Ensayo
El tiempo
no da saltitos inútiles como peces en la red
Autor:
Roberto
Carlos Gómez Sánchez
Contenido
Introducción.
Principio
y fin del binomio reloj-tiempo.
Banana
madura no vuelve a verde.
El tiempo no se crea ni se destruye, tampoco se
transforma.
¿Por qué
sentimos el tiempo acariciar nuestra piel?
Manipulación
del tiempo.
La
rotación terrestre desacelera mas no tiempo.
Espejismos
y fantasmas cósmicos que «perturban» el tiempo.
La
velocidad de la luz no le saca canas a la primavera.
Hora
interplanetaria.
El tercer
reloj en la paradoja de los relojes.
Newton dentro de los agujeros de Einstein (espacio–tiempo).
Resumen.
El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la
red
Introducción
Uno de los grandes misterios de la
humanidad, sin duda, es todo lo involucrado con el concepto tiempo. Nos
preguntamos si realmente existe, si es abstracto, o solo hace parte de nuestro
imaginario cósmico. Quién de nosotros por lo menos no ha deseado que la Tierra
girase al revés para volver al pasado y enmendar uno que otro error; pero en el
remoto caso que esto sucediese: simplemente el sol saldría por el oeste y se
ocultaría por el este. Por ningún motivo tendríamos que regresar al pasado, a
la época de los dinosaurios, a la época de Jesucristo, o cuando mudamos nuestro
primer diente de leche.
Cualquier cambio que los movimientos
terrestres tuvieren, en ningún modo tiene que alterar el desarrollo biológico y
evolutivo del individuo. Y es que en nuestra evolución, nacer, crecer,
reproducirnos y ponernos la inexorable «piyama de tablas» no involucra los
movimientos de nuestro planeta en el espacio. Dicho proceso es ascendente e
independiente a cualquier movimiento espacial, imposible que de reversa. Pues no
somos seres con un proceso orgánico manipulable, no crecemos y rejuvenecemos al
vaivén de hamaca. Pues, al nacer un individuo, este sigue un proceso ascendente
para luego envejecer y morir, no lo contrario.
Tampoco una alteración en el movimiento
terrestre puede afectar cualquier proceso físico o químico en los seres
inertes, como es la oxidación del hierro. Estos objetos siguen oxidándose y no
vuelven hacerse nuevos, pues el proceso de oxidación se da gracias a la acción
del aire, y no a los movimientos terrestres, y nuestra atmósfera no sufre
perturbación alguna como para acelerar o desacelerar la oxidación en estos
materiales. Del mismo modo, si el planeta girase al revés, tampoco las
manecillas del reloj girarían al revés, ya que es un instrumento creado por la
mano del hombre para girar en una sola dirección, no tiene poderes
sobrenaturales para decidir por sí solo, pues siguiendo esa lógica errada,
entonces, un ventilador también giraría al revés caprichosamente.
A veces se nos olvida que habitamos en la
superficie de una roca giratoria, este hermoso lugar o espacio del universo en
donde transcurre toda la evolución, enlazado con los sucesos naturales y
sociales de todo individuo. Desde aquí observamos la trasformación de toda la
materia tanto en la Tierra y fuera de ella, hasta donde nuestra visión y
tecnología nos lo permita. Mientras estamos parados aquí, encima de nuestra
gran roca giratoria, dichos movimientos constantes de rotación y traslación
forman los amaneceres y ocasos, las primaveras y veranos, perihelios y afelios,
año nuevo y año viejo, etc. Mientras gira nuestro planeta, a menor ritmo,
sobrevienen grandes cambios en la estructura, externa e interna, del planeta,
esto hace que se transforme continuamente la naturaleza, cambia el clima y todo
el panorama de su superficie, lo que hoy es hielo en miles de años será
desierto, y viceversa. Dicho de otro modo: nacen y desaparecen montañas,
bosques y praderas, mares y ríos, islas y continentes; y paralelamente todo ser
vivo se transforma, y avanza así su desarrollo evolutivo: los animales marinos
salen a la superficie a conquistar la Tierra, los animales gigantes son
exterminados por un cometa o una pandemia, nacen y desaparecen una especie,
nace el hombre, el fuego…, hasta llegar a nuestro días. Toda esta
transformación, tanto de la Tierra como la de los seres vivos, sucede mientras
esta roca realiza sus giros espaciales. Por este motivo se hizo necesario que
todo lo que sucede con el hombre respecto a su evolución, a su sociabilidad y
al entorno natural donde se desenvuelve sea medido y guardado en el álbum de la
historia. Y para tal propósito nuestros antepasados tomaron como referencia los
movimientos de la Tierra en el espacio. De allí nació el reloj, nuestro
instrumento de medición, el cual mide la duración y toda variación de los
ciclos, tanto de rotación como de traslación del planeta, y cuyo resultado
llamamos tiempo.
