29 dic 2019

¿Existe el tiempo? origen, misterios del tiempo, ¿por qué tenemos noción del tiempo, paradoja de los relojes







Ensayo
El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

 Autor:
Roberto Carlos Gómez Sánchez



                                                                                        
Contenido

Introducción.
Principio y fin del binomio reloj-tiempo.
Banana madura no vuelve a verde.
El tiempo no se crea ni se destruye, tampoco se transforma.         
¿Por qué sentimos el tiempo acariciar nuestra piel?
Manipulación del tiempo.
La rotación terrestre desacelera mas no tiempo.
Espejismos y fantasmas cósmicos que «perturban» el tiempo.
La velocidad de la luz no le saca canas a la primavera.
Hora interplanetaria.
El tercer reloj en la paradoja de los relojes.
Newton dentro de los agujeros de Einstein (espacio–tiempo).
Resumen.






El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Introducción
     Uno de los grandes misterios de la humanidad, sin duda, es todo lo involucrado con el concepto tiempo. Nos preguntamos si realmente existe, si es abstracto, o solo hace parte de nuestro imaginario cósmico. Quién de nosotros por lo menos no ha deseado que la Tierra girase al revés para volver al pasado y enmendar uno que otro error; pero en el remoto caso que esto sucediese: simplemente el sol saldría por el oeste y se ocultaría por el este. Por ningún motivo tendríamos que regresar al pasado, a la época de los dinosaurios, a la época de Jesucristo, o cuando mudamos nuestro primer diente de leche.
     Cualquier cambio que los movimientos terrestres tuvieren, en ningún modo tiene que alterar el desarrollo biológico y evolutivo del individuo. Y es que en nuestra evolución, nacer, crecer, reproducirnos y ponernos la inexorable «piyama de tablas» no involucra los movimientos de nuestro planeta en el espacio. Dicho proceso es ascendente e independiente a cualquier movimiento espacial, imposible que de reversa. Pues no somos seres con un proceso orgánico manipulable, no crecemos y rejuvenecemos al vaivén de hamaca. Pues, al nacer un individuo, este sigue un proceso ascendente para luego envejecer y morir, no lo contrario.
     Tampoco una alteración en el movimiento terrestre puede afectar cualquier proceso físico o químico en los seres inertes, como es la oxidación del hierro. Estos objetos siguen oxidándose y no vuelven hacerse nuevos, pues el proceso de oxidación se da gracias a la acción del aire, y no a los movimientos terrestres, y nuestra atmósfera no sufre perturbación alguna como para acelerar o desacelerar la oxidación en estos materiales. Del mismo modo, si el planeta girase al revés, tampoco las manecillas del reloj girarían al revés, ya que es un instrumento creado por la mano del hombre para girar en una sola dirección, no tiene poderes sobrenaturales para decidir por sí solo, pues siguiendo esa lógica errada, entonces, un ventilador también giraría al revés caprichosamente.
     A veces se nos olvida que habitamos en la superficie de una roca giratoria, este hermoso lugar o espacio del universo en donde transcurre toda la evolución, enlazado con los sucesos naturales y sociales de todo individuo. Desde aquí observamos la trasformación de toda la materia tanto en la Tierra y fuera de ella, hasta donde nuestra visión y tecnología nos lo permita. Mientras estamos parados aquí, encima de nuestra gran roca giratoria, dichos movimientos constantes de rotación y traslación forman los amaneceres y ocasos, las primaveras y veranos, perihelios y afelios, año nuevo y año viejo, etc. Mientras gira nuestro planeta, a menor ritmo, sobrevienen grandes cambios en la estructura, externa e interna, del planeta, esto hace que se transforme continuamente la naturaleza, cambia el clima y todo el panorama de su superficie, lo que hoy es hielo en miles de años será desierto, y viceversa. Dicho de otro modo: nacen y desaparecen montañas, bosques y praderas, mares y ríos, islas y continentes; y paralelamente todo ser vivo se transforma, y avanza así su desarrollo evolutivo: los animales marinos salen a la superficie a conquistar la Tierra, los animales gigantes son exterminados por un cometa o una pandemia, nacen y desaparecen una especie, nace el hombre, el fuego…, hasta llegar a nuestro días. Toda esta transformación, tanto de la Tierra como la de los seres vivos, sucede mientras esta roca realiza sus giros espaciales. Por este motivo se hizo necesario que todo lo que sucede con el hombre respecto a su evolución, a su sociabilidad y al entorno natural donde se desenvuelve sea medido y guardado en el álbum de la historia. Y para tal propósito nuestros antepasados tomaron como referencia los movimientos de la Tierra en el espacio. De allí nació el reloj, nuestro instrumento de medición, el cual mide la duración y toda variación de los ciclos, tanto de rotación como de traslación del planeta, y cuyo resultado llamamos tiempo.   
          Los seres vivos no envejecen o rejuvenecen por el vaivén de los ciclos, envejecemos por cuestiones biológicas y evolutivas, o por alguna mutación genética. Y todo cambio físico en los individuos transcurre durante un proceso de miles de años, paulatinamente y no en un santiamén.
     Lo cierto es que el universo es inconmensurable, nunca podremos llegar a sus confines. El no poder llegar genera muchos espejismos y fantasmas cósmicos, los cuales dan pie para fantasías científicas como son: los viajes a través del tiempo, el tiempo paralizándose, relojes autodestruyéndose y la materia deformándose por la velocidad de la luz, un gemelo envejeciendo más que su hermano, un reloj marchando más lento que otro en un solo evento, universos paralelos, entre otros casos.
      La rotación y traslación son los factores que determinan nuestro tiempo, pero nuestras funciones biológicas son inquebrantable e independientes a esos movimientos, no podemos jugar con ellas, son el ahora, no pueden retroceder al pasado ni avanzar al futuro; por lo tanto, viajar al pasado o al futuro es una utopía científica. En este ensayo no hay cabida para saltitos inútiles del tiempo. Sin embargo, no podemos negar que sentimos el tiempo como una suave brisa que acaricia nuestra piel en un día de verano. ¿Por qué sentimos el tiempo como algo real?, ¿por qué tenemos noción de él?, ¿por qué existe el pasado, futuro y presente?, ¿por qué lo vemos llegar e irse sin despedirse?  Descifrar los secretos y misterios del tiempo es lo que nos ocupa en este ensayo.


Principio y fin del binomio reloj-tiempo
     Están muy equivocadas todas aquellas personas que creen que retornaríamos al pasado si la Tierra girase al revés. En el evento de que nuestro planeta lograse cambiar su giro de rotación, a lo mejor como consecuencia de ser impactado por un gran objeto celeste, simplemente el sol saldría por el oeste y se ocultaría por el este. Esto porque los movimientos de la Tierra, del sol, de la luna, de los planetas y en general de todas las estrellas del universo en nada afecta o decide sobre el comportamiento biológico de todo ser vivo. No crecemos ni envejecemos por los giros de los cuerpos celestes, y rejuvenecer mucho menos. He aquí una gran confusión, y se presenta porque no tenemos claro el concepto tiempo, pues creemos que el tiempo está ligado a la transformación y deterioro de la materia, y no es así. Dicho cambio no es más que nuestros procesos biológicos puestos en marcha, nuestra evolución, y toda actividad social del individuo. El nacer, crecer, reproducirnos y morir: no depende de la cantidad de rotaciones y traslaciones de cualquier objeto celeste. Estos dos movimientos se contabilizan por un objeto creado por la mano del hombre como lo es: el reloj (tiempo), objeto al fin y al cabo. Pero se hace necesario que al contabilizarse se realice de manera independiente a lo que le acontezca a nuestro desarrollo físico, que no es más que nuestra evolución.
     Los cambios físicos, que experimentamos todos los seres vivientes, dependen de un proceso evolutivo arraigado en nuestros genes, arraigados desde hace miles de años. Y cualquier cambio o mutación de ese proceso, por muy pequeño que conllevare, dicho cambio se daría en miles de años, y no de la noche a la mañana, pues nada puede cambiar así porque sí, o por el hecho de que nuestro planeta decide ralentizar o acelerar sus movimientos en el espacio. Los procesos biológicos y en general todo el deterioro de la materia son independientes a los movimientos de la Tierra en el espacio, a la velocidad de la luz, a la distancia, y a la  injerencia de cualquier astro, así sea del planeta de la última estrella del último universo. Independiente a todo.
     Así de sencillo: Nuestra edad es la cantidad de vueltas que hemos dado al sol desde que nacimos.
     Desde ese momento, desde que vemos la luz de este mundo por primera vez, comenzamos un proceso de deterioro. Este hecho es debido a las condiciones de nuestra evolución, condiciones instaladas en nuestros genes desde tiempos encéntrales; y no a las condiciones de los movimientos terrestres en el espacio, las cuales son determinantes para la noción del tiempo. Todo proceso evolutivo es ascendente (nacer, crecer, reproducirnos y morir), no es descendente, no se pueden manipular, no podemos regresar a nuestra infancia por el hecho de que la Tierra girase al revés. Igual acontece con otros fenómenos naturales, como la oxidación del hierro, como sabemos también es un proceso ascendente, este fenómeno ocurre por acción del aire de nuestra atmósfera, por ello, tampoco el hierro vuelve hacerse nuevo o a su estado natural si la Tierra alterare su giro de rotación.     
     Mientras el planeta Tierra gira en el espacio, nosotros experimentamos eventos naturales y sociales aquí en su superficie, pues es parte de la vida. Estos eventos mezclados (como el agua y el café) a la cantidad de vueltas que realiza continuamente el planeta lo anotamos en un álbum al cual llamamos historia. Con el reloj contabilizamos el número de vueltas del planeta o de cualquier astro del cual queramos tener datos sobre sus movimientos espaciales, podría ser también la luna, en todo caso, el resultado de esta medición es lo que nos da la percepción del tiempo. En este sentido, la rotación y traslación son algo así como el factor determinante del tiempo; mas no del deterioro físico nuestro, o de cualquier ser vivo o no vivo. Tengamos claro ese concepto base de todo este ensayo.
     Sobre el binomio de reloj-tiempo nos enfrentamos a la mezcla más misteriosa de las magnitudes físicas, dado que son dos conceptos opuestos: lo intangible y lo tangible. Lo intangible es el tiempo y lo tangible el reloj. Visto que podemos agarrar el reloj con nuestras manos, pero no podemos agarrar al tiempo. Al ser el tiempo la magnitud física que más utilizamos en nuestro diario vivir tenemos la falsa percepción de que el tiempo y reloj son lo mismo, o creer que lo intangible es lo intangible. Este dolor de cabeza no sucede con otras magnitudes, como en el caso de la longitud y la cinta métrica, por ejemplo; tampoco con el termómetro y temperatura, o el volumen y litro, etc. En estos casos no puede haber pie a confusiones, visto que notamos sin ningún problema que cada pareja de magnitudes son tangibles, es decir, tocamos el termómetro y sentimos el calor, y luego sabemos que se fue el calor porque el frío congela nuestra espalda; tocamos la cinta métrica, la estiramos y recogemos cuantas veces queramos, y, por supuesto, tocamos la altura de una pared; tocamos cualquier tubo de ensayo, bebemos un litro de cualquier líquido, etc. Empero, como ejemplificamos, sentimos la noción del tiempo como la brisa acariciando nuestra piel bajo un sol de verano, siendo algo tan inmaterial.
     Más adelante daremos respuesta, en mayor detalle, en relación al misterio de la noción del tiempo, tanto a la intangibilidad del tiempo como su falsa dependencia con la evolución y con los ciclos terrestres. Misterio que ha inquietado mucho a toda la humanidad. Siendo así, por el momento es menester ir paso por paso, estudiar primeramente los orígenes del binomio reloj-tiempo, resuelto este concepto nos daría las bases para profundizar y dar luces al conocimiento de este tema, y así aclarar toda confusión del enigmático tiempo.
     Para conocer sobre el origen del tiempo, tenemos que estacionarnos por allá en los comienzo de nuestro universo, supongo que antes del big bang, cuando aparecieron las primeras partículas de la materia. ¿Y por qué nos remontamos a los orígenes de materia? porque para conocer la apertura del enigmático tiempo solo bastaron la existencia de una o dos partículas. Siendo más claro: el tiempo está ligado al origen del primer átomo, al origen de la materia. Pero este asunto no encaja sin la existencia de un movimiento, dado que no solo es tener la existencia de partículas atómicas inmóviles, no sirven de nada, estas tendrían necesariamente que poseer movimientos giratorios constantes. De esta manera brotarían los primeros ciclos de la materia y, ante estos movimientos repetitivos y constantes, dichos ciclos se facilitan para ser contabilizados por el reloj. Claro, para aquel momento no existía la vida ni mucho menos el reloj para registrar movimientos. En todo caso así nacería el concepto del tiempo. Si se tratase de una sola partícula, basta que esta girase sobre su propio eje; y si son dos partículas, solo basta que una se aproxime a la otra, o una girase alrededor de la otra continuamente. En ambos eventos estaríamos hablando de ciclos medibles, lo que nos aproxima al concepto magnitud, y magnitud nos aproxima al concepto tiempo, y tiempo a reloj, valga la retahíla.
     Pero si estas partículas son inmóviles el tiempo también es inmóvil, es igual a cero, a nada. Solo tenemos que teñir esas partículas de negro para que se pareciese al vacío que vemos por las noches, como si no existiese nada. Con la materia inmóvil no nace el tiempo, no se puede medir, porque no tenemos nada que contar. Solo han nacido otras clases de magnitudes físicas, o los conceptos de tamaño: volumen, temperatura, densidad, peso, etc. Pues a las partículas se le pueden medir su longitud, su densidad, su temperatura, su peso, etc.; pero mientras no realicen movimientos repetitivos, obvio, no se le podrán contabilizar ciclos con el reloj.
     La idea central de este punto es entender que solo basta un movimiento constante de una o dos partículas para que brote el intangible tiempo. En nuestra moderna civilización, ya con las grandes rocas giratorias en nuestras narices, esta tarea de medir la duración de los eventos se nos hizo más fácil. Incluso, tomando como referencia el giro de traslación de la Tierra podemos calcular cuánto tiempo ha pasado desde el origen del universo hasta nuestros días, que son unos 14 mil millones de años aprox., paradójicamente aún no existía nuestra roca, nuestro planeta, con el cual hemos calculado dicha cifra.
     Vayamos recolectando concepto, y dejemos claro que el tiempo es el resultado del número de vueltas que realiza la Tierra sobre su mismo eje y alrededor del sol, en simultanea y mezclado a todos los eventos que se presentan en su superficie, tanto naturales y sociales, y contabilizados por nuestro instrumento de medición como lo es el reloj. Y el resultado de ese número de vueltas es independiente a cualquier proceso biológico.
     Ahora abarquemos el origen del reloj.
     En general, las civilizaciones primitivas basaron la medición del tiempo echando un «vistazo» al cielo. Ellos evaluaron los movimientos de los astros, como son las constelaciones, las fases de la luna, el recorrido del sol en el cielo, de los planetas y de las estrellas. Aunque en esos tiempos se creía que la Tierra era plana y sin movimientos, siempre la constante fue referenciar el caminar de las esferas celestes. Nuestros antepasados se apoyaron en calendarios basados en los movimientos de los astros para fijar, más que todo, los periodos de siembra y cosechas. Las civilizaciones progresaron, y, de las tantas ramificaciones que tiene el progreso, brotó un instrumento de mayor exactitud: el reloj. Estos primeros instrumentos fueron de agua, de sol y de arena; hasta llegar a los actuales relojes de manecillas, digitales y hasta atómicos. Sin importar el aspecto del reloj, todos basados en un movimiento cíclico.
     Y es que ha nuestros ancestros no les fue difícil calcular el tiempo e introducirlo en las labores cotidianas, pues en el universo son muy comunes los cuerpos giratorios, «están a la hora del día»: la luna gira sobre su propio eje y alrededor de la Tierra, la Tierra lo hace sobre su propio eje y alrededor del sol, el sol sobre su propio eje y alrededor de la vía láctea, tal vez la vía láctea ruede alrededor de una megagalaxia.
     Tenemos claro que el reloj es una herramienta que mide los movimientos constantes de las masas giratorias, en nuestro caso los desplazamientos de la Tierra en el espacio. Digamos que los ciclos del planeta, rotación y traslación, se «encarnaron» en esa herramienta. El reloj unifica los movimientos terrestres, los convierte en patrones. Es decir, los abrevia en segundos, minutos, horas y días; y con estos patrones se contabilizan las semanas, meses, años, décadas, siglos y milenios.
     De lo anterior señalamos que de los ciclos de la Tierra se establecieron patrones cortos y largos. Los patrones cortos se definen como los menores a 24 horas, de allí se calculó la hora de 60 minutos y el minuto igual a 60 segundos. Su objetivo es medir acontecimientos de poca duración, como por ejemplo: una clase escolar, un partido de futbol, una competición atlética de cien metros, etc. Y los patrones largos son los mayores a 24 horas, estos para medir eventos de larga duración, ejemplo: la próxima cosecha de tomates, la espera de los próximos juegos olímpicos, el próximo cumpleaños, el próximo año nuevo, etc.
     Con estos patrones medimos de manera precisa la variación de los eventos naturales y sociales. Entiéndase por eventos naturales el crecimiento de un ser vivo, la oxidación de una reja metálica, las fases de la luna, el nacimiento de una montaña, la velocidad de la luz, el nacimiento de una estrella, e infinitas situaciones; y los eventos sociales, decimos que son una clase en la escuela, cumplir con nuestros compromisos laborales, un partido de futbol, cocinar los frijoles, ir a una fiesta, un león corriendo detrás de su presa, el girasol mirando a su astro, un águila volando sobre una montaña, una cita romántica, una carrera atlética, y millones de compromisos más. O sea: los eventos naturales son los procesos de cambio de todo ser vivo y no vivo; y los eventos sociales son las actividades diarias de todo ser vivo, más que todo las realizadas por el hombre y los animales.
     Pues como vemos, además de los movimientos de los astros, existen  movimientos naturales y sociales. Estos unidos para siempre a un solo ombligo como lo son los ciclos terrestres. Todo es movimiento, dado que la transformación y cambio de la materia es movimiento. Toda la materia en el universo se transforma mientras la Tierra gira, y todas las cosas son sometidas a cambio, se transforman las hormigas como las montañas y el clima, nada está exento de cambio. Siendo así, se nos hizo imprescindible medir cada variación de cambio, es decir cada movimiento natural y social, y toda variación, por muy pequeña que sea, la registramos en el álbum de la historia.
     He aquí el detalle: La fusión de eventos naturales y sociales, mientras la Tierra gira, produce cierta confusión al raciocinio humano. Puesto que en cualquiera de los dos eventos: los organismos y todo lo inerte se deterioran. Y es muy cierto, todo se vuelve viejo mientras la Tierra gira, y desde nuestro punto de vista social concluimos erróneamente que dicho deterioro de todas las cosas, tanto de nosotros mismos como lo que está siempre presente a nuestro alrededor, es producto de los ciclos de nuestro planeta, y no es así. Es menester repetir que el deterioro de todo ser vivo, de nuestra piel, de nuestros genes etc., es producto de una evolución de millones de años. Nuestra evolución lo quiso así. Y el deterioro de un cuerpo inerte, de la oxidación de una varilla de hierro de nuestra ventana es producto de la acción del aire actuando sobre ese metal. La química lo quiso así. No envejecemos porque la Tierra gire o no gire.
    El binomio reloj-tiempo se presta para muchas ironías, como el cálculo que se hace para saber cuántos años tiene el universo. Según la teoría del big bang, este evento ocurrió hace 14.000 millones de años aprox. Para realizar dichos cálculos, claro, se tomaron los ciclos terrestres, ningún otro. Si bien, el sol ni la Tierra no existían en aquel entonces, ni mucho menos un humano para contabilizarlo, esa cifra supone el número de vueltas que ha dado la Tierra desde el origen de la primera partícula en el universo, aunque la Tierra no haya dado realmente esa cantidad de traslaciones, y es que nació hace 4.500 millones de años. Solo son ajustes, cálculos basados en los ciclos actuales de nuestro planeta, aunque esa no sea la cifra exacta, lo que sí es seguro que desde el big bang ha habido un continuo deterioro y transformación de toda la materia del universo.
     Al ser cada persona evolutiva y sociable, el reloj, además de medir los ciclos de los astros, lleva intrínsecamente medir los eventos sociales y naturales que se presenten cada vez que la Tierra de una vuelta, tanto en los seres vivos e inertes. Ejemplo: la cantidad de traslaciones que transcurren al crecer un árbol (evento natural). En este caso, si el reloj mide 5 ciclos, el resultado de este evento lo registramos en el álbum de la historia. De igual modo, al calcular en cuanta fracción de un ciclo se cocinaron los frijoles (evento social), tal vez no lo registremos en nuestro álbum, pero sí registramos el crimen de un importante personaje, que se da en cuestiones de minutos. 
     Muy importante aclarar que no estamos diciendo que sin la existencia de los movimientos constantes de nuestra roca celeste no existe el tiempo ni el reloj. Al no existir la rotación ni traslación terrestre, muy seguramente el ser humano se hubiese buscado otro método de medición del tiempo para calcular la vejez del árbol, ya que este crece con tiempo y sin tiempo; o para que no se nos achicharren los frijoles, puesto que estos se achicharran con reloj o sin reloj. Asimismo, todos los eventos sociales (un partido de futbol) o naturales (estaciones del año o crecer una planta), de todos modos acontecerían si a alguien se le ocurriese añadirle o quitarle números al reloj o meses al año.   
     Vamos dejando claro que el reloj, nuestro instrumento de medición de ciclos, lo simplificamos y maximizamos (por decir algo) según la necesidad que tengamos de medir eventos tanto largos o cortos, y tanto naturales como sociales. La duración de cada evento lo establece el afán de cada persona. Los eventos cortos o actividades de poca duración pueden darse en un minuto, una hora o en un día. Por tanto, «simplificamos» un fenómeno natural como es el movimiento de rotación (día) en horas cuando disfrutamos una película con esa duración, o cuando nos dan esa cantidad de tiempo para responder un examen escolar; en un minuto, cuando esperamos que la luz roja cambie a verde. Los eventos largos son actividades que duran más de un día, como son las vacaciones, un viaje en barco desde América a Europa, la espera del próximo mundial de futbol, el crecimiento de un individuo, etc. Para calcular el tiempo de duración en los eventos largos, multiplicamos las horas o los días, con esto nos darían las semanas, meses, años, décadas, milenios. Lo cierto es que no vamos envejecer ni una milésima de segundos o un año si le añadimos más horas al reloj, ni tampoco vamos a rejuvenecer si le quitamos una hora.
     Pero lo anterior no es exclusivo de la magnitud tiempo y de su herramienta reloj, del mismo modo acontece con otras magnitudes físicas, como por ejemplo: el binomio metro-longitud. El metro lo simplificamos en centímetro y milímetro para medir distancias cortas, y lo maximizamos en kilómetros o millas para medir distancias largas. En este caso, un árbol no crece más o vuelve hacerse pequeño si a alguien se le ocurriese añadirle o quitarle centímetros al metro. Así ocurre con las demás magnitudes físicas, pero la diferencia de estas con la magnitud tiempo, en cuanto a añadirle o quitarle números al reloj, es que creemos que podría afectar nuestras vidas, en especial al deterioro, al envejecimiento, pero no es así. Esto sucede porque una parte del binomio reloj-tiempo es intangible. Y es que al ser el tiempo intangible tenemos esa vaga idea de transportarnos al futuro si la Tierra acelerase su rotación, o al pasado si esta girase al revés.
     No suena descabellado manipular las horas del día, quitarle o añadirle minutos u horas, dado que todo esto depende de las nuevas condiciones que impongan los ciclos terrestres si aceleran o desaceleran en el espacio. Y estos fenómenos son muy comunes en el espacio. En nuestro entorno podría darse por el alejamiento de la luna en relación a la Tierra. En estos momentos no se hace necesario manipular el reloj, porque el alejamiento de la luna de la Tierra es de una distancia de 4 cm por año, muy pequeña, y no alcanza a ralentizar tanto a la rotación terrestre, asunto de gravedad. Pero en siglos menguara la gravedad que los sostiene atado, la rotación sería más lenta, y tendremos que ajustar el reloj a esas nuevas condiciones que nos impone las rocas en el espacio. En este evento, nuestras vidas, tanto en nuestro crecimiento natural como en lo social, continuarían su ritmo normal. Al igual al árbol que no crece si se añaden centímetros al metro, nosotros no crecemos o envejecemos más si le añadimos o quitamos rayitas o granos de arenas al reloj. De igual modo, el hierro de las rejas de nuestras viviendas continúan su proceso de oxidación normal, puesto que este fenómeno depende de la acción del oxígeno sobre este elemento, y es un proceso que únicamente se suspende si nuestra atmosfera dejase escapar el oxígeno, y no por la manipulación de las horas o movimientos terrestres.
     Sobre la ralentización de la Tierra debido al alejamiento de nuestra luna, merece una explicación más detallada, que daremos más adelante.
     La trasformación de cada individuo y de todo lo que nos rodea se da en simultánea con los ciclos terrestres, no obstante, dicha transformación seguiría su curso normal sin ciclos o con ciclos. Un ciclo terrestre en este momento está aconteciendo en simultánea a cualquier evento social y natural, por ejemplo, mientras leen este ensayo (social) está en puesta en marcha un ciclo de 365 días (natural), y aunque no lo notemos, envejecemos cada segundo (natural), ante esto: tenemos la noción de presente; y si ya sucedió el ciclo y el evento, es decir, ya leyeron el ensayo: aparece la noción de pasado; y si esperamos que el ciclo se repita, y planean leer el ensayo para más tarde o para el día siguiente: aparece la noción de futuro. tenemos que indicar lo que hacemos, lo que vamos hacer y lo que hicimos mientras la Tierra da vueltas, y cada recorrido terrestre lo ordenamos en secuencia o calendarios, y luego lo registramos en el álbum de la historia. Este álbum simplemente es una colección en secuencia de hechos presentes aderezados en recuerdos y expectativas.     
     Por otra parte, el reloj no se detiene si se suspendiese cualquier movimiento del planeta. El reloj no sufriría ningún cambio en lo físico ni en lo funcional si la Tierra dejase de girar, pues solo es una herramienta giratoria que obedece a un diseño del ser humano, no decide por sí mismo, el reloj no tiene poderes sobrenaturales para hacerlo. Igual sucede con todos los objetos creados para girar, como son: las ruedas de los carros, carruseles, ruletas de la suerte, ventiladores, etc. al igual que las manecillas giratorias del reloj, estos objetos no se detienen al suspenderse el caminar de la Tierra en el espacio, si han de suspenderse lo harían por el deterioro de la vida útil, daño o manipulación del hombre. Las agujas del reloj seguirán caminando si el recorrido terrestre se detiene, pero en este caso no contabiliza nada, se vuelve un objeto inútil, o un objeto decorativo, o un simple cachivache.  Otros instrumentos de mediciones físicas, como la cinta métrica o el termómetro no se hacen inútiles, pues en un suceso como ese, que nuestra gran roca dejase de girar, a todo lo que habita en nuestro planeta se les seguiría midiendo su volumen, su diámetro, su temperatura, etc.
      El tiempo (resultado de ciclos) y el  reloj (herramienta) no tienen ninguna influencia ni dependencia con la composición de la materia. Al binomio reloj-tiempo no le interesa las características de la materia, para nada le interesa si es grande o pequeña, con poca o mucha masa, si es gaseosa o rocosa, si es lisa o pedregosa, blanca o negra etc.: solo le interesa que gire. 
     Prácticamente el objetivo del binomio reloj-tiempo es enumerar el orden de transformación de la materia, un orden ascendente e inquebrantable como lo es germinar, crecer, reproducirse y morir.
     En cuanto al final del tiempo, señalamos que las primeras partículas subatómicas tienen que cumplir la función de girar constantemente para que naciese el concepto del tiempo, luego se hicieron más evidentes en los grandes cuerpos celestes. Teniendo este concepto claro, otra definición del tiempo sería: «El tiempo es la cantidad de ciclos (o fragmentos) de las masas giratorias, y todas las variaciones que se presenten en la descomposición del planeta y todo lo que habite sobre ella, contabilizadas por el reloj». Por todo ello, el tiempo vacía su vaga existencia cuando las masas dejasen de dar vueltas. O sea, el tiempo desaparece aunque la masa no desaparezca y siga transformándose, y continuemos habitando sobre ella, siendo así, no hay nada que medir constantemente.
     Si la Tierra paraliza sus movimientos tendríamos que buscar otro cuerpo celeste al cual le midamos sus ciclos, puesto que para cada civilización es imprescindible medir las variaciones de cada masa y los eventos naturales y sociales, y registrarlos en el álbum de la historia. Para tal labor tendríamos que referenciarnos con los movimientos de la luna, de los planetas o las estrellas, de esa manera retomar sus patrones como lo hicieron nuestros antepasados. Si tomásemos los ciclos de la luna, pues es lo más cercano que tenemos, al hacerlo celebraríamos nuestro cumpleaños y año nuevo cada 28 días. De hecho, las fases de la luna en algún momento fueron referencia para calcular el tiempo. Otra solución sería construir un dispositivo que gire constantemente, y que esté ubicado a la vista de todos sus habitantes.
     Por ventura, los movimientos cíclicos son propios de los cuerpos celestes, siempre van existir los cuerpos que giren en el espacio y, y obviamente, a la vista de toda civilización; por ende, siempre va existir el tiempo, será perdurable, aunque nunca dé ni un solo pasito a la eternidad. Y como diría algún filosofo, el cual no recuerdo, dijo más o menos así: «La  eternidad es como el deterioro de una esfera de hierro del tamaño de la estrella más grande del universo, que para tal propósito, una hormiga tiene que surcarla las veces que sea necesario, esto para que con sus patas desgastase totalmente la gran bola de hierro, y cuando lo consiguiese finaliza la eternidad».         

Banana madura no vuelve a verde
     En unas de las sagas de Superman, vimos como este súper héroe con su inmenso poder le dio reversa al eje de rotación de la Tierra, sin más no recuerdo fue con el objetivo de volver al pasado y reconquistar a su novia. Desde luego, se trata de ciencia ficción, donde todo es posible. Aunque sea muy entretenido todo, bajo ninguna circunstancia debe estar en concordancia con la ciencia. Muy a la ligera se le da importancia a los viajes través del tiempo, se exista un tonto empeño en «crear» maquinas del tiempo, lo cual es más descabellado que las historias de superhéroes. Carece de toda lógica el pensar que dejamos de crecer y nos hacemos niños de la noche a la mañana, o volvemos a nuestro pasado solo por el hecho de que la Tierra haya rodado al revés; o por el contrario, nos trasportaremos al futuro y envejeceremos más de prisa si la Tierra acelerase su rotación o traslación. Se nos olvida que habitamos en una roca giratoria, como expresamos en el capitulo anterior, y que sus giros son independientes al cumplimiento que tiene nuestro organismo a un proceso evolutivo guardado en un código genético, inquebrantable, que por el momento no tiene reversa, o de ir hacia atrás y volvernos niños, o de acelerar y volvernos ancianos en un instante. Ese proceso evolutivo de todos los seres vivos es lento, no podemos saltarnos sus normas por los cambios de los movimientos del planeta en el espacio, o si viajamos en una nave a velocidades cercanas a la luz. Tenemos un «chip» incrustado desde el origen de la vida, al cual llamamos código genético, o selección natural, o un sistema genético evolutivo, o como lo queramos puntualizar. De todos modos, ese plan es lo que determina nuestras funciones y transformación biológica, y en ningún modo lo determina los movimientos de los astros o la velocidad de una nave. También dijimos que ese proceso evolutivo no es descendente, es ascendente como el nacer, crecer, reproducirse y morir. No tiene reversa. Todo cambio físico o morfológico, o cualquier mutación tienen que «pedirle autorización» a nuestro sistema genético evolutivo, visto que dichos cambios se realizan lentamente, en miles o millones de años, no lo hace en un santiamén por el hecho de que algún cuerpo celeste haya cambiado de ritmo en sus ciclos espaciales, o por el hecho de que estemos montados en una utópica nave que viaja a través del tiempo.  
     La Tierra siempre gira constantemente a medida que todo ser vivo cambia biológicamente, digamos el caso la metamorfosis de las ranas o la germinación de una semilla a árbol, o en nuestro caso el paso generacional de bebés a adolescentes. No obstante, todos esos cambios continúan aunque el planeta deje de girar, porque el tiempo es independiente a la composición de la materia. Siendo así, la mutación o deterioro de nuestro cuerpo y, en general, de toda la materia también es independiente al tiempo. Al habitar la vida sobre una roca que no deja de dar vueltas, es viable ordenar los sucesos, tanto sociales como naturales, en secuencias, estableciendo así: un pasado, un presente y un futuro. Asimismo, nuestra anatomía no se aligera o ralentiza por el hecho de que la Tierra háyase acelerado o desacelerado sus movimientos. Una rana no vuelve a ser renacuajo si nuestra esfera celeste «decidiese» girar al revés. Nuestros abuelos no pueden regresar a la matriz y volver a nacer. Sí fuese así le estaríamos dando crédito a la existencia de fantasmas y zombis. Resignémonos en aceptar que nadie puede retornar a la edad media ni mucho menos a la época de los dinosaurios, no hay la posibilidad de que un río regresase a su manantial. Tampoco nos trasportaríamos a una época de robots y carros voladores si la tierra acelera sus movimientos espaciales.
     La materia inerte tampoco se transforma y deteriora por los movimientos de aceleración o desaceleración de las masas. Los seres inertes, aunque no obedecen un código genético, sí obedecen patrones físicos inquebrantables como lo es la oxidación de algunos objetos, los cuales no vuelven a hacerse nuevos con el giro en reversa del planeta; tampoco se deterioran al instante, en caso tal de acelerar el giro terrestre.
     No podemos engañar al método de dotación por radiocarbono, conocida por la prueba del carbono 14, una técnica para conocer la edad de muestras orgánicas de menos de 50 mil años.  
     Del mismo modo, si la Tierra invierte sus movimientos, ella misma no volvería a hacerse joven; tampoco el sol ni sus planetas vecinos. ¿Acaso volveríamos a los orígenes del sistema solar?, ¿acaso todos los planetas retornarían a ser planetesimales? De ninguna manera, la Tierra no retornaría a ser un residuo espacial como lo fue en sus orígenes, cuando giraba alrededor de un sol lozano, sino que continuará girando alrededor de la enana vieja que tenemos en la actualidad.
     Sabemos que el planeta Venus mantiene una rotación inversa. Entonces, elucubrando un poco, contestemos estas preguntas: ¿Qué tal si hubiese existido vida antes de ser impactado por el objeto que hizo alterar su eje de rotación?, como expresa la teoría; ¿y qué tal si esa catástrofe espacial haya dejado sobrevivientes? Pues en este caso, esos suertudos venusianos sobrevivientes no retornaron al pasado solo por el hecho de que Venus cambió su giro de rotación. No retornaron a su época prehistórica, y luego evolucionaron o volvieron a nacer para poblar de nuevo el suelo de Venus, de ningún modo pudo haber sido así. Esos utópicos sobrevivientes son la estirpe de una civilización del pasado, hicieron parte de un mundo que ya existía. Para ellos todo fue ascendente, a lo mejor habitaron en sus cavernas, descubrieron el fuego, tuvieron su propia edad media, su revolución industrial, etc. Evolucionaron en miles de años, hasta que la última civilización se topó con la gran catástrofe que puso su mundo girando al revés. Esos venusianos solo sobrevivieron a la catástrofe, no volvieron a la época de las cavernas, y en la actualidad su sol nace en la posición donde se ocultaba anteriormente. Su planeta gira al revés, pero no sus vidas. Y si pudiésemos comunicarnos con ellos, no lo estaríamos haciendo con fantasmas que regresaron del pasado o zombis venusianos, simplemente estos seres son el fruto de la nueva generación que sobrevivió a una catástrofe espacial, vivida por sus ancestros, los cuales están sobre una roca gigante, al igual que nosotros; lo que sucede es que la roca de ellos gira en sentido contrario a nuestra.
     Si la Tierra rodase al revés, tampoco las manecillas de los relojes rodarían al revés como por arte de magia. ¿Por qué han de hacerlo?, ¿acaso las elipses de un ventilador también van a girar en sentido contrario?, ¿y qué pasa con un reloj de arena, sus granitos se devuelven al recipiente anterior? Claro que no, pues son objetos creados por la mano del hombre y, como todos los objetos, estos solo se detienen por su deterioro, una falla mecánica, agotamiento de su vida útil o por la manipulación de su creador.
     El reloj de manecillas, al igual que las llantas de los vehículos o a los carruseles, están diseñados por el hombre para ir en un solo sentido circular constante, estos siempre seguirían su marcha normal si la Tierra girase al revés o no. Estos objetos en ningún modo posible girarán en reversa o más de prisa, a menos que la mano del hombre la sincronice para ir en sentido contrario, o a un nuevo ritmo de velocidad. Al igual, ningún objeto que marche en un sentido lineal y pegado al suelo terrestre, como un automóvil, de ninguna manera tiene que devolverse si la Tierra girase al revés. Y un objeto que marche en sentido lineal en el cielo, como un avión, tampoco devuelve su dirección de vuelo; pero desde nuestra perspectiva, el objeto pareciese que habría cambiado de sentido al rodar la Tierra al revés.
     No sobra decir que el reloj tampoco puede acelerar sus manecillas si la Tierra acelera sus movimientos en el espacio, si fuese así también tendrían que hacerlo todos los objetos diseñados para girar, como un ventilador o una llanta de un vehículo. Si lo ilógico se impusiera, en este último caso, todos los automóviles acelerarían de tal modo que no habría semáforos que detuviera, y el caos en las calles sería monumental. Todo porque el reloj también es materia, no tiene poderes sobrenaturales para detener sus manecillas y luego inmolarse si viaja a velocidad de la luz, como lo hemos vistos en algunas animaciones de los canales científicos de tv. Pues es imposible que un reloj se autodestruya si viaja a velocidad de la luz, ya que simplemente es un instrumento creado para registrar ciclos terrestres y no la conciencia de los hombres.
       En el planeta cada ser vivo tiene su promedio de vida determinado, producto de un proceso evolutivo largo, tal vez guardado en un código genético, y es un promedio de vida diferente entre cada especie. Una planta de cebolla tiene un promedio de vida de 10 días, un pino 50 años, un perro alrededor de 15 años, mientras el código genético de una tortuga determina que esta puede vivir 100 años, y el promedio de vida de los humanos está entre 75 y 80 años en los países ricos. La evolución lo quiso así. Por lo tanto, ningún ciclo o movimiento de la Tierra o de cualquier objeto celeste, o la distancia entre dos objetos celestes, o la velocidad de la luz, no ejercen ninguna influencia en acortar o prolongar cualquier promedio de vida de cualquier especie. Otros factores como el medio ambiente, el índice de pobreza, temperatura, la contaminación, procesos químicos, la ignorancia, etc., incluso, una mutación genética es lo único que podría influir en acortar o prolongar la vida.    
    La transformación de la Tierra, la evolución o el deterioro de todos los seres que habitamos en ella, los eventos naturales y sociales de cada ser, la oxidación del hierro, la pérdida de combustible del sol, el nacimiento y muerte de una estrella, etc., son independientes al conteo de los ciclos de la Tierra y, por ende, también independientes al tiempo, al espacio, a la distancia y a la velocidad de la luz. Sabiamente dice la canción: «Banana madura no vuelve a verde, y el tiempo que se va no vuelve».

El tiempo no se crea ni se destruye, tampoco se transforma         
     De la frase célebre: «nada se crea ni se destruye, solo se transforma», se concluye que siempre existirán las magnitudes físicas en el universo. Ante este concepto siempre existirá una cinta métrica midiendo longitudes, porque las masas, tanto grandes como pequeñas, son reciclables y, por ende, siempre existirán. Las masas albergan energía, se necesita medir dicha energía, como resultado apareció el termómetro y la noción de temperatura; se necesita una atmósfera para vivir en cualquier planeta, así que nació el barómetro y la percepción de presión atmosférica; necesitábamos medir los líquidos, entonces se estableció el litro y volumen; era necesario saber la próxima cosecha de tomates, brotó el reloj y el misterioso tiempo; etc. Como apreciamos: siempre existirá el concepto de magnitud. Pero esa célebre frase tiene su excepción, dado que el tiempo no se crea ni se destruye, tampoco se transforma. Al ser el tiempo algo intangible, esa frase solo encajaría en lo referente a la materia. Como explicamos, para que germine el tiempo solo se necesita que un cuerpo celeste gire constantemente. Y tampoco se destruye, pues en el universo siempre existirá la materia, la cual lleva intrínsecamente sus movimientos constantes en el espacio; además, nunca se podrá transformar, no reducimos ni  alargamos el tiempo.
     Existen diferencias muy marcadas entre el tiempo y las demás magnitudes, las cuales precisamos a continuación:
1. El tiempo es la única magnitud intangible. Un cuerpo puede aumentar o disminuir su masa, o su temperatura, o su volumen, o sus movimientos en el espacio; mas no puede aumentar o disminuir el tiempo. Como lo hemos señalado en lo corrido del texto: «Nuestro sistema biológico es independiente a cualquier cambio de movimiento celeste; por lo tanto, si cambiasen los movimientos de la Tierra en el espacio, no rejuvenecemos ni envejecemos más de lo normal». Quiere decir que el tiempo no aumenta ni disminuye al acelerar o ralentizar los movimientos terrestres. Esto es debido a que el tiempo es la única magnitud física intangible, aunque su instrumento de medición, como lo es el reloj, no lo sea. Las otras magnitudes con sus respectivos instrumentos de mediciones son tangibles, las podemos palpar y partir en los pedazos que queramos, como por ejemplo: la cinta métrica que mide la longitud de un cuerpo, aquí a un árbol lo podemos cortar, y disminuye su longitud; otro ejemplo es el termómetro y la temperatura, la báscula y el peso, etc.
     Ejemplifiquemos esta situación para quedar tranquilos. Al medir una pared contabilizamos su longitud con la cinta métrica, y si después le añadimos más ladrillos a la pared, claro, aumenta su longitud; pero ante este cambio de longitud no le añadimos ni un solo centímetro a la cinta métrica sino solo a la pared. Esto sucede porque ambos elementos son tangibles, lo podemos palpar a simple vista. Por el contrario, si la Tierra girase más de prisa en su eje de rotación, digamos que aumentase de 24 a 28 horas al día, en este caso necesariamente tendríamos que añadirle cuatro números al reloj o echarle más granitos al recipiente del reloj de arena, para que de este modo ajustemos las nuevas condiciones que nos impone el movimiento de rotación. Pero eso no significa que nosotros suframos cambios repentinos, que mutemos de repente y nos hagamos más viejo o más joven; es decir, que nos transformemos para ajustar nuestras vidas a los cuatro numeritos del tiempo. Pero como también lo hemos expresado a lo largo de este ensayo: nuestro tiempo, nuestras vidas, cada evento natural y social, la trasformación de la materia, las variaciones de cada uno de estos eventos seguirían su curso normal. Por ningún motivo se le añadirían cuatro canas a la primavera.   
     En cuanto a este hecho, de que en el futuro tengamos que añadirle más números a nuestro reloj actual, no está lejos de la realidad. El ritmo de velocidad de los movimientos de los cuerpos celestes, el acelerar o desacelerar, dependen de la injerencia de otro astro. Estos fenómenos ocurren por las leyes de la gravitación universal de Isaac Newton. En nuestro caso, el planeta Tierra desacelera al alejarse nuestra luna, como lo dijimos al principio, esta se aleja 4 cm por año. En este momento la Tierra desacelera, siendo una cifra muy pequeña que no alcanzamos a palparla en nuestros días; pero dentro de unos cuantos milenios será evidente, quizás los mares serán tranquilos, y los eclipses solares se parecerán a la figura de un ojo cósmico mirándonos, las aguas de los mares serán más tranquilas y no erosionarían las rocas, por tanto, los continentes no se hundirían en el mar. Pero en lo concerniente a este ensayo, es que al alejarse la luna, esta ejercería poca influencia gravitatoria sobre nuestro planeta, ante este fenómeno la Tierra ralentizará su movimiento de rotación, esto nos indica que en un futuro los días serán más largos. Como consecuencia tendríamos que añadirles más números o granos de arena al reloj.
     Elucubremos al respecto. Supongamos que en el futuro la rotación de la Tierra llegase a 28 horas, obvio, tendríamos que ajustar un reloj a 28 horas: 14 horas para el día solar, y la misma cantidad para la noche. En este ejemplo el reloj quedaría con 14 palitos o números. Solo le agregamos cuatro horas al reloj; pero no le agregamos ni un solo segundo o minutos a nuestra evolución, y la futura generación no va envejecer más lentamente que la nuestra. Solo se amplió la duración del día terrestre, el desarrollo biológico de los individuos continúa dentro de las leyes naturales (anatómicas), ya que es un proceso inquebrantable.
     A medida que la luna se distancie de nosotros, gradualmente tenemos que manipular el reloj con el avanzar de su lejanía (hasta el momento no se hace). Primero ajustamos los segundos, después minutos y por último las horas. Supongo que este ajuste ha de realizarse cada siglo, cuando la ralentización de la Tierra se haga notable, por el momento no lo es.   
2. Solemnidad a cada ciclo terrestre. Otras de las diferencias entre el tiempo y las otras magnitudes radican en la solemnidad que le damos a la medición de cada giro de la Tierra en el espacio. Al medir los movimientos del planeta con el reloj convertimos ese acto natural en una fiesta para nuestras vidas. Como cuando festejamos el año nuevo o nuestro cumpleaños con bombos y platillos. Con este acto le damos al tiempo la categoría de enigma, cuando lo que verdaderamente hicimos fue contar con el reloj un ciclo ya cumplido y otro que comienza. Por el contrario, cada vez que medimos un poste con una cinta métrica no festejamos esa acción, tampoco hacemos fiestas con champaña y globos al medirnos la temperatura corporal, ni mucho menos tiramos la casa por la ventana al calcular el volumen del agua en un recipiente.
     Todo esto ocurre porque el tiempo es intangible y el reloj es la parte tangible, tenemos la creencia de que el binomio reloj-tiempo es lo mismo. Al creer que son lo mismo da para más confusiones de las que tenemos, tanto así que nos inventamos absurdos viajes a través del tiempo.
     Al ser el tiempo el resultado final o fracciones del conteo de los ciclos de las rocas giratorias hechas por el reloj, lo que nos arroja es el resultado de la medición de los acontecimientos, tanto naturales como sociales, en fechas y efemérides. Las fechas y sucesos son algo intangible o abstracto, y, siendo así, el tiempo también lo es; no obstante, lo sentimos como algo concreto que viene y se va, lo que llamamos noción del tiempo, lo cual detallaremos más adelante. El reloj es lo tangible en esta relación, y así lo sentimos. No sucede así con el concepto de longitud, pues la cual es el resultado de la longitud de las masas hechas con la cinta métrica. Una pared o un árbol se puede medir cuantas veces se quiera, cuyo resultado se consigna en una tabla de valores específica, y no en el álbum de nuestras vidas, no celebramos esa labor de medir longitudes ni volúmenes. Es decir, la pareja cinta métrica-longitud representa algo concreto, tanto así, que se puede medir la longitud de la pared cada vez que se quiera medir; no sucede así con el reloj-tiempo que solo representa fechas y acontecimientos, lo cual son variaciones irrepetibles, es decir, solo se puede medir una vez en nuestras vidas.
3. La hora solo es un patrón de nuestro ciclo terrestre. Recordemos que toda dimensión se mide utilizando un patrón como referencia, ejemplo: el metro o cien centímetros es el patrón de la longitud; el kilogramo o mil gramos es el patrón en la masa; y la hora de 60 minutos es el patrón del tiempo. Todo modelo estándar de medición es una fracción de un todo, y la base de algo que posea cualidades de pequeño, grande o infinito. El metro es una fracción o base medible de toda la longitud infinita del universo. Esto quiere decir que el centímetro, el metro, el kilometro, etc., son solo una pequeña fracción de toda la longitud del universo. Asimismo, el gramo y en kilogramos son solo una pequeña fracción de toda la masa del universo. Pero la hora es una pequeña y falsa fracción de la eternidad.
     Con el reloj ocurre algo semejante pero a la vez extraño, y de aquí otra diferencia con las otras magnitudes. Los patrones de segundo, de minuto, de hora, etc., son fracciones de algo medible y finito como lo es el ciclo de rotación de la Tierra de 24 horas, o de traslación de 365 días; pero no son pequeñas fracciones de los movimientos de las otras esferas del universo, de todo movimiento circular y constante del universo. Quiere decir que el minuto o una hora no son una fracción de los movimientos del planeta Júpiter ni tampoco de un planeta extrasolar; por el contrario, un centímetro o un metro es una pequeña fracción de la longitud de la Tierra, del planeta Júpiter y de todo el universo. No obstante, siendo los únicos seres con vida inteligente, con nuestro patrón del tiempo como la hora o minutos hacemos todos los cálculos de todos los ciclos de los planetas del sistema solar, de los extrasolares, de las galaxias, y de todo lo que se mueva en el universo. La hora terrestre es algo así como la hora intergaláctica. Quizás si existiese vida alienígena en cualquier planeta, ellos tendrán su propia hora intergaláctica, hora basada a lo que arroje los movimientos de su planeta; en tanto su tiempo será el mismo del que tenemos aquí en la Tierra, e igual al tiempo del último planeta de la última estrella del último universo.  
     La hora, el patrón universal del tiempo, es una pequeña fracción de un ciclo de la Tierra, digamos una pequeñísima y falsa fracción de la eternidad; es decir, una fracción de algo intangible, inexistente como lo es la eternidad. Mientras el metro es una pequeña fracción del universo, algo que es tangible y, por supuesto, existente, no importando que sea infinito.
4. Al tiempo solo le interesa el movimiento de las esferas celestes. Al indicar que el tiempo es la medición y registro de los ciclos de las masas giratorias por medio del reloj, el binomio reloj (herramienta) y tiempo (resultado de ciclos) no tienen ninguna relación con las características físicas de la materia en sí, sino con los movimientos circulares y constantes de la materia en el espacio. Señalamos que al tiempo y reloj no le interesa si la materia es grande o pequeña, si es gaseosa o rocosa, si es lisa o pedregosa, blanca o negra etc., solo le interesa que la materia gire. Tampoco importa que girase a mayor o menor velocidad, por todo ello, no nos deterioramos por ninguna característica de la materia, no dependemos de esta, sino de una evolución biológica. Contrario a esto, en el binomio cinta métrica y longitud sí está muy ligada a la materia, le interesa mucho sus cualidades, como lo es lo grande o lo pequeña que esta sea; a la pareja termómetro y temperatura solo le interesa si el cuerpo celeste es gaseoso o rocoso.
5. La medición del tiempo es irrepetible. Lo expresamos levemente en puntos anteriores, podemos medir el tamaño de un árbol o el de un edificio cuantas veces queramos; del mismo modo, al pesar una libra de arroz en una báscula, la pesamos cuantas veces queramos hacerlo; también al medir el volumen de un cuerpo, o la temperatura de un cuerpo, etc. Por el contrario, el conteo de ciclos es algo irrepetible, no podemos devolver un ciclo terrestre para volver a medir la duración o variación de algo ya medido por el reloj, y mucho menos los sucesos biológicos y naturales que acontecen en cada giro terrestre, son eventos ascendentes, sin reversas. El crecimiento de un árbol a través del tiempo ya quedó apuntado en una fracción de la eternidad, es un hecho irrepetible. Esto es: todo ciclo o fracción de los giros de la Tierra, y los procesos biológicos de todo ser son irrepetibles, no podemos regresar al pasado, nuestra evolución ascendente no lo permite, nuestras vidas es ascendente.
     Pero para darle gusto a nuestra imaginación, supongamos que alguien regresase al pasado, ¿En qué parte del libro de la historia se escribiría ese nuevo suceso?, ¿se escribiría antes o después de nuestros días?   

¿Por qué sentimos el tiempo acariciar nuestra piel?
     Es preciso recordar, una vez más, que tanto los eventos sociales como los naturales de los seres vivos e inertes acontecen en simultánea con los movimientos cíclicos de la Tierra. Nos da la noción de tiempo toda esta compleja mezcla de amaneceres y ocasos con el proceso biológico, con el deterioro de la materia, y la vida social de todo individuo. Es decir, todo lo que acontece a nuestro alrededor, en simultánea con todo el deterioro de la naturaleza y con los eventos sociales: es la noción del tiempo.
     Todo evento tiene una variación por muy minúscula que sea. Sentimos aparentemente la existencia del tiempo presente cuando comienza un nuevo ciclo; sentimos el pasado cuando un ciclo llega a su fin y comienza otro; y anhelamos un futuro cuando esperamos que un ciclo llegue a su fin. Al anhelar el fin de un movimiento terrestre (final del año), todas las conexiones de nuestro cerebro convierten ese presente en un inexistente futuro. Y cuando el ciclo llega a su fin y comienza otro, esas mismas conexiones convierten ese mismo presente en un inexistente pasado (pasó el año). Lo cierto es que solo existe el tiempo presente, desde allí anhelamos y recordamos; y estos dos aspectos de anhelar y recordar son solo emociones, algo biológico e intangible, del ser humano.
     Nuestra mente anhela que llegue un ciclo o varios ciclos terrestres a la vez (que pasen los días, meses y años rápidamente), esto según el afán de cada persona. Anhelamos un futuro pronto (que llegue un solo ciclo) cuando deseamos un nuevo amanecer; o un futuro lejano (que pasen varios ciclos para llegar al ciclo que deseamos) cuando deseamos que desfilen varios amaneceres para que llegue otro mes y otro año. Contrario al anhelo del futuro o al anhelo de nuevos ciclos, al pasar esos ciclos que deseamos en algún momento, sentimos nostalgia por ello. Recordamos un pasado reciente (un ciclo), un ayer, y un pasado lejano (pasaron varios ciclos), varios ayeres.   
    Lo único claro es que estamos en un solo hoy, añoramos ese hoy, esperamos un mañana y nos llega el mismo hoy. El presente no ha dado ni un solo pinito a la eternidad. Estamos atornillados en un eterno presente girando sobre una roca gigante, donde el reloj solo contabiliza las vueltas de dicha roca, y por supuesto, cada variación de los eventos que allí se cumplan. Mientras esperamos el comienzo o final de un ciclo estamos siempre estacionados en un presente, visto que toda la trasformación de la materia se da con o sin los giros terrestres.
     Sin los movimientos de la Tierra no sentiríamos el pasado o futuro, solo sentiríamos el presente. Veríamos estático al sol y las estrellas, en una zona tendríamos una eterna noche y en otra un eterno día, nada de amaneceres y años nuevos que festejar. Nunca sabríamos cuando comienza y concluye un nuevo ciclo. Pero la evolución y toda la transformación de la materia seguirá su ritmo normal, los arboles seguirán creciendo, creciendo al nuevo ritmo que impongan los movimientos de la Tierra, esto porque habrá una sola noche y un solo día.
     Todo se altera, siempre hay variación a nuestro alrededor y en nuestro ser mientras la Tierra se mueve entre amaneceres y ocasos. Se altera el movimiento de los ciclos de las esferas celestes, y asimismo los movimientos de los seres vivos e inertes. Toda generación ve crecer una planta, secarse un río, crecer una montaña, nacer una isla, crecer un hijo, crecemos nosotros, se nos cuartea la piel, vemos envejecer a nuestros padres, oxidarse nuestras ventanas, enfrentamos competencias deportivas, etc. Todas las cosas en el mundo sucede bajo el marco de la observancia de rotaciones y traslaciones, adornadas por eventos naturales como la evolución y el deterioro de todo ser vivo e inerte; también adornadas por eventos sociales, como cumplir nuestras metas en la vida. Esta mezcla de ciclos y sucesos nos hacen sentir el tiempo transpirar en nuestra piel. Nuestro cerebro no está adaptado para percibir todos los movimientos celestes, cotidianos y los que ocurren fuera de nuestro planeta. Se le hace difícil enlazar y unificar esos movimientos. Lo cierto es que todo ocurre en simultánea entre los giros terrestres y los procesos evolutivos naturales y sociales. Son tres movimientos que el cerebro tiene que interpretar: Los movimientos celestes (rotaciones y traslaciones, los movimientos evolutivos (nacer, crecer…), y los movimientos sociales (estudiar, trabajar, jugar…). Y el asunto a donde quiero llegar es que vivimos en constante movimiento, por tanto, siempre va existir una variación que contar con el reloj, desde el parpadeo de nuestros ojos hasta el nacimiento de una galaxia. Ante esto, nuestro cerebro procesa estos tres movimientos como un todo, haciéndonos sentir la noción del tiempo como algo real.
     Si cumplimos un año más de vida es porque nuestra gran roca giratoria en el espacio ha terminado y comenzado un ciclo, paralelamente en ese movimiento hubo un cambio leve en nuestra complexión y en la de los demás seres, tanto vivos como inertes. Todo en dentro de un marco evolutivo y social, lo cual engaña a nuestro confundido cerebro y nos hace pensar que nos volvemos viejos cada vez que la Tierra cumple con un movimiento natural. Cada ser vivo está fusionado a un desarrollo biológico, mas no al tiempo.   
     Ahora bien, retomando algunas de las preguntas más complejas de la ciencia y filosofía, las que tanto han inquietado a toda la humanidad: ¿Realmente existe el tiempo?, ¿por qué tenemos noción de él?, ¿por qué lo sentimos venir y partir?, ¿por qué sentimos algo intangible?, ¿cómo nació el concepto de presente, pasado y futuro? La respuesta la encontramos en varios factores, como son:
1. Brindarle solemnidad a los ciclos terrestres. Reseñamos brevemente esta particularidad cuando abarcamos la diferencia del tiempo y las demás magnitudes. El hecho de festejar el final y comienzo de un ciclo natural terrestre nos hace ver como si el tiempo fuese algo concreto, que sentimos como algo que viene y se va, esto por la incapacidad de nuestro cerebro de informarnos a cada instante, a cada momento, que lo que realmente viene y se esfuma son los ciclos de nuestra roca giratoria, mas no el tiempo, todo esto mientras la materia se deteriora y recicla.
     Esta confusión radica en que al final e inicio de cada ciclo convertimos este fenómeno natural en un gran evento social, un gran acontecimiento para nosotros, algo especial para nuestras vidas. Un claro ejemplo es cuando festejamos nuestro cumpleaños o el año nuevo (ciclo largo). En cambio en los ciclos pequeños no lo asumimos como festejos, sino como compromisos que cumplir (por decir algo), ejemplo: el salir a trabajar en cada amanecer y regresar en el crepúsculo de la tarde. No festejamos con fiesta el nuevo amanecer, a menos que sea la fiesta de cumpleaños y nos den serenata. Lo que digo es que no sucede así cada vez que midamos un poste o un árbol con una cinta métrica, o calculemos el volumen del agua,  en estos casos no festejamos esos eventos, solo lo apuntamos en una tabla de medidas o en un inventario.    
     Cada vez que la Tierra finaliza un movimiento de traslación festejamos el gran acontecimiento del año nuevo, una gran fiesta mundial. Esa ceremonia humana se incrustó en nuestra piel y en nuestro cerebro, y nos hace sentir como si verdaderamente el tiempo hubiese pasado. Cada neurona ha asumido que nos vamos volviendo viejos porque estamos acumulando vueltas terrestres o años, algo muy errado, pues sabemos que envejecemos con vueltas o sin vueltas. La acumulación de ciclos es solo una estadística, en realidad nuestro cuerpo no acumula vueltas de traslación, simplemente nuestra fisionomía se transforma dentro de un marco evolutivo, y esta variación de envejecimiento se dará siempre, aunque la Tierra no gire. Al celebrar un nuevo ciclo de traslación terrestre, solo estamos añadiendo deterioro a nuestro organismo, a  «nuestra vida útil». 
     Nuestro cumpleaños es otro ejemplo de la solemnidad de los movimientos terrestres, otro ciclo que convertimos en una gran ceremonia para nuestras vidas, un año más de vida; pero solo es un nuevo giro de traslación que llegó a su final y da apertura otro. Y así hay muchos eventos importantes que presentan al falso tiempo como algo real, como lo son: la navidad, el día de las madres, las estaciones del año, un mundial de futbol, además de otros. Y si al final de cada ciclo lo envolvemos con las siguientes expresiones repetitivas: ¡Un año más de vida! ¡Feliz navidad! ¡Feliz cumpleaños! ¡Feliz año nuevo! ¡Feliz aniversario! ¡Feliz día de las madres, ¡Ya comienza otra temporada de futbol! etc.: cada expresión se instala en nuestra memoria y ayuda a confundir más nuestra mente.
     Esa es la realidad, todo lo que presenciamos es el deterioro de la materia en general mientras la Tierra da vueltas. Y como todo en el universo no se pierde sino que se recicla, básicamente lo que presenciamos es el reciclaje y trasformación de la materia, y no el caminar del perezoso tiempo.
     Ahora en cuanto a la rotación terrestre, como hemos señalado, no celebramos la salida ni la puesta del sol cada día, pero sentimos que el tiempo pasa, sin embargo, no nos hace sentir que envejecemos, ya que es un fenómeno corto. Ese ciclo lo asumimos como un compromiso de actividades diarias, casi constantes, de cumplir una labor cada vez que la claridad del sol traspasa nuestra ventana. Ejemplos de estos compromisos son: ir a estudiar por la mañana y regresar al mediodía; o ir a trabajar por la mañana y regresar por la noche; o vagabundear, etc. Aunque no hagamos nada en todo el santo día, de todos modos es una actividad, pues siempre habrá variaciones de todo tipo en horarios determinados, como: desayunar, almorzar, bañarse, ver tv, etc. Cada vez que cumplimos estas actividades dentro del caminar del sol y su sombra en el suelo (recuérdese que los primeros relojes fueron la proyección de la sombra del sol), nuestro confundido cerebro siente que ha transcurrido el tiempo. Ese acto repetitivo de ver amaneceres y ocasos (rotaciones), incrustados dentro de afelios y perihelios (traslaciones), nos hace creer aún más en el caminar del falso tiempo. Todo es un simple ciclo de nuestra roca, independiente a cualquier suceso o actividad diaria.
     Para más confusión a nuestro raciocinio: la posición o recorrido del sol hace cambiar el color del cielo y del paisaje terrestre. Tenemos el día adornado de distintos colores, así: auroras rosadas, mediodías azules, atardeceres anaranjados y noches oscuras. A estos colores le dimos el nombre de: mañana, mediodía, tarde y noche. Ver pasar estos colores del cielo lleva intrínseco el falso paso del tiempo.    
     Lo anterior es un bello fenómeno natural que nos hace sentir el tiempo. Se presenta porque los rayos del sol caen con diferente fuerza a la superficie de la Tierra mientras gira, aunque en la realidad está «estático», puesto que lo que gira es la Tierra sobre su propio eje. En todo caso, es un fenómeno natural de todos los días.
     Entonces podemos decir que el horizonte condiciona al sol, razón por la cual vemos un mediodía con cielo azul, pues el sol está ubicado a una gran distancia del horizonte y está completo en el cielo y sus rayos caen directamente. Vemos amaneceres y atardeceres rojos o naranjas, puesto que el horizonte parte por la mitad al sol, esto hace que este se halle incompleto en el cielo y sus rayos no caigan directamente a la Tierra. El sol esta cerquita del horizonte y este le quita brillo, formando así los crepúsculos, en donde estos colores rojizos y anaranjados sobresalen siempre. Y vemos una noche oscura, por la ausencia del sol, el horizonte se lo tragó.
     Estos cambios rápidos y continuos del color del paisaje engañan más a nuestro confundido cerebro y hacen palpitar el falso tiempo. Cuando es de mañana nace el concepto de temprano, pues lo relacionamos con el sol saliendo entre dos montañas, pues todos hicimos esos dibujitos de soles y montañitas en la escuela. Y el concepto de tarde nace cuando el cielo azul vacía sus estrellas en el firmamento, la noche oscura nos indica que ya es muy tarde, y hay que dormir porque tenemos que madrugar para ir a laborar o ir a la escuela en el siguiente amanecer. Todo esto no es más que un ciclo que termina y otro que llega.
     Por lo demás, el concepto de tarde y temprano depende de las actividades y afanes de cada persona, se puede ser muy temprano en la noche, y muy tarde en la mañana, o viceversa. «No por mucho madrugar se amanece más temprano», dice el dicho.
     En realidad lo que acontece es el cumplimiento de algo natural, una simple vuelta (o fracción) de nuestro eje terrestre: el día, noche y un nuevo día, auroras y atardeceres. Cuando un ciclo de rotación terrestre llega a su fin, o una mañana da senda al mediodía, igualmente pensamos que el tiempo a trascurrido, aunque no muy rápido. No obstante, cada ser vivo e inerte se deteriora en una pequeña fracción cada día, pero no percibimos esa variación, sino cuando hayamos acumulado muchas rotaciones.
     Cumplimos eventos biológicos dentro de un ciclo natural terrestre. De igual forma efectuamos compromisos sociales, casi repetitivos todos los días, los cuales están muy ligados a nuestro ser, como lo hemos mencionado antes: ir al colegio o ir trabajar cada vez que nazca el sol, y regresar a nuestros hogares cada vez que el cielo pase de azul a naranja, e irnos a descansar cuando se asome un cachito de luna. Tenemos pegado en nuestra frente conceptos falsos como si fuesen algo real, estos son el presente, el pasado y el futuro. Es una difícil tarea deshacer esta falsa realidad de nuestro raciocinio cuando se aproxima las seis de la tarde, hora de salir del trabajo. En este ejemplo estamos deseando un futuro que no existe, visto que es el final de algo normal y natural como lo es un ciclo de rotación, simplemente el sol se está ocultando y dando paso al cielo oscuro. Y si al regresar a casa nuestra madre, mujer o hijos nos pregunta cómo nos fue en el día, al dar respuesta les estaremos comentando de un pasado que nunca existió. Todo esto no es más que un evento natural como lo es el inicio de un nuevo ciclo de rotación y la puesta de nuestro sol, junto a un evento social como es el hecho de interactuar con los demás, en este caso trabajar o ir al colegio.


     La especialización del trabajo impuso horarios que tenemos que cumplir, tareas que ejecutamos en ocho horas, y ese fragmento de rotación tampoco lo procesa nuestro cerebro, ya que este solo procesa con «tristeza» la hora de entrar a trabajar y con «alegría» la hora de salida. Y la alegría y tristeza son conceptos abstractos, intangibles, dos emociones de nuestro organismo que hacen parte de la vida y evolución del hombre, y en nada tienen que ver con el movimiento de la Tierra.
     Al considerar la mañana y su cielo rosado como el inicio del día, de inmediato pensamos en la noche oscura como un futuro cercano; y cuando estemos en la penumbra de la noche, de inmediato pensamos en el nuevo amanecer como otro futuro cercano, y así sucesivamente. Y si a estas divisiones de colores del día la envolvemos con estas expresiones acarameladas: ¡Buenos días! ¡Se fue la mañana! ¡Buenas tarde! ¡Buenas noches! ¡Mañana será un nuevo día! etc.; por supuesto, engañan más a nuestra mente. Nuestro cerebro no está diseñado para comprender esto cada día y en cada momento. Esta es una de las tantas razones del porqué tenemos la noción del pasado, del presente y del futuro cuando en realidad nuestro barco está anclado en un solo presente.
2. Las estaciones del año. El clima es otro factor que nos hace sentir el tiempo como una suave brisa acariciando nuestra piel, en el caso particular las estaciones del año. Aquí observamos que es el ambiente natural el encargado de hacer que un simple movimiento terrestre sea un gran suceso mundial. El clima cambia continuamente en el trascurso del giro de la Tierra al sol, debido a que sus rayos caen de manera diferente en la Tierra durante este recorrido, esto a razón de la inclinación terrestre de 23,5° en el plano orbital. Con estas condiciones en cada ciclo se agita el clima, el cual a la vez hace cambiar el paisaje de la naturaleza en cuatro estaciones que son: primavera, verano, otoño e invierno. Estas etapas son extremadamente diferentes entre sí: mucho sol, mucha nieve, flores abundantes, arboles desplumados, hojas verdes y secas, fuertes vientos, lluvia y sequia; días solares largos y noches cortas en el norte, y en el sur noches largas y días cortos, luego se invierte el fenómeno en los polos; equinoccios y solsticio. Con estos entornos «móviles» las personas ven pasar paisajes extremos uno tras otro mientras la Tierra cumple con sus movimientos naturales, y esos repetitivos cambios de paisajes engañan nuestra vista y, por supuesto, a nuestro cerebro, esto nos hace pensar que lo que se mueve es el tiempo y no el ciclo climático dentro de los ciclos terrestres.
     Los cambios de colores del día debido al paso del sol, esto mezclado al cambio del paisaje por las estaciones, son información confusa para nuestro cerebro, a este le es muy difícil procesar que lo que acontece son unos ciclos climáticos y de colores del cielo dentro de dos ciclos de movimientos terrestres.
     Pero, ¿Qué hay de los en lugares aledaños a la línea ecuatorial, donde no existen las estaciones? En el centro de la Tierra cae el sol rectamente durante el año, si bien no experimentamos las estaciones o los cuatro cambios de paisajes en el año sentimos un leve coletazo de estos. Solo tenemos dos estaciones del año (por decirlo de alguna manera): verano e invierno; pero también los campos florecen, y caen las hojas secas de los arboles. Y es que la inclinación de 23.5° de la Tierra aplica para todo el planeta, y eso lo notamos a simple vista, pues el sol no nace en todo el «centro» del este durante el año: en un periodo nace un poco hacía el noreste; y otro, por el noroeste. Por todo ello, los que estamos ubicados cerca de la línea ecuatorial también sentimos, aunque en menor medida, noches largas y cortas durante el año, y por supuesto, también días largos y cortos. Los fuertes vientos en cierta temporada nos hace sentir «un mini otoño», aquí vemos caer las hojas de sus árboles; también en alguna parte del año experimentamos una «mini primavera», aquí vemos a los arboles inundarse de flores; y por supuesto, sus «megas» inviernos y veranos. Por algo el dicho popular: abril lluvias mil.
     Y si a esto le añadimos que las estaciones del año inciden en el estado de ánimo de muchas personas, pues es la época de las flores y las flores sinónimo de amor, por tanto, sentimos románticos; y el verano es sinónimo de sol y playa, de vacaciones, de alegría. Y con solo hablar de esperar una de estas etapas, de inmediato se nos viene a la cabeza el tiempo futuro. Además, estas estaciones están aderezadas con intrínsecas expresiones: ¡Llegaron las flores de primavera! ¡El próximo verano pasaré vacaciones en el Caribe! ¡A protegernos como la cigarra por la llegada de la nieve!, etc. Dichas expresiones enredan cada vez más nuestra mente.
3. Misceláneas de apariencias. Como si fuese poco, nuestro atiborrado cerebro es bombardeado por muchas apariencias, las cuales también nos hacen sentir el tiempo de lo intangible a lo real. Estos factores son: la música, la moda, la tecnología, los aromas, comidas, además de otros. Dichos factores nos sumergen de inmediato al falso pasado, a la apariencia del recuerdo y a todo el anecdotario de nuestras vidas. Recordamos nuestra niñez al escuchar una canción vieja, al ver una foto de nuestra infancia, al oler un perfume o un guisado; y ante estos ambientes creeremos que el tiempo ha perdurado. Lo mismo nos sucede cuando vemos una película en blanco y negro, como las de Chaplin o Cantinflas. Pues si a estas películas la enfrentamos al color de nuestro cine moderno, a la nueva tecnología como el internet, a twitter o instagram, a la moda actual y a todos los nuevos ritmos musicales: nos confundimos y de igual manera creemos que el tiempo ha transcurrido.
     Los factores en mención nos confunden y nos dan apariencia del tiempo, y en realidad es la superioridad de una civilización sobre la anterior, una variación de la tecnología, paralelamente con los ciclos terrestres y evolutivos.
     Nos volvemos nostálgicos al recordar nuestra etapa de niñez y juventud, pero en el fondo estas etapas de la vida son un proceso biológico natural que sucede con el conteo de los ciclos de la Tierra o sin ellos. No sentimos inmediatamente esa variación, ese proceso de nuestro deterioro físico ni la de los demás individuos; tampoco sentimos la trasformación y deterioro de la materia que nos rodea. Notamos que ha pasado cierta cantidad de ciclos terrestres cuando vemos una fotografía nuestra, o de cualquier persona, podría ser un actor de cine, por ejemplo. Del mismo modo sentimos el paso del tiempo con el cambio de tecnología, con el pasar de la moda, etc. Por todo ello, conceptuamos que el tiempo ha pasado, pero en realidad estamos en el mismo presente de los dinosaurios, del día en que Jesús colocó un pie sobre la Tierra, de la edad media, del primer paso en la luna, y del primer diente de leche en nuestras vidas. Estamos en el mismo tiempo de nuestro nacimiento y de nuestra muerte; estamos anclados en un solo presente aderezado de emociones y apariencias, de cambios de paisajes y colores del cielo, y del cambio de tecnología, etc.
     Recordar es una emoción que activa sucesos guardados en nuestra memoria, sucesos dados en un determinado ciclo terrestre. Recordar no es un movimiento o variación, es algo abstracto, es algo de nuestro organismo evolutivo, y todo aspecto de nuestro organismo es independiente a cualquier ciclo terrestre. El pasado lo asumimos como un recuerdo de toda trasformación de nuestro cuerpo y de la materia que nos rodea, y de todos los eventos sociales ocurridos o vividos en esa trasformación.   
     Si abrimos el álbum de nuestra historia y le echamos un vistazo a una de las tantas fotografías allí guardadas, notaremos la conjugación de todas las apariencias señaladas. Por ejemplo, al mirar una imagen de cuando éramos niños, la típica foto posando juiciosamente con nuestra familia, y al observarla de inmediato se activa nuestro sentimiento del recuerdo acumulado en nuestra memoria, la reminiscencia de nuestra infancia. Y si dicha fotografía es en blanco y negro, este hecho también nos hace creer que el tiempo ha pasado mucho más; pues en plena época del selfie se nos hace lejano todo, porque estamos hablando de imágenes del siglo anterior, y todo se nos hace muy jurasico. Pero la realidad es que simplemente hubo un cambio, una variación de desarrollo tecnológico, pasamos del blanco y negro al color actual. Todo lo anterior no es más que un trabajo evolutivo de la inteligencia humana, de una generación sobre otra dentro del curso normal de movimientos terrestres. Asimismo, en el papel de la foto interviene un fenómeno de la naturaleza como la acción del aire, el aire deteriora la calidad del papel fotográfico dándole así un aspecto amarillento. La tinta del papel se palidece: otra variación. Al pasar el papel por muchas manos se dobla o se rotura, le da un aspecto más añejo y romántico. Además al añadirle la moda, el corte de pelo y la ropa que lucíamos en esa vieja fotografía nos hace sentir más el falso caminar del tiempo. En todo caso, tanto el papel como todas las personas que aparecen en la fotografía se han deteriorados por eventos naturales, y no por el movimiento terrestre. En la fotografía éramos niños o jovencitos con melena extensa, nuestro proceso biológico que llevamos intrínseco en nuestros genes hizo que creciéramos, que perdiéramos la melena y que nuestra piel se agrietase. Y si al mirar esa fotografía recordamos la música que estuvo de moda en esa época derramaríamos un par de lágrimas al recordar nuestra infancia, y las anécdotas de nuestros abuelos que ya nos dejaron.
     En el mismo presente queremos inútilmente que la Tierra gire al revés para volver a nuestra infancia. En vano también deseamos que el planeta acelere para salir de vacaciones al Caribe, pero lo que hacemos es mezclar nuestro deseo con los movimientos.
     Y es verdad, dentro de un presente deseamos que la fecha de vacaciones llegue pronto. Al llegar el día y la hora, y disfrutamos las anheladas vacaciones, a la larga seguimos estando en el mismo presente de cuando deseamos ese evento, pues lo que se ha movido fueron los ciclos terrestres. Lo único cierto es que hubo una mudanza de paisajes o de estaciones (de primavera a verano), de amaneceres y ocasos. Y al finalizar las vacaciones y entremos a laboral seguimos en el mismo presente de cuando deseamos las vacaciones y el disfrute de las mismas, de nuevo hubo otro cambio de paisaje natural (de verano a primavera), y cambios rotacionales. Cualquier turista y su familia que haya disfrutado ese fragmento de vacaciones envejecieron un poco, lo que envejece toda persona en un mes, con o sin estaciones. Al transcurrir diez años, desde luego, se encontraran en otro paisaje, y al abrir ese álbum titulado: Vacaciones por el Caribe, estarán diez años más viejo, recordaran un presente al ver cada fotografía, y, tal vez, anhelando que la Tierra acelere sus movimientos para disfrutar otras vacaciones. Se recordará la fecha de vacaciones, pues habrá registro en videos y fotos. En esos registros fílmicos y fotográficos el turista y su familia observará su evidente deterioro físico.  
     Confundimos un sentimiento orgánico (de sentimientos y emociones) con algo totalmente independiente como lo es el ciclo terrestre. En realidad solo recordamos un eterno presente atornillado sobre un conteo de rotaciones y traslaciones.
     No es fácil dilucidar la relación del individuo con todo su entorno social y evolutivo mientras la Tierra da vueltas y vueltas, colocar cada aspecto por separado es muy dificultoso. Reconocemos y sentimos muy bien las fases biológicas de todos los individuos, además de estar bien explicadas en todos los libros de biología elemental, como: nacer, crecer, reproducirse y morir; pero no reconocemos que estas fases suceden independientemente con los ciclos del planeta.
     Nuestros sentimientos o recuerdos hacen parte de nuestro sistema biológico, alojados en alguna parte del cerebro. Cada vez que abrimos el álbum de nuestras anécdotas se activa la apariencia del pasado, del recuerdo, y nos hace suponer que el tiempo ha marchado. Por el contrario, cuando tenemos una invitación a un evento o fiesta para cierta fecha, digamos un concierto musical, o la conmemoración de los próximos juegos olímpicos, en estos ejemplos anhelamos que finalicen cuatro ciclos de la Tierra para disfrutar del acontecimiento. Se nos activa la apariencia del futuro, ansiamos escribir o colocar una imagen en ese álbum que aún no ha llegado; a la larga, cuando llegue la fecha anhelada, en realidad lo que se coloca allí son eternos acontecimientos presentes.
     Un árbol brota de una semilla, crece y da frutos, de sus frutos nace una semilla que igualmente reproduce un nuevo árbol, luego se marchita, de la siguiente semilla brota otro árbol, y así sucesivamente: retahíla inquebrantable de la naturaleza. En este ejemplo, todo hace parte de una evolución natural de la planta, transcurrido en un solo presente, tanto aquí en la Tierra como en la última esquina del universo. Lo mismo sucede con nosotros los seres humanos, nacemos, crecemos, damos fruto a una nueva vida, de ese fruto brota otro fruto, luego nos marchitamos, así sucesivamente. Pero a diferencia de los arboles en este proceso natural, es que ellos no poseen recuerdos, no conmemoran eventos; nosotros somos su memoria, y al verlas crecer, florecer y salirle hongos en sus tallos pensamos que el tiempo ha trascurrido. Somos conscientes cuando vemos crecer a nuestros hijos y marchitarse nuestra piel, marchitarse una flor, oxidarse una lámina de hierro, etc., y pareciese que vemos correr el aparente tiempo en el reflejo que deja la trasformación de la materia.
4. Factores psicológicos. Todos hemos sentido alguna vez que el tiempo marchase menos o más de prisa en alguna situación o evento de nuestras vidas. Pareciese que trascurriera lento: al ver una serie de tv aburrida, el estar en una clase que no nos interesa, ver un partido de futbol de dos equipos mediocres, ir dentro de un vehículo que marche lento, entre otros ejemplos cotidiano. Contrario a lo dicho, el falso tiempo parece transcurrir más de prisa: al ver una serie de tv que nos gustas, cuando disfrutamos de nuestras vacaciones, ir dentro de un vehículo que marcha de prisa, estar con la persona que queremos, ver un partido de futbol del equipo del cual somos hinchas, entre otros casos. En este último ejemplo ocurre algo particular, cuando nuestro equipo va ganando la contienda deportiva por un estrecho marcador, y faltan diez minutos para que concluya el juego, aquí sentimos que el tiempo trascurre lentamente, pareciese que esos diez minutos nunca se acaban; pero cuando va perdiendo nuestro equipo, también por la misma diferencia, y faltan la misma cantidad de minutos, y deseamos que empate, sentimos que el tiempo trascurre de prisa. Un ejemplo muy clásico es el minuto de duración de un terremoto, pero  para los afectados «dura una eternidad».
     En estos eventos juegan un papel importante las emociones naturales del ser humano, como lo son: el deleite, el aburrimiento, el deseo, las ansias, la esperanza, el afán, además de otras. Y todo sentimiento son emociones, aunque sea un aspecto biológico son intangibles, por tanto, independientes a los movimientos de la Tierra en el espacio.   
     El anhelo o el ansia de esperar algo o un futuro, de que el tiempo trascurra rápido, tiene un efecto contrario a lo que deseamos. Pareciese que las ansias le diesen señales a nuestro cerebro a que el tiempo trascurra lentamente. Deseamos que una pésima película finalice pronto, porque quizás esperamos otra mejor, y esta situación de esperar nos aburre; o anhelamos que un malísimo partido de futbol por tv concluya lo más pronto, porque al hacerlo la tv trasmitirá Madrid vs Barcelona, y al desarrollarse ese clásico deportivo sentiremos el tiempo ir de prisa. La misma hora de una película aburrida es la misma de una excelente, no hubo alteraciones del tiempo, simplemente lo que hubo fue una alteración de ánimos, pasamos del aburrimiento a la alegría, y viceversa. Nuestra ansiedad, el deleite o el aburrimiento hacen que todo evento nos parezca rápido o lento.
     Otro aspecto psicológico lo encontramos al recordar nuestra infancia. aquí ocurre una particularidad especial, porque al saltar a nuestros recuerdos de niño notamos en nuestra memoria mucho espacio borrado. La razón a esto es que tenemos una nula cronología de nuestros recuerdos, y estos están muy desordenados. Existen muchos saltos en cada recuerdo, y esos espacios borrados nos suponen mucho tiempo. Ese es el motivo por el cual cuando recordamos esa primera y bonita etapa de nuestra vida, incluso si la recordamos siendo un adolescente todavía, la sentimos como algo muy lejano, a pesar de que nuestra niñez estuvo a la vuelta de la esquina cuando somos adolescentes. En mi caso particular, soy modelo 69, por tanto, mi infancia trascurrió en los años 70, época de la transición de la tv y fotografía en blanco y negro al color. Cuando llegué a la adolescencia y recordé mi niñez me pareció que transcurrió mucho tiempo en esos años de infancia, aún siendo adulto siento haber vivido mucho tiempo cuando niño. Pero de seguro, para otros observadores, en este caso para mis padres, el tiempo pasó volando, me vieron crecer de prisa.  
     La niñez es una etapa corta, de diez o doce años, y los adultos ven crecer a sus niños rápidamente, pues esa cantidad de años para nuestra percepción adulta es un tiempo breve; pero al experimentarla nos parece larga. Cuando recordamos esos años de inocencia pareciese que hubiese pasado mucho tiempo, la razón de esto es porque no podemos recordar todo, hay un tiempo borrado que al parecer nos parece muy largo. Solo recordamos buenos y malos momentos, y pequeños chispazos de anecdotarios dentro de un inmenso mar de olvido, como consecuencia se nos hace imposible llenar ese mar con experiencias vividas. Mientras nuestra vida camina, más y más, ese mar de tiempo olvidado, sigue siendo más inmenso para nosotros.
     En nuestra niñez no percibíamos el caminar del tiempo, pues en ese momento no teníamos una consciencia clara de lo que ocurría a nuestro alrededor. Notamos el tiempo cuando vivimos nuestra juventud y adultez, por supuesto. Recordamos más cantidad de hechos vividos en las etapas posteriores a la niñez y en fechas más precisas; así es, los adultos recordamos hechos de nuestra etapa y de nuestra juventud con mayor precisión que a la de nuestra niñez, cronológicamente recordamos un tiempo exacto. Pues ese mar está más copado de recuerdos, y más organizado en cuanto a fechas se refiere. Somos más conscientes de nuestro mundo, de nuestros deberes, de nuestra vida social, de nuestro cuerpo, de nuestros problemas, etc., por ende, somos conscientes de todo nuestro anecdotario.
     Nuestras vivencias personales en las distintas etapas de nuestras vidas personal las corroboran los archivos familiares, tanto fotográficos y audiovisuales. Y todo recuerdo de nuestro entorno, es decir, toda noticia de la comunidad y del mundo son corroboradas por los medios de comunicación y los libros de historia. De esta manera somos conscientes de la cantidad de años trascurridos, y pareciese que los años corren más de prisa en nuestra vida adulta. Pero en realidad diez o doce años en nuestra niñez o en nuestra juventud, o en nuestra adultez siempre serán los mismos diez o doce ciclos de la Tierra dando vueltas al sol. El periodo de traslación tiene la misma duración para todas las etapas de la vida, aunque así no lo sintamos.
     Por lo demás, nunca sabremos lo que piensa un niño en su momento de vivir su etapa, quizás perciba que todo trascurre lento, esto por la ansiedad de crecer y ser gigantes como sus padres, de este modo alcanzar las galletas que están sobre la mesa, o asomarse por la ventana, etc. En nuestra infancia vivíamos en un mundo de gigantes, dado que todo nuestro entorno era de «gente gigante, mascotas gigantes, casas gigantes, árboles gigantes»... Siendo adulto percibimos como si nuestra niñez hubiese trascurrido lentamente, pues recordamos una etapa de gigantes, nos sentíamos muy pequeños dentro de la grandeza, y cuando nos sentimos pequeños ante la materia hasta el tiempo nos parece inmenso.
     Señalamos que en nuestra vida adulta pareciese que el tiempo transcurriese más de prisa, esto también porque los afanes de la vida nos mantienen muy ocupados, y estamos bombardeados de constante información que recibimos en cada minuto. Además, es ineludible que estando en la etapa adulta somos consciente de que nos acercamos a la última etapa de nuestras vidas: la vejez. Contrario a nuestra niñez, en la cual queríamos crecer de prisa, aquí queremos hacernos jóvenes, paralizar el tiempo. Esta acción de querer detener el tiempo, le da un mensaje inverso a nuestro cerebro, siendo así sentimos el tiempo correr más de prisa cuando se acerca el momento de colocarnos la inexorable «piyama de madera».
     Y como si fuese poco, si a todos estos enredos le añadimos otro factor psicológico, otra complejidad para engañar más a nuestro cerebro, como lo es la ansiedad de estar pendiente de la hora en nuestro reloj a cada momento. Esta particularidad no ocurre con la cinta métrica, pues no andamos con una cinta métrica de pulsera midiendo a cada momento un árbol o una pared, o con un termómetro midiendo la temperatura ambiental o corporal a cada momento. Pero con mucha frecuencia estamos viendo nuestro reloj para saber si ya está por terminar la hora de clases, si ya es la hora del almuerzo, o si ya es la hora de la telenovela, etc. Y si le añadimos estas expresiones: ¡Se me hace tarde! ¡Voy a llegar tarde! ¡Ya es la hora de salir! ¡Es muy temprano! etc. Son expresiones arraigadas en la mente para crear una falsa realidad del tiempo.
5. La mezcla de ciclos terrestres, naturales y sociales. Ya tratamos un poco este tema, pero valga recordar que la falsedad del tiempo se rige por los ciclos terrestres actuando en simultánea a la transformación de la materia, a los eventos sociales y a la evolución de los seres vivos. Pero si viviésemos en un mundo plano no tendríamos la noción del tiempo tan marcada como la tenemos en nuestro mundo redondo. En un mundo plano todo sería poco dinámico, muy monótono con un solo paisaje, un solo clima o estación, un solo amanecer o un solo ocaso, sin años nuevos, sin cumpleaños, etc. Desde luego, no sobreviviríamos con el sol postrado de forma indefinida en la superficie de la Tierra; o por el contrario, tampoco sobreviviríamos en un mundo congelado por la ausencia de este. Pero en caso tal que sirva como ejemplo, si la humanidad sobrevive a esas condiciones de vida confirmaríamos que existimos en un solo presente, pues no tendríamos días y años que contar. No anhelaríamos que un ciclo llegase de prisa o recordáramos su paso, es decir, el concepto de pasado y futuro desaparecen. No veríamos pasar primaveras ni veranos, tampoco auroras ni puestas del sol; no festejaríamos años nuevos ni sabríamos nuestro cumpleaños. Pero aquí sí veríamos la trasformación y nuestro deterioro físico, la trasformación de la materia y todo nuestro entorno; pero seremos conscientes que el tiempo pasa.
     Nuestros antepasados desconocían que se hallaban sobre un mundo redondo, claro, se imaginaban un mundo plano. Veían pasar el sol y las estrellas, las constelaciones, la luna y todas sus fases. De allí sus calendarios. No eran conscientes de los giros terrestres aunque experimentaban amaneceres, atardeceres y anocheceres, primavera y veranos. A pesar de su desconocimientos de la rotación y traslación terrestre sentían la noción del tiempo, aunque no comprendían que los astros se movían gracias a dichos movimientos, por lo tanto, desde su perspectiva vivían en un mundo plano sobre bases móviles.
6. Períodos de cosechas y eventos culturales. En determinadas épocas del año, el suelo fértil proporciona mayor bonanza de productos agrícolas. Algo tan natural como lo es el germinar el fruto de una semilla, en cantidades mayores en un determinado mes: nos da la noción del tiempo. En nuestro entorno el mes de mayo es fructífero para el mango y la ciruela, esto debido a muchos factores, el principal las lluvias de abril. En todo el mundo existen más cosechas de cualquier producto agrícola en un determinado mes, de ello depende su economía, incluso, se celebran fiestas a su nombre, la más popular la fiesta de la Tomatina en España. Ver pasar estas cosechas en abundancia nos hace sentir el caminar del falso tiempo.
     Al igual, las fiestas que realizan los pueblos cada año conmemorando un patrón religioso, o una fiesta pagana, una fiesta deportiva o cualquier otra nos sumerge en la idea de que el tiempo ha dado un paso a la eternidad.    
7. El deterioro y la transformación de la materia. Hemos abarcado en gran medida este tema en este ensayo, pero por supuesto que hace parte de la apertura del falso tiempo. Sin alargarnos mucho, simplemente al tomar una rebanada de pan y observar su enmohecimiento, de inmediato creemos que ha habido variación del tiempo. «El pan esta viejo», pensamos, pero simplemente es un proceso químico, ya que el pan, así como hace parte de nuestro alimento, también es alimento para otros organismos, como los hongos. La oxidación de las rejas de nuestra ventana por acción del aire, los arboles podridos, nuestras arrugas son otros ejemplos.
8. La suciedad. Sin ir más lejos, las casas abandonadas nos dan la sensación de que háyase transcurrido muchos años. La falta de mantenimiento hace que allí se asienten animales descomponedores como son los insectos, pulgas y otros parásitos. Entre las más comunes tenemos las hormigas y termitas, las cuales deterioran la madera dándole aspecto añejo a cualquier sitio. Asimismo: los roedores destruyen los muebles, las arañas exhiben sus telarañas, el polvo se acumula en todos los rincones de la casa, y la maleza no deja de crecer. La suma de todos estos factores nos da la idea de que el falso tiempo ha caminado en esa casa. Pero en realidad son eventos normales y cotidianos en una casa abandonada, sin ningún tipo de limpieza.
9. El regreso. Si Tarzan, el rey de la selva, llegase a la urbe, al hacerlo entrará en estado de shock con la civilización existente. ¡No llegó al futuro!, simplemente ese héroe no vio cómo se construyó ese futuro que transcurría en el mismo momento en que él estaba perdido en la selva. Al igual nos sucede cuando regresamos a nuestra ciudad después de mucho tiempo de ausencia, al regresar encontramos todo cambiado: el pequeño árbol de almendras de la plaza ya proporciona su grande sombra, se envejeció el joven lustrabotas de la misma plaza, la casa donde estaba el teléfono público (de monedas) fue reemplazada por un café internet, etc. Todos fueron acontecimientos normales, como el crecimiento del árbol de almendras, el cual nos hace ver el caminar del falso tiempo. Lo mismo sucede al dejar de ver a una persona por muchos años, al reencontrarnos con ellos nos parecerá que el tiempo ha pasado, pero para ellos. En efecto, lo que hubo fue un proceso natural de crecimiento y envejecimiento, no atribuidos a los años o ciclos.
     Todo en el universo es movimiento, y no solo el de los astros. Al crecer una planta existe un movimiento, tanto de la raíz como el de su tallo que busca la luz del sol. Lo mismo al nacer un volcán o una montaña, el nacimiento de un nuevo cauce del río, el crecimiento de cualquier ser vivo, etc. Si desligamos o separamos estos movimientos, es decir, sin la existencia de los giros de la Tierra en el espacio, veríamos los movimientos de los ejemplos anteriores sin amaneceres y ocasos: no obstante, sin la percepción de que el tiempo camina, o caminaría en un mismo presente, sin esperar un mañana y recordar un pasado. Nuestro cerebro así lo comprendería.
     Sentimos el correr del tiempo, tenemos noción de él gracias a los diferentes factores externos que hemos indicado, como lo son festejar con alegría el final de un ciclo, ver nacer y ocultarse al sol, ver cambiar el paisaje de la Tierra gracias a las estaciones, la oxidación de las cosas, la transformación de la Tierra, la moda, la tecnología, la música, factores psicológicos, las cosechas. Sucesos desligados totalmente de todo proceso biológico, de los ciclos de la Tierra y del deterioro de esta.
     Desde mi punto de vista es importante para nuestra vida social que nuestro cerebro sea confundido y no comprenda para nada todos estos factores en mención. Es mejor para la vida tener noción del tiempo, que este vaya ligado a nuestros sentimientos y recuerdos, que nos permita festejar cada ciclo, festejar cada cumpleaños o año nuevo, o sentir alegría por la llegada de la primavera. En cambio, sin la noción del tiempo el mundo sería un pronunciado bostezo.    

Manipulación del tiempo  
     Sabiendo que la rotación y traslación terrestres son los factores determinantes del tiempo realizaremos algunos experimentos mentales, muy extremos por cierto, esto para reforzar lo expuesto hasta el momento en este ensayo. Los experimentos están basados en la manipulación de estos dos movimientos, el objetivo es saber los efectos que nos sobrevendría a todos los seres que habitamos sobre la Tierra si ocurriese de repente un cambio en sus giros espaciales, efectos relacionados con el enigmático tiempo.
     Ya explicamos lo que sucedería si la Tierra girase al revés, expresamos que simplemente el sol saldría por el oeste y se ocultaría por el este, que la transformación de la materia y todo evento social continúan su ritmo normal, y que el reloj no giraría al revés y no volveríamos al pasado.
     Pasemos entonces a otro experimento mental, por ejemplo: ¿Qué tal si el eje de rotación de la Tierra se detiene por unos 15 minutos o en una hora, producto de un choque con un gran asteroide? Digamos que este objeto hizo tambalear a la Tierra y la dejó inmóvil por ese fragmento de ciclo y, luego, el planeta siguió su ciclo normal. En este caso, el reloj al igual que cualquier máquina giratoria seguirá girando normalmente como lo venía haciendo, de ningún modo se paraliza, pues las manecillas o la arena del reloj no esperarían «sentados» a que la Tierra solucione su problema con el gran asteroide para luego seguir caminando. Pues el reloj como un simple instrumento que es no posee conciencia para saber que un ciclo terrestre se ha detenido, no tiene cerebro para saber que sucede y luego decidir. Por todo ello, el reloj seguirá caminando sin ninguna perturbación hasta que se le agote la vida útil o lo manipule el hombre. Por otro lado, a ningún ser vivo se le ha quitado o añadido 15 minutos a su vida, nada ni nadie quedó inmóvil en esos minutos. Se detuvo el ciclo de rotación y de traslación del planeta, pero no el ciclo o funciones biológicas de cada individuo, ningún ser vivo dejó de crecer en esa fracción de minutos. Tampoco se paralizó el proceso de oxidación sobre cualquier objeto de la Tierra. Si en esos minutos alguien comía una rebanada de pizza, de seguro que la disfrutó sin ningún problema en ese  «ciclo inmóvil», no desapareció de sus manos, pues no saltaron los minutos como por arte de magia; no obstante, de seguro no tuvo buena digestión por el susto provocado por el asteroide.
     Ahora veamos otro experimento mental de este tipo de manipulación terrestre: ¿Qué tal si la Tierra dejara de girar totalmente? Es decir, que pasaría si se inmovilizaran sus movimientos en el espacio, tanto su rotación y traslación. En este experimento nada ni nadie quedó inmóvil, simplemente una parte de la población vería solo el sol, desde su perspectiva lo vería estático, del mismo tamaño y sin desfilar por nuestro cielo (si tienen suerte un sol mañanero). Y la otra parte de la población vería las mismas estrellas estacionadas, y la luna también estática, en cualquier fase (si tienen suerte en un abrazador plenilunio). Dicho de otra manera: en una parte será un día eterno y en la otra una noche eterna.
     Obvio que en este ejemplo parte de los seres vivos tienen que adaptarse al frío, pues no verán el sol; y la otra parte tienen que adaptarse al calor, pues verán el sol todo el día y toda la «noche». Solo tendríamos dos estaciones en cada zona: invierno o nieve en el lado oscuro, y fuerte verano en el lado caliente. No tendríamos solsticio, a lo mejor un eterno equinoccio. Cambian los cuatro paisajes o estaciones actuales a dos paisajes: uno frío y otro caluroso.  
      Al igual, en este experimento, las manecillas del reloj seguirán dando vueltas normalmente, aunque dejen de medir los ciclos de la Tierra. Aquí el reloj sería un instrumento inútil, o un simple juguete o aparato decorativo sin ninguna función. Pero los demás objetos con dispositivos circulares seguirían teniendo sus funciones específicas, como el ventilador, por ejemplo, seguiría refrescando el ambiente con o sin ciclos terrestres (sobre todo en esa zona de eterno sol); igualmente las ruedas de los vehículos seguirían rodando mientras lo decida la palanca del freno, y no por el freno de la rotación o traslación del planeta. En este experimento mental se frenaron los movimientos de la Tierra, y para que el reloj tomase de nuevo sus funciones, la solución sería tomar el ciclo de otro planeta como referencia, y ajustar el nuevo reloj a un horario interplanetario para que así sigamos registrando nuestros acontecimientos en el álbum de la historia.
     Sin movimientos terrestres todo el detrimento y transformación de la materia continuaría su curso normal, se nos seguirá agrietando la piel y  saliendo hojas blancas a nuestros cabellos; pero no cumpliríamos años ni palmotearemos años nuevos, ya que no existen los ciclos referenciales de nuestro planeta, esos que nos hacen celebrar cada evento y hace que el  tiempo parezca real.
     Ante esta situación tendríamos que inventarnos algún método de medición del tiempo que se ajuste a un nuevo reloj, pues tenemos que saber cuándo es la próxima cosecha de tomates y papas, cuando es nuestro cumpleaños, navidad o año nuevo, y todos los acontecimientos que registramos en la historia y que nos hacen creer que el tiempo ha dado pasos a la eternidad.
     Como indicamos, para saber nuestra edad y registrar cualquier evento en el álbum de nuestra historia tendríamos que echar mano del ciclo de otro planeta y adaptarlo a nuestro reloj. Si tomamos como patrón el ciclo de traslación de Júpiter, como ejemplo, cumpliríamos un año cada 11 ciclos o «años», ya que este gigantes dura 11 años terrestres en dar la vuelta al sol; y si tomamos el de Saturno cumpliríamos un año cada 23 ciclos; con el ciclo de Plutón nuestro promedio de vida no nos alcanzaría para cumplir un añito, pues ese planeta dura 248 ciclos o años terrestres en dar una vuelta al sol; caso contrario si tomamos el giro de Mercurio, aquí cumpliríamos un año cada 88 días, dado que eso es lo que dura ese pequeño planeta en completar una vuelta al sol. Y si tomamos el ciclo de traslación de nuestro vecino más cercano, como lo es la luna, festejaríamos el año nuevo cada 28 días, y por desventura para nuestro bolsillo tendríamos que dar un regalo cada 28 días a quien cumpliere años.
     Es muy claro, si la Tierra paraliza sus movimientos espaciales envejeceríamos de todos modos, como si esta no se hubiese paralizado, y lo haríamos en simultáneamente con cualquier ciclo de cualquier planeta. El promedio de vida de cualquier ser humano continuará siendo el mismo, sin importar la cantidad de vueltas y la distancia que estemos al planeta que escojamos como referencia. Tomando como referencia el recorrido de cualquier vecino del sistema solar, en un planeta cumpliríamos menos años y en el otro cumpliríamos más años, esto por la distancia en que se encuentren estos planetas al sol. Sin importar qué «reloj interplanetario» escojamos continuará bajo su normalidad el proceso progresivo del individuo y de los elementos que conforman la naturaleza, y todo evento social. En Plutón seriamos un anciano masticando el agua, con barba blanca y nietos, sin haber cumplido un añito de vida.  
     A propósito, antes de continuar con el siguiente experimento mental, te has preguntado alguna vez: ¿Si no sabes la fecha en que naciste, qué edad crees que tendrías? 
     Continuemos, ¿Qué pasaría si aceleramos la rotación y traslación de la Tierra? Si bien hemos detallado un poquito sobre este caso en parágrafos anteriores, tenemos que complementar que en este caso atesoraríamos más ciclos, pero no nos saldría ni una cana extra. Esto quiere decir, que corporalmente ningún ser vivo aceleraría su crecimiento, tendríamos el mismo proceso evolutivo que tenemos, ese mismo proceso lento; al igual, los objetos también se oxidarían en el mismo ritmo con que lo hacen actualmente, ya que en el proceso de oxidación es importante la participación del oxígeno, y en todos los ejemplos expuestos nuestra atmósfera permanece inalterable. Desde luego, tampoco nos transportaríamos al futuro prontamente, no pasaríamos a la era de los robots y carros voladores como sucede en las películas de cine y tv. Es absurdo que toda la humanidad pasase a otra futura humanidad simplemente por el cambio de velocidad del giro terrestre. No obstante, festejaríamos nuestro cumpleaños, el día de las madres y el año nuevo más prontamente. Pues se añadieron más ciclos o años a la masa giratoria, pero no al proceso progresivo de cada ser. 
     Es necesario repetir en cada ejemplo que abarquemos, que las manecillas de los relojes, las elipses de los ventiladores y todo lo que gire constantemente marcharían a sus ritmos normales, a la misma velocidad de siempre, pues sería  absurdo que se aceleren solo porque la rotación y traslación de la Tierra se les dio por aumentar su velocidad. Es como si una persona o un árbol crecieran más de prisa si el sistema internacional de medidas decide que a un metro se le añadieran más centímetros, por ejemplo, sea igual a 200 centímetros. El metro o cinta métrica, al igual que el reloj, es una herramienta de medición, no tiene poderes sobrenaturales para hacer crecer un árbol. Pues bien, ni los movimientos terrestres ni el reloj tienen esos poderes para envejecer o rejuvenecer un individuo, o para transportar toda la humanidad al futuro o devolverla al pasado.
     Al acelerar los movimientos de la Tierra, todo seguiría igual en nuestras vidas, solo que veríamos el sol salir y esconderse con mayor prontitud, desfilar a las estrellas y la luna más de prisa; los perihelios y afelios acontecerían más seguidos, tal vez, dos o más solsticios y equinoccios por año, ¡Dos primaveras al año sería fabuloso! Esto debido a que estos fenómenos atmosféricos son producto de la inclinación de 23° de la Tierra en el espacio, y este suceso hace que los rayos del sol no caigan con la misma intensidad en un lugar durante el año. A saber: al acelerarse la traslación del planeta, obvio, habrá más ciclos, y al haber más ciclos habrá más perihelios, y más perihelios más fenómenos atmosféricos, por tanto, más  primaveras y otras estaciones. Toda esta situación nos engaña, pensaremos que el tiempo transcurre más de prisa al ver pasar la primavera y el invierno más seguido que antes, también al ver también amaneceres y atardeceres más seguidos, y años nuevos más seguidos. Se nos olvida que son fenómenos naturales que ocurren en la superficie de nuestra roca, independiente a sus recorridos espaciales.
     Otro peculiar experimento: ¿Qué pasaría si solamente se paraliza el ciclo de rotación y el de traslación sigue su curso normal? En este fenómeno no tendríamos amaneceres ni atardeceres con sus colores rosados o anaranjados; pero sí festejaríamos navidades, años nuevos, nuestros cumpleaños, las estaciones del año, y todo suceso que tenga que ver con las vueltas de la Tierra alrededor del sol. Contemplaríamos un solo paisaje en cada zona de la Tierra, la mitad de la población vería solo el sol, estático desde nuestra perspectiva. Pero veríamos que este aumentaría de tamaño durante su recorrido anual y, del mismo modo, reduciría su tamaño, ya que el planeta continúa su trayectoria elíptica alrededor del sol. Y la otra mitad de la población vería las estrellas estáticas y desfilar la luna durante quince «días» sin retraso alguno, pues esta también seguiría girando alrededor de la Tierra.
     Contrario al ejemplo anterior: ¿Qué tal si nuestro planeta paralizara solo su ciclo de traslación y el de rotación continúa su trayectoria normal? En este caso veríamos desfilar al sol, amanecer y ocasos, las estrellas y la luna; pero no cumpliríamos años, ni festejaríamos año nuevo, y todas las festividades anuales. Tal vez tendríamos dos estaciones perennes, esto porque la traslación es el determinante de las estaciones. Pero al igual que todos los ejemplos anteriores, nuestro ciclo biológico y deterioro de la materia marcharían con o sin traslación.
     Dejé para lo último el experimento más extremo de todos los anteriores: ¿Qué pasaría si la Tierra un día rota en un sentido determinado y el otro día en sentido contrario? Aunque es el caso más exagerado de estos experimentos mentales, lo expongo para contrarrestar los falsos viajes del tiempo, y tal vez volver loco a sus promotores científicos, en vista que ellos nos están volviendo locos a nosotros. En este caso simplemente veríamos el sol nacer por el este y ocultarse por el oeste, luego se «devuelve» y nace por el oeste y se oculta por el este, y así sucesivamente. Semejante en algo a los dos amaneceres del planeta Mercurio en un mismo día. Pero lo cierto es que no retornaríamos al pasado un día y al futuro el otro día, nadie envejecería un día y rejuvenecería el otro día, los objetos no se oxidarían un día y el otro día serían otra vez nuevos, ni las manecillas girarían un día en un sentido y el otro día en sentido contrario, tampoco los granos de un reloj de arena agotan un día su recipiente y al otro lo vuelven a llenar, ni las elipses de los ventiladores, ni cualquier aparato giratorio, ruedan un día para un sentido determinado y al otro día cambian en sentido contrario.  
     Si bien, estos experimentos expuestos nunca acontecerán, porque las leyes gravitacionales así lo impiden, el objetivo era mostrar las consecuencias que traerían para el tiempo cualquier manipulación o cambio repentino de los movimientos terrestres. Si esta gran roca paraliza, acelera o ralentiza sus movimientos el proceso natural de cada ser vivo e inerte no se detiene, tampoco acelera ni desacelera. No somos seres con un proceso orgánico manipulable, regulado por los «vaivenes» de los ciclos. Como hemos dicho hasta la saciedad: nuestro proceso biológico ya lo determinó el código genético a lo largo de una evolución natural, o selección natural, o evolución, o como lo quieran llamar, en todo caso es un proceso de miles de años, y para cada cambio o mutación tendría que darse a lo largo de esa misma cantidad de años.
     Sin importar cualquier alteración de los movimientos terrestres, la Tierra seguirá abasteciendo la vida, sigue el ciclo de la lluvia, las plantas y animales siguen creciendo, nacen y mueren montañas, nace y muere una especie, nace y muere un continente, nace y muere una civilización, seguiremos yendo a la escuela, jugando futbol, etc. Al igual que nuestro planeta, el sistema solar y todos los cuerpos del universo seguirán su «ancianidad» sin ninguna alteración. 

La rotación terrestre desacelera mas no el tiempo
     Hasta el momento hemos abordado tibiamente la desaceleración terrestre ante el alejamiento de la luna causada por las mareas, este hecho da para más detalles, y por lo tanto, para más confusiones del tiempo. Siendo así, es importante retomar el tema.
     Expresamos que es un hecho que en un futuro la rotación de la Tierra será más lenta, esto por el asunto del roce de las mareas de la Luna y la Tierra, este fenómeno hace que la luna se aleje de la órbita terrestre unos 4 cm. al año. En consecuencia la Tierra se desestabiliza y tardaría mucho más en completar una órbita sobre sí misma. La Tierra se desestabiliza en su eje entre más se alejase la luna, tanto así, que tal vez quedaría «patas arriba» y girando al revés, igual que Venus, de quien se rumora que perdió una luna, pero ese es otro tema para otro ensayo. En todo caso, en lo que nos interesa: los días llegaran a ser largos. Tal vez 25, 30 horas será la duración del día, incluso la rotación podría tardar días, como sucede con Mercurio o Venus, planetas sin lunas. 
     Si en el futuro la Tierra por efecto de la mareas desacelera su rotación, digamos a 50 horas, los habitantes de esa futura época necesariamente tendrían que ajustar el reloj a un ciclo de 50 horas. Esto quiere decir que el nuevo reloj de esa generación futura tendría 50 palitos: 25 el día solar y 25 la noche. Los futuros habitantes, desde luego, mucho más inteligentes que la nuestra, no entrarán en un mundo surrealista ni saldrían como locos a ajustar su promedio de vida, su ritmo de vida, sus recuerdos y toda una evolución a la marcha de un nuevo reloj de 50 horas al día; sino por el contrario, es el reloj el que se tendría que ajustar a las nuevas condiciones que impone el nuevo movimiento terrestres. A lo mejor los girasoles ya no moverán sus «cabezas» fijamente al sol en 12 horas, sino lo harán durante 25 horas. Es decir: el binomio reloj-tiempo no puede manipular la trasformación de la materia, ni intervenir en los cambios biológicos ni en los acontecimientos de la vida para luego ajustarlos a 50 horas.
     La futura civilización, desde luego, tendrán que ajustar algunos aspectos de su cotidianidad, pues tendrán el sol desfilar durante 25 horas y las estrellas por la misma cantidad. No sabemos cómo reaccionarán sus respectivos mecanismos de defensa para soportar 25 horas de sol y 25 horas de noche fría. Colocando algo de humor a este tema, la conservación natural los proveerá, esa generación serán, algo así, como las cebras pintadas de blanco y negro: el negro para soportar los rayos del sol, y blanco por la ausencia de este. De este modo desaparecería el racismo.
     Al durar un ciclo terrestre 50 horas, no quiere decir que las nuevas generaciones van a envejecer más lento que a la de nuestro ciclo actual de 24 horas. La Tierra se hizo lenta, mas no la evolución, la futura generación seguirá teniendo el mismo promedio de vida que la nuestra. Su estilo de vida no sufrirá cambios relevantes, ellos no van a dormir 25 horas diarias, solo porque el día dura 50 horas. Seguirán durmiendo las 8 horas normales de nuestra generación, pero ante las nuevas condiciones, pues en una parte del ciclo descansarán bajo la noche y otra parte bajo un sol inclemente.
     Las actividades y horas de descansos no son producto del azar, tampoco producto de la duración del día solar y la duración de la noche, toda actividad que realizamos la impuso nuestra supervivencia. Ciertamente que lo es, la supremacía del hombre se impuso sobre los demás seres, y entre más fuerte sea una especie puede dormir más tiempo y más tranquilo. Por ejemplo, el león y el tigre duermen casi 15 horas al día, pues quién se atreve a molestarlos, o quién se atreve a molestar a un oso en hibernación. A la vez, por el frío y la oscuridad nosotros los humanos escogimos la noche para dormir, visto que todo trabajo o labor se puede observar con mayor claridad, por supuesto, en el día solar.  
     Expliquemos la posible distribución de las horas y del ritmo de vida para la futura generación, es decir, cómo sería su vida diaria con la imposición de un nuevo ciclo de rotación de 50 horas. En este ejemplo, ante 50 horas de rotación terrestre, en el día solar de 25 horas una parte estaríamos  durmiendo, y la otra, despiertos; y la duración de la noche de 25 horas, también una parte estaría realizando cualquier actividad y la otra durmiendo.  
    Aquí partimos de la misma base del ritmo de vida nuestro: día de 24 horas. Pues ese ritmo no cambia, regularmente es de 8 horas de descanso o de dormir, y 16 horas de actividades o de estar despiertos. Pero resulta, según el ejemplo, que para los futuros habitantes el día ya no durará 24 horas, sino 50; y este se ha dividido en 25 horas (día solar) y 25 («día nocturno»). La cantidad de horas de nuestra generación (24) es casi la misma a la cantidad del mediodía de la futura generación (25) y casi la misma cantidad de su «día nocturno». Siendo así, las 8 horas para dormir y las 16 horas de actividades de nuestra generación (las cuales serán las mismas para las futuras generaciones), necesariamente ellos las tendrían que distribuir en un día soleado o en una noche fría. Esto quiere decir que en un día solar de 25 horas van a dormir las 8 horas bajo el sol, después se levantarán y harán sus actividades de 16 o 17 horas bajo el mismo sol. Luego se invierte la cotidianidad, en el «día nocturno» de 25 horas se van a la cama nuevamente, bajo luna y las estrellas, duermen sus 8 horas bajo el cielo nocturno, después se levantaran y realizarán sus actividades de 16 o 17 horas, bajo el mismo cielo de luna y estrellas.
     Desde luego, para mayor rendimiento, la futura generación del ejemplo distribuirán los horarios como se hace en la actualidad, esto para aprovechar la energía del sol. La distribución de horarios, además de complicado para explicarlo y entenderlo es irrelevante dentro de este ensayo.
    De todos modos hagamos el ejercicio. Supongamos que ellos comenzaran sus labores, como de costumbre, a las 6:00 am, con un sol recién erguido en el horizonte, y finalizaran las 8 horas a las 2:00 am. Indicamos «am» porque todavía es antes meridiano, ya que faltan 17 horas para que culmine el día solar. La complicación se presenta porque ellos tendrían que distribuir esas 17 horas de sol en 9, con el fin de continuar su vida social (pasear, ver tv, jugar, etc.) y 8 para dormir, aquí dormirán con el sol sobre su techo. Así se completaría la hora 25, la primera mitad del día, día de sol. Iniciarán el «día nocturno» de 25 horas, o la segunda mitad del día de 50 horas, esta vez con la luna en su techo. Inician las labores a las 12: 01 pm con la noche encima, finalizarían a las 8:00 pm de la «tarde» oscura,  una «tarde» de luna y llena de estrellas. Faltan 17 horas para que finalice el día de 50 horas, dentro de esas 17 horas tomarán nuevamente 9 para la vida social y 8 para dormir, pero esta vez sí dormirían con la luna y las estrellas en su cielo hasta la hora 50 o final del día. Al hacerlo, de nuevo los futuros habitantes iniciarían labores a las 12:01 am con el sol naciente, y así sucesivamente cumplirían con las nuevas condiciones impuestas por la rotación del planeta.    
     Con un día solar de 25 horas todo ser vivo ya tendría su organismo adaptado a las nuevas condiciones de vida. Esto en cuanto al nuevo ambiente, al nuevo clima, a todo lo externo. Sus aspectos físicos y ritmos biológicos tendrían que cambiar en algo, pues verán el sol cruzar por el cielo durante 25 horas, y la luna y estrellas por esa misma cantidad de horas. Pero ese cambio se daría en miles de años, y, tal vez, las futuras personas ya estarían adaptadas a dicho cambio. En lo básico, sus vidas seguirían con un ritmo de las 24 horas nuestras, vivirán el mismo promedio de vida biológico actual, el cual no se puede modificar y colocar en una cajita de 50 horas al día. Tal vez, como ejemplo, el heliotropismo de los girasoles se extendería más, pero a la vez, reposaría más su cabeza en la noche fría.


Espejismos y fantasmas cósmicos que «perturban» el tiempo
     Al tener el ser humano una visión limitada, no le permite observar simultáneamente lo que está sucediendo en todos los planetas del vasto universo. Tenemos que darnos por bien servido con el solo hecho de observar con potentes telescopios lo que sucede en los planetas del sistema solar y lo que sucede en uno que otro sistema extrasolar. No obstante, las imágenes de estos telescopios tardan meses en llegar a nuestros ojos, esto porque las señales tienen que hacer un largo recorrido para llegar a nuestro planeta. En caso de que tuviésemos una potente visión, sin ningún inconveniente podríamos observar una roca giratoria extrasolar y todo lo que sucede en su superficie, observaríamos los sucesos de ese planeta simultáneamente con los de nuestro planeta. Y si existiese vida allí observaríamos a los alienígenas en «vivo y en directo», por decir algo, trotando en las mañanas, a otros tomando de prisa el autobús para no llegar tarde al trabajo, a otros sacando a su mascota a pasear, a otros preparando su café, etc. Vemos que en el mismo instante transcurre la cotidianidad de los alienígenas y la de nuestro planeta, porque todo se da en simultánea, tanto los sucesos terrestres como los del planeta extrasolar; no importando la cantidad de rotación o traslación del planeta extrasolar, tampoco importando si ese planeta es más antiguo que el nuestro o si su civilización sea más avanzada.
     La visión de todo individuo es instantánea, no es un movimiento, tampoco es una onda ni mucho menos una partícula, no se propaga por el espacio como la luz. Es un error confundir la luz con la instantaneidad, en este caso con la instantaneidad de nuestra visión. Lo instantáneo da apertura a la simultaneidad de todos los eventos.
     Imaginemos que poseamos una visión extraordinaria, y que caminamos en el parque de nuestro barrio. Al levantar la cabeza a cualquier punto del firmamento veríamos a un alienígena en su planeta paseando a su mascota, y si volteamos la cabeza al parque veríamos un niño comiéndose un algodón rosado y sosteniendo un globo con la otra mano. Ambos eventos, lo que hace el extraterrestre y el niño, no tendrían ni una milésima de segundos de diferencia para nosotros, tampoco para nadie en el universo. Eso sí, si la mascota del alienígena ladrara no la escucharíamos, solo veríamos mover su hocico. Y si se pudiese transportarse su sonido, los escucharían dentro millones de años una futura civilización humana, nosotros solo veríamos al perro mover su hocico y su cola.      
     Pero como ironía del tiempo, sigamos imaginando, suponiendo que estamos en nuestra casa viendo futbol por tv, y, a la vez, nos paramos y echamos un vistazo al firmamento por la ventana. Digamos que observáramos un alienígena cortando su jardín, pero al voltear la cabeza para ver el partido de futbol por tv, nos daríamos cuenta que la señal televisiva tarda más segundos en llegar a nuestros ojos que la del extraterrestre cortando sus flores. Esto sucede porque la visión es instantánea, no es una onda o partícula, mientras la señal de tv si necesita un medio para viajar. Y si asomáramos la cabeza nuevamente por la ventana del edificio para ver al estadio de futbol donde se desarrolla el encuentro futbolístico (no la tv), y de nuevo vemos al alienígena, nos damos cuenta que ambas acciones, tanto el partido de futbol y al alienígena baldeando las flores, acontecen en el mismo momento.
     Todos los eventos del universo ocurren en el mismo presente, pero la limitada vista humana y la poca tecnología impide demostrarlo. Al no tener la visión privilegiada, no nos queda más que echar mano de toda fantasía cósmica que se nos pase por la cabeza. Somos proclives a inventarnos falsas premisas, como: escalas y dimensiones del tiempo, universos paralelos, viajes a través del tiempo, relojes que se transfigura e inmolan a la velocidad de la luz, gemelo envejeciendo más que su otro gemelo, etc.  
     Nuestra visión no es una onda, no se propaga por algún medio, porque es instantánea. Siendo así podemos observar todo en simultánea, pero lastimosamente solo a una distancia limitada. Con una visión importante, todos los acontecimientos, aquí y en cualquier planeta de la última estrella del último universo, los veríamos transcurrir al mismo instante sin tantas dimensiones y fantasmas cósmicos.
     El robot Curiosity, el cual fue enviado a explorar a Marte, en su misión observó cada suceso en el mismo presente con todos los eventos de la Tierra y de todo el universo, y al momento que nos remitió toda la información a nuestro planeta, estas imágenes tardaron días en ser recibida por el ojo humano, de este modo se engaña la simultaneada del tiempo. Si tuviésemos la anhelada visión especial, veríamos las acciones de Curiosity al instante. Así sucede con la señal de tv en una trasmisión en vivo, digamos un evento deportivo, dicha señal tiene que pasar por varios filtros: viajar por el aire o mar, después llegan a dispositivos especiales, y estos distribuyen la señal a todos nuestros hogares. Y dicha señal nos llega por: radio, televisión e internet. Incluso, las señales a través de estos tres medios llegan en tiempos distintos. Pero la acción real de ese evento deportivo ocurrió en simultánea para todos los rincones del planeta.
     Al igual que la luz que nos llega de las estrellas, esta luz tiene que viajar inmensas distancias para luego tocar a nuestro planeta. Esas luces espaciales son una onda, no son instantánea como la visión. Sucede que nosotros no estamos al tanto de esta diferencia, al ver llegar estas luces pareciere que llegaran del pasado, pues fueron emitidas quizás en la época de los dinosaurios y apenas la percibimos en nuestro cielo. Al mismo tiempo confundimos la fuente con la señal, es decir: la estrella que es la fuente, y la luz que es la señal emitida. A cortas distancias vemos un bombillo iluminar un árbol, no hay problemas en distinguir al bombillo (fuente de luz) y la luz, y el receptor (árbol). Pero a distancias descomunales, confundimos la estrella (fuente) con la luz que emite, creemos que es lo mismo.
     El tránsito de la luz de una estrella a otro cuerpo celeste tarda millones de años en tocarlo, debido a este fenómeno no nos alcanzaría la vida para ver todo ese luminoso camino. En ese fragmento que recorre la luz de una estrella a la Tierra: nace y desaparece un continente, muere y nace una especie, nace y muere una civilización... Si tuviésemos una gran visión veríamos la estrella y la luz por separado: por un lado, la estrella en su forma redonda, como nuestro sol; y por el otro lado, la luz propagándose por el espacio, como una bombilla encendida en la noche oscura. En nuestra cotidianidad vemos la bombilla en su forma natural (no distorsionada) y su luz brillando, pues allí no se hace necesario tener una visión especial. Cuando una estrella emite su luz en el espacio, y cuando recibimos dicha luz, uno que otro despistado creerá que viene del pasado, aquí lo que ha viajado es la luz, no la estrella. Esa estrella quizás ya no existe, pero aún existe su luz. Pues quien sabe si la estrella murió en la edad media o en otra época de nuestra historia, por decir algo, el caso es que todavía podemos apreciar su luz en el cielo nocturno, ya que su luz apenas nos llega después de años de recorrido, pero muy pronto desaparecerá.
     Vale la pena repetir: una cosa es la fuente de luz (estrella) y la otra es la luz (onda-partícula) que emite esa fuente, lo que recibimos es la luz de la estrella, no la estrella. El error es creer que la fuente de luz y la luz son lo mismo, es como confundir al remitente con la carta. Para nuestra visión le es difícil diferenciar en el cielo una estrella y una luz de estrella, por tanto, nos inventamos cuantos fantasmas cósmicos se nos ocurra. Por el contrario, con una visión extraordinaria sería como ver un bombillo y su luz, y de manera instantánea.
     Si pudiésemos tener el privilegio de observar el nacimiento de una estrella, nos daríamos cuenta que dicho evento transcurriría en simultánea con el hoy de nuestro planeta, con nuestra civilización, no con civilizaciones pasadas. En este evento, nuestra civilización, solo observará instantáneamente las primeras luces de la estrella reciente, puesto que a nosotros no nos alcanzaría la vida para sentir en la piel esos primeros rayos. Como en una carrera atlética de relevos, le correspondería a una futura civilización llegar a la meta, en este caso disfrutar el calorcillo de la estrella, por allá dentro de millones de años. Nuestra civilización vería nacer la estrella (redonda como el sol), y avanzar su onda-partícula hacia nosotros; una futura generación de millones de años verá la luz avanzar más; otra verá la estrella agotar su combustible; otra la verá desaparecer; otra civilización seguirá viendo solo la luz acercarse más a nuestro planeta; y otra generación es la que podrá sentir sus rayos. Todas las civilizaciones presentes observaron dicho evento, la parte que le correspondía ver, instantáneamente. Pero la cruel realidad es que no poseemos una visión extraordinaria, por tanto, algunos despistados de esa última generación confundirán la fuente con su luz, donde lo único que existe es la luz, no la fuente.
     Para entender un poco más el argumento de que todo evento ocurre en simultánea en cada punto del universo, es bueno trasladar ese caso a un evento cotidiano y cotejarlo con un evento sideral.
     Trasladémonos a un estadio de beisbol, un pelotero lanza su pelota y se produce un home run a las 8:00 pm de la noche. En ese lugar todo ocurrió en un mismo presente, a esa hora puntual, tanto para el lanzador como para el home runero, y para todos los espectadores del estadio, también para todos los habitantes de la Tierra, y para los habitantes del último planeta de la última estrella del último universo. Esto porque todo transcurre instantáneamente en cualquier punto del universo, lo dice Isaac Newton. Para los espectadores que están en sus hogares viendo el evento por señal televisiva, también esa acción sucedió en simultánea, la diferencia es que ellos recibirán el home run unos segundos o minutos después. Pues la señal u ondas tardan en viajar a sus hogares, digamos que a los televidentes les llegó esa jugada a las 8:01 pm, incluso para aquellos que viven cerca del estadio. En pocas palabras, lo que llegó a los hogares fue la señal, no la fuente. Ahora supongamos que se dañase la señal de tv. A lo mejor el desesperado televidente se sube en una palmera del patio de su casa, y de ese modo observaría ese home run en simultánea con los espectadores del estadio a las 8:00 pm, no esperaría que la señal le llegue por tv unos segundos o minutos después de esta jugada de beisbol. 
     Esa importante acción del beisbol se complica si ese evento se realizase en un exoplaneta, y ellos emitieran dicha señal a todos los rincones del universo. Es decir, un home runero alienígena despacha la pelota a las graderías del estadio, en este caso sería nuestra futura generación la que recibiría la señal de esa jugada, ya que la onda-partícula tardaría millones de años en llegar a nosotros. A los futuristas les llegará las imágenes, mas no la fuente de la imagen. Pues ya la fuente no existe, el pelotero alienígena y todos los espectadores ya murieron y el estadio tal vez se halla debajo de los escombros, ante esto muchos pensarán que la señal les ha llegado del pasado, pero son puros fantasmas cósmicos. Ahora imaginemos que tuviésemos una visión extraordinaria. Al hacerlo, nuestra generación vería el partido de beisbol en el mismo instante con cualquier acción que estemos realizando, y la anotaríamos en el álbum de la historia para que las otras generaciones se enterasen de lo sucedido. Y cuando a la futura generación les llegue la señal de tv, ellos de antemano ya estarían enterados del evento de beisbol, ya que revisaron el álbum de la historia que escribimos y leyeron la jugada, o vieron el video grabado por una potente cámara, y por tanto, no creerán en fantasmas cósmicos. Y miren la curiosidad que acarrean las grandes distancias en el universo, en nuestro ejemplo, la futura generación ya sabe la historia de antemano (el home run), irónicamente una historia que no les había llegado aún.
     Con una visión poderosa, viendo todo lo que sucede en el universo instantáneamente no habría confusión con la simultaneidad del tiempo, no importa la distancia, tampoco la velocidad de la luz. Es como si le dijésemos a alguien por correo electrónico, o por cualquier medio de comunicación, que le hemos enviado un regalo por correo físico, y como sabemos que este tipo de correo tarda días en llegar a su destino, cuando el receptor reciba su regalo no tendría motivos para pensar en confusiones del tiempo. Pero si esto sucede a distancias extraordinarias, motivos tendría para confusiones.
     En todo caso, para no dejar algún cabo suelto sobre estos temas, en relación de que todo evento en el universo ocurre de manera instantánea para cualquier observador, sobre la luz y la fuente de luz, y del viaje de la luz o cualquier otra señal a distancias inconmensurables, me he dado a la tarea de inventar un tercer observador. Pero no es cualquier observador, es muy peculiar, un personaje que he extraído de la ciencia ficción, y al cual he llamado: el «águila especial». Llamado así puesto que posee una visión extraordinaria y un promedio de vida de cien millones de años aprox. Sin más, esta ave imaginaria (que podría ser quien lee este ensayo), con su potente visión tiene la facultad de observar los ciclos de todas las masas giratorias de todo el universo en un mismo instante. Para cualquier experimento mental que se nos ocurra, a este tercer observador o ave imaginaria la ubicaremos siempre en un lugar estratégico o «zona vip» del espacio, y le daremos un protagonismo importante más adelante, cuando con «dibujitos y plastilina» refutaremos la paradoja de los gemelos o relojes.
     Por el momento, y siguiendo echando mano de experimentos mentales, ya que la imaginación no tiene límites, veamos de nuevo el fenómeno del nacimiento de una estrella. Una estrella que nació hace millones de años y su luz viaja hacia nuestro planeta, hasta llegar a nuestros días. Con las características que posee el ave, esta puede observar el nacimiento de la estrella instantáneamente, sin fantasmas cósmicos, luego su luz caminar lentamente por el espacio de un punto a otro punto. Entre otras cosas, el caminar de la luz de un punto a otro en el espacio, es un fenómeno muy lento si se observa desde largas distancias, desde otra estrella. Por lo tanto, el águila se aburrirá mirando la luz caminar al ritmo de un gusanito, un gusanito luminoso. «Más tarde», quizás millones de años después, el ave verá morir a la estrella, pero seguirá viendo la luz viajando solitaria por el espacio, pues murió el emisor más no el mensaje, en este caso murió la estrella no su luz. Al final, otros millones de años después, el ave verá la solitaria luz estrellarse o iluminar el planeta.
     En este ejemplo, al águila nadie le podrá echar cuentos de fantasmas cósmicos, pues observó toda la acción del fenómeno en el mismo momento. El águila especial anotó en su cuaderno de notas: el nacimiento de la estrella, su luz caminar como un gusanito de la estrella al planeta, el agotamiento de su combustible, su desaparición, y su luz continuando su camino por el espacio al ritmo del mismo gusanito luminoso. En el transcurso de ese lento fenómeno, el ave volteaba su cabeza de vez en cuando y echaba un vistazo a nuestro planeta para ver que acontecía, el ave anotó lo siguiente: el nacimiento de los dinosaurios, el asteroide que los extinguió, luego los primates, el origen del hombre, el origen del fuego, su civilización, sus eternas guerras, hasta nuestros días o la fecha en que llegan los primeros rayos de luz de la estrella. El receptor final de los rayos de la estrella extinta pensará que la luz viene del pasado a nuestro futuro; pero para el águila especial, quien no perdió de vista cada detalle del suceso, todo trascurrió bajo la normalidad de todas las leyes naturales, y al leer sus anotaciones estas nos sacarían de cualquier duda científica.
     El nacimiento y muerte de la estrella, y el caminar de su luz por el espacio transcurrió en simultánea con todo lo que sucedía con el planeta Tierra, con el sistema solar y más allá de la vía láctea. El ave vio que los sucesos de la estrella, su deterioro o pérdida de combustible, ocurrieron a la vez o paralelamente con la evolución de la especie y el deterioro del planeta. Pero para la última civilización, la que recibió la luz de la estrella muerta, lo que realmente observaría en el firmamento oscuro es la luz, mas no su fuente de luz.
     Es comprensible no saber distinguir una estrella verdadera y la luz de una estrella muerta, ya que de noche todos los gatos son pardos.
     Para muchos, y es verdad, cuando se habla de luces de estrellas que nacieron en la época en que los dinosaurios dominaban la Tierra, aquella Tierra primitiva, piensan que esas luces, las cuales apenas estamos recibiendo, nos llegan con aromas fantasmagóricas de dinosaurios. Nos dan a entender que estas iguanas gigantes regresaron del pasado con la estrella, pero solo son fantasmas cósmicos, porque quizás estos animales desaparecieron en la misma época en que la estrella agotó su combustible, y su luz siguió viajando. Los dinosaurios son cosa del pasado, de la Tierra primitiva, ahora son petróleo para mover máquinas y no zombis espaciales viajando con luces de estrellas.   
     Hemos enfatizado que las luces que vemos en el firmamento de la noche, muchas son de estrellas que tal vez ya no existen; en todo caso, son luces antiguas de hace millones de años, las cuales recepcionamos como nueva. Les corresponde a los científicos, con dispositivos especiales, quienes resuelvan cuales son las estrellas muertas y cuáles son las estrellas vivas que flotan en el cielo nocturno. Para nosotros, gente del común, no tenemos acceso a esos dispositivos para estar diferenciando en el cielo estrellas y luces de estrellas. De todos modos, esta confusión radica por la tardanza de la dispersión de la luz en el espacio, esta tarda millones de años en llegar a nuestro planeta, apenas nos están llegando a nosotros luces generadas por estrellas o explosiones de estas en la época de los dinosaurios, pero en realidad son luces de estrellas extintas. Si tuviésemos una visión privilegiada veríamos las estrellas redondas como nuestro sol, con nuestra visión normal tenemos que conformarnos con el modelo de estrellas que vemos en el cielo: difusas y palpitando.
     Esta confusión de estrellas (fuente) y luces (onda-partícula) no se presentaría si el que viajase a velocidad aproximada a la luz fuese un asteroide o un cometa. Pues en este caso, el objeto es solo una fuente, el cual no emite ondas ni partículas, siendo así no dejaría fantasmas vagando por el espacio si llegase a desaparecer. Estos objetos al no emitir luz propia no lo percibimos en el cielo como sí lo hacemos con una estrella a medida que su luz avanza hacia nosotros. Solo sentimos estos objetos opacos cuando colisionan con el planeta, y si tenemos suerte lo detectamos a tiempo con potentes telescopios, y tomamos las medidas pertinentes para salvaguardar la humanidad. El caso es que no vemos los objetos opacos en el cielo nocturno, solo los que están dentro del sistema solar. ¿Y qué tal si un asteroide viajase con huevos de dinosaurios en su superficie? En el caso de que dicho objeto chocase con nuestro planeta veríamos a los dinosaurios ya creciditos sobre su superficie. No habría motivos para especulaciones. No pensaríamos que han viajado a través del tiempo, o que viene del pasado con los fantasmas de los dinosaurios, puesto que no son fantasmas, sino dinosaurios de verdad, los cuales se «desempollaron» de sus huevos mientras el cometa o asteroide se encaminaban por el espacio interestelar. Simplemente, mientras el asteroide se desplazaba hacia la Tierra, los dinosaurios salieron de sus huevos, dominaron la superficie del asteroide durante millones de años, luego estos animales sobreviven o desaparecen al chocar con la Tierra. En este ejemplo no confundimos el emisor con el mensaje, pues se trata de un cuerpo sin mensaje, un cuerpo opaco, no enviaba ondas o partículas de luz. Aquí el emisor o fuente no muere como la estrella, la fuente muere al chocar con el planeta.
     Si el ser humano pudiese tener una visión poderosa, tan grande que le permitiese ver una civilización primitiva de un planeta lejano, la veríamos en tiempos simultáneos a la nuestra, paralelamente, es decir, veríamos la Tierra civilizada de hoy en contraparte con la civilización del planeta extrasolar primitivo, en formación. El ser humano vería nuestra tecnológica avanzando mucho más, quizás carros voladores; y en el mismo momento le «echaría un ojo» a la época de las cavernas de aquellos alienígenas primitivos, al hacerlo veríamos a esos extraterrestres dominando el fuego y las demás especies, sus civilizaciones, sus guerras, su desarrollo tecnológico, etc. Este ejemplo podría compararse, a menor escala de tiempo, como cuando nosotros vemos crecer a las personas de nuestra vecindad y ellos a nosotros.
     Sabemos que para los Newtonianos todo transcurre en simultaneidad en el universo, pero para los relativistas todo es distinto. Las premisas relativistas expresan: «dos eventos no ocurren en simultánea en distancias extraordinarias y a velocidades de la luz». Ellos argumentan, o por lo menos deduzco de sus teorías, que si una civilización de un planeta extrasolar pudiera observarnos no observaría la Tierra actual o nuestro presente, según ellos, ese planeta alienígena observaría nuestro mundo prehistórico con sus dinosaurios, porque son dos espectadores ubicados a largas distancias, y su luz emplearía millones de años en llegar a nosotros. Entendería que no reconocen que la visión del ojo humano o de cualquier extraterrestre es instantánea, que no es un movimiento, tampoco onda ni partícula, la cual no tiene que propagarse o viajar largas distancias como la luz o el sonido hasta llegar a nosotros. Pero debido a nuestra limitación visual creemos que la luz es igual a la simultaneidad, y como, al parecer, la luz se curva en el espacio, muchos creen que el tiempo también lo hace, siendo eso un gran error, el cual genera muchos más espejismos y fantasmas cósmicos de los que existen en la actualidad.   
     Retomando el mismo ejemplo, si esos mismos alienígenas nos enviasen señales o imágenes hoy, por supuesto que estas tardarían millones de años en llegar a la Tierra. Los habitantes o civilización que envió esa señal de ese planeta extrasolar ya no existirán cuando el mensaje llegue a la Tierra; desde luego, tampoco nuestra generación existirá, una futura generación sería la encargada de recepcionar y decodificar con una piedra Rosetta las imágenes emitidas por los alienígenas. A la larga, fueron señales que navegaban por el espacio mientras se extinguía y nacían nuevas generaciones en los dos planetas, tanto el terrestre y el extrasolar.
     Supongamos que hace cien años se hayan enviado imágenes de Charles Chaplin al espacio, y esta fuese capturada por una civilización extraterrestre dentro de millones de años, lógicamente ellos estarían viendo un suceso de nuestro pasado, de alguien que ya no existe. Recibieron una imagen no la fuente de la imagen, de un evento determinado, ocurrido en un segmento de ciclo de nuestro planeta, contabilizado por nuestro reloj y apuntado en el álbum de la historia, envuelto en una botella y luego arrojado al mar espacial.
     En nuestra cotidianidad se nos hace más fácil diferenciar la fuente y la onda o señal. Por ejemplo, cuando mantenemos comunicación vía telefónica o video llamada con alguien. Aquí, tanto la conversación e imágenes del emisor como la del receptor recorren la atmósfera o la fibra óptica. Cada palabra e imagen nos llegará con segundos de retraso, porque el sonido e imágenes tienen que propagarse por el aire o mar. Cada sonido fue emitido en el mismo presente de ambos, aunque nos llegue un poquito tarde pareciera que el sonido es instantáneo, pero lo que verdaderamente es instantáneo es la conversación. Si tuviésemos una visión relevante, y pudiésemos ver a la persona que está al otro lado de la línea telefónica, sin ningún dispositivo de video llamadas: veríamos primero sus gestos labiales sin escuchar sus palabras, y después escucharíamos su voz por el teléfono. A más de que existen miles de llamadas al día, y estas se van a toparse en nuestra atmósfera; incluso se cruzan las unas con las otras, recibimos sonidos de otras personas todas generadas en simultánea, y nos llegarán con segundos de retraso. Esto podemos compararlo con el fenómeno físico de los rayos bajo la lluvia, primero observamos su destello en el cielo, y segundo más tarde su sonido.  
     Pero este ejemplo se complica más si pudiésemos conversar o chatear con miles de civilizaciones de planetas extrasolares, cuyas imágenes y videos tendrían que llegarnos millones de años después de emitido el mensaje, y ni qué decir del sonido si pudiese llegarnos. Si poseyésemos una visión potente y conversáramos por teléfono con un alienígena veríamos sus gestos al hablar, mas no su sonido, pues este llegará dentro de millones de años, si la física lo permite. Desde luego, tenemos que tener un promedio de vida de millones de años y mucha paciencia para esperar cada mensaje de nuestros interlocutores alienígenos. Por ello, sería una futura generación la que recepcionaria el sonido y los videos de las imágenes emitidas por el alienígena. Y en ese tráfico espacial se cruzarán muchos sonidos e imágenes, de todos modos habrá algún despistado el cual pensará que son fantasmas cósmicos viajando y chocando por el espacio.
     Sigamos un poco más con este tema de la señal y su fuente, coloquemos otro ejemplo cotidiano, en este caso con un evento deportivo que se realiza en la China, un partido de futbol para ser más preciso. En ese evento un jugador anota un gol olímpico. Dicha señal de tv o radio tardaría algunos minutos en llegar a cualquier país de América, incluso la señal de tv y radio llegan en diferente tiempo en cada país, pues la señal viaja por nuestra atmósfera o por el mar después de realizada la acción. La acción  sucedió en el estadio, se queda en el estadio y no vuelve a repetirse, lo que se propagó es la señal de la acción, y esta llega tarde a los países de América. Es fácil comprender que no se propaga el cuerpo físico ni el estadio, ni el vendedor de espaguetis con palillos: ellos permanecen en la China.
     Hasta aquí no hay confusión alguna, pero la dificultad se presenta si ese partido se jugase en un planeta ubicado a una distancia descomunal al nuestro, dado que en este caso el retraso de la señal no será de cinco minutos sino de cinco millones de años, será otra civilización quien reciba las imágenes de ese gol olímpico. Es decir, esa civilización alienígena que presenció la acción ya no existiría para entonces, y aquí en la Tierra habría otra civilización distinta a la que observó esa anotación de gol en aquel momento. La señal vagó dentro de la botella en esos largos años por el ancho mar del espacio, no el estadio ni el autor del golazo, pues no es un huevo dinosaurio sobre un cometa. Y mientras navegaba la botella por el espacio, en ambos puntos, tanto en la Tierra como en el exoplaneta, se transformó la materia y ocurrieron eventos naturales y sociales. Toda la materia alienígena se quedó en el exoplaneta, quizás ya no existe, existió en un fragmento de la historia de aquella roca giratoria. Pero su imagen sigue dando vueltas por el universo, como uno de tantos fantasmas cósmicos que confundimos como algo del pasado, al igual que las luces de estrellas extintas que vemos como estrellas en nuestro cielo.
     Las señales viajan lentamente por el universo como una botella con poemas de amor navegando por el mar. El poeta o emisor se queda en la playa, él no viaja dentro de la botella, quien lo hace es su poema. Y si transcurridos doscientos años hallan la botella, el poeta ya ha muerto, lo que hallaron fueron parte de su vida amorosa o una parte de su señal al mundo, no su pasado, pues él no viajó dentro de la botella, su pasado no trascurrió dentro de ella. Esta es otra diferencia entre la señal y la fuente
     Por todo ello, desde nuestro punto de vista, comprendemos que Isaac Newton posee la razón al plantear la simultaneidad del tiempo para todos los eventos posibles en cualquier punto del universo, y para cualquier observador, tanto estático como en movimientos. No pueden existir tiempos distintos en cada punto del universo, ni aquí en la Tierra ni en el último planeta de la última estrella del último universo.  

La velocidad de la luz no le saca canas a la primavera
     Explicamos, en capítulos anteriores, que le agregamos o quitamos números al reloj si la Tierra acelera o desacelera sus ciclos de movimientos. De los instrumentos de medición el reloj es el único manipulable, a veces rompe sus ligaduras cíclicas, pero esto no quiere decir que el tiempo sea manipulable.
     Esta manipulación solo acontece en la pareja reloj-tiempo, ya que es imposible en las demás magnitudes físicas, como por ejemplo, en la pareja cinta métrica- longitud, pues no podemos quitarle o agregarle centímetros a la cinta métrica solo porque a una pared se le quitaron o le agregaron más ladrillos.
     Pero también existe otro tipo de manipulación entre el reloj-tiempo sin necesidad de añadirle o quitarle números al reloj, simplemente adelantando o retrocediendo los minutos y las horas, mientras la vida continúa su andar normalmente.
     Solo basta analizar un evento cotidiano, como cuando un viajero se desplaza hacia otro país en avión, pero digamos a una velocidad mayor que la normal de estos aparatos. Suponiendo que sale de Colombia con destino a China a las 7:00 pm y solo se demora cinco minutos de vuelo, es decir, llega a las 7:05 am, horario de China; mientras en Colombia son las 7:05 pm. En este ejemplo, el avión sobrepasó doce meridianos en cinco minutos. Al llegar a su destino el viajero, si lo desea, ajusta su reloj a la hora del país visitante, es decir, 7: 05 am del día siguiente. En este caso el viajero solo adelanta los minutos u horas de su reloj para sincronizarlo a un nuevo horario; no ajusta su proceso evolutivo, tampoco su pasado, ni su futuro ni su vida e historia. No se adelantó por algunas horas al futuro, solo se le adelantó a un pedazo de ciclo de rotación de la Tierra, puesto que el avión se desplazó más rápido que la rotación terrestre. Si el avión hubiese volado a una velocidad menor a la rotación del planeta, el viajero no tendría necesidad de concordar su reloj al horario del país visitante. Al volar más rápido que el giro de rotación se hace necesario ajustar el reloj, no ajustamos el tiempo, solo adelantamos el reloj a un nuevo horario impuesto por el ciclo diario de la rotación y la ubicación de cada país. En cada punto de la Tierra todo sucede en simultánea, tanto para el viajero y toda la tripulación, y para la familia del viajero que se quedó en Colombia.
     Vivimos sobre una roca giratoria con líneas invisibles que determinan la hora en cada punto terrestre. El sol nace y se oculta en horarios diferentes en cada zona, o en cada una de estas líneas. Se festeja el año nuevo en horas diferentes, incluso, en días diferentes en algunos países. El aleteo de un colibrí ocurre en el mismo instante de cualquier suceso ubicado en cualquiera de estas zonas, y en cualquier planeta del sistema solar y del universo.
     Dramaticemos un poco este ejemplo de manipulación del reloj, veamos qué pasa si dicho avión viajase alrededor del sol a una velocidad mayor que la traslación del planeta. En este ejemplo, el avión contabiliza más ciclos o años que el planeta Tierra, este hecho no quiere indicar que su tripulación envejeció más rápido que el resto de los habitantes de la Tierra. Los tripulantes del avión no han viajado al futuro, ni el reloj caminó más de prisa para ellos, tampoco el tiempo se aceleró; y por supuesto, los habitantes del planeta no se quedaron estacionados en el pasado, estos subsistieron normalmente y a la par con la tripulación. Tampoco los tripulantes envejecieron menos que los habitantes de la Tierra o viceversa, como lo sugiere la paradoja de los gemelos o relojes. En este ejemplo, simplemente el avión ha viajado más rápido que el ciclo de traslación de la Tierra. Cuando regresen a la Tierra hallarán todo normal, su tiempo no transcurrió más de prisa que cualquier ser humano que se quedó en la Tierra mientras ellos viajaban en la nave.  
     Ahora veamos qué pasa si el avión realizase un tour de una semana alrededor del sol, a una velocidad aproximada a la de la luz. Pero en este ejemplo tenemos que hacer algunos «cálculos alegres». La luz del sol tarda en llegar a la Tierra ocho minutos, pero como la Tierra no gira alrededor en forma circular sino elípticamente le agregaremos cuatro minutos más, podrían ser tres o cinco o los que quieran, el resultado en este ejemplo no es importante. Esto es: nuestra nave por cada giro alrededor del sol tarda 12 minutos; en cada hora la nave realiza 5 giros de traslación a velocidad de la luz (60/12), en un día 120 giros (5x24), y en una semana 840 giros (7x120). Supuestamente en este ejemplo los tripulantes cumplieron 840 cumpleaños o festejaron esa misma cantidad de años nuevos, visto que la nave hizo de planeta Tierra dando vueltas alrededor del sol. En este caso ningún tripulante de la nave envejeció esa cantidad de años, su deterioro fue a la par con los que se quedaron estacionados aquí en la Tierra mientras la nave hacía el vertiginoso recorrido. Por muchos años o vueltas que haya realizado la nave, en este caso 840 años para sus tripulantes, para los no viajeros y los que se quedaron en la Tierra lo que trascurrió fue una semana. En realidad lo que hay es un desajuste de ciclos en el reloj, ya que el tiempo fue el mismo para todos. Tanto los tripulantes como los habitantes de la Tierra envejecieron lo que realmente se envejece en una semana. Ningún tripulante se transfiguró por la velocidad de la luz, ni los relojes de la tripulación se paralizaron, tampoco se inmolaron al viajar a velocidad de la luz.
     Mientras la nave realizaba el tour a velocidad cercana a la luz, nuestro planeta apenas avanzó unos kilómetros alrededor del sol, el recorrido equivalente a una semana, le falta mucho para completar su giro de 365 días o para el año, para ser exacto le restan 358 días. Lo que existe es un desbarajuste de vueltas, de distancia y velocidad, pero no de tiempo o evolución. Todo transcurrió igual, en la Tierra, en la nave y en cualquier esquina del universo. Simplemente la nave superó los ciclos de la Tierra. En este ejemplo no importaría que la nave hubiese girado alrededor del sol, o a cualquier dirección, o que viajase en línea recta a la estrella más lejana y luego regresase en esa semana.
     Si una nave extraterrestre viajase a velocidad de la luz por todo el universo, de una estrella a la otra, ese suceso no puede tener ninguna incidencia para los que habitamos en la Tierra. ¿Por qué ha de tenerlo? Prácticamente eso fue lo mismo que ocurrió con los tripulantes que hicieron el tour alrededor del sol, no inciden en el rejuvenecimiento o deterioro de ningún ser sobre la Tierra, de igual manera en cualquier punto del universo.
     Y si por el contrario, qué tal si el avión realizase cinco vuelos alrededor de la Tierra a una velocidad inferior a su traslación, digamos la mitad. Esto es: un ciclo para la tripulación dura 730 días (365 x 2), y para los no viajeros los mismos 365 días (para este ejemplo). En este caso los de la tripulación solemnizaron cinco cumpleaños o años nuevos, mientras los que se quedaron en la Tierra lo solemnizaron en diez años. Por ningún motivo la lentitud de la nave ha ejercido influencia alguna sobre sus tripulantes, estos no envejecieron cinco años menos que los de la Tierra, y mucho menos se han quedado en el pasado. Los de la tripulación y los no viajeros, al igual que los demás seres vivos e inertes, se deterioraron lo que se deterioran en diez años, ni un minuto más ni un minuto menos, solo que los tripulantes estuvieron fuera de la Tierra recorriendo cinco vueltas al sol durante ese periodo.
     Si la Tierra girase alrededor del sol a velocidades cercanas a la luz, cumpliríamos años y festejaríamos años nuevos cada ocho minutos, y en nada afectaría nuestro progreso evolutivo y biológico, aunque en este caso cumpliésemos miles de años en nuestras vidas, nuestro promedio de vida es paralelo al que tenemos actualmente.
     También existe una gran contrariedad entre los viajes aéreos si los medimos con los viajes terrestres, porque al utilizar estos dos medios de trasportes, y a la misma velocidad, no se recorre la misma distancia entre dos puntos específicos. Cuando un avión y un tren parten desde el mismo punto inicial para llegar a un mismo punto final: la distancia recorrida no es la misma, puesto que existe un desplazo de la Tierra en contra o a favor del avión. Esto porque la Tierra gira a favor o en contra de cualquier aeroplano, o de cualquier medio que no utilice el suelo terrestre para desplazarse de un lugar a otro, incluso también aplica para las aves, mariposas y cualquier bicho volador.
     En los desplazamientos vía aérea de un lugar a otro, no en tierra (suelo), tenemos que tener presente si la rotación de la Tierra gira a nuestro favor o en contra, es decir, si el avión va en el mismo sentido al recorrido de la rotación o en sentido contrario.   
     La Tierra gira sobre su propio eje a una velocidad constante de 1.700 Km/h, mientras que la velocidad de los aviones varía entre 500 a 1000 Km/h, si bien no es constante, de todos modos es muy inferior a la de la Tierra. O sea, si viajamos en avión a algún punto del planeta, con el eje terrestre rotando en contra de la trayectoria del avión: el suelo de la Tierra se acerca a una velocidad de 1.700 Km/h hacia el avión. Aunque coincidan en el mismo punto de destino, la velocidad de rotación acorta la distancia a la trayectoria trazada por el avión. Este hecho solo se presenta en los vuelos aéreos, no en recorridos terrestres, porque el avión no pisa la superficie de la Tierra. Mientras que en un automóvil o tren, estos medios de transporte están tocando el suelo terrestre todo el recorrido. De este modo, por mucho que la rotación gire en su contra, nunca el punto de destino se acercará al automóvil, este siempre se mantendrá la misma distancia entre el punto de origen y el punto de destino. En los recorridos terrestres, no importa que la Tierra gire a favor o en contra, o que la velocidad del automóvil sea constante como el de la Tierra, o tenga una velocidad aproximada a la luz, o que la Tierra acelere a velocidad extrema, o que la Tierra no mantenga su velocidad constante, etc. El recorrido siempre será el mismo, no se acortan las distancias, dado que el automóvil nunca despega sus llantas del suelo terrestre. Siendo así: en los viajes aéreos la distancia entre ambos punto depende de la rotación terrestre, es alterable; mientras que en los viajes terrestres la distancia es inmodificable, es real. 
     Ejemplaricemos este asunto. Un avión se desplaza de un punto A (partida) a un punto B (destino), con la Tierra girando en contra de la trayectoria del avión. Estos puntos A y B están ubicados en el aire y en paralelo con los puntos   y , ubicados en la superficie de la Tierra, pues es el lugar donde realmente habitan las personas, no en el aire. En este caso no sé cómo se las ingeniaría el piloto para iniciar su despegue desde el aire. (Para comprender este ejemplo es importante ver la grafica 1 y 2).


Gráfica 1
Gráfica 2











Gráfica 1 y 2. Observamos el avión despegar en paralelo a los puntos iniciales A´ y A.  Al rotar la Tierra en contra de la nave, hace que el verdadero punto de destino B´ se acerque al punto A, de esta manera se acorta la distancia del recorrido en los viajes aéreos.  

     El ejemplo dice que la Tierra gira en contra de la trayectoria del avión, su velocidad constante es mayor que a la del avión. Aquí el lugar inicial A y el lugar de destino B permanecen fijos, inmodificables, es la distancia trazada por el avión. Pero los otros puntos el inicial y el de destino no son fijos, se desplazan a medida que la rotación sigue su curso. Aclaremos que no se desplaza hacia , obvio, nunca lo alcanzará porque ambos puntos están atornillados en el suelo, pero sí se desplaza hacia el avión y hacia A. La rotación en contra hace que  se acerque hacia el avión a medida que este aparato se desplace de A hacia B
     Es como si un pájaro despega sus alas desde un árbol y se dirige hacia una casa, y desde allí nosotros caminamos hacia él. Nosotros podemos toparnos con el pájaro en cualquier punto y llegar al árbol, porque ese punto inicial (árbol) siempre permanece atornillado en su sitio, y la casa (destino) nunca tocará al árbol, no importando que la rotación terrestre váyase en contra de la trayectoria del ave.
     No obstante, desde nuestra perspectiva que nos impone la cotidianidad, este hecho pasa desapercibido, esto porque nos concentramos en el movimiento del avión y no al movimiento del planeta. Este inconveniente no se presentaría si la Tierra no tuviese movimientos espaciales, en este caso, aunque el avión se mantenga en el aire, la distancia proyectada entre ambos puntos A y B va hacer la misma a la distancia proyectada en el suelo y . Es como si el avión fuese un medio terrestre, o estuviese rozando el suelo del planeta.
     Por lo contrario, si el avión regresa su vuelo, es decir, retorna a casa desde B o B´ al punto inicial A o A´, a la misma velocidad, desde luego, en esta ocasión regresa con la rotación a favor del avión. En este caso  A´ no se aleja de B´, están fijos en la superficie terrestre; pero A´ se «aleja» del punto B, porque la rotación terrestre va dejando atrás la velocidad del avión. Se alarga un poco la distancia debido a las mismas razones aplicadas en el anterior ejemplo. Ante esto, en los viajes aéreos existe un desbarajuste entre tiempo y distancia.
     El recorrido real del avión no es igual para ambos ejemplos, ni para la rotación girando a favor del avión ni para esta girando a favor del avión; a menos que el avión vuele a velocidad de 1.700 Km/h.
     Todo cambia al hacer un viaje por vía terrestre, en un automóvil o tren, desde el mismo punto inicia  al punto de destino , a la misma velocidad del avión del ejemplo anterior. Aquí no hay puntos aéreos inicial A ni punto de destino B, solo existen dos puntos terrestres, no espaciales como la del avión. En este caso particular, al estar el automóvil «adherido» al suelo o rozando la superficie de la Tierra impide que el punto final  se «desplace» algunos kilómetros a su encuentro con el punto inicial. Estando el vehículo «adherido» a la superficie necesariamente tiene que hacer todo el verdadero recorrido del punto inicial al destino . En este ejemplo no se acorta la distancia, por lo tanto, en los viajes vía terrestre no existe un desbarajuste de tiempo y distancia, no se gana minutos ni horas. No importando que la Tierra gire a favor o en contra del automóvil o tren, o a mayor velocidad, o a menor velocidad, o que este estática.  Sí sucede al viajar en un trasporte que no esté adherido a la superficie como en un aeroplano, incluso un barco. (Ver grafica 3 y 4).
   

Gráfica 3
Gráfica 4











Gráfica 3 y 4. Observamos el despegue del automóvil desde el punto inicial  A´ al destino B´. Sin importar que la rotación gire en contra del vehículo no se acorta la distancia, puesto que las ruedas del vehículo están adheridas al suelo terrestre.


     En el recorrido aéreo, donde las ruedas del avión no están «adheridas» a la superficie terrestre: la distancia varía, no importando que el desplazamiento del avión sea de este a oeste y viceversa, o de norte a sur y viceversa; puesto que el punto de encuentro o de destino se «mueve» hacia otra posición. Mientras que en los recorridos terrestres el vehículo no se despega del suelo terrestre, no importando que el desplazamiento del automóvil o tren sea de este a oeste y viceversa, o de norte a sur y viceversa. En este caso la distancia es real e invariable, no se acorta ni se alarga la distancia. Esta contrariedad no se presentaría si viviésemos en un mundo sin movimientos, con estas condiciones las distancias aéreas serán las mismas que las distancias terrestres, pues aquí no hay desplazamiento de la rotación terrestre.
     En los medios acuáticos tampoco hay contacto con el suelo terrestre, aunque el agua sea más densa que el aire y hace su recorrido más lento, de todos modos, es aplicable las mismas leyes a los recorridos aéreos. 
     Ahora un ejemplo extremo y cortico, ya que estos ejemplos son los que realmente nos despeja cualquier duda científica. Veamos qué pasa si la rotación terrestre pasa de 1.700 Km/h a 300.000 Km/ h, velocidad de la luz. Para no extendernos y complicarnos más, simplemente: al dar un salto desde cualquier punto del planeta caeremos en otro meridiano, en otro país, en otro océano, etc. No necesitaremos ningún medio de transporte para viajar de un lugar a otro.
 


Gráfica 5
Gráfica 6











Gráfica 5 y 6. Si la Tierra girase sobre su propio eje a velocidad de la luz, solo basta que demos un salto para sobrevolar uno que otro meridiano, siendo así podríamos viajar a otro país sin pagar tiquetes de transporte.


     Desde el salto de un atleta hasta el lanzamiento de un proyectil, el vuelo de una mariposa o cualquier movimiento de cualquier objeto sobre la superficie terrestre (sin rozar el suelo) la distancia recorrida no va a ser la correcta. Pues la Tierra se mueve a favor y en contra del objeto o persona. Si lanzamos una pelota a un determinado punto, en sentido contrario a la rotación terrestre, hubo un movimiento terrestre desde donde cayó la pelota hacia donde se hizo el lanzamiento, por muy pequeño que este sea, se acorta la distancia, en este caso la distancia recorrida no es real. Lo mismo sucede al disparar proyectiles o cualquier artefacto de gran velocidad que se lance en sentido contrario a la rotación terrestre. En este caso siempre se acortará la distancia por muy mínima que sea, estamos hablando hasta de micras. Contrario si lanzamos la pelota o un proyectil desde el mismo punto inicial, pero en la misma dirección de la rotación planetaria, en este ejemplo se alarga la distancia por muy pequeña que sea.
     Esta es una clara confusión de tiempo y espacio en distancias relativamente pequeña. Esto acontece porque a veces se nos olvida que vivimos en una gran roca redonda y giratoria, y ese olvido nos da la apariencia de un mundo plano, lugar donde no ocurre esta confusión. Nos focalizamos en el vuelo del avión y no en el movimiento terrestre.   
     Si esto nos confunde en la cotidianidad, en sucesos que están a nuestro alcance, los cuales podemos observar a simple vista, cómo serían esos eventos fuera de nuestro planeta. Pues imaginémoslo, conjeturemos lo que sucedería a distancias inconmensurables, a distancias en que nunca podremos llegar, dentro de un espacio lleno de fantasmas y espejismos cósmicos. Según la Teoría del big bang el universo se expande, sigue una dirección de expan2sión aún no definida, nos lo dice el corrimiento al rojo. Para entender esto recordemos el fenómeno de inflación con el clásico ejemplo del globo desinflado marcado con puntitos, el globo es el espacio y los puntitos son los cuerpos celestes. Al inflarse el globo, dichos puntos toman distancias entre sí, entre más se infle el globo más distancia entre ellos. Es decir, el espacio se expande y al estar la materia adherida en el espacio, los cuerpos celestes toman distancias entre sí. Por todo esto, para saber la distancia y el recorrido que realiza una luz hacia nuestro planeta, desde cualquier punto del universo, se tiene que tener en cuenta el corrimiento al rojo o azul, esto para saber si el espacio se corre hacia nuestro favor o en contra. Conjuntamente, existen otros movimientos igual de masivos que afectan las distancias y el tiempo, como las estrellas girando alrededor de su galaxia. Con todo esto, queremos explicar que sí la rotación acorta la distancia en los vuelos aéreos, de igual manera al viajar una nave por el espacio se está enfrentando a la misma situación, pues cualquier punto o destino en el universo se mueve a favor o en contra de la nave. O sea: la expansión del universo acorta o alarga la distancia entre cualquier punto del universo, el punto inicial y el de destino. Con este razonamiento podemos concluir que también existe un desbarajuste monumental entre tiempo y distancia en los vuelos espaciales.  


Hora interplanetaria 
     Suponiendo que todo el sistema solar sea habitable, con vida inteligente en todos los planetas, para medir el tiempo cada planeta tendría que construir sus propios relojes. Pues nuestros vecinos también necesitan saber cuándo es la fecha de sus respectivos cumpleaños y su próxima cosecha de tomates. Claro, estos relojes ajustados a lo que proyecte cada uno de sus movimientos espaciales, a sus respectivos movimientos de rotación o traslación de cada planeta. No se descartaría el hecho de tener un patrón unificado, algo así como la «hora interplanetaria». Pero como somos los únicos seres que moramos el sistema solar y en el universo conocido, todo se rige por nuestros patrones de medidas. En el caso del tiempo en el sistema solar, cada planeta lo medimos con nuestra unidad de minutos u horas. El reloj de Júpiter es de 10 horas diarias terrestres; el día de Marte es igual al nuestro de 24 horas; el de Venus tendría un poquito de problemas para colocar tantos números a su reloj, pues sabemos que en ese planeta el día es más largo que su año, a su reloj no le cabrían los números, y en si tuviesen reloj de arena se necesitaría una «tonelada» de granos.
     El hecho de que la rotación o el día de Júpiter sea de diez horas (casi la mitad de la rotación terrestre) y existiese vida allí y vean salir el sol y ponerse más rápido, no quiere decir que el tiempo trascurra más veloz en ese gigante gaseoso. Sus habitantes no van a envejecer más rápido que nosotros, a menos que su evolución y genes los dispongan de otra manera. Simplemente el planeta gigante ha dado más ciclos; pero en todo caso, el tiempo es igual para todos. Los acontecimientos y respetivos procesos biológicos de cada habitante planetario seguirían su curso normal, en simultaneidad planetaria. Si alguien se muda a vivir a Plutón, cuya traslación es de 248 vueltas terrestres, nunca cumpliría un año de vida, ya que nuestro promedio de vida es de 75 a 80 años. El humano que se mudo a ese planeta seguirá siendo un bebé; y no un bebé lactante, sino un bebe de 80 años,  arrugado y con canas.
     Echemos mano nuevamente del águila especial, recuerden ese personaje ficticio de potente visión y con un  promedio de vida millones de años de existencia. En esta ocasión la ubicaremos en la hipotética nube de Oort, con la vista puesta al sistema solar. Esto con el objetivo de echarle un vistazo a la Tierra y sus vecinos. Simplemente el ave vería en simultanea nueve carruseles dando vueltas con ciclos diferentes, en el mismo y eterno presente. Vería que la duración que gasta un colibrí chupando una orquídea colombiana es la misma de un marciano disfrutando una taza de café. No le sería difícil comprender que un minuto aquí en la Tierra sucede en el mismo instante con cualquier planeta del sistema solar, y con cualquier planeta de la última estrella del último universo.
     Como indicamos, al no existir vida en nuestros planetas vecinos, utilizamos el patrón del tiempo del nuestro para medir cualquier evento aquí y en todo el universo. En consecuencia todo evento está regularizado por nuestro reloj terrestre de 24 horas y de 365 días, y fraccionado en horas, minutos y segundos. Con los datos de nuestros ciclos medimos los ciclos de todos los planetas, en síntesis: la hora de nuestro reloj es el patrón interplanetario e interestelar. Los resultados de nuestro reloj nos muestran que el aparente tiempo transcurre igual para todos los planetas, no importando que algunos giren más rápido o más lento que otros, o que los relojes de sus habitantes tengan más números o menos números.
     Es como si en un fragmento de cinco minutos, un grupo de personas se colocasen en un carrusel de caballitos que gira a cierta velocidad, y otro grupo en un carrusel que gira a una velocidad inferior. En este caso las manecillas del reloj se mueven igual para ambos carruseles, no importando que un grupo dé más vueltas que el otro grupo, incluso, sin importar que uno de estos carruseles no haya dado ni una sola vuelta en ese fragmento: la variación es la misma, el tiempo de cinco minutos ha pasado igual para ambos. Las personas de estos dos carruseles se deterioraron biológicamente lo que le corresponde en esos cinco minutos, por muy pequeñísimo que sea el deterioro. De igual manera sucede al medirse los ciclos rotacionales de los nueve carruseles del sistema solar, todo transcurre en simultánea en un fragmento de 24 horas terrestres. Se contarán más vueltas o ciclos en un planeta que en otro, habrá cierta diferencia en ciclos; pero esencialmente en todos los carruseles ha transcurrido las mismas 24 horas terrestres, la misma variación, aunque algunos planetas como Venus y Mercurio no hayan realizado ni un solo ciclo rotacional en ese fragmento. Cada habitante de cada planeta se deterioró lo que le corresponde en ese curso de 24 horas terrestres.
     Si existiese un reloj interplanetario caminaría igual para todo el carrusel del sistema solar, independientemente del número de vueltas que dé cada planeta alrededor del sol, incluso, sin importar que un carrusel se encuentre en nuestro sistema solar o un sistema extrasolar.
     Veamos los ciclos de nuestros planetas vecinos medidos con nuestro reloj terrestre o «reloj interplanetario». Una vuelta al sol de nuestro planeta tarda 365 días, un año nuestro. Pero hay planetas que por su cercanía al sol su ciclo será más corto que el nuestro, de menos días, en este caso: el año en Mercurio es de 88 días terrestres, y el de Venus de 224. Y hay planetas que por su lejanía al sol su ciclo de traslación es más largo que el nuestro: el ciclo de Marte es de 686 días terrestres, el de Júpiter es de 11 años y 315 días, el de Saturno 29 años y 167 días, Urano 84 años, el de Neptuno 164 años y 288 días y el de Plutón 248 años.
     Esta situación nos confunde un poco, uno que otro creerá que en Mercurio se envejecería más rápido si existiese vida allí, pues los años nuevos y cumpleaños pasarían volando en ese pequeño planeta. Mientras ellos celebran cuatro años nuevos (365/88) nosotros celebramos uno. Asimismo, uno que otro despistado creerá también que en Júpiter o Saturno se envejecería más lento, pues allí los cumpleaños y años nuevos durarían más en llegar, y mientras aquí celebramos 11 años nuevos en Júpiter celebran solo un año. La realidad es que se envejece igual en el mismo lapso en cualquier punto del sistema solar y en cualquier punto del universo, siempre y cuando tengamos el mismo sistema biológico o código genético, porque esto es lo que determina a las especies envejecer, y no la cantidad de vueltas de los cuerpos celestes. Todos los hechos se dan al mismo instante, paralelamente en cualquier esquina del universo, dado que el tiempo es uno solo y absoluto para cualquier evento del universo.
     Entendido lo anterior, continuaremos con los típicos experimentos mentales, sin antes advertir que seguiremos siendo repetitivos en el aspecto biológico de todo individuo.
     Entonces imaginemos que naciesen cuatro humanos a la misma hora en cuatro puntos diferentes del sistema solar, o cuatro mellizos nacieron en la Tierra y tres fueron enviados desde muy niños a vivir a otros planetas, o como quieran plantear la situación. El asunto es que los cuatrillizos habitan en planetas diferentes: un mellizo está en nuestro planeta, otro en Mercurio, otro en Júpiter y otro en Neptuno. Cuando la Tierra haya dado una vuelta alrededor del sol: el humano que habita aquí cumpliría un año de vida. En ese fragmento de 365 días terrestres, Júpiter ni Neptuno han dado la primera vuelta al sol, por lo tanto, los humanos de esos planetas gigantes no han cumplido su primer año de vida. En cambio en esos 365 días terrestres, Mercurio ya ha dado cuatro vueltas y fracción (365/88), en este caso el humano que se encuentra en allí cumpliría cuatro años de vida. Pero los ritmos de crecimiento de los humanos de esos tres planetas son iguales al humano de la Tierra, biológicamente los cuatro bebés humanos ya dejarían de gatear y comenzarían a dar sus primeros pinitos, pues sus respectivas motricidades son las de un bebé de un año, ya que todos los cuatro mellizos poseen el mismo ritmo de crecimiento terrestre. Los procesos biológicos son inquebrantables e independientes a los giros de las esferas celestes, en este caso a la cantidad de vueltas de cada planeta del sistema solar. 
     Cuando la Tierra haya dado 11 vueltas al sol: el humano terrestre ha cumplido 11 años de vida. En ese segmento Júpiter ya ha dado su primera vuelta al sol: el humano que habita allí ya tiene su primer añito de vida. A Neptuno aún le falta mucho para su primer ciclo: el humano de allí aún no ha cumplido su primer año de vida. Y el planeta Mercurio ya ha dado 45 vueltas y fracción (365x11/88 o 11x4): el humano mellizo que habita allí ya tiene 44 o 45 años de vida. Pero estos cuatro humanos biológicamente son niños terrestres de 11 años, aunque el de Mercurio haya cumplido 45 años. Todos han mudado ya sus dientes de leche, montan en bicicleta y van a la escuela en el mismo segmento de tiempo de los cuatro planetas. Sin importar que el humano de Mercurio tenga 45 años y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida, las complexiones físicas y mentales son iguales en todos los humanos aquí presentes, es decir, la de un niño de 11 años. El hecho de que el humano de Neptuno no haya cumplido un año de vida, porque su planeta aún no ha dado su vuelta al sol, no quiere decir que sea apenas un bebé de brazos, este ya tiene la mentalidad y físico de niño de 11 años de la Tierra. Lo mismo le sucede al humano de Júpiter, pues en su primer año de vida ya puede montar en bicicleta al igual que sus tres hermanos. Al igual, el hecho de que el humano de Mercurio tenga 45 años de vida, en realidad es un niño de 11 años y no un adulto. Lo que existe es un desbarajuste de ciclos y edades, mas no de tiempo.
     Continuando con el ejemplo, cuando la Tierra haya dado 22 ciclos alrededor del sol: el hermano terrestre ha cumplido 22 años. Mientras el planeta Júpiter en ese fragmento ha dado apenas dos vueltas al sol, por lo tanto: el humano que habita allí ya tiene dos años de vida. Mientras en ese mismo fragmento el planeta Neptuno aún no ha dado su primer ciclo alrededor del sol, de aquí que el humano que habita en ese gigante azul no haya cumplido su primer año de vida. Mientras tanto, el planeta Mercurio ha dado alrededor 88 vueltas y fracción (22x4): el humano de allí cumplió 88 años terrestres. Ni el de Neptuno es un bebé ni el de Mercurio es un anciano, las complexiones físicas y comportamientos de todos los hermanos son iguales al de un adulto de 22 años terrestre. Aquí no importa que el humano de Júpiter tenga apenas dos añitos, y el de Neptuno aún no haya cumplido su primer año, y el de Mercurio tenga 88 años terrestres: todos los humanos siguen el mismo proceso biológico. Quizás los cuatrillizos ya hayan terminados sus estudios de secundaria, o estén en la universidad de sus respectivos planetas, o sean rebeldes, con licencia de conducir, tengan sus respectivas parejas, incluso tengan hijos; es decir, todo lo que hacen los humanos a la edad de 22 años. Todo sucede en un mismo carrusel planetario, en un mismo fragmento de ciclos terrestres, pero a diferentes distancias de otros ciclos planetarios. Todos los cuatro hermanos están en igualdad de condiciones físicas, ninguno es más joven o más viejo que los demás. Aunque el de Mercurio tenga 88 años, no es un anciano; y el de Júpiter con dos añitos, no es un bebé. Ambos tienen la misma fisionomía biológica de un joven de 22 años terrestres.
     Cuando el planeta Tierra haya dado 100 vueltas al sol: su humano ha cumplido 100 años. Ya mastica el agua, ad portas de colocarse la «piyama de madera». El planeta Júpiter en ese mismo segmento ha dado cerca de nueve vueltas al sol: el humano que vive allí cumpliría 9 años. También es un anciano masticando el agua. El planeta Neptuno aún no ha dado su primera vuelta al sol: el humano de ese planeta todavía no ha cumplido su primer añito. Pero también es un anciano. Mercurio ha dado 400 vueltas al sol: su mellizo cumpliría 400 años. Al igual, es un anciano (de 100 años terrestres). Los tres hermanos interplanetarios tienen la misma complexión física y comportamiento del humano terrestre, es decir, la de un anciano de 100 años. Ya sus respectivos cuerpos se han deteriorados bastante, y se deterioraron a la par: canas y piel agrietada, pérdida de memoria, lentes, orejas grandes, todos tienen nietos y están próximos a lo inexorable, etc. Esto porque los cuatrillizos están regidos por el mismo ritmo de su desarrollo biológico y deterioro físico terrestre.
     Todos los cuatro hermanos envejecieron paralelamente y al ritmo de nuestra evolución, no importa que el de la Tierra tenga 100 años, el de Júpiter solo tenga 11 años, el de Mercurio 400 años y fracción, y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida. El de Neptuno no es un bebé y el de Júpiter tampoco es un niño, todos son unos ancianos. Los respectivos aspectos físicos son iguales para los cuatro hermanos, no importando el desajuste de años o ciclos, de la cantidad de ciclos de sus respectivos planetas y de la distancia.
     El núcleo de cada célula de cada individuo, responsable del almacenamiento de la información y luego transmitida de generación en generación, no se da por enterado de que unos cuatrillizos se hayan criado y progresado en planetas distintos. Todo transcurre en simultánea en todos los carruseles del universo. El problema consiste en que poseemos una vista limitada, la cual no nos permite ver esa simultaneidad, por tanto no vimos a los cuatrillizos crecer al mismo ritmo de vida en los cuatro  carruseles.        



El tercer reloj en la paradoja de los relojes
     La paradoja de los gemelos o relojes, propuesta por el físico Albert Einstein en las primeras luces del siglo pasado, es el arquetipo de la teoría de la relatividad especial. La paradoja es un experimento mental, la cual nos plantea la diferente percepción del tiempo entre dos observadores y ante un solo suceso, uno de ellos estático y el otro en movimiento, y a velocidad de la luz. Sabemos que para Einstein el tiempo transcurre distinto desde cualquier punto del espacio en que se encuentre el observador. Según él, hay dos tiempos distintos para un solo evento, debido a que el tiempo se paraliza o se acorta si viaja a velocidades extremas como la luz. Vale recordar que esta teoría contradice los postulados de Isaac Newton, quien afirma que el tiempo trascurre en simultánea para distintos eventos.
     La paradoja de los relojes imagina a dos gemelos, uno viajero y el otro atornillado en la Tierra, es decir, uno en movimiento y el otro fijo. El viajero dará una vuelta en un determinado tiempo hacia la estrella más cercana montado en una nave a velocidades cercanas a la luz; y su hermano lo verá partir. La hipótesis deduce que a la vuelta de la nave a la Tierra, el gemelo en movimiento habría envejecido menos que su hermano, dado que la teoría señala que el que ha estado sujeto a los cambios de velocidad, en este caso el astronauta, su tiempo ha trascurrido más lentamente. Pero la paradoja aparece cuando el gemelo que se quedó en la Tierra reclama que es él el que ha viajado a la velocidad de la luz y no su hermano astronauta, por lo tanto, quien ha envejecido más es el viajero de la nave y no el terrestre. Con fórmulas y cálculos, entendibles solo para los matemáticos extremos, se demostró que es el gemelo viajero quien ha envejecido menos.
     En resumen, la paradoja nos plantea: dados dos observadores sobre un solo evento, uno estático y el otro en movimiento, el tiempo no trascurre igual para ambos.
     Según las premisas de la teoría de la Relatividad, el tiempo depende del observador. El tiempo medido por un observador en reposo de un evento en movimiento aumenta a medida que la velocidad aumenta, tendiendo a infinito cuando el evento se aproxima a la velocidad de la luz. En la misma dinámica, la longitud de un cuerpo disminuye a medida que su velocidad aumenta, tendiendo a cero cuando el cuerpo se aproxima a la velocidad de la luz.
     Además de la recíproca dualidad espacio-tiempo, donde cada magnitud afecta a la otra, aparece unos de los términos más fantasiosos de la historia de la ciencia, como lo es la dilatación del tiempo. Según la definición textual en uno de los portales más famosos de la web: «La dilatación del tiempo es el fenómeno predicho por la teoría de la relatividad, por el cual un observador observa que el reloj de otro (un reloj físicamente idéntico al suyo) está marcando el tiempo a un ritmo menor que el suyo. Esto se suele interpretar normalmente como que el tiempo se ha ralentizado para el otro reloj, pero eso es cierto solamente en el contexto del sistema de referencia del observador». 
     No entiendo el porqué nadie ha colocado un tercer o cuarto observador, o los que se necesiten, para objetar uno de los conflictos familiares más viejo de la historia, como es este caso de la paradoja de los gemelos o relojes. Un tercer observador tendría una perspectiva distinta a la de los dos gemelos. Debido a que nadie ha hecho esta labor procedemos a colocar nuestro tercer observador. Obvio, no cualquier observador, colocaremos a nuestra águila especial, con una libreta de notas en sus garras, y un reloj atómico sincronizado con los relojes de ambos hermanos. En la paradoja el ave observará el evento desde un lugar estratégico en el espacio, en un «palco de honor» entre la Tierra y la estrella de destino de la nave. Desde allí, con su potente visión, tendrá su mirada fija en los dos observadores (uno estático y el otro en movimiento), y de este modo saber si es verdad que la velocidad de la luz manipula el proceso biológico o la evolución normal de los individuos. A la larga, la misión del ave es demostrar si una nave viajando a velocidades cercanas a la luz ralentiza el proceso normal del organismo de su piloto, haciéndolo envejecer más lento que su hermano, y por ende, de todos los habitantes del planeta. Pues eso es lo que enseña la paradoja.  Y por supuesto, a la vez demostrar una vez más que todo evento ocurre en simultánea en cualquier esquina del universo.
     Explicado lo anterior, como anunciamos, asignaremos al águila en una «zona vip» en el espacio, en una segunda estrella (B) ubicada entre la Tierra y la estrella de destino (A). Y colocaremos la paradoja de la siguiente manera: el gemelo de la nave (observador 1); gemelo terrestre (observador 2); ave especial (observador 3). El viaje de la nave ida y vuelta tiene una duración de 50 años.
     Cuando la nave despegue (observador 1), el observador anclado en la Tierra (observador 2) no alcanza a ver ni el polvo, visto que la nave viaja a velocidad de la luz. Mientras que el águila especial (observador 3), ubicado entre la Tierra y la estrella (A) destino, desde su perspectiva la velocidad de la luz es lo más lento que pueda existir en el universo, ya que este singular personaje observará la nave caminar a paso lento, como la de un gusanito o tortuga en medio de la oscuridad del espacio de la Tierra a la estrella (A). Dentro de algunos años el ave observará la nave llegar a su destino, a la estrella (A) y luego la nave dará la vuelta a la estrella e iniciar el lento regreso a la Tierra. En el viaje de la ida y vuelta de la nave tripulada por el observador (1), en ese lento caminar por el espacio, transcurrían otros eventos sobre la superficie de la Tierra, en todo el sistema solar y en todo el universo. El águila especial, además de observar todo el trascurso del evento, a la vez, echaba un vistazo a todo el planeta Tierra: sus movimientos, su trasformación natural, el crecimiento normal y sin sobresaltos de todo individuo, la oxidación natural y sin sobresaltos de algunos metales, las mismas estaciones sin sobresaltos, etc. Del mismo modo observaba en la estrella (A) su pérdida normal combustible en ese fragmento. Del mismo modo evaluaba su propio deterioro: sus garras para saber si se agrietaban y a sus plumas para ver si le salían «canas». Echaba una mirada de vez en cuando al paisaje del universo, a los alienígenas de otros planetas, a otras estrellas, agujeros negros, etc. Y por supuesto, a lo que nos interesa, no perdió de vista el estado biológico del gemelo viajero y del gemelo estático. Miraba su reloj atómico y los comparó con ambos relojes de los gemelos: no halló paralización alguna de las manecillas de los tres relojes. Tampoco notó trasfiguración física de la nave ni del piloto, incluso, el piloto conservó su mismo peinado con el cual hundió el botón de despegue.



Gráfica 7. En la paradoja de los relojes, el águila desde la cumbre de una estrella no nota alteración del tiempo. La nave no se acorta, los gemelos envejecen a la par, los relojes no se detienen ni se autodestruyen, etc. Todo sucede dentro de las leyes naturales.

     Ahora desde el punto de vista del gemelo terrestre (observador 2). Este observador con su visión limitada, la cual solo le permite ver lo que está frente a sus narices, no sabrá lo que acontece con su gemelo astronauta viajando en el ancho mar del universo, de esta manera es proclive a fantasías cósmicas.
     Y desde el punto de vista del astronauta (observador 1), al igual, su visión limitada no le permite ver más allá de sus narices, solo verá uno que otro asteroide o cometa rozar su nave, uno que otro planeta vagabundo, etc., de igual manera tiene que utilizar su fantasía para saber cuál es la suerte de su gemelo terrestre. De todos modos, los ojos de ambos hermanos los posee (por decirlo de alguna manera) el águila especial, el tercer observador, este constata en su informe que todo trascurrió normalmente, sin alteraciones ni saltitos inútiles del tiempo.    
     Cuando la nave regrese y pise suelo terrestre, el águila en su informe confirmaría que todo ocurrió bajo la normalidad de las leyes naturales, sin ningún contratiempo y en simultánea con todos los puntos del ancho universo. Esencialmente en lo referente al gemelo de la nave y al gemelo terrestre, ya que en ellos recae el propósito de la paradoja.
     El ave anotó en su cuaderno de notas lo siguiente:
1) Ninguno de los relojes se ralentizó más que el otro.
2) El astronauta no se transfiguró, incluso, conservó su peinado de raya en la izquierda, y su nave no se acortó por la velocidad de la luz. Las manecillas de su reloj siguieron su marcha normal, su reloj no se ralentizo, tampoco se paralizo ni mucho menos se autodestruyo. La complexión biológica del astronauta gemelo no tuvo ningún sobresalto en el tiempo, la cantidad de arrugas que le brotaron a su piel es la correspondiente a la cantidad de 50 años.
3) El gemelo terrestre siguió su vida cotidiana acorde a ese segmento de tiempo, es decir, todo lo que hace una persona terrestre: ir a la universidad, ejercer una profesión, lidiar con complejos sociales, casarse, tener hijos, mostrarle a la sociedad lo gracioso e inteligentes que son sus hijos, educarlos, llevarlos al colegios, y así continuar el ciclo social, etc. Le brotaron la misma cantidad de arrugas que le brotaron a su hermano, las manecillas de su reloj no fueron alteradas, no aceleraron o desaceleraron.
4) Toda la civilización terrestre no se transportó ni una milésima de segundo al pasado o al futuro, los granos de arena de todos los relojes pasaron sin ningún contratiempo por sus respectivos orificios. Siguió el avance de la tecnología, acorde a la evolución y vida social. Las campanas del big Ben, de la Torre del reloj, en Londres, no cedió ni un solo segundo a la eternidad, no dio un campanazo más ni un campanazo menos. Sería absurdo que lo hiciese solo porque a alguien haya viajado en una nave a velocidad de la luz.
5) La pérdida de combustible de la estrella, y de todas las estrellas a su alrededor, estuvo a la par con el agotamiento normal de esos 50 años.
6) El par de arrugas que le brotaron en la piel del águila, y el par de «canas» en su plumaje corresponden a la misma cantidad de todas las águilas especiales del planeta o del universo. Tampoco sus uñas crecieron más de lo normal.
7) Los nueve carruseles del sistema solar siguieron su curso normal alrededor del sol, hicieron la cantidad de giros de traslación que le corresponde a cada uno en esos 50 años terrestres. Ninguno avanzó más que su vecino. Es absurdo hacerlo solo por el hecho de que un gemelo viajase en una nave a velocidad de la luz, si así aconteciese se cruzarían todas las orbitas, y el caos orbital sería total. Y, desde luego, el sol siguió siendo la enana que es. 
     Sobre este asunto, de lo anotado por el águila en su cuaderno, hemos explicado hasta la saciedad que el movimiento y la velocidad son independiente al proceso biológico y evolutivo de cada ser, y que cualquier cambio físico de cada ser se da en miles de años. También en este escrito nos hemos preguntado ¿Acaso las manecillas del reloj tienen poderes mágicos para cambiar su ritmo marchante?, ¿o el reloj de arena tiene poderes esotéricos para acelerar o ralentizar por si solo cada granito? Pues si esto es así, ¿acaso los ventiladores o todos los instrumentos rotativos inventado por el hombre van a ralentizar o acelerar el movimiento de sus elipses solo por el capricho de un observador en movimiento?, ¿o la correa giratoria del motor de la nave del gemelo astronauta se va a detener porque viaje a velocidad de la luz? Si fuese así la nave se «despeñaría en el abismo espacial».
     También hemos explicado que el reloj es una herramienta de medición de ciclos, independiente a cualquier evento que ocurra aquí y en cualquier punto del universo, y que la única razón para que sus manecillas desaceleren o se aceleren es responsabilidad de su creador, del agotamiento de su vida útil, o de algún accidente de esta herramienta. El reloj no tiene impulsos para acelerar o desacelerar, o inmolarse a velocidad de la luz, tampoco lo manipula el estado de movimiento de sus observadores; pues solo mide rotaciones y traslaciones terrestres. Si una nave viaja a velocidades de la luz, la Tierra tampoco deja de dar vueltas, igual que las manecillas del reloj. La velocidad de la luz y el estado de movimiento de cualquier observador son totalmente independientes a la función del reloj, funciones que dependen del movimiento terrestre.
     En lo esencial, en el reporte del águila, las funciones biológicas de los tres observadores, la de ambos hermanos y la del águila especial, nos dicen que no fueron alteraras, no cambian si un observador viaja y el otro se queda fijo en un lugar. Tampoco ha de cambiar al ritmo del movimiento, del vaivén de la velocidad. Es decir, las funciones biológicas no cambian si el piloto mueve su palanca de velocidades, y pasa de la velocidad de la luz a velocidad normal, luego vuelve a velocidad de la luz, y luego a velocidad normal, y así sucesivamente. Absurdo pensar que a esos cambios de ritmos en cierta distancia va a envejecer menos al piloto, después lo va envejecer más, después menos, y así sucesivamente. Sería una locura que envejezcamos al ritmo de una palanca de velocidades de una nave. 
     El núcleo de las células de cada individuo, responsable del almacenamiento de la información y luego transmitida de generación en generación, no se da por enterado de que un gemelo hubiese viajado a velocidad de la luz y su hermano se hubiese quedado en la Tierra.
     El tercer observador es el que tiene el panorama total en esta paradoja, ya que ese panorama se le es negado a los gemelos. El astronauta no puede ver más allá de la nave, su visión no le alcanza para ver cuál es la suerte de su hermano atornillado en la Tierra, a la vez, este tampoco sabe cuál es la suerte de su hermano astronauta. Esta limitación es la que nos ha dado para especular con fantasías siderales. Pero si ambos gemelos tuviesen visiones extraordinarias se vendría abajo cualquier fantasía, pues el gemelo terrestre estaría enterado de todo el recorrido de la nave de su hermano, y viceversa.        
     Al llegar el gemelo astronauta a la Tierra, y luego revisar su nave, tal vez la encontrarán un poco deteriorada, por choques de uno u otro meteorito; pero no oxidada, ya que estuvo exenta de oxígeno, elemento causante de la oxidación.
     En este experimento sideral, los defensores de la relatividad han dado como un hecho la existencia de dos tiempos, también la confusa dependencia entre tiempo y el espacio. En mayor parte se debe a que nunca se les ha dado por colocar un tercer observador con características especiales, quien certifique la instantaneidad de los sucesos, la simultaneidad de todos los eventos que suceden en el universo, en movimiento o estático. Ante esta paradoja, expusimos que todo trascurrió en simultánea en los tres puntos distantes entre sí, tanto para el observador en movimiento, el estático y el águila imaginaria.
     Los relativistas deben entender que la visión de cualquier humano es instantánea, no es una onda-partícula, no es un movimiento como la luz, la cual tiene que recorrer millones de kilómetros hasta llegar a nosotros. Sucede que toda la premisa relativista está basada en la velocidad de la luz, a qué pasaría si viajáramos a su velocidad, forjándola de este modo a instantánea; mas lo único instantáneo en el universo es la visión, la cual no es onda ni partícula. La visión de todo ser registra todo acontecimiento, toda acción al instante en nuestra vida cotidiana, pero hasta donde ella nos permite llegar. Entre más avancemos a un lugar veríamos más la simultaneidad del sitio al cual llegamos, pero no podemos notar la simultaneidad de los eventos de los sitios que vamos dejando atrás, o los que están muy lejos a nuestro alcance. Con una visión extraordinaria no tendríamos problemas en observar todo al mismo tiempo, no importando si avancemos a un lugar o no.
     El otro gran error de los relativistas es confundir la luz con la fuente de luz, creando así los aterradores fantasmas cósmicos, como los fantasmas de dinosaurios que regresan con la luces de las estrellas contemporáneas de su época. No tenemos una visión especial para demostrar la instantaneidad de los sucesos lejanos con los sucesos nuestros, la cual despejaría  todas las dudas de la simultaneidad.
      Subrayamos también que la masa no se encoge ni se transforma a velocidades extremas, ni tampoco un ser humano se trasfigura. Entonces  para dejar tranquilos a muchos, supongamos que la nave verdaderamente se acorte o se divida en dos partes, esto debido a un dispositivo de la misma, algo así como los transformers de las series televisivas, o por un choque con un asteroide, el cual la partió en dos pedazos. Es decir, la nave se parte en dos por motivos diferentes a la velocidad de la luz. La masa en este caso se acorta, pero de todos modos nuestro tercer observador especial vería ese hecho como un accidente dentro del evento, o como una nave robot que se divide en dos, no percibiría la paralización o dilatación del tiempo. El ave con su ojo privilegiado pondría su vista en el reloj del astronauta, en el de su gemelo y en su propio reloj, así vería las manecillas correr con normalidad y a la par. Obvio que la nave al perder masa acelera su velocidad, en este caso más veloz que la luz o a la de los neutrinos, de todos modos para el águila esa luz seguirá siendo un gusanito que viaja por el espacio, un fenómeno lento.  
     Entonces la paradoja de esta novela de hermanos surge cuando el gemelo terrestre reclama que él fue el que realmente viajó a velocidad de la luz, por tanto, envejeció menos. Pues, siendo así, según la teoría relativista, o por lo menos la entendemos así, todos los habitantes de la Tierra igualmente envejecieron menos. Pues se supone entonces que la Tierra es la nave del gemelo que se quedó estacionado, que ahora hace de supuesto viajero terrestre, puesto que la Tierra es la que viaja por el espacio. Desde cualquier punto de vista es irracional que toda una civilización atrase o adelante su proceso evolutivo por culpa de una nave que viaja a velocidad del la luz. Basado en todo lo que hemos expuesto, en esta paradoja ningún humano, animal o planta ralentizaron sus respectivos procesos de crecimiento. Todos los relojes de cada habitante caminaron con normalidad, salvo aquellos que se deterioraron o se les acabó su vida útil, o los manipuló el hombre.
     Ahora bien, si no ha quedado claro y para no dejar cabos sueltos, continuemos con el final de esta paradoja: el regreso de nuestra águila a la Tierra. Puesto que tuvo hambre y no hay nada que comer en la cumbre de la estrella. Desde allí, el ave imaginaria, con su potente visión divisó en la Tierra un conejillo de indias escondido en su madriguera. A esta ave también le asignamos velocidades extremas en su regreso a la Tierra. Además debemos añadir que si la ida y vuelta de la nave duró 50 años, el regreso del águila a la Tierra estaría estimado en 25 años.
     Sin más que agregar, el águila alza sus alas desde la estrella a la Tierra, con la vista fija en el conejillo. Desde el punto de vista del ave, a medida que avanza al planeta, notará que el roedor cambia su aspecto físico gradualmente en el transcurso de los años; de la misma manera, observará que la Tierra no gira sobre su eje más de prisa o menos; observa la Tierra avanzar en su translación al mismo ritmo de duración como lo hace siempre. Al echarle un vistazo al big Ben, el reloj de Londres, sabrá que no da un campanazo más o un campanazo menos. Con el rabito del ojo mira su cuerpo y a su plumaje, no nota nada extraño, solo el viento «solar» pegando con fortaleza en su pecho. Su cambio físico va de acuerdo a su evolución, no se trasfigura o acorta su tamaño. Si es de transfigurarse ha de ser por el viento solar pegando en su rostro, igual que nos sucede cuando nos pega una fuerte brisa o cuando los perros asoman la cabeza por la ventana de un carro en movimiento; pero en el espacio vacío no hay cabida para transfiguración alguna. En esos 25 años que dura el recorrido del ave al llegar a la Tierra hubo la misma cantidad normal de giros de la Tierra alrededor del sol, es decir, 25 giros. El conejillo de indias sigue los acontecimientos cotidianos que normalmente realiza en esos 25 ciclos de traslación: comer hierbas y zanahorias, escabullirse de los lobos, dormir, reproducirse por montones, etc. Y por supuesto, envejeció al igual que el águila, lo que realmente iba envejecer en esos 25 años, ya que al sistema de información de sus células, le tiene sin cuidado que un águila venga desde una estrella a velocidad de la luz a merendárselo, esa labor le corresponde a las neuronas de su sistema nervioso Y como el promedio de vida de estos roedores es de 25 años, (quizás mucho menos, pero teníamos que ajustarlo al ejemplo), el caso es que este conejillo está longevo, haciendo más fácil la labor al águila.
     Al aterrizar el águila después de 25 años volando por el espacio, y luego saciar su apetito, en su informe registró que todo ese evento del conejillo transcurrió sobre una roca giratoria en esa cantidad de ciclos, y sin modificaciones del espacio tiempo. 
     Es ilógico que existan dos tiempos para un solo evento. También es descabellado que el tiempo se paralice, que la masa se acorte a velocidades de la luz y luego se unifique con el espacio. Todo evento o teoría no siempre tiene que ser metido en una burbuja para demostrar que es verdadero. Dicho esto, aclaramos, sin fórmulas, que no le pueden salir canas a la primavera solo porque alguien viaje a velocidad de la luz.
     Sobre las premisas de Isaac Newton, las cuales indican que todos los eventos acontecen en simultánea en cualquier punto del universo, yo le aderezaría lo siguiente: también acontecen en simultánea con la última estrella del último universo.  

Newton dentro de los agujeros de Einstein (espacio–tiempo)
     Ha existido mucha confusión sobre la dualidad del espacio–tiempo dentro de la curvatura del mismo espacio, aspecto importante de las teorías relativas de Albert Einstein, tanto la general como la especial. Incluso, muchos científicos no la han llegado a comprender. Por supuesto, no somos la excepción (aunque no soy científico), de todos modos nos hemos rascado la cabeza más de una vez. En este ensayo haremos algunas preguntas al respecto, tal vez nunca hechas sobre el tema. Pero antes de cualquier inquietud es necesario explicar brevemente qué es la curvatura espacial.
     Einstein, este genio de la ciencia, para darle solución a alguna falencias a la Ley de Gravitación universal de Newton, específicamente la anomalía del planeta Mercurio en su perihelio, con una serie de fórmulas realizó los ajustes necesarios para darle solución, a la vez, también introdujo por primera vez el término de la curvatura espacial.    
     Para explicar su teoría, Einstein en forma didáctica ejemplifica y compara el espacio con una tela. Más bien una tela estirada, la cual al colocar objetos (piedras o canicas), estas por la masa que poseen hundirán la tela, para el ejemplo, la curvarán. Obviamente que las canicas de mayor tamaño harán una profundidad mayor, y las pequeñas tendrán que someterse a la profundidad que ejerce la canica grande. Siendo así, las pequeñas siguen la curvatura que dejó la masa superior y giraran alrededor de esta. Según la teoría relativista, igual sucede en el universo: la tela es el espacio; y las canicas son todos los cuerpos celestes que se encuentren en el universo, las estrellas, planetas, satélites, cometas etc.
     Según la teoría, este ejemplo aplica en nuestro sistema solar. La masa del sol hunde y curva todo alrededor de su zona de ubicación, los cuerpos pequeños como los planetas y satélites caen en esa curvatura y rodarán alrededor de ella, formando así su sistema planetario. De la misma manera sucede con todas las estrellas que existen en el universo, las cuales forman sus sistemas extrasolares atrayendo cuanto cuerpo pequeño se les acerque a su agujero; igual sucede con las galaxias y los agujeros negros, que curvan todo el espacio que rondan.
     De esta manera Albert Einstein explicó en su momento su teoría de la relatividad general, donde interpreta la gravedad como una distorsión en el espacio-tiempo influenciado por la energía de las masas, en pocas palabras: las masas crean una depresión espacial. Desde luego, esta teoría tiene otros elementos muchos más complejos, como la dualidad del espacio-tiempo, la cual abarcaremos más adelante.
     Existen en la web una gran cantidad de vídeos de experimentos sobre este tema de telas y canicas, donde se demuestra que las canicas siguen una trayectoria rotatoria sobre el hundimiento o curvatura. No obstante, para que dichos experimentos tengan efectividad se necesita ejercer una fuerza para hacer girar la canica pequeña alrededor o hacia los extremos del agujero. Por el contrario, sin ninguna fuerza, las canicas siguen una trayectoria en línea recta sobre la depresión ejercida por la canica de mayor tamaño, hasta la profundidad para luego chocar con esta, es decir, no sigue una trayectoria de la curva.
Explicado lo anterior, formulamos nuestras inquietudes.
1. Si la tela del espacio se hunde para un determinado lugar: ¿Qué sucede con el espacio adverso o contrario de ese lugar curvo? Pues, desde nuestra perspectiva, la masa de nuestro sol curva el espacio hacia abajo, o a su supuesto polo sur, delimitado caprichosamente por el ser humano. A esa ubicación caen todos los planetas, a ese hueco ejercido por el sol, entonces: ¿El espacio ubicado en su polo norte es plano?, ¿el espacio es plano sobre el sol y curvo bajo el sol?, ¿qué pasa con el espacio del este y oeste del sol, es plano o curvo?, ¿el espacio es más denso en una parte (norte) y menos denso en otras (sur)?, ¿la tela espacial ubicada en el polo norte del sol está estirada?, ¿los cuerpos despliegan mayor fuerza en uno de sus polos?
     Lo que entendemos de la teoría es que el espacio es plano en la parte superior del sol, y que el sol no tiene fuerza para hundir la parte de esa tela espacial. Mientras que el espacio que se halla debajo del sol es curvo y blando, porque el sol tiene la suficiente fuerza para hundir la parte de esa tela espacial, siendo así: ¿El universo es plano y curvo a la vez?






Gráfica 8. El sol y cualquier esfera celeste hunden el espacio a su supuesto polo sur: ¿Por qué precisamente hacia esa zona?, ¿por qué no lo hunde hacia su polo norte, o su este u oeste?, ¿por qué el espacio es débil en una zona y fuerte en otra? Además, siendo el sol redondo: ¿Por qué el agujero que crea es elíptico?
     Lo mismo sucede con la Tierra, supuestamente hunde el espacio hacia abajo o hacia nuestro polo sur, se considera ese espacio frágil; por lo tanto, el espacio que se halla arriba de nuestro polo norte es un espacio plano y de mayor dureza. En pocas palabras: ¿Por qué hay una sola y caprichosa tela espacial?
     Desde este punto de vista debería haber cambios en el binomio espacio-tiempo. Pues la teoría de la relatividad sostiene que el espacio es curvo, contradiciendo de esta manera a Newton, quien sostiene que es plano y tridimensional, sin la cuarta dimensión como lo es el tiempo. Pero como observamos, se presenta una dualidad con el espacio: espacio curvo y plano a la vez, curvo en el «polo sur» de los objetos celestes, y espacio plano en el «polo norte». Esta nueva «dualidad» del espacio-curvo-plano, de alguna manera tiene que afectar al concepto relativista de espacio-tiempo.
     Esta nueva contrariedad de espacio curvo en una zona del universo y espacio plano en otra zona complicaría más este confuso tema, pues no estaríamos hablando de espacio-tiempo, ya que tenemos que dividirlo en dos dualidades diferentes (valga la redundancia), como: espacio plano-tiempo, y espacio curvo-tiempo.
2. La teoría dice, o por lo menos se entiende así: el espacio toma la forma del objeto causante de su hundimiento o curvatura. Es decir, si el objeto es redondo, la depresión creada en la tela del espacio ha de ser redonda; entonces, si un objeto es cuadrado, la forma de su hundimiento ha de ser cuadrada; y si el objeto es triangular, el hundimiento creado ha de tener figura triangular, etc. Pero resulta que los movimientos de los planetas alrededor del sol siguen una trayectoria elíptica. Hasta donde sabemos nuestro sol es redondo y la figura que forma el hueco tiene forma de huevo o de una tina de bañar y no de un círculo. Y esto se complica más al saber que el sol no está en el centro de la elíptica, está ubicado cerca de uno de sus focos,  entonces: ¿Cómo es posible qué el sol curve el espacio a su alrededor elípticamente?
3. La anomalía de Mercurio en su perihelio da para hablar más. Pues recordemos que el inicio de su recorrido no coincide con el final, en cada vuelta su punto final no toca el inicial. Para mayor entendimiento y de manera clara, Mercurio al iniciar una vuelta al sol parte de un punto A y al dar la vuelta no regresa al mismo punto A. Ante esto, entendemos que la curvatura o el hoyo del sol, por donde se mueve Mercurio: es elástico o gelatinoso. En un ejemplo práctico, al colocar dentro de un balde una pelota a dar vueltas en círculos entre dos puntos, es decir, dentro de un hueco a una velocidad constante, aquí notaríamos que el balde no tiene porque ancharse o achicarse ante la trayectoria de la pelota. El balde mantiene su firmeza del polietileno, material del cual está construido. A menos, claro está, que con el continuo roce de la pelota con la pared del balde llegará un momento en que la pared se desgaste, se deprecie, y de este modo modifique el ritmo de movimiento y distancia de la pelota en su órbita. Lo mismo sucedería si la pelota girase sobre una tela, no importa que esta se estirase ante la trayectoria de la pelota, de todos modos llegará el momento en que la tela se desgaste y cambie el ritmo de orbita de la pelota. Pero no sucede así en el espacio, el agujero no puede desgastarse, ensancharse o recogerse, a menos que el sol lo hiciere. Por todo ello, la curvatura del espacio tampoco resuelve la anomalía del pequeño planeta.
     De otra parte y sobre este mismo tema, todos se han concentrado en el perihelio de Mercurio y nadie lo ha hecho en su afelio. Pues en un lado acelera (perihelio) formando dos amaneceres en un mismo día en el planeta; y en el otro (afelio) desacelera o mantiene el ritmo normal de la órbita. Surge la duda, pues si los dos extremos de una elipse son iguales, es decir, geométricamente el perihelio y el afelio son iguales, entonces: ¿Por qué se presenta estas diferencias de velocidades en un mismo agujero elíptico? Aquí estamos hablando de que un hueco espacial tiene la propiedad de acelerar y desacelerar un cuerpo caprichosamente, sin ningún motivo aparente. En un extremo de la elipse, Mercurio acelera y en el otro extremo desacelera. ¿El hundimiento elíptico del sol es anómalo? Si fuese exacto, Mercurio mantendría el mismo ritmo de velocidad; tal vez, también tendría dos nuevos amaneceres cuando este se acerque al afelio, para un total de cuatro puestas del sol en un solo día en los cielos oscuros del planeta.
     Es evidente que el sol perturba la órbita del diminuto planeta, pero no ha de ser por su hundimiento en el espacio. Empero, la discusión sigue abierta: si se perturba por los conceptos de la Ley de Gravitación universal de Newton o no; o por ambos conceptos, por la fuerza gravitacional o por los agujeros espaciales. Cualquiera que sea la respuesta estaríamos describiendo la atracción gravitacional de Newton dentro de los agujeros de Einstein. Algo así como el agua y el aceite juntos.
4. Si aplicamos el concepto de la tela espacial y su curvatura en el sistema solar: ¿Por qué algunos planetas se inclinan demasiado respecto al plano orbital? El área definida de la órbita de la Tierra alrededor del sol la denominamos eclíptica, entonces según el concepto de de curvatura espacial esa área es un hundimiento. El plano ecuatorial del planeta está desviado 23,5° de dicha área, esto quiere decir que la Tierra gira inclinado alrededor de ese hueco en esa cantidad de grados, lo cual es mucho dentro un hueco; no obstante, según los experimentos de telas y canicas demuestran que estos objetos pueden rodar inclinados. Pero esto se dramatiza un poco, porque la Tierra curva el espacio y allí cae la luna. Y el plano ecuatorial de la luna también esta desviado en esa zona hueca y, a la vez, no está alineada al gran plano de la eclíptica del sol o ese gran hueco que ejerce el sol, este es el motivo por el cual no hay eclipses solares cada mes. Pero a lo que me refiero es que estamos hablando de espacios curvos dentro de otros espacios curvos. Esto se complica más: ¡¿Agujeros dentro de agujeros?!
    ¿Por qué cada planeta posee un plano orbital diferente dentro de la curvatura del sol? Algunos planetas no siguen la gran curva trazada por el sol, como el caso específico de Mercurio, causante del origen de la relatividad. A más de mantener una órbita excéntrica, esta es casi diagonal al sol y pareciera como si «levitara» dentro de la depresión ejercida por el sol. Su órbita además es anárquica y parece el modelo de un átomo de hidrógeno. Lo cierto es que el perihelio de Mercurio se desplaza en cada movimiento de traslación, en cada vuelta su punto final no toca el inicial, de este modo plasmará una especie de espiral múltiple en décadas o siglos. Es decir, en cada vuelta al sol, este diminuto planeta sube respecto al plano orbital, o sube un «escalón» dentro de la curvatura espacial impuesta por el sol, como si dentro del hueco trazado por el sol hubiese una escalera: ¿Curvaturas múltiples originados por una sola masa?
     La teoría relativista o de universo curvo nació con el objetivo de ponerle fin a esta anomalía del planeta Mercurio, puesto que el concepto de la ley gravitacional de Isaac Newton no pudo dar solución. No obstante, el relativismo complica mucho más la escena de Mercurio en el espacio, u ocultó un problema mayor, pues este planeta no sigue el hueco espacial trazado por el sol hacia abajo: la sigue por encima y por debajo del ecuador del sol en un mismo giro. Mercurio se inclina tanto que en su desplazamiento por año, sigue la parte hueca (polo sur del sol) del espacio que traza el sol, y luego sigue la parte plana (polo norte del sol) del espacio que no traza el sol, y esta anarquía pone en aprieto a la curvatura espacial y a las leyes gravitacionales.
     Hasta el momento la relatividad de Einstein ni las leyes gravitacionales de Newton le han dado solución a la anomalía de Mercurio. Siendo este planeta tan diminuto y tan cerca del sol debería respetar la gran gravedad del sol un poquito más, pero no lo hace. Aunque últimamente han hallado Jupiteres gigantes girando demasiada cerca de sus estrellas, esto complica mucho más el fenómeno gravitacional.
     Otro ejemplo dramático de «levitación orbital» dentro de los agujeros de la tela espacial la localizamos en los satélites de Urano. Conocemos que el eje de rotación de este gigante gaseoso tiene una inclinación de 98° con respecto al plano del sistema solar, esto quiere decir que este planeta se encuentra acostado en su ecuador respecto al gran hueco de la eclíptica del sol. Para ilustración clara, el polo sur es la parte más caliente de este gigante azul, pues allí caen los rayos solares (algo así como el ecuador terrestre). Pero en este fenómeno, inexplicablemente los anillos y satélites de Urano siguen la trayectoria del eje de su ecuador. Este escenario es más complejo que el de Mercurio, pues Urano hace «levitar» a sus satélites dentro del hundimiento ejercido por el planeta, y dentro del agujero de la eclíptica ejercido por el sol. Los satélites son anárquicos a la curvatura trazada por el sol, pues siguen la curvatura de Urano e ignoran la del sol. ¿Cómo es posible que Urano despliegue un hueco opuesto al trazado por el sol, y que sus satélites y anillos no sigan el mismo trazado?, ¿agujero espacial dentro de otro agujero?, ¿satélites levitando dentro de dos agujeros espaciales?, ¿la Ley de Gravitación universal de Newton dentro de dos agujeros de Einstein? 
     Sabemos que en el ejemplo de las canicas, estas siguen la única pared de la tela, es decir, rozan la parte física. Según este concepto, todos los planetas tendrían que girar sobre esa única tela. Pero en el sistema solar existen nueve telas, sin contar el cinturón de asteroides y el de Kuiper, eso quiere decir que la misma masa del sol hunde el espacio nueve veces. ¿Cómo explica las leyes de la física la formación de tantas telas en un solo hueco?
5. Viene de la pregunta anterior: ¿Cómo podemos entender el fenómeno de los «sub- agujeros espaciales»? Estoy refiriéndome a una curva dentro de otra curva. Hago la pregunta porque según la teoría de la tela espacial, el sol hunde el espacio a su alrededor, allí caen los planetas para formar así su sistema planetario; los planetas a su vez hunden su espacio alrededor y allí caen los satélites, y algunos satélites hunden el espacio y allí cae uno que otro asteroide. En nuestro caso, el sol hunde a la Tierra y esta a la vez lo hace con la luna, pues, ¿Cómo es posible esto en una sola tela espacial?, ¿si ya existe un agujero cómo puede ser posible de que de allí se genere otro agujero?, ¿por qué esa tela no se diluye agujero tras agujero? Agujeros espaciales dentro de otros agujeros se aleja de la física. No existen experimentos o videos didácticos en la web sobre este tema de «sub-agujeros» en una misma tela, aunque eso es lo de menos.   
     Además de la complicación de Urano hundiendo el espacio en forma inversa a los demás planetas, y sus satélites hundiéndose en un hueco diferente al trazado por el sol,  esto se complica más al existir «sub-agujeros» muy pequeños o especiales en el espacio. Como por ejemplo, en el cinturón de asteroides se halló una de estas rocas girando alrededor de otra, ¿Cómo esta roca con poca masa y poca energía puede curvar el espacio, una zona ya agujereada por el sol y Júpiter?, ¿y por qué son los únicos en hacerlo?  Los demás asteroides siguen su trayectoria circular dentro de ese agujero establecido por la eclíptica del sol.
     Entendemos que el cinturón de asteroide es dominado por la fuerza de gravedad del sol y en poca medida por la de Júpiter, si no fuese así ese conjunto de escombros ya se hubiesen precipitado totalmente al sol, o expulsados del sistema solar. Por lo tanto, cómo explica el relativismo ese choque de agujeros, es decir, el agujero del sol y el agujero de Júpiter jalándose entre sí. ¿Dos agujeros jalándose entre sí? Creo que estamos hablando otra vez de la gravitación universal de Newton dentro de los agujeros de Einstein, o viceversa. 
 6. ¿Qué hay del fenómeno de los sistemas binarios? En el universo se da el fenómeno donde dos cuerpos giran alrededor de un centro de masa, lo hacen las estrellas, los planetas y hasta los asteroides. Se les denomina sistemas binarios. Este suceso se presenta cuando los dos objetos poseen casi la misma masa, de este modo equilibran sus respectivas masas y así forman dicho centro de gravedad.
     Algunos sostienen que la Tierra y la luna son un sistema binario, al igual que Plutón y Caronte. En estos sistemas se entiende que cada cuerpo hunde la tela espacia, claro, formando así dos agujeros diferentes, y con este fenómeno se generan dos eventos lógicos: ningunos caerían a sus propios agujeros espaciales, o ambos caerían a sus propios agujeros. ¿Qué cuerpo hunde al otro?, ¿ambos agujeros se hunden? Si ambos cuerpos se hunden es porque existe un cuerpo superior que los hace hundirse, un cuerpo superior que origine esa curvatura, pero, ¿Dónde está ese cuerpo? Además, son un misterio estos agujeros formados por las masas que giran alrededor de un centro de masa, y aún no sabemos si dicho centro es otro agujero. En el caso de que el centro de masa sea un agujero sería más descabellado que agujeros espaciales girasen alrededor de otro. Es ilógico que esos agujeros o centros de masa girasen alrededor de la curvatura trazada por el sol.
     El centro de masa no puede ser un hueco, pues dos cuerpos con sus respectivos huecos girando a su alrededor y, a la vez, alrededor del hueco trazado por el sol es algo que riñe con la lógica.
     Pero todo esto se enreda un poco más cuando estos sistemas binarios hospedan un nuevo vecino y forman un sistema ternario, los cuales abundan en todo nuestro universo, desatando trilogías de agujeros jalándose entre sí.
     En los sistemas binarios o ternarios tendríamos que hablar entonces del concepto de la gravitación universal de Isaac Newton, pues esta se refiere a la atracción entre varias masas y no la atracción de una miscelánea de agujeros. De cualquier manera, nuevamente estaríamos echando mano de la gravitación de Newton dentro de los agujeros de Einstein. 
7. ¿Qué hay del fenómeno de las mareas en los cuerpos celestes? En las mareas, un cuerpo masivo, que podría ser una estrella o un planeta, revuelven el interior de otro objeto de menor masa, lo fragmentan totalmente, y así crean placas tectónicas o producen vulcanismo, además de agitar sus olas. O simplemente moldean un poco su aspecto físico redondo, alargado o achatado. En nuestro sistema solar, el sol y los planetas gigantes han sido los responsables del vulcanismo en los rocosos y satélites. Es obvio que este fenómeno no puede ser producto de los agujeros espaciales. ¿Cómo podría un agujero menear el interior de un cuerpo celeste, generar allí actividad volcánica y tectónica de placas?
     El vulcanismo en nuestra Tierra se da gracias a la fuerza masiva del sol, siendo este un típico caso de la gravitación de Newton, puesto que no está dentro de la física que los agujeros de la tela espacial sean los responsables de estos fenómenos. Sería algo descabellado y estaríamos de nuevo en contra de nuestra lógica, que los agujeros revuelvan el interior y exterior de los objetos celestes. De todos modos es otro caso ilógico de la gravitación universal dentro de los agujeros de la relatividad. 
8. ¿Cómo explica la relatividad la formación del sistema solar? Si la explicación es dada por el hecho de que estábamos a merced de una nube de polvo y gas, por supuesto, la curvatura espacial de dicha nube ha de ser amorfa. La nube se constriñó, se formó el sol y este absorbió casi totalmente esa nube de polvo y gas, dejó un escaso remanente en forma de anillo del cual se formaron los planetas. El sol cambió el aspecto de la curvatura espacial, antes era un agujero sin forma, en los actuales momentos el sistema solar no es más que un agujero redondeado por la fuerza ejercida por el sol sobre la tela espacial. Entonces, cómo se explica que mientras el sol hacía girar las migajas de polvo y gas, al mismo tiempo dentro de su gran agujero chocaban y se unían diminutas rocas que giraban a gran velocidad para formar planetasimales, y estos a la vez formaban estructuras más complejas como los satélites y planetas. Cómo se pueden ensamblar estas estructuras dentro de un agujero, para esta empresa se necesita la ley gravitacional de Newton. Imposible que dentro de un agujero se unan partículas, pues si seguimos el ejemplo de la tela y las canicas, estas solo pueden girar dentro de la curvatura, pero no ensamblarse, como sucedió con el origen del sistema solar.
9. ¿Cómo explica la relatividad la formación de los agujeros negros? Pues vemos que estos atraen toda la materia del universo, incluso, la luz y uno que otro agujero negro. Estos monstruos espaciales son productos de la destrucción de estrellas masivas. Al desaparecer una estrella grande no desaparece su gravedad, puesto que esta es la materia prima de la formación de estos poderosos agujeros. Siendo así, se supone que tampoco ha de desaparecer el agujero creado en la tela espacial que su masa formaba cuando era una estrella masiva, es decir, antes que explotase la estrella, esta seguía curvando el espacio. Ante este caso: la gravedad es un agujero, y esta gravedad crea otro agujero en la tela espacial. O sea: los agujeros negros (gravedad) también curvan la tela espacial.
     Nuestro sol no es una estrella masiva, es una estrella enana, cuando desaparezca desaparece también el agujero que había formado en el espacio, ese que hace girar a los planetas según la teoría relativista. Pero si el sol hubiese sido una estrella gigante, al agotar todo su combustible permanece su gravedad y da origen a un agujero negro, a lo mejor nuestro planeta se precipite al agujero, en este caso no seremos chupados por el sol.
     El hecho es que en este fenómeno de la creación de los agujeros negros prevalece la fuerza de gravedad de Newton sobre los agujeros de Einstein. Se comprende entonces que es la gravedad y no la masa lo que curva la tela espacial, el sol no curva el espacio, sino la gravedad que posee.
     Aún no sabemos que es la gravedad, si es masa o energía, sigue siendo uno de los grandes misterios de la ciencia. Y los agujeros negros al parecer representan la gravedad bruta del universo, esa gravedad desnuda sin ropaje, la cual curva el espacio. Desde este punto de vista, los agujeros negros atraen todo tipo de masa y de energía como la luz, también atraen a la gravedad desnuda de otro agujero. Y es verdad, dos agujeros negros se atraen entre sí cumpliendo al pie de la letra la ley gravitacional de Newton, esa que dice: «Dos cuerpos se atraen con una fuerza directamente proporcional al cuadrado de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa, y está dirigida según la recta que une los cuerpos». En este caso no van a ser dos cuerpos celestes, como la Tierra atrayendo a la luna, sino un agujero negro ejerciendo todo su potencial gravitatorio sobre otro agujero de menor tamaño. Luego haciéndolo girar a su alrededor, o en su defecto colisionando entre sí, de este modo haciendo mucho más enorme el agujero ganador, supongo. Esto es: la gravedad desnuda del universo (agujeros negros) atrayendo a otra gravedad desnuda. Y esto se pondría mucho más complicado si dos agujeros negros casi del mismo tamaño se atrajesen, en este caso formarían un megacentro de masa, es decir, formarían otro gran agujero en el espacio. Algo así como un «trípode» de agujeros.
     Traje a colación las anteriores preguntas para demostrar que la Ley de Gravitación universal de Newton no se puede echar por la borda como lo han pretendido hacer muchos científicos, siempre permanecerán allí con universos curvos o no, con espacio tridimensional o tetradimensional, con el tiempo como cuarta dimensión o no.
     Realizadas las preguntas sobre la curvatura del espacio, todas referente a lo concreto, ahora abarquemos la parte abstracta y más compleja y poco entendible para muchos científicos o no científicos, como lo es la dualidad entre espacio-tiempo.
     Isaac Newton postula un espacio de tres dimensiones: Ancho, longitud y profundidad. Y no considera estas dimensiones recíprocas al tiempo. Para él, el tiempo es una coordenada independiente de las coordenadas espaciales y es una magnitud idéntica para cualquier observador. Contrario a esta teoría, la relatividad de Albert Einstein se armoniza con el modelo de coordenadas tridimensionales, pero le añade una cuarta dimensión como lo es el tiempo. Considera que el tiempo debe ir enlazado con el espacio, de allí el término espacio-tiempo. Para Einstein el tiempo tiene extensión espacial y este cambia de acuerdo a las condiciones de las otras tres dimensiones del espacio (ancho, longitud, profundidad). Según esta premisa, el tiempo es reciproco a la anchura, a la longitud y a la profundidad. Esto quiere decir que cualquier cambio que se presentare en alguna dimensión afectaría a la otra. Entonces entendemos que si un cuerpo aumenta su longitud en un determinado evento haría cambiar su anchura, su profundidad y el tiempo; y si en el remoto caso de que el tiempo de un saltito, tanto el ancho como la longitud y profundidad también presentarían cambios.
     Estas premisas relativistas tienen a uno que otro científico rascándose la cabeza. En este ensayo hemos expresado que el tiempo es algo intangible, un conteo (a través del reloj) de movimientos terrestres mezclados con sucesos biológicos y sociales, y con el deterioro de toda la materia en el universo. Y asimismo, el tiempo es independiente a todo movimiento y velocidad de las masas, y a su deterioro, entonces: ¿Cómo es posible que algo intangible como el tiempo incida en algo tangible como la masa?, ¿cómo es que el ancho, la altura y la profundidad del planeta inciden con el tiempo?
     Esto del espacio-tiempo es un término muy complicado, de digerir fácilmente. Para entenderlo tenemos que explicar cada término por separado.
     Siendo así, comencemos con el tiempo. Solo es recordar de manera breve lo que hemos expresado. El tiempo es la única magnitud física intangible a la cual le otorgamos propiedades y cualidades medibles. Mide a través del reloj la duración y variación de eventos evolutivos y sociales, mientras que simultáneamente se producen los ciclos terrestres, esos ciclos que marcan el patrón del tiempo. La principal función es ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un falso pasado y anhelado un futuro dentro de un solo presente.
     El origen y fin del tiempo depende de los movimientos circulares y constante de las esferas celestes: sin una masa rotativa constante no existe el tiempo. Para su medición necesita de un instrumento como lo es el reloj, igual que el clima al termómetro, o la longitud a una cinta métrica, o la presión al barómetro, etc. El reloj también mide eventos tangibles, como los ciclos de las esferas giratorias, los cueles se dan en simultanea con la transformación de la materia, es decir, con los eventos naturales y sociales. En todo caso, son ciclos que notamos a simple vista, e independientes a cada evento natural y social que ocurre en la superficie de las esferas giratorias. Lo confusión se presenta en el resultado de todos estos conteos de ciclos, lo que llamamos tiempo: es intangible. Algo que no ocurre con las demás magnitudes físicas.    
     Sin duda, de las magnitudes físicas, el tiempo es la más compleja, pues hace que el eterno presente lo percibamos como un pasado y futuro. Percibimos la noción del tiempo, algo intangible que lo sentimos como real, esto debido a muchos factores que explicamos en capítulos anteriores.
     Ahora ocupémonos del espacio. Cuando nos hablan del espacio se nos viene a la mente la zona aparentemente vacía del cielo nocturno, o las distancias entre una estrella a la otra. En realidad son distancias descomunales entre un punto y el otro, parece un desierto oscuro. Nada más falso, porque está atiborrado de materia móvil, de planetas vagabundos, de luz, de materia y energía oscura, de agujeros negros. Y como todo desierto que se respete es propenso para toda clase de avistamientos y fantasmas cósmicos, por tanto, ese espacio no es la excepción. Allí ocurren cualquier clase de eventos, muchos no captados por el ojo humano, solo a través de la tecnología se han descubierto galaxias, agujeros negros, sistemas extrasolares, etc., y, desde luego, en esa zona aparentemente vacía se hacen mediciones de todo tipo, muchas difíciles de calcular.
     El significado de espacio varía en las distintas disciplinas, en términos generales se refiere al espacio físico, al espacio geográfico o al espacio exterior. Pero de las «miles» de definiciones nos aproximamos a estas: «El lugar donde existen los objetos y los fenómenos físicos, y donde estos tienen una posición y dirección. Esta otra es la descripción de la física clásica: «Lugar de tres dimensiones donde cualquier posición puede ser descrita mediante tres coordenadas cartesianas». En esta segunda definición le agregamos la cuarta dimensión de Einstein como lo es el tiempo, para entrar en armonía con la relatividad, y de este modo vayamos entendiendo esto de espacio-tiempo.
     El espacio del cielo lo podríamos dividir en espacio aparentemente vacio, el cual ya describimos, y el espacio material. Este espacio material es fácil de identificar, pues son las estrellas y planetas, o cualquier objeto que podamos palpar. Pero el detalle es que los movimientos cíclicos de esos cuerpos los utilizamos para medir el tiempo. Es decir, utilizamos pequeñas muestras del espacio infinito (rocas gigantes) para medir el tiempo, incluso, el tiempo de ese pequeño espacio. Premisa propensa a confusión, porque parece una dualidad de espacio-tiempo, pero no lo es.
     Hasta aquí hemos explicado lo que es el tiempo y el espacio, cada término por separado, ahora viene la parte más difícil del asunto como lo es la dualidad espacio-tiempo propuesto por Einstein, y, lo más difícil aún, objetar dicha dualidad.
     En las imágenes que nos presentan del modelo tridimensional, modelo Newtoniano, observamos cantidades de líneas imaginarias que se interceptan, llamadas dimensiones, estas son: ancho, longitud y profundidad. Todas son sinónimos de lugar en un espacio infinito. Imaginemos un plano cartesiano, donde el objetivo de estas líneas es ubicar un lugar en el universo. Vemos que no aparece la cuarta dimensión o tiempo, como sabemos para Newton el espacio o lugar es independiente al tiempo.
     Para los defensores de la teoría relativista ese mismo espacio físico es ideado por las mismas tres dimensiones lineales más el tiempo, ilustrando así una parte de un infinito continuo de cuatro dimensiones. Imaginemos que en una hoja cuadriculada dibujamos el plano cartesiano, pues bien, ese es el modelo de newton. Pero si dibujamos ese mismo plano, no en una hoja cuadriculada, sino en una tela y le agregamos una cuarta línea imaginaria llamada tiempo, estamos en presencia del modelo relativista. Pues la tela en presencia de materia se hunde o curva, siendo ese el motivo por el cual para Einstein el espacio no es plano, sino curvo. Al agregarle la conflictiva cuarta dimensión para formar el binomio espacio-tiempo, donde la una depende necesariamente de la otra, esto quiere decir que el tiempo depende del lugar y viceversa. Según deducimos: la masa deforma al tiempo y el tiempo deforma la masa. O sea: si la longitud se acorta, el tiempo también; y si la longitud se agranda, el tiempo también; si la altura se acorta, el tiempo también se reduce…
     Como hemos acentuado en la mayor parte de este escrito: el tiempo es independiente a las características de la materia y de su transformación. Al tiempo y reloj no le interesa el tamaño o densidad de la masa, o su temperatura, o si se fragmenta o acorta, etc., es decir, al tiempo no le interesa ningunas características físicas de la masa (pequeños espacios en un espacio infinito). Podría interesarle en algo los movimientos de las masas, pero con una característica especial: que la masa gire constantemente. Si no gira constantemente no se puede calcular el tiempo. Entre el tiempo y la masa (espacio) no existe una mínima reciprocidad. Los movimientos de las masas (reloj-tiempo) no aplican en lo esencial de nuestras vidas, no aplica en el cambio natural y social de todos los seres de la naturaleza, y de toda transformación de la materia (espacio). La naturaleza, la cual es evidentemente parte de la masa, no se altera con los cambios de los movimientos espaciales, puesto que todo proceso biológico es inquebrantable. Por tanto, el tiempo en ningún caso puede incidir en la transformación de la masa (espacio), en su descomposición, no puede acortarla ni recortarla.
     Al deducir que el tiempo es independiente a la masa estamos afirmando que de la misma forma lo es con espacio, ya que el espacio también es masa. Siendo así, el binomio espacio-tiempo no tendría sentido. En el cambio de estado de la masa (espacio), por ejemplo, una nave si se acortase o se fragmentase al viajar por el universo, en este caso gana velocidad en su trayectoria, pues entre menos masa mayor velocidad; pero no tiene ningún sentido de que altere el tiempo y al espacio, tanto al espacio vacío como a las pequeñas masas. El hecho que se llegue más rápido que otra nave a un determinado lugar en el espacio, así sea a velocidad de la luz no quiere decir que va a envejecer menos que el que ha llegado tarde. Dijimos en capítulos anteriores, que si la Tierra girase alrededor del sol a velocidades cercanas a la luz, cumpliríamos años y festejaríamos años nuevos cada ocho minutos. Y esto en nada afectaría nuestras vidas, ni lo evolutivo ni lo biológico de todos los seres de la naturaleza. Aunque en este caso cumpliésemos miles de años en nuestras vidas, nuestro promedio de vida es paralelo al que promedio actual. Si cumpliésemos 50 mil ciclos, aún seguiremos siendo jóvenes.
     Un pedazo de masa (espacio), que podría ser un átomo, un meteorito o una nave no tiene poderes para encogerse por sí sola si viaja a velocidades extremas. Si dos naves espaciales parten a la misma hora desde la Tierra a una estrella, a velocidad de la luz, estas llegan en el mismo momento. Pero si en el trayecto una de las naves se fragmenta en dos, aumentará su velocidad, quizás a la de los neutrinos. Por lo tanto, el viajero de la nave que se dividió en dos llegó primero y, desde luego, envejeció lo mismo que el viajero de la otra nave el cual ha llegado tarde. No habría motivos para haber variaciones y dilataciones del tiempo.   
     Ahora bien, recordemos que la teoría relativista enseña que la medida o el valor del tiempo obedecen al sistema de referencia donde esté situado el observador, si este se encuentra en reposo o en movimiento. Repitiendo su ejemplo icono como es la paradoja de los relojes, para ellos no existe una noción de simultaneidad de cualquier observador, como sí ocurre en la mecánica clásica. Para los relativistas dados dos observadores en diferentes movimientos para un solo evento, o por lo menos uno en reposo o punto de referencia (A) y el otro en movimiento, y a velocidad extrema como la luz, punto de referencia (B) habría diferencias en los cálculos del tiempo de ese evento conexo entre ambos observadores. Esto quiere decir que para la relatividad, dos protagonistas para la misma acción, el reloj de cada observador marcará un tiempo diferente respecto al otro. 
     Pero todo cambia cuando le colocamos a esta clase de experimentos mentales un tercer observador como lo es el  águila especial, que vendría siendo así como el punto referencial (C). Esta ave imaginaria con su visión instantánea puede observar sin ninguna dificultad todo el transcurso de un determinado evento que se realice en cualquier punto del universo, en este caso uno en reposo y el otro en movimiento. El ave, como si estuviese en el pico de una montaña verá pasar los automóviles por las vías sin ninguna alteración, estos al igual que la nave de la paradoja no se trasfiguran ante su visión. El ave especial siempre demostrará que la masa (espacio) no se acorta ni se transforma a velocidades extremas como la luz. Notará de inmediato, sin fantasías cósmicas, que todo trascurre simultáneamente, que no hay dilatación del tiempo, y tampoco los relojes se paralizan a velocidad de la luz. 
     Distinto es cuando le tomamos una fotografía a un automóvil en movimiento, la imagen sale corrida, difusa, no vemos el automóvil en su estado natural. Pareciese que se acortase o se encogiere en la acción de velocidad, esto porque la velocidad es mayor a la capacidad del ojo humano o de cualquier dispositivo que empleemos al momento de capturar una acción en movimiento. Ocurre lo mismo al fotografiar un carrusel en movimiento, la imagen que nos muestra la fotografía es difusa, corrida. Otra razón para que la imagen de la fotografía salga difusa es porque la acción está demasiado cerca al observador. Pero si el observador está lejos de la acción, digamos en la cumbre de una montaña o en el último piso de un edificio, el observador no notará el auto ni al conductor encogerse, pues desde su perspectiva el automóvil marcha lento.     
     En el mismo ejemplo del automóvil en movimiento, para el observador que se halla en la cumbre de la montaña o en un edificio alto, los postes y los arboles no se mueven, lo que está en moviendo es el automóvil, el cual marcha lentamente ante sus ojos. Si tomase una fotografía desde esa distancia notará que la imagen del automóvil no es borrosa, está completo, sin acortamiento. Pues esa es la dinámica de ese observador, no podría ser otra. Y a ese observador no le interesa que desde la perspectiva del conductor, los postes y los arboles pareciese que caminaran a gran velocidad hacía el automóvil, pues es la dinámica de observación del conductor en estos casos, no podría ser otra. Pero si otro observador está demasiado cerca del automóvil, tampoco observará los arboles y los postes moverse, pero su ojo no alcanza a ver ni el polvo de las ruedas del automóvil. Si tomase una fotografía de la acción, la imagen pareciese que se encogiera, pues esa es la dinámica de observación de alguien demasiado cerca a la acción, no podría ser otra.          
     En este ejemplo, a largas distancias espaciales, digamos el águila en la cumbre de una estrella, cuando observa una nave a velocidad de la luz no nota transfiguración ni encogimiento alguno de la nave, porque desde su perspectiva la velocidad de la nave es lenta. Como hemos señalado en este texto, la velocidad de la luz es un fenómeno demasiado lento si se observa a largas distancias, un gusanito caminando por el espacio, eso hace que se exhiba la nave en su estructura normal. Por su parte, el piloto observará la cantidad de asteroides y toda la energía acercarse a él, como los arboles a cualquier conductor de automóvil. Pero si la nave pasa por las narices de cualquier habitante de la Tierra, este no alcanzaría ni a tomarle la placa. Y en caso tal si lograse tomar una fotografía notaría, tal vez, cierto encogimiento; porque esto es debido a la limitación de nuestra vista y tecnología de la cámara fotográfica, y no del acortamiento de la nave en sí, pues esta siempre permanecerá completa. Aunque nuestra visión es instantánea, es lenta para captar un objeto en velocidad.
     Ya habíamos desenredado el problema de espacio-tiempo al colocar el tercer observador en la paradoja de los gemelos. Pero sigamos dando un poquito de más cuerda a esta aclaración colocando un ejemplo.
     Supongamos un encuentro amoroso de una pareja en un determinado parque de cualquier ciudad del mundo. Es innegable que para registrar este evento en el álbum de la historia siempre será necesario saber en qué espacio (calle y carrera) y en qué tiempo (hora) sucedió el encuentro. Digamos cinco de la tarde de un día domingo en el parque de las nieves, ubicado en la calle 24 con kra 19, en la ciudad de Barranquilla. En este ejemplo, para los relativistas, el espacio-tiempo de la ciudad de Barranquilla es diferente al espacio-tiempo de otro evento de un parque ubicado en un planeta extrasolar, esto por: el universo curvo, por la velocidad de la luz, por la unificación de espacio-tiempo, por el punto de referencia de cada observador, además de otros. Para los Newtonianos esta cita ocurre en simultánea para todos los eventos que se dan en cualquier esquina del universo, es el mismo presente con alguien que pasea a su perro en las calles de Paris, o con algún alienígena que se deleita con una pizza en un planeta distanciado a millones de kilómetros del nuestro.
     En este ensayo hemos demostrado que el tiempo es simultáneo para cualquier punto de referencia, solo habría que colocarle un tercer observador con una visión extraordinaria para demostrar que todo es simultáneo, la visión instantánea disocia el binomio espacio-tiempo. Todo suceso acontece en simultánea, no importando que lo envuelvan en una formula, o por mucho que le añadan flechitas o vectores, o miles de dimensiones, o la sometan a velocidades de la luz.
     Las esferas celestes son un espacio y parte del espacio infinito, por ende, el tiempo es independiente a la masa o espacio.
     El universo es inmenso, la materia y el espacio son infinitos, y no poseemos la visión perfecta ni la tecnología que alcance observar lo que acontece entre dos o varios puntos de ese infinito. Por desventura, dentro de esas limitaciones no nos queda otra solución que inventarnos fantasías cósmicas para llenar el recipiente del conocimiento. Pero un águila, ubicada en las cumbres de las montañas, tiene la mejor ubicación y perspectiva de cualquier otro observador, es la más coherente, no hallaría dilatación del tiempo en ningún evento que se efectúe bajo la montaña. Lo mismo sucede con nuestra águila imaginaria si se encontrase ubicada en la «cumbre» de una estrella, también tendría la mejor perspectiva de cualquier observador, en reposo o en movimiento, en cualquier evento del universo.
     Si desde la cumbre de una estrella el águila observase la luz del sol caminar hacia la Tierra, la cual nosotros la recibimos casi instantánea, porque nos parece demasiado veloz, el águila se tomará sus respectivos ocho minutos, tiempo en que la luz llega a la Tierra. Y si a alguien se le ocurriese hacer mil vuelos de ida y vuelta al sol, en una nave y con la velocidad a la luz, para el águila todo transcurriría bajo la normalidad de las leyes físicas y naturales. El recorrido alrededor del sol de la nave al igual le parecerá lento, cada vuelta se tomará los respectivos ocho o diez minutos.
     Por todo lo desarrollado en este ensayo respaldamos, con la razón, el modelo tridimensional de Isaac Newton, quien señala que el tiempo es una medida absoluta, instantánea, la cual transcurre simultáneamente en cualquier esquina del universo y para cualquier observador; por lo demás, independiente al espacio, al movimiento y a la velocidad. Este modelo es el correcto, aunque entendemos que es más aburrido que el de Einstein, pues no subsana: viajes al  futuro, universos paralelos, paralización del tiempo, relojes acelerando y desacelerando por arte de magia, o que sus manecillas se detengan o se inmolen, o que la materia se acorte por la velocidad de la luz. Es decir, no subsana espejismos y fantasmas cósmicos. Como vemos, el modelo de Newton le quita el ambiente de ciencia ficción y, por supuesto, hay un sinnúmero de personas que disfrutan de los fantasmas y espejismos cósmicos, y máquinas del tiempo. Además, existen grandes industrias como las librerías y el cine que se lucran con los falsos saltitos del tiempo.

Resumen
     Nuestra edad es el número de vueltas que la Tierra ha dado alrededor del sol desde que nacimos. Si cumplimos un año más de vida es porque nuestra gran roca giratoria en el espacio ha terminado y comenzado un ciclo, y paralelamente en ese movimiento ocurren eventos naturales y sociales, hubo un cambio leve en nuestra complexión y en la de los demás seres, tanto vivos como inertes. Nos apresuramos al decir que el tiempo existe si vemos crecer un niño o un árbol, u oxidarse una barra de hierro, cuando en realidad lo que observamos es un evento normal y natural de la materia, estos eventos acontecen estando la Tierra en movimiento o no, con reloj o sin reloj, con tiempo o sin tiempo.  
     Un cambio de movimiento terrestre o de cualquier masa giratoria no incide en la transformación o deterioro de la materia. En los seres vivos y no vivos todo transcurre igual, no se hallaran afectados por algún cambio que aconteciere en los ciclos del planeta, tampoco por la velocidad de la luz ni por las distancias descomunales. Los seres vivos no envejecen o rejuvenecen por el vaivén de los ciclos, envejecemos por cuestiones biológicas y evolutivas. No se puede acelerar o ralentizar nuestro desarrollo físico de la noche a la mañana, no regresamos a nuestra niñez, o viajar a la época de robots y carros voladores; todo esto porque obedecemos a una dinámica evolutiva, la cual mantiene un ritmo ya marcado y bastante lento. Nacer, crecer, reproducirse y morir (en seres vivos) y la oxidación (en seres inertes) es un proceso lento y progresivo, de miles de años, y no tiene reversa. La evolución es irreversible, la naturaleza lo quiso así para los humanos, y cambiar un solo cabello de la naturaleza se necesita por lo menos mil años de evolución. Si pensamos lo contrario estaremos subestimando las leyes naturales al creer que factores externos, como el movimiento y la velocidad de la luz, transforman los genes de nuestro organismo.
     No hay ninguna relación entre estos dos eventos: ciclo y evolución. Que es lo mismo: tiempo y evolución. Ya que evolucionamos y nos deterioramos con tiempo o sin él. 
        Siempre subrayamos en este ensayo que los ciclos terrestres son los factores determinantes del tiempo. De ellos sacamos los patrones del reloj, como lo es el segundo, el minuto, la hora, el día, las semanas, los años, etc.; y también cambian el paisaje natural de la Tierra en otoños e inviernos, primaveras y veranos, auroras y anochecidas. Ver el continuo cambio de paisajes extremos hace que sintamos el tiempo caminar. Y como somos seres sociables, le brindamos solemnidad cada vez que comienza un nuevo ciclo, como al festejar el año nuevo o cumpleaños, de este modo también sentimos el tiempo palpitar. Pero solo es un fenómeno natural de la Tierra. Y si a esos factores de los ciclos terrestres le agregamos la música, la moda, la tecnología, factores psicológicos, además de otros, confunden más nuestra mente, esto hace que en un solo presente sentimos la presencia del pasado y futuro.
     La dupla reloj–tiempo es la relación más compleja de todas las magnitudes y sus herramientas de medición. Mientras el reloj es la parte tangible, el tiempo es lo intangible de esta relación. Esta particularidad no ocurre en las demás magnitudes, en donde tanto la herramienta de medición y la magnitud son tangibles, por ejemplo, la cinta métrica-longitud. La intangibilidad del tiempo lo hace una magnitud manipulable. 
     En cuanto a la otra compleja dupla de espacio-tiempo, donde el tiempo afecta a la masa, representada en el ejemplo relativista de la paradoja de los relojes o gemelos, en este ensayo demostramos que el tiempo no se dilata, ni la nave se acorta, ni el reloj se paraliza ni se autodestruye. Al colocarles un tercer observador a estos dos protagonistas de la paradoja demostramos que el tiempo trascurre igual para todos, nadie envejece más que el otro, pues no tendría que alterarse el sistema biológico de un gemelo por el solo hecho de viajar a velocidades extremas.
     En el universo todo es movimiento: la luna gira alrededor de la Tierra, la Tierra lo hace alrededor del sol, este sigue una galaxia, está a la vez un agujero negro. A la larga los procesos biológicos y toda la transformación de la materia también son movimientos, porque en el crecimiento de un humano o un árbol hubo un desplazamiento, al nacer un volcán, al formarse una montaña, el desplazamiento de un colibrí de una a otra flor, etc. Erradamente creemos que esos movimientos de la salida y puesta del sol tienen algo que ver con el proceso biológico de cada ser, con la oxidación de la materia, y con nuestros eventos sociales.
     Lo único que no es movimiento es nuestra visión, la cual es instantánea. No es un movimiento, no es una onda-partícula como lo es la luz, la cual tiene que recorrer millones de kilómetros hasta llegar a un destino cualquiera. La instantaneidad de nuestra visión da apertura a la simultaneidad de todos los eventos, tanto en movimiento o en reposo. Esto nos hace ver el tiempo real y absoluto para todos los eventos aquí en la Tierra y en el último planeta del último universo. Tenemos una visión limitada, la cual no nos permite ver más allá de nuestras narices, no abarca ni el 0,01% del universo (podríamos agregarle todos los ceros), y eso nos da para crear fantasmas y espejismos espaciales. Por todo ello, quien esté construyendo una máquina para viajar a través del tiempo pierde todo su tiempo.

Bibliografía: Ninguna.



teoría de la relatividad y ley de la gravedad

¿Existe el tiempo? Teoría de la relatividad. Paradoja de los gemelo o de los relojes. ¿Qué es el espacio tiempo? universo curvo ¿Por por qué el universo se curva? ¿En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

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