del sistema solar y en cualquier punto del universo, siempre y cuando tengamos el mismo sistema biológico o código genético, porque esto es lo que determina a las especies envejecer, y no la cantidad de vueltas de los cuerpos celestes. Todos los hechos se dan al mismo instante, paralelamente en cualquier esquina del universo, dado que el tiempo es uno solo y absoluto para cualquier evento del universo.
     Entendido lo anterior, continuaremos con los típicos experimentos mentales, sin antes advertir que seguiremos siendo repetitivos en el aspecto biológico de todo individuo.
     Entonces imaginemos que naciesen cuatro humanos a la misma hora en cuatro puntos diferentes del sistema solar, digamos cuatro mellizos nacieron en la Tierra y tres fueron enviados desde muy niños a vivir a otros planetas o como quieran plantear la situación. El asunto es que los cuatrillizos habitan en planetas diferentes: un mellizo está en nuestro planeta, otro en Mercurio, otro en Júpiter y otro en Neptuno. Cuando la Tierra haya dado una vuelta alrededor del sol: el humano que habita aquí cumpliría un año de vida. En ese fragmento de 365 días terrestres, Júpiter ni Neptuno han dado la primera vuelta al sol, por lo tanto, los humanos de esos planetas gigantes no han cumplido su primer año de vida. En cambio en esos 365 días terrestres, Mercurio ya ha dado cuatro vueltas y fracción (365/88), en este caso el humano que se encuentra en allí cumpliría cuatro años de vida. Pero los ritmos de crecimiento de los humanos de esos tres planetas son iguales al humano de la Tierra, biológicamente los cuatro bebés humanos ya dejarían de gatear y comenzarían a dar sus primeros pinitos, pues sus respectivas motricidades son las de un bebé de un año, ya que todos los cuatro mellizos poseen el mismo ritmo de crecimiento terrestre. Los procesos biológicos son inquebrantables e independientes a los giros de las esferas celestes, en este caso a la cantidad de vueltas de cada planeta del sistema solar. 
     Cuando la Tierra haya dado 11 vueltas al sol: el humano terrestre ha cumplido 11 años de vida. En ese segmento Júpiter ya ha dado su primera vuelta al sol: el humano que habita allí ya tiene su primer añito de vida. A Neptuno aún le falta mucho para su primer ciclo: el humano de allí aún no ha cumplido su primer año de vida. Y el planeta Mercurio ya ha dado 45 vueltas y fracción (365x11/88 o 11x4): el humano mellizo que habita allí ya tiene 44 o 45 años de vida. Pero estos cuatro humanos biológicamente son niños terrestres de 11 años, aunque el de Mercurio haya cumplido 45 años. Todos han mudado ya sus dientes de leche, montan en bicicleta y van a la escuela en el mismo segmento de tiempo de los cuatro planetas. Sin importar que el humano de Mercurio tenga 45 años y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida, las complexiones físicas y mentales son iguales en todos los humanos aquí presentes, es decir, la de un niño de 11 años. El hecho de que el humano de Neptuno no haya cumplido un año de vida, porque su planeta aún no ha dado su vuelta al sol, no quiere decir que sea apenas un bebé de brazos, este ya tiene la mentalidad y físico de niño de 11 años de la Tierra. Lo mismo le sucede al humano de Júpiter, pues en su primer año de vida ya puede montar en bicicleta al igual que sus tres hermanos. Al igual, el hecho de que el humano de Mercurio tenga 45 años de vida, en realidad es un niño de 11 años y no un adulto. Lo que existe es un desbarajuste de ciclos y edades, mas no de tiempo.
     Continuando con el ejemplo, cuando la Tierra haya dado 22 ciclos alrededor del sol: el hermano terrestre ha cumplido 22 años. Mientras el planeta Júpiter en ese fragmento ha dado apenas dos vueltas al sol, por lo tanto: el humano que habita allí ya tiene dos años de vida. Mientras en ese mismo fragmento el planeta Neptuno aún no ha dado su primer ciclo alrededor del sol, de aquí que el humano que habita en ese gigante azul no haya cumplido su primer año de vida. Mientras tanto, el planeta Mercurio ha dado alrededor 88 vueltas y fracción (22x4): el humano de allí cumplió 88 años terrestres. Ni el de Neptuno es un bebé ni el de Mercurio es un anciano, las complexiones físicas y comportamientos de todos los hermanos son iguales al de un adulto de 22 años terrestre. Aquí no importa que el humano de Júpiter tenga apenas dos añitos, y el de Neptuno aún no haya cumplido su primer año, y el de Mercurio tenga 88 años terrestres: todos los humanos siguen el mismo proceso biológico. Quizás los cuatrillizos ya hayan terminados sus estudios de secundaria, o estén en la universidad de sus respectivos planetas, o sean rebeldes, con licencia de conducir, tengan sus respectivas parejas, incluso tengan hijos; es decir, todo lo que hacen los humanos a la edad de 22 años. Todo sucede en un mismo carrusel planetario, en un mismo fragmento de ciclos terrestres, pero a diferentes distancias de otros ciclos planetarios. Todos los cuatro hermanos están en igualdad de condiciones físicas, ninguno es más joven o más viejo que los demás. Aunque el de Mercurio tenga 88 años, no es un anciano; y el de Júpiter con dos añitos, no es un bebé. Ambos tienen la misma fisionomía biológica de un joven de 22 años terrestres.
     Cuando el planeta Tierra haya dado 100 vueltas al sol: su humano ha cumplido 100 años. Ya mastica el agua, ad portas de colocarse la «piyama de madera». El planeta Júpiter en ese mismo segmento ha dado cerca de nueve vueltas al sol: el humano que vive allí cumpliría 9 años. También es un anciano masticando el agua. El planeta Neptuno aún no ha dado su primera vuelta al sol: el humano de ese planeta todavía no ha cumplido su primer añito. Pero también es un anciano. Mercurio ha dado 400 vueltas al sol: su mellizo cumpliría 400 años. Al igual, es un anciano (de 100 años terrestres). Los tres hermanos interplanetarios tienen la misma complexión física y comportamiento del humano terrestre, es decir, la de un anciano de 100 años. Ya sus respectivos cuerpos se han deteriorados bastante, y se deterioraron a la par: canas y piel agrietada, pérdida de memoria, lentes, orejas grandes, todos tienen nietos y están próximos a lo inexorable, etc. Esto porque los cuatrillizos están regidos por el mismo ritmo de su desarrollo biológico y deterioro físico terrestre.
     Todos los cuatro hermanos envejecieron paralelamente y al ritmo de nuestra evolución, no importa que el de la Tierra tenga 100 años, el de Júpiter solo tenga 11 años, el de Mercurio 400 años y fracción, y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida. El de Neptuno no es un bebé y el de Júpiter tampoco es un niño, todos son unos ancianos. Los respectivos aspectos físicos son iguales para los cuatro hermanos, no importando el desajuste de años o ciclos, de la cantidad de ciclos de sus respectivos planetas y de la distancia.
     El núcleo de cada célula de cada individuo, responsable del almacenamiento de la información y luego transmitida de generación en generación, no se da por enterado de que unos cuatrillizos se hayan criado y progresado en planetas distintos. Todo transcurre en simultánea en todos los carruseles del universo. El problema consiste en que poseemos una vista limitada, la cual no nos permite ver esa simultaneidad, por tanto no vimos a los cuatrillizos crecer al mismo ritmo de vida en los cuatro  carruseles.         

10 nov 2020

¿ Existe el tiempo? Espejismos y fantasmas cósmicos. El águila Especial. ¿Qué es el tiempo? En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

 

 Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 

  

 Capítulo 7. Espejismos y fantasmas cósmicos que «perturban» el tiempo 

     Al tener el ser humano una visión limitada, no le permite observar simultáneamente lo que está sucediendo en todos los planetas del vasto universo. Tenemos que darnos por bien servido con el solo hecho de observar con potentes telescopios lo que sucede en los planetas del sistema solar y lo que sucede en uno que otro sistema extrasolar. No obstante, las imágenes de estos telescopios tardan algunos días en llegar a nuestros ojos, esto porque las señales tienen que hacer un largo recorrido para llegar a nuestro planeta. En caso de que tuviésemos una potente visión, sin ningún inconveniente podríamos observar una roca giratoria extrasolar y todo lo que sucede en su superficie, observaríamos los sucesos de ese planeta simultáneamente con los de nuestro planeta. Y si existiese vida allí observaríamos a los alienígenas en «vivo y en directo», por decir algo, trotando en las mañanas, a otros tomando de prisa el autobús para no llegar tarde al trabajo, otros sacando a su mascota a pasear, otros preparando su café, etc. Vemos que en el mismo instante transcurre la cotidianidad de los alienígenas y la de nuestro planeta, porque todo se da en simultánea, tanto los sucesos terrestres como los del planeta extrasolar; no importando la cantidad de rotación o traslación del planeta extrasolar, tampoco importando si ese planeta es más antiguo que el nuestro o si su civilización sea más avanzada.

     La visión de todo individuo es instantánea, no es un movimiento, tampoco es una onda ni mucho menos una partícula, no se propaga por el espacio como la luz. Es un error confundir la luz con la instantaneidad, en este caso con la instantaneidad de nuestra visión. Lo instantáneo nos muestra la a la simultaneidad de todos los eventos.

     Imaginemos que poseamos una visión extraordinaria, y que caminamos en el parque de nuestro barrio. Al levantar la cabeza a cualquier punto del firmamento veríamos a un alienígena en su planeta paseando a su mascota, y si volteamos la cabeza al parque veríamos un niño comiéndose un algodón rosado y sosteniendo un globo con la otra mano. Ambos eventos, lo que hace el extraterrestre y el niño, no tendrían ni una milésima de segundos de diferencia para nosotros, tampoco para nadie en el universo. Eso sí, si la mascota del alienígena ladrara no la escucharíamos, solo veríamos mover su hocico. Y si se pudiese transportarse su sonido, los escucharían dentro millones de años una futura civilización humana, nosotros solo veríamos al perro mover su hocico y su cola.      

     Pero como ironía del tiempo, sigamos imaginando, suponiendo que esta vez estamos en nuestra casa viendo futbol por tv., y, a la vez, nos paramos y echamos un vistazo al firmamento por la ventana. Digamos que observáramos un alienígena cortando su jardín, pero al voltear la cabeza para ver el partido de futbol por tv., nos daríamos cuenta que la señal televisiva tarda más segundos en llegar a nuestros ojos que la del extraterrestre cortando sus flores. Esto sucede porque la visión es instantánea, no es una onda o partícula, mientras la señal de tv., sí necesita un medio para viajar. Y si asomáramos la cabeza nuevamente por la ventana del edificio para ver al estadio de futbol donde se desarrolla el encuentro futbolístico (no la tv.), y de nuevo vemos al alienígena, nos damos cuenta que ambas acciones, tanto el partido de futbol y al alienígena baldeando las flores, acontecen en el mismo momento.

     Todos los eventos del universo ocurren en el mismo presente, pero la limitada vista humana y la poca tecnología impide demostrarlo. Al no tener la visión privilegiada, no nos queda más que echar mano de toda fantasía cósmica que se nos pase por la cabeza. Somos proclives a inventarnos falsas premisas, como: escalas y dimensiones del tiempo, universos paralelos, viajes a través del tiempo, relojes que se transfigura e inmolan a la velocidad de la luz, gemelo envejeciendo más que su otro gemelo, etc.  

     Nuestra visión no es una onda, no se propaga por algún medio, porque es instantánea. Siendo así podemos observar todo en simultánea, pero lastimosamente solo a una distancia limitada. Con una visión importante, todos los acontecimientos, aquí y en cualquier planeta de la última estrella del último universo, los veríamos transcurrir al mismo instante sin tantas dimensiones y fantasmas cósmicos, y otras pendejadas.

     El robot Curiosity, el cual fue enviado a explorar a Marte, en su misión observó cada suceso en el mismo presente con todos los eventos de la Tierra y de todo el universo, y al momento que nos remitió toda la información a nuestro planeta, estas imágenes tardaron días en ser recibida por el ojo humano, de este modo se engaña la simultaneada del tiempo. Si tuviésemos la anhelada visión especial, veríamos las acciones de Curiosity al instante. Así sucede con la señal de tv. en una trasmisión en vivo, digamos un evento deportivo, dicha señal tiene que pasar por varios filtros: viajar por el aire o mar, después llegan a dispositivos especiales, y estos distribuyen la señal a todos nuestros hogares. Y dicha señal nos llega por: radio, televisión e internet. Incluso, las señales a través de estos tres medios llegan en tiempos distintos. Pero la acción real de ese evento deportivo ocurrió en simultánea para todos los rincones del planeta.

     Al igual que la luz que nos llega de las estrellas, esta luz tiene que viajar inmensas distancias para luego tocar a nuestro planeta. Esas luces espaciales son una onda, no son instantánea como la visión. Sucede que nosotros no estamos al tanto de esta diferencia, al ver llegar estas luces pareciere que llegaran del pasado, pues fueron emitidas quizás en la época de los dinosaurios y apenas la percibimos en nuestro cielo. Y es que al mismo tiempo confundimos la fuente con la señal, es decir: la estrella que es la fuente, y la luz que es la señal emitida. A cortas distancias vemos un bombillo iluminar un árbol, no hay problemas en distinguir al bombillo (fuente de luz) y la luz, y el receptor (árbol). Pero a distancias descomunales, confundimos la estrella (fuente) con la luz que emite, creemos que es lo mismo.

     El tránsito de la luz de una estrella a otro cuerpo celeste tarda millones de años en tocarlo, debido a este fenómeno no nos alcanzaría la vida para ver todo ese luminoso camino. En ese fragmento que recorre la luz de una estrella a la Tierra: nace y desaparece un continente, muere y nace una especie, nace y muere una civilización... Si tuviésemos una gran visión veríamos la estrella y la luz por separado: por un lado, la estrella en su forma redonda, como nuestro sol; y por el otro lado, la luz propagándose por el espacio, como una bombilla encendida en la noche oscura. En nuestra cotidianidad vemos la bombilla en su forma natural (no distorsionada) y su luz brillando, pues allí no se hace necesario tener una visión especial. Cuando una estrella emite su luz en el espacio, y cuando recibimos dicha luz, uno que otro despistado creerá que viene del pasado, aquí lo que ha viajado es la luz, no la estrella. Esa estrella quizás ya no existe, pero aún existe su luz. Pues quien sabe si la estrella murió en la edad media o en otra época de nuestra historia, por decir algo, el caso es que todavía podemos apreciar su luz en el cielo nocturno, ya que su luz apenas nos llega después de años de recorrido, pero muy pronto desaparecerá.

     Vale la pena repetir: una cosa es la fuente de luz (estrella) y la otra es la luz (onda-partícula) que emite esa fuente, lo que recibimos es la luz de la estrella, no la estrella. El error es creer que la fuente de luz y la luz son lo mismo, es como confundir al remitente con la carta. Para nuestra visión le es difícil diferenciar en el cielo una estrella y una luz de estrella, por tanto, nos inventamos cuantos fantasmas cósmicos se nos ocurra. Por el contrario, con una visión extraordinaria sería como ver un bombillo y su luz, y de manera instantánea.

     Si pudiésemos tener el privilegio de observar el nacimiento de una estrella, nos daríamos cuenta que dicho evento transcurriría en simultánea con el hoy de nuestro planeta, con nuestra civilización, no con civilizaciones pasadas. En este evento, nuestra civilización, solo observará instantáneamente las primeras luces de la estrella reciente, puesto que a nosotros no nos alcanzaría la vida para sentir en la piel esos primeros rayos. Como en una carrera atlética de relevos, le correspondería a una futura civilización llegar a la meta, en este caso disfrutar el calorcillo de la estrella, por allá dentro de millones de años. Nuestra civilización vería nacer la estrella (redonda como el sol), y avanzar su onda-partícula hacia nosotros; una futura generación de millones de años verá la luz avanzar más; otra verá la estrella agotar su combustible; otra la verá desaparecer; otra civilización seguirá viendo solo la luz acercarse más a nuestro planeta; y otra generación es la que podrá sentir sus rayos. Todas las civilizaciones presentes observaron dicho evento, la parte que le correspondía ver, instantáneamente. Pero la cruel realidad es que no poseemos una visión extraordinaria, por tanto, algunos despistados de esa última generación confundirán la fuente con su luz, donde lo único que existe es la luz, no la fuente.

     Un bombillo prendido toda la noche, durante ocho horas, lo veríamos sin ningún problema, en ese lapso sucedieron muchas cosas a nuestro alrededor, las cigarras y gatos cantaron, por ejemplo. Eventos cotidianos; pero a en largos periodos de tiempo, desde luego, los eventos serán milenarios, como los reseñados anteriormente.

     Para entender un poco más el argumento de que todo evento ocurre en simultánea en cada punto del universo, es bueno trasladar ese caso a un evento cotidiano y cotejarlo con un evento sideral.

     Trasladémonos a un estadio de beisbol. Un pelotero lanza su pelota y se produce un home run a las 8:00 p. m. de la noche. En ese lugar todo ocurrió en un mismo presente, a esa hora puntual, tanto para el lanzador como para el home runero y para todos los espectadores del estadio, también para todos los habitantes de la Tierra y para los habitantes del último planeta de la última estrella del último universo. Esto porque todo transcurre instantáneamente en cualquier punto del universo, lo expresó Isaac Newton. Para los espectadores que están en sus hogares viendo el evento por señal televisiva, también esa acción sucedió en simultánea, la diferencia es que ellos recibirán el home run unos segundos o minutos después. Pues la señal u ondas tardan en viajar a sus hogares, digamos que a los televidentes les llegó esa jugada a las 8:01 p. m., incluso para aquellos que viven cerca del estadio. Para ser claro, lo que llegó a los hogares fue la señal, no la fuente. Ahora supongamos que se dañase la señal de tv. A lo mejor el desesperado televidente se sube en una palmera del patio de su casa, y de ese modo observaría ese home run en simultánea con los espectadores del estadio a las 8:00 p. m., no esperaría que la señal le llegue por tv., unos segundos o minutos después de esta jugada de beisbol. 

     Esa importante acción del beisbol se complica si ese evento se realizase en un exoplaneta, y ellos emitieran dicha señal a todos los rincones del universo. Es decir, un home runero alienígena despacha la pelota a las graderías del estadio, en este caso sería nuestra futura generación la que recibiría la señal de esa jugada, ya que la onda-partícula tardaría millones de años en llegar a nosotros. A los futuristas les llegará las imágenes, mas no la fuente de la imagen. Pues ya la fuente no existe, el pelotero alienígena y todos los espectadores ya murieron y el estadio tal vez se halla debajo de los escombros. Ante esto muchos pensarán que la señal les ha llegado del pasado, pero son puros fantasmas cósmicos. Ahora imaginemos que tuviésemos una visión extraordinaria. Al hacerlo, nuestra generación vería el partido de beisbol en el mismo instante con cualquier acción que estemos realizando, y la anotaríamos en el álbum de la historia para que las otras generaciones se enterasen de lo sucedido. Y cuando a la futura generación les llegue la señal de tv., ellos de antemano ya estarían enterados del evento de beisbol, ya que revisaron el álbum de la historia que escribimos y leyeron la jugada, o vieron el video grabado por una potente cámara, y por tanto, no creerán en fantasmas cósmicos. Y miren la curiosidad que acarrean las grandes distancias en el universo, en nuestro ejemplo, la futura generación ya sabe la historia de antemano (el home run), irónicamente una historia que no les había llegado aún.

     Con una visión poderosa, viendo todo lo que sucede en el universo instantáneamente no habría confusión con la simultaneidad del tiempo, no importa la distancia, tampoco la velocidad de la luz. Es como si le dijésemos a alguien por correo electrónico, o por cualquier medio de comunicación, que le hemos enviado un regalo por correo físico, y como sabemos que este tipo de correo tarda días en llegar a su destino, cuando el receptor reciba su regalo no tendría motivos para pensar en confusiones del tiempo. Pero si esto sucede a distancias extraordinarias, motivos tendría para confusiones.

     En todo caso, para no dejar algún cabo suelto sobre estos temas, en relación de que todo evento en el universo ocurre de manera instantánea para cualquier observador, sobre la luz y la fuente de luz, y del viaje de la luz o cualquier otra señal a distancias inconmensurables, me he dado a la tarea de inventar un tercer observador. Pero no es cualquier observador, es muy peculiar, un personaje que he extraído de la ciencia ficción, y al cual he llamado: El Águila Especial. Llamado así puesto que posee una visión extraordinaria y un promedio de vida de cien millones de años aprox. Sin más, esta ave imaginaria (que podría ser quien lee este ensayo), con su potente visión tiene la facultad de observar los ciclos de todas las masas giratorias de todo el universo en un mismo instante. Para cualquier experimento mental que se nos ocurra, a este tercer observador o ave imaginaria la ubicaremos siempre en un lugar estratégico o «zona vip» del espacio, y le daremos un protagonismo importante más adelante, cuando con «dibujitos y plastilina» refutaremos la paradoja de los gemelos o relojes.

     Por el momento, y siguiendo echando mano de experimentos mentales, ya que la imaginación no tiene límites, veamos de nuevo el fenómeno del nacimiento de una estrella. Una estrella que nació hace millones de años y su luz viaja hacia nuestro planeta, hasta llegar a nuestros días. Con las características que posee el ave, esta puede observar el nacimiento de la estrella instantáneamente, sin fantasmas cósmicos, luego su luz caminar lentamente por el espacio de un punto a otro punto. Entre otras cosas, el caminar de la luz de un punto a otro en el espacio, es un fenómeno muy lento si se observa desde largas distancias, desde otra estrella. Por lo tanto, El Águila se aburrirá mirando la luz caminar al ritmo de un gusanito, un gusanito luminoso. «Más tarde», quizás millones de años después, el ave verá morir a la estrella, pero seguirá viendo la luz viajando solitaria por el espacio, pues murió el emisor más no el mensaje, en este caso murió la estrella no su luz. Al final, otros millones de años después, el ave verá la solitaria luz estrellarse o iluminar el planeta.

     En este ejemplo, al Águila nadie le podrá echar cuentos de fantasmas cósmicos, pues observó toda la acción del fenómeno en el mismo momento. El Águila Especial anotó en su cuaderno de notas: el nacimiento de la estrella, su luz caminar como un gusanito de la estrella al planeta, el agotamiento de su combustible, su desaparición, y su luz continuando su camino por el espacio al ritmo del mismo gusanito luminoso. En el transcurso de ese lento fenómeno, el ave volteaba su cabeza de vez en cuando y echaba un vistazo a nuestro planeta para ver que acontecía, el ave anotó lo siguiente: el nacimiento de los dinosaurios, el asteroide que los extinguió, luego los primates, el origen del hombre, el origen del fuego, su civilización, sus eternas guerras, hasta nuestros días o la fecha en que llegan los primeros rayos de luz de la estrella. El receptor final de los rayos de la estrella extinta pensará que la luz viene del pasado a nuestro futuro; pero para el águila especial, quien no perdió de vista cada detalle del suceso, todo trascurrió bajo la normalidad de todas las leyes naturales, y al leer sus anotaciones estas nos sacarían de cualquier duda científica.

     El nacimiento y muerte de la estrella, y el caminar de su luz por el espacio transcurrió en simultánea con todo lo que sucedía con el planeta Tierra, con el sistema solar y más allá de la vía láctea. El ave vio que los sucesos de la estrella, su deterioro o pérdida de combustible, ocurrieron a la vez o paralelamente con la evolución de la especie y el deterioro del planeta. Pero para la última civilización, la que recibió la luz de la estrella muerta, lo que realmente observaría en el firmamento oscuro es la luz, mas no su fuente de luz.

     Es comprensible no saber distinguir una estrella verdadera y la luz de una estrella muerta, ya que de noche todos los gatos son pardos.

     Para muchos, y es verdad, cuando se habla de luces de estrellas que nacieron en la época en que los dinosaurios dominaban la Tierra, aquella Tierra primitiva, piensan que esas luces, las cuales apenas estamos recibiendo, nos llegan con aromas fantasmagóricas de dinosaurios. Nos dan a entender que estas iguanas gigantes regresaron del pasado con la estrella, pero solo son fantasmas cósmicos, porque quizás estos animales desaparecieron en la misma época en que la estrella agotó su combustible, y su luz siguió viajando. Los dinosaurios son cosa del pasado, de la Tierra primitiva, ahora son petróleo para mover máquinas y no zombis espaciales viajando con luces de estrellas.   

     Hemos enfatizado que las luces que vemos en el firmamento de la noche, muchas son de estrellas que tal vez ya no existen; en todo caso, son luces antiguas de hace millones de años, las cuales recepcionamos como nueva. Les corresponde a los científicos, con dispositivos especiales, quienes resuelvan cuales son las estrellas muertas y cuáles son las estrellas vivas que flotan en el cielo nocturno. Para nosotros, gente del común, no tenemos acceso a esos dispositivos para estar diferenciando en el cielo estrellas y luces de estrellas. De todos modos, esta confusión radica por la tardanza de la dispersión de la luz en el espacio, esta tarda millones de años en llegar a nuestro planeta, apenas nos están llegando a nosotros luces generadas por estrellas o explosiones de estas en la época de los dinosaurios, pero en realidad son luces de estrellas extintas. Si tuviésemos una visión privilegiada veríamos las estrellas redondas como nuestro sol, con nuestra visión normal tenemos que conformarnos con el modelo de estrellas que vemos en el cielo: difusas y palpitando.

     Esta confusión de estrellas (fuente) y luces (onda-partícula) no se presentaría si el que viajase a velocidad aproximada a la luz fuese un asteroide o un cometa. Pues en este caso, el objeto es solo una fuente, el cual no emite ondas ni partículas, siendo así no dejaría fantasmas vagando por el espacio si llegase a desaparecer. Estos objetos al no emitir luz propia no lo percibimos en el cielo como sí lo hacemos con una estrella a medida que su luz avanza hacia nosotros. Solo sentimos estos objetos opacos cuando colisionan con el planeta, y si tenemos suerte lo detectamos a tiempo con potentes telescopios, y tomamos las medidas pertinentes para salvaguardar la humanidad. El caso es que no vemos los objetos opacos en el cielo nocturno, solo los que están dentro del sistema solar. ¿Y qué tal si un asteroide viajase con huevos de dinosaurios en su superficie? En el caso de que dicho objeto chocase con nuestro planeta veríamos a los dinosaurios ya creciditos sobre su superficie. No habría motivos para especulaciones. No pensaríamos que han viajado a través del tiempo, o que viene del pasado con los fantasmas de los dinosaurios, puesto que no son fantasmas, sino dinosaurios de verdad, los cuales se «desempollaron» de sus huevos mientras el cometa o asteroide se encaminaban por el espacio interestelar. Simplemente, mientras el asteroide se desplazaba hacia la Tierra, los dinosaurios salieron de sus huevos, dominaron la superficie del asteroide durante millones de años, luego estos animales sobreviven o desaparecen al chocar con la Tierra. En este ejemplo no confundimos el emisor con el mensaje, pues se trata de un cuerpo sin mensaje, un cuerpo opaco, no enviaba ondas o partículas de luz. Aquí el emisor o fuente no muere como la estrella, la fuente muere al chocar con el planeta.

     Si el ser humano pudiese tener una visión poderosa, tan grande que le permitiese ver una civilización primitiva de un planeta lejano, la veríamos en tiempos simultáneos a la nuestra, paralelamente, es decir, veríamos la Tierra civilizada de hoy en contraparte con la civilización del planeta extrasolar primitivo, en formación. El ser humano vería nuestra tecnológica avanzando mucho más, quizás carros voladores; y en el mismo momento le «echaría un ojo» a la época de las cavernas de aquellos alienígenas primitivos, al hacerlo veríamos a esos extraterrestres dominando el fuego y las demás especies, sus civilizaciones, sus guerras, su desarrollo tecnológico, etc. Este ejemplo podría compararse, a menor escala de tiempo, como cuando nosotros vemos crecer a las personas de nuestra vecindad y ellos a nosotros.

     Sabemos que para los Newtonianos todo transcurre en simultaneidad en el universo, pero para los relativistas todo es distinto. Las premisas relativistas expresan: «dos eventos no ocurren en simultánea en distancias extraordinarias y a velocidades de la luz». Ellos argumentan, o por lo menos deduzco de sus teorías, que si una civilización de un planeta extrasolar pudiera observarnos no observaría la Tierra actual o nuestro presente, según ellos, ese planeta alienígena observaría nuestro mundo prehistórico con sus dinosaurios, porque son dos espectadores ubicados a largas distancias, y su luz emplearía millones de años en llegar a nosotros. Entendería que no reconocen que la visión del ojo humano o de cualquier extraterrestre es instantánea, que no es un movimiento, tampoco onda ni partícula, la cual no tiene que propagarse o viajar largas distancias como la luz o el sonido hasta llegar a nosotros. Pero debido a nuestra limitación visual creemos que la luz es igual a la simultaneidad, y como, al parecer, la luz se curva en el espacio, muchos creen que el tiempo también lo hace, siendo eso un gran error, el cual genera muchos más espejismos y fantasmas cósmicos de los que existen en la actualidad.   

     Retomando el mismo ejemplo, si esos mismos alienígenas nos enviasen señales o imágenes hoy, por supuesto que estas tardarían millones de años en llegar a la Tierra. Los habitantes o civilización que envió esa señal de ese planeta extrasolar ya no existirán cuando el mensaje llegue a la Tierra; desde luego, tampoco nuestra generación existirá, una futura generación sería la encargada de recepcionar y decodificar con una piedra Rosetta las imágenes emitidas por los alienígenas. A la larga, fueron señales que navegaban por el espacio mientras se extinguía y nacían nuevas generaciones en los dos planetas, tanto el terrestre y el extrasolar.

     Supongamos que hace cien años se hayan enviado imágenes de Charles Chaplin al espacio, y esta fuese capturada por una civilización extraterrestre dentro de millones de años, lógicamente ellos estarían viendo un suceso de nuestro pasado, de alguien que ya no existe. Recibieron una imagen no la fuente de la imagen, de un evento determinado, ocurrido en un segmento de ciclo de nuestro planeta, contabilizado por nuestro reloj y apuntado en el álbum de la historia, envuelto en una botella y luego arrojado al mar espacial.

     En nuestra cotidianidad se nos hace más fácil diferenciar la fuente y la onda o señal. Por ejemplo, cuando mantenemos comunicación vía telefónica o video llamada con alguien. Aquí, tanto la conversación e imágenes del emisor como la del receptor recorren la atmósfera o la fibra óptica. Cada palabra e imagen nos llegará con segundos de retraso, porque el sonido e imágenes tienen que propagarse por el aire o mar. Cada sonido fue emitido en el mismo presente de ambos, aunque nos llegue un poquito tarde pareciera que el sonido es instantáneo, pero lo que verdaderamente es instantáneo es la conversación. Si tuviésemos una visión relevante, y pudiésemos ver a la persona que está al otro lado de la línea telefónica, sin ningún dispositivo de video llamadas: veríamos primero sus gestos labiales sin escuchar sus palabras, y después escucharíamos su voz por el teléfono. A más de que existen miles de llamadas al día, y estas se van a toparse en nuestra atmósfera; incluso se cruzan las unas con las otras, recibimos sonidos de otras personas todas generadas en simultánea, y nos llegarán con segundos de retraso. Esto podemos compararlo con el fenómeno físico de los rayos bajo la lluvia, primero observamos su destello en el cielo, y segundo más tarde su sonido.  

     Pero este ejemplo se complica más si pudiésemos conversar o chatear con miles de civilizaciones de planetas extrasolares, cuyas imágenes y videos tendrían que llegarnos millones de años después de emitido el mensaje, y ni qué decir del sonido si pudiese llegarnos. Si poseyésemos una visión potente y conversáramos por teléfono con un alienígena veríamos sus gestos al hablar, mas no su sonido, pues este llegará dentro de millones de años, si la física lo permite. Desde luego, tenemos que tener un promedio de vida de millones de años y mucha paciencia para esperar cada mensaje de nuestros interlocutores alienígenos. Por ello, sería una futura generación la que recepcionaria el sonido y los videos de las imágenes emitidas por el alienígena. Y en ese tráfico espacial se cruzarán muchos sonidos e imágenes, de todos modos habrá algún despistado el cual pensará que son fantasmas cósmicos viajando y chocando por el espacio.

     Sigamos un poco más con este tema de la señal y su fuente, coloquemos otro ejemplo cotidiano, en este caso con un evento deportivo que se realiza en la China, un partido de futbol para ser más preciso. En ese evento un jugador anota un gol olímpico. Dicha señal de tv. o radio tardaría algunos minutos en llegar a cualquier país de América, incluso la señal de tv. y radio llegan en diferente tiempo en cada país, pues la señal viaja por nuestra atmósfera o por el mar después de realizada la acción. La acción  sucedió en el estadio, se queda en el estadio y no vuelve a repetirse, lo que se propagó es la señal de la acción, y esta llega tarde a los países de América. Es fácil comprender que no se propaga el cuerpo físico ni el estadio, ni el vendedor de espaguetis con palillos: ellos permanecen en la China.

     Hasta aquí no hay confusión alguna, pero la dificultad se presenta si ese partido se jugase en un planeta ubicado a una distancia descomunal al nuestro, dado que en este caso el retraso de la señal no será de cinco minutos, sino de cinco millones de años, será otra civilización quien reciba las imágenes de ese gol olímpico. Es decir, esa civilización alienígena que presenció la acción ya no existiría para entonces, y aquí en la Tierra habría otra civilización distinta a la que observó esa anotación de gol en aquel momento. La señal vagó dentro de la botella en esos largos años por el ancho mar del espacio, no el estadio ni el autor del golazo, pues no es un huevo dinosaurio sobre un cometa. Y mientras navegaba la botella por el espacio, en ambos puntos, tanto en la Tierra como en el exoplaneta, se transformó la materia y ocurrieron eventos naturales y sociales. Toda la materia alienígena se quedó en el exoplaneta, quizás ya no existe, existió en un fragmento de la historia de aquella roca giratoria. Pero su imagen sigue dando vueltas por el universo, como uno de tantos fantasmas cósmicos que confundimos como algo del pasado, al igual que las luces de estrellas extintas que vemos como estrellas en nuestro cielo.

     Las señales viajan lentamente por el universo como una botella con poemas de amor navegando por el mar. El poeta o emisor se queda en la playa, él no viaja dentro de la botella, quien lo hace es su poema. Y si transcurridos doscientos años hallan la botella, el poeta ya ha muerto, lo que hallaron fueron parte de su vida amorosa o una parte de su señal al mundo, no su pasado, pues él no viajó dentro de la botella, su pasado no trascurrió dentro de ella. Esta es otra diferencia entre la señal y la fuente

     Por todo ello, desde nuestro punto de vista, comprendemos que Isaac Newton posee la razón al plantear la simultaneidad del tiempo para todos los eventos posibles en cualquier punto del universo, y para cualquier observador, tanto estático como en movimientos. No pueden existir tiempos distintos en cada punto del universo, ni aquí en la Tierra ni en el último planeta de la última estrella del último universo.  

     Ahora te invito a seguir leyendo La velocidad de la luz no le saca canas a la primavera. CLICK

 


 

 

teoría de la relatividad y ley de la gravedad

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