Los seres vivos no envejecen o
rejuvenecen por el vaivén de los ciclos, envejecemos por cuestiones biológicas
y evolutivas, o por alguna mutación genética. Y todo cambio físico en los
individuos transcurre durante un proceso de miles de años, paulatinamente y no
en un santiamén.
Lo cierto es que el universo es
inconmensurable, nunca podremos llegar a sus confines. El no poder llegar
genera muchos espejismos y fantasmas cósmicos, los cuales dan pie para
fantasías científicas como son: los viajes a través del tiempo, el tiempo
paralizándose, relojes autodestruyéndose y la materia deformándose por la
velocidad de la luz, un gemelo envejeciendo más que su hermano, un reloj
marchando más lento que otro en un solo evento, universos paralelos, entre otros
casos.
La
rotación y traslación son los factores que determinan nuestro tiempo, pero
nuestras funciones biológicas son inquebrantable e independientes a esos
movimientos, no podemos jugar con ellas, son el ahora, no pueden retroceder al
pasado ni avanzar al futuro; por lo tanto, viajar al pasado o al futuro es
una utopía científica. En este ensayo no hay cabida para saltitos inútiles del
tiempo. Sin embargo, no podemos negar que sentimos el tiempo como una
suave brisa que acaricia nuestra piel en un día de verano. ¿Por qué sentimos el
tiempo como algo real?, ¿por qué tenemos noción de él?, ¿por qué existe el
pasado, futuro y presente?, ¿por qué lo vemos llegar e irse sin despedirse? Descifrar los secretos y
misterios del tiempo es lo que nos ocupa en este ensayo.
Principio y fin del binomio reloj-tiempo
Están muy equivocadas todas aquellas
personas que creen que retornaríamos al pasado si la Tierra girase al
revés. En el evento de que nuestro planeta lograse cambiar su giro de
rotación, a lo mejor como consecuencia de ser impactado por un gran objeto
celeste, simplemente el sol saldría por el oeste y se ocultaría por el este.
Esto porque los movimientos de la Tierra, del sol, de la luna, de los planetas
y en general de todas las estrellas del universo en nada afecta o decide sobre
el comportamiento biológico de todo ser vivo. No crecemos ni envejecemos por los giros de los cuerpos celestes, y
rejuvenecer mucho menos. He aquí una gran confusión, y se presenta porque
no tenemos claro el concepto tiempo, pues creemos que el tiempo está ligado a
la transformación y deterioro de la materia, y no es así. Dicho cambio no es
más que nuestros procesos biológicos puestos en marcha, nuestra evolución, y
toda actividad social del individuo. El nacer, crecer, reproducirnos y morir:
no depende de la cantidad de rotaciones y traslaciones de cualquier objeto
celeste. Estos dos movimientos se contabilizan por un objeto creado por la mano
del hombre como lo es: el reloj (tiempo), objeto al fin y al cabo. Pero se hace
necesario que al contabilizarse se realice de manera independiente a lo que le
acontezca a nuestro desarrollo físico, que no es más que nuestra evolución.
Los cambios físicos, que experimentamos
todos los seres vivientes, dependen de un proceso evolutivo arraigado en
nuestros genes, arraigados desde hace miles de años. Y cualquier cambio o
mutación de ese proceso, por muy pequeño que conllevare, dicho cambio se daría
en miles de años, y no de la noche a la mañana, pues nada puede cambiar así
porque sí, o por el hecho de que nuestro planeta decide ralentizar o acelerar
sus movimientos en el espacio. Los
procesos biológicos y en general todo el deterioro de la materia son
independientes a los movimientos de la Tierra en el espacio, a la velocidad
de la luz, a la distancia, y a la
injerencia de cualquier astro, así sea del planeta de la última estrella
del último universo. Independiente a todo.
Así de sencillo: Nuestra edad es la
cantidad de vueltas que hemos dado al sol desde que nacimos.
Desde ese momento, desde que vemos la luz
de este mundo por primera vez, comenzamos un proceso de deterioro. Este hecho
es debido a las condiciones de nuestra evolución, condiciones instaladas en
nuestros genes desde tiempos encéntrales; y no a las condiciones de los
movimientos terrestres en el espacio, las cuales son determinantes para la
noción del tiempo. Todo proceso
evolutivo es ascendente (nacer, crecer, reproducirnos y morir), no es
descendente, no se pueden manipular, no podemos regresar a nuestra infancia
por el hecho de que la Tierra girase al revés. Igual acontece con otros
fenómenos naturales, como la oxidación del hierro, como sabemos también es un
proceso ascendente, este fenómeno ocurre por acción del aire de nuestra
atmósfera, por ello, tampoco el hierro vuelve hacerse nuevo o a su estado
natural si la Tierra alterare su giro de rotación.
Mientras el planeta Tierra gira en el
espacio, nosotros experimentamos eventos naturales y sociales aquí en su
superficie, pues es parte de la vida. Estos eventos mezclados (como el agua y
el café) a la cantidad de vueltas que realiza continuamente el planeta lo
anotamos en un álbum al cual llamamos historia. Con el reloj
contabilizamos el número de vueltas del planeta o de cualquier astro del cual
queramos tener datos sobre sus movimientos espaciales, podría ser también la
luna, en todo caso, el resultado de esta medición es lo que nos da la
percepción del tiempo. En este sentido, la rotación y traslación son algo así
como el factor determinante del tiempo; mas no del deterioro físico nuestro, o
de cualquier ser vivo o no vivo. Tengamos claro ese concepto base de todo este
ensayo.
Sobre el binomio de reloj-tiempo nos enfrentamos a la mezcla más
misteriosa de las magnitudes físicas, dado que son dos conceptos opuestos: lo
intangible y lo tangible. Lo intangible
es el tiempo y lo tangible el reloj. Visto que podemos agarrar el reloj con
nuestras manos, pero no podemos agarrar al tiempo. Al ser el tiempo la magnitud
física que más utilizamos en nuestro diario vivir tenemos la falsa percepción
de que el tiempo y reloj son lo mismo, o creer que lo intangible es lo
intangible. Este dolor de cabeza no sucede con otras magnitudes, como en el
caso de la longitud y la cinta métrica, por ejemplo; tampoco con el termómetro
y temperatura, o el volumen y litro, etc. En estos casos no puede haber pie a
confusiones, visto que notamos sin ningún problema que cada pareja de
magnitudes son tangibles, es decir, tocamos el termómetro y sentimos el calor,
y luego sabemos que se fue el calor porque el frío congela nuestra espalda;
tocamos la cinta métrica, la estiramos y recogemos cuantas veces queramos, y,
por supuesto, tocamos la altura de una pared; tocamos cualquier tubo de ensayo,
bebemos un litro de cualquier líquido, etc. Empero, como ejemplificamos,
sentimos la noción del tiempo como la brisa acariciando nuestra piel bajo un
sol de verano, siendo algo tan inmaterial.
Más adelante daremos respuesta, en mayor
detalle, en relación al misterio de la noción del tiempo, tanto a la
intangibilidad del tiempo como su falsa dependencia con la evolución y con los
ciclos terrestres. Misterio que ha inquietado mucho a toda la humanidad. Siendo
así, por el momento es menester ir paso por paso, estudiar primeramente los
orígenes del binomio reloj-tiempo, resuelto este concepto nos daría las bases
para profundizar y dar luces al conocimiento de este tema, y así aclarar toda
confusión del enigmático tiempo.
Para conocer sobre el origen del tiempo,
tenemos que estacionarnos por allá en los comienzo de nuestro universo, supongo
que antes del big bang, cuando aparecieron las primeras partículas de la
materia. ¿Y por qué nos remontamos a los orígenes de materia? porque para conocer la apertura del enigmático
tiempo solo bastaron la existencia de una o dos partículas. Siendo más
claro: el tiempo está ligado al origen del primer átomo, al origen de la
materia. Pero este asunto no encaja sin la existencia de un movimiento, dado
que no solo es tener la existencia de partículas atómicas inmóviles, no sirven
de nada, estas tendrían necesariamente que poseer movimientos giratorios
constantes. De esta manera brotarían los primeros ciclos de la materia y, ante
estos movimientos repetitivos y constantes, dichos ciclos se facilitan para ser
contabilizados por el reloj. Claro, para aquel momento no existía la vida ni
mucho menos el reloj para registrar movimientos. En todo caso así nacería el
concepto del tiempo. Si se tratase de una sola partícula, basta que esta girase
sobre su propio eje; y si son dos partículas, solo basta que una se aproxime a
la otra, o una girase alrededor de la otra continuamente. En ambos eventos
estaríamos hablando de ciclos medibles, lo que nos aproxima al concepto
magnitud, y magnitud nos aproxima al concepto tiempo, y tiempo a reloj, valga
la retahíla.
Pero si estas partículas son inmóviles el
tiempo también es inmóvil, es igual a cero, a nada. Solo tenemos que teñir esas
partículas de negro para que se pareciese al vacío que vemos por las noches,
como si no existiese nada. Con la materia inmóvil no nace el tiempo, no se
puede medir, porque no tenemos nada que contar. Solo han nacido otras clases de
magnitudes físicas, o los conceptos de tamaño: volumen, temperatura, densidad,
peso, etc. Pues a las partículas se le pueden medir su longitud, su
densidad, su temperatura, su peso, etc.; pero mientras no realicen movimientos
repetitivos, obvio, no se le podrán contabilizar ciclos con el reloj.
La idea central de este punto es entender
que solo basta un movimiento constante
de una o dos partículas para que brote el intangible tiempo. En nuestra
moderna civilización, ya con las grandes rocas giratorias en nuestras narices,
esta tarea de medir la duración de los eventos se nos hizo más fácil.
Incluso, tomando como referencia el giro de traslación de la Tierra podemos
calcular cuánto tiempo ha pasado desde el origen del universo hasta nuestros
días, que son unos 14 mil millones de años aprox., paradójicamente aún no
existía nuestra roca, nuestro planeta, con el cual hemos calculado dicha cifra.
Vayamos recolectando concepto, y dejemos
claro que el tiempo es el resultado del
número de vueltas que realiza la Tierra sobre su mismo eje y alrededor del sol,
en simultanea y mezclado a todos los eventos que se presentan en su superficie,
tanto naturales y sociales, y contabilizados por nuestro instrumento de
medición como lo es el reloj. Y el resultado de ese número de vueltas es
independiente a cualquier proceso biológico.
Ahora abarquemos el origen del reloj.
En general, las civilizaciones primitivas
basaron la medición del tiempo echando un «vistazo» al cielo. Ellos evaluaron
los movimientos de los astros, como son las constelaciones, las fases de la
luna, el recorrido del sol en el cielo, de los planetas y de las estrellas.
Aunque en esos tiempos se creía que la Tierra era plana y sin movimientos,
siempre la constante fue referenciar el caminar de las esferas celestes.
Nuestros antepasados se apoyaron en calendarios basados en los movimientos de
los astros para fijar, más que todo, los periodos de siembra y cosechas. Las
civilizaciones progresaron, y, de las tantas ramificaciones que tiene el
progreso, brotó un instrumento de mayor exactitud: el reloj. Estos primeros
instrumentos fueron de agua, de sol y de arena; hasta llegar a los actuales
relojes de manecillas, digitales y hasta atómicos. Sin importar el aspecto del
reloj, todos basados en un movimiento cíclico.
Y es que ha nuestros ancestros no les fue
difícil calcular el tiempo e introducirlo en las labores cotidianas, pues en el
universo son muy comunes los cuerpos giratorios, «están a la hora del día»: la
luna gira sobre su propio eje y alrededor de la Tierra, la Tierra lo hace sobre
su propio eje y alrededor del sol, el sol sobre su propio eje y alrededor de la
vía láctea, tal vez la vía láctea ruede alrededor de una megagalaxia.
Tenemos claro que el reloj es una herramienta que mide los movimientos constantes de las
masas giratorias, en nuestro caso los desplazamientos de la Tierra en el
espacio. Digamos que los ciclos del planeta, rotación y traslación, se
«encarnaron» en esa herramienta. El reloj unifica los movimientos terrestres,
los convierte en patrones. Es decir, los abrevia en segundos, minutos, horas y
días; y con estos patrones se contabilizan las semanas, meses, años, décadas,
siglos y milenios.
De lo anterior señalamos que de los ciclos
de la Tierra se establecieron patrones cortos y largos. Los patrones cortos se
definen como los menores a 24 horas, de allí se calculó la hora de 60 minutos y
el minuto igual a 60 segundos. Su objetivo es medir acontecimientos de poca
duración, como por ejemplo: una clase escolar, un partido de futbol, una
competición atlética de cien metros, etc. Y los patrones largos son los mayores
a 24 horas, estos para medir eventos de larga duración, ejemplo: la próxima
cosecha de tomates, la espera de los próximos juegos olímpicos, el próximo
cumpleaños, el próximo año nuevo, etc.
Con estos patrones medimos de manera
precisa la variación de los eventos naturales y sociales. Entiéndase por
eventos naturales el crecimiento de un ser vivo, la oxidación de una reja
metálica, las fases de la luna, el nacimiento de una montaña, la velocidad de
la luz, el nacimiento de una estrella, e infinitas situaciones; y los eventos
sociales, decimos que son una clase en la escuela, cumplir con nuestros
compromisos laborales, un partido de futbol, cocinar los frijoles, ir a una
fiesta, un león corriendo detrás de su presa, el girasol mirando a su astro, un
águila volando sobre una montaña, una cita romántica, una carrera atlética, y
millones de compromisos más. O sea: los eventos naturales son los procesos de
cambio de todo ser vivo y no vivo; y los eventos sociales son las actividades
diarias de todo ser vivo, más que todo las realizadas por el hombre y los
animales.
Pues como vemos, además de los movimientos
de los astros, existen movimientos
naturales y sociales. Estos unidos para siempre a un solo ombligo como lo son
los ciclos terrestres. Todo es movimiento, dado que la transformación y cambio
de la materia es movimiento. Toda la materia en el universo se transforma
mientras la Tierra gira, y todas las cosas son sometidas a cambio, se
transforman las hormigas como las montañas y el clima, nada está exento de
cambio. Siendo así, se nos hizo imprescindible medir cada variación de cambio,
es decir cada movimiento natural y social, y toda variación, por muy pequeña
que sea, la registramos en el álbum de la historia.
He aquí el detalle: La fusión de eventos
naturales y sociales, mientras la Tierra gira, produce cierta confusión al
raciocinio humano. Puesto que en cualquiera de los dos eventos: los organismos
y todo lo inerte se deterioran. Y es muy cierto, todo se vuelve viejo mientras
la Tierra gira, y desde nuestro punto de vista social concluimos erróneamente
que dicho deterioro de todas las cosas, tanto de nosotros mismos como lo que
está siempre presente a nuestro alrededor, es producto de los ciclos de nuestro
planeta, y no es así. Es menester repetir que el deterioro de todo ser vivo, de nuestra piel, de nuestros genes etc.,
es producto de una evolución de millones de años. Nuestra evolución lo
quiso así. Y el deterioro de un cuerpo inerte, de la oxidación de una varilla
de hierro de nuestra ventana es producto de la acción del aire actuando sobre
ese metal. La química lo quiso así. No envejecemos porque la Tierra gire o no
gire.
El binomio reloj-tiempo se presta para
muchas ironías, como el cálculo que se hace para saber cuántos años tiene el
universo. Según la teoría del big bang, este evento ocurrió hace 14.000
millones de años aprox. Para realizar dichos cálculos, claro, se tomaron los
ciclos terrestres, ningún otro. Si bien, el sol ni la Tierra no existían en
aquel entonces, ni mucho menos un humano para contabilizarlo, esa cifra supone
el número de vueltas que ha dado la Tierra desde el origen de la primera
partícula en el universo, aunque la Tierra no haya dado realmente esa cantidad
de traslaciones, y es que nació hace 4.500 millones de años. Solo son ajustes,
cálculos basados en los ciclos actuales de nuestro planeta, aunque esa no sea
la cifra exacta, lo que sí es seguro que desde el big bang ha habido un
continuo deterioro y transformación de toda la materia del universo.
Al ser cada persona evolutiva y sociable,
el reloj, además de medir los ciclos de los astros, lleva intrínsecamente medir
los eventos sociales y naturales que se presenten cada vez que la Tierra de una
vuelta, tanto en los seres vivos e inertes. Ejemplo: la cantidad de
traslaciones que transcurren al crecer un árbol (evento natural). En este caso,
si el reloj mide 5 ciclos, el resultado de este evento lo registramos en el
álbum de la historia. De igual modo, al calcular en cuanta fracción de un ciclo
se cocinaron los frijoles (evento social), tal vez no lo registremos en nuestro
álbum, pero sí registramos el crimen de un importante personaje, que se da en
cuestiones de minutos.
Muy importante aclarar que no estamos
diciendo que sin la existencia de los movimientos constantes de nuestra roca
celeste no existe el tiempo ni el reloj. Al no existir la rotación ni
traslación terrestre, muy seguramente el ser humano se hubiese buscado otro
método de medición del tiempo para calcular la vejez del árbol, ya que este
crece con tiempo y sin tiempo; o para que no se nos achicharren los frijoles,
puesto que estos se achicharran con reloj o sin reloj. Asimismo, todos los
eventos sociales (un partido de futbol) o naturales (estaciones del año o
crecer una planta), de todos modos acontecerían si a alguien se le ocurriese
añadirle o quitarle números al reloj o meses al año.
Vamos dejando claro que el reloj, nuestro
instrumento de medición de ciclos, lo simplificamos y maximizamos (por decir
algo) según la necesidad que tengamos de medir eventos tanto largos o cortos, y
tanto naturales como sociales. La duración de cada evento lo establece el afán
de cada persona. Los eventos cortos o actividades de poca duración pueden darse
en un minuto, una hora o en un día. Por tanto, «simplificamos» un fenómeno
natural como es el movimiento de rotación (día) en horas cuando disfrutamos una
película con esa duración, o cuando nos dan esa cantidad de tiempo para
responder un examen escolar; en un minuto, cuando esperamos que la luz roja
cambie a verde. Los eventos largos son actividades que duran más de un día,
como son las vacaciones, un viaje en barco desde América a Europa, la espera
del próximo mundial de futbol, el crecimiento de un individuo, etc. Para
calcular el tiempo de duración en los eventos largos, multiplicamos las horas o
los días, con esto nos darían las semanas, meses, años, décadas, milenios. Lo
cierto es que no vamos envejecer ni una
milésima de segundos o un año si le añadimos más horas al reloj, ni tampoco
vamos a rejuvenecer si le quitamos una hora.
Pero lo anterior no es exclusivo de la
magnitud tiempo y de su herramienta reloj, del mismo modo acontece con otras
magnitudes físicas, como por ejemplo: el binomio metro-longitud. El metro lo
simplificamos en centímetro y milímetro para medir distancias cortas, y lo
maximizamos en kilómetros o millas para medir distancias largas. En este caso,
un árbol no crece más o vuelve hacerse pequeño si a alguien se le ocurriese
añadirle o quitarle centímetros al metro. Así ocurre con las demás magnitudes
físicas, pero la diferencia de estas con la magnitud tiempo, en cuanto a añadirle
o quitarle números al reloj, es que creemos que podría afectar nuestras vidas,
en especial al deterioro, al envejecimiento, pero no es así. Esto sucede porque
una parte del binomio reloj-tiempo es intangible. Y es que al ser el tiempo
intangible tenemos esa vaga idea de transportarnos al futuro si la Tierra
acelerase su rotación, o al pasado si esta girase al revés.
No suena descabellado manipular las horas
del día, quitarle o añadirle minutos u horas, dado que todo esto depende de las
nuevas condiciones que impongan los ciclos terrestres si aceleran o desaceleran
en el espacio. Y estos fenómenos son muy comunes en el espacio. En nuestro
entorno podría darse por el alejamiento de la luna en relación a la Tierra. En
estos momentos no se hace necesario manipular el reloj, porque el alejamiento
de la luna de la Tierra es de una distancia de 4 cm por año, muy pequeña, y no
alcanza a ralentizar tanto a la rotación terrestre, asunto de gravedad. Pero en
siglos menguara la gravedad que los sostiene atado, la rotación sería más lenta,
y tendremos que ajustar el reloj a esas nuevas condiciones que nos impone las
rocas en el espacio. En este evento, nuestras vidas, tanto en nuestro
crecimiento natural como en lo social, continuarían su ritmo normal. Al igual
al árbol que no crece si se añaden centímetros al metro, nosotros no crecemos o
envejecemos más si le añadimos o quitamos rayitas o granos de arenas al reloj.
De igual modo, el hierro de las rejas de nuestras viviendas continúan su
proceso de oxidación normal, puesto que este fenómeno depende de la acción del
oxígeno sobre este elemento, y es un proceso que únicamente se suspende si
nuestra atmosfera dejase escapar el oxígeno, y no por la manipulación de las
horas o movimientos terrestres.
Sobre la ralentización de la Tierra debido
al alejamiento de nuestra luna, merece una explicación más detallada, que
daremos más adelante.
La trasformación de cada individuo y de
todo lo que nos rodea se da en simultánea con los ciclos terrestres, no
obstante, dicha transformación seguiría su curso normal sin ciclos o con
ciclos. Un ciclo terrestre en este momento está aconteciendo en simultánea a
cualquier evento social y natural, por ejemplo, mientras leen este ensayo
(social) está en puesta en marcha un ciclo de 365 días (natural), y aunque no
lo notemos, envejecemos cada segundo (natural), ante esto: tenemos la noción de
presente; y si ya sucedió el ciclo y el evento, es decir, ya leyeron el ensayo:
aparece la noción de pasado; y si esperamos que el ciclo se repita, y planean
leer el ensayo para más tarde o para el día siguiente: aparece la noción de
futuro. tenemos que indicar lo que hacemos, lo que vamos hacer y lo que hicimos
mientras la Tierra da vueltas, y cada recorrido terrestre lo ordenamos en
secuencia o calendarios, y luego lo registramos en el álbum de la historia.
Este álbum simplemente es una colección en secuencia de hechos presentes
aderezados en recuerdos y expectativas.
Por otra parte, el reloj no se detiene si se suspendiese cualquier movimiento del
planeta. El reloj no sufriría ningún cambio en lo físico ni en lo
funcional si la Tierra dejase de girar, pues solo es una herramienta giratoria
que obedece a un diseño del ser humano, no decide por sí mismo, el reloj no tiene poderes sobrenaturales
para hacerlo. Igual sucede con todos los objetos creados para girar, como son:
las ruedas de los carros, carruseles, ruletas de la suerte, ventiladores,
etc. al igual que las manecillas giratorias del reloj, estos objetos no se
detienen al suspenderse el caminar de la Tierra en el espacio, si han de
suspenderse lo harían por el deterioro de la vida útil, daño o manipulación del
hombre. Las agujas del reloj seguirán caminando si el recorrido terrestre
se detiene, pero en este caso no contabiliza nada, se vuelve un objeto inútil,
o un objeto decorativo, o un simple cachivache.
Otros instrumentos de mediciones físicas, como la cinta métrica o el
termómetro no se hacen inútiles, pues en un suceso como ese, que nuestra gran
roca dejase de girar, a todo lo que habita en nuestro planeta se les seguiría
midiendo su volumen, su diámetro, su temperatura, etc.
El tiempo (resultado de ciclos) y el reloj (herramienta) no tienen ninguna
influencia ni dependencia con la composición de la materia. Al binomio
reloj-tiempo no le interesa las características de la materia, para nada le
interesa si es grande o pequeña, con poca o mucha masa, si es gaseosa o rocosa,
si es lisa o pedregosa, blanca o negra etc.: solo le interesa que gire.
Prácticamente el objetivo del binomio reloj-tiempo es
enumerar el orden de transformación de la materia, un orden ascendente e
inquebrantable como lo es germinar, crecer, reproducirse y morir.
En cuanto al final del tiempo, señalamos
que las primeras partículas subatómicas tienen que cumplir la función de girar
constantemente para que naciese el concepto del tiempo, luego se hicieron más
evidentes en los grandes cuerpos celestes. Teniendo este concepto claro, otra
definición del tiempo sería: «El tiempo es la cantidad de ciclos (o fragmentos)
de las masas giratorias, y todas las variaciones que se presenten en la
descomposición del planeta y todo lo que habite sobre ella, contabilizadas por
el reloj». Por todo ello, el tiempo vacía su vaga existencia cuando las masas
dejasen de dar vueltas. O sea, el tiempo desaparece aunque la masa no
desaparezca y siga transformándose, y continuemos habitando sobre ella, siendo
así, no hay nada que medir constantemente.
Si la Tierra paraliza sus movimientos
tendríamos que buscar otro cuerpo celeste al cual le midamos sus ciclos, puesto
que para cada civilización es imprescindible medir las variaciones de cada masa
y los eventos naturales y sociales, y registrarlos en el álbum de la historia.
Para tal labor tendríamos que referenciarnos con los movimientos de la luna, de
los planetas o las estrellas, de esa manera retomar sus patrones como lo
hicieron nuestros antepasados. Si tomásemos los ciclos de la luna, pues es lo
más cercano que tenemos, al hacerlo celebraríamos nuestro cumpleaños y año
nuevo cada 28 días. De hecho, las fases de la luna en algún momento fueron
referencia para calcular el tiempo. Otra solución sería construir un
dispositivo que gire constantemente, y que esté ubicado a la vista de todos sus
habitantes.
Por ventura, los movimientos cíclicos son
propios de los cuerpos celestes, siempre van existir los cuerpos que giren en
el espacio y, y obviamente, a la vista de toda civilización; por ende, siempre va existir el tiempo, será
perdurable, aunque nunca dé ni un solo pasito a la eternidad. Y como diría
algún filosofo, el cual no recuerdo, dijo más o menos así: «La eternidad es como el
deterioro de una esfera de hierro del tamaño de la estrella más grande del
universo, que para tal propósito, una hormiga tiene que surcarla las veces que
sea necesario, esto para que con sus patas desgastase totalmente la gran bola
de hierro, y cuando lo consiguiese finaliza la eternidad».
Banana madura no vuelve a verde
En unas de las sagas de Superman, vimos
como este súper héroe con su inmenso poder le dio reversa al eje de rotación de
la Tierra, sin más no recuerdo fue con el objetivo de volver al pasado y
reconquistar a su novia. Desde luego, se trata de ciencia ficción, donde todo
es posible. Aunque sea muy entretenido todo, bajo ninguna circunstancia debe
estar en concordancia con la ciencia. Muy a la ligera se le da importancia a
los viajes través del tiempo, se exista un tonto empeño en «crear» maquinas del
tiempo, lo cual es más descabellado que las historias de superhéroes. Carece de
toda lógica el pensar que dejamos de crecer y nos hacemos niños de la noche a
la mañana, o volvemos a nuestro pasado solo por el hecho de que la Tierra haya
rodado al revés; o por el contrario, nos trasportaremos al futuro y
envejeceremos más de prisa si la Tierra acelerase su rotación o traslación. Se nos olvida que habitamos en una roca
giratoria, como expresamos en el capitulo anterior, y que sus giros son
independientes al cumplimiento que tiene nuestro organismo a un proceso
evolutivo guardado en un código genético, inquebrantable, que por el momento no
tiene reversa, o de ir hacia atrás y volvernos niños, o de acelerar y volvernos
ancianos en un instante. Ese proceso evolutivo de todos los seres vivos es
lento, no podemos saltarnos sus normas por los cambios de los movimientos del
planeta en el espacio, o si viajamos en una nave a velocidades cercanas a la
luz. Tenemos un «chip» incrustado desde el origen de la vida, al cual
llamamos código genético, o selección natural, o un sistema genético evolutivo,
o como lo queramos puntualizar. De todos modos, ese plan es lo que determina
nuestras funciones y transformación biológica, y en ningún modo lo determina
los movimientos de los astros o la velocidad de una nave. También dijimos que
ese proceso evolutivo no es descendente, es ascendente como el nacer, crecer,
reproducirse y morir. No tiene reversa. Todo cambio físico o morfológico,
o cualquier mutación tienen que «pedirle autorización» a nuestro sistema
genético evolutivo, visto que dichos cambios se realizan lentamente, en miles o
millones de años, no lo hace en un santiamén por el hecho de que algún cuerpo
celeste haya cambiado de ritmo en sus ciclos espaciales, o por el hecho de que
estemos montados en una utópica nave que viaja a través del tiempo.
La Tierra siempre gira constantemente a
medida que todo ser vivo cambia biológicamente, digamos el caso la metamorfosis
de las ranas o la germinación de una semilla a árbol, o en nuestro caso el paso
generacional de bebés a adolescentes. No obstante, todos esos cambios continúan
aunque el planeta deje de girar, porque el
tiempo es independiente a la composición de la materia. Siendo así, la mutación o deterioro de nuestro cuerpo
y, en general, de toda la materia también es independiente al tiempo. Al habitar la vida sobre una roca
que no deja de dar vueltas, es viable ordenar
los sucesos, tanto sociales como naturales, en secuencias, estableciendo así:
un pasado, un presente y un futuro. Asimismo, nuestra anatomía no se
aligera o ralentiza por el hecho de que la Tierra háyase acelerado o
desacelerado sus movimientos. Una rana no vuelve a ser renacuajo si nuestra
esfera celeste «decidiese» girar al revés. Nuestros abuelos no pueden regresar
a la matriz y volver a nacer. Sí fuese así le estaríamos dando crédito a la
existencia de fantasmas y zombis. Resignémonos en aceptar que nadie puede
retornar a la edad media ni mucho menos a la época de los dinosaurios, no
hay la posibilidad de que un río regresase a su manantial. Tampoco nos
trasportaríamos a una época de robots y carros voladores si la tierra acelera
sus movimientos espaciales.
La materia inerte tampoco se transforma y
deteriora por los movimientos de aceleración o desaceleración de las masas. Los
seres inertes, aunque no obedecen un código genético, sí obedecen patrones
físicos inquebrantables como lo es la oxidación de algunos
objetos, los cuales no vuelven a hacerse nuevos con el giro en reversa del
planeta; tampoco se deterioran al instante, en caso tal de acelerar el giro terrestre.
No
podemos engañar al método de dotación por radiocarbono, conocida por
la prueba del carbono 14, una técnica para conocer la edad de muestras
orgánicas de menos de 50 mil años.
Del mismo modo, si la Tierra invierte sus
movimientos, ella misma no volvería a hacerse joven; tampoco el sol ni sus
planetas vecinos. ¿Acaso volveríamos a los orígenes del sistema solar?,
¿acaso todos los planetas retornarían a ser planetesimales? De ninguna manera,
la Tierra no retornaría a ser un residuo espacial como lo fue en sus orígenes,
cuando giraba alrededor de un sol lozano, sino que continuará girando alrededor
de la enana vieja que tenemos en la actualidad.
Sabemos que el planeta Venus mantiene una
rotación inversa. Entonces, elucubrando un poco, contestemos estas preguntas:
¿Qué tal si hubiese existido vida antes de ser impactado por el objeto que hizo
alterar su eje de rotación?, como expresa la teoría; ¿y qué tal si esa
catástrofe espacial haya dejado sobrevivientes? Pues en este caso, esos
suertudos venusianos sobrevivientes no retornaron al pasado solo por el hecho
de que Venus cambió su giro de rotación. No retornaron a su época prehistórica,
y luego evolucionaron o volvieron a nacer para poblar de nuevo el suelo de
Venus, de ningún modo pudo haber sido así. Esos utópicos sobrevivientes son la
estirpe de una civilización del pasado, hicieron parte de un mundo que ya
existía. Para ellos todo fue ascendente, a lo mejor habitaron en sus cavernas,
descubrieron el fuego, tuvieron su propia edad media, su revolución industrial,
etc. Evolucionaron en miles de años, hasta que la última civilización se topó
con la gran catástrofe que puso su mundo girando al revés. Esos venusianos solo
sobrevivieron a la catástrofe, no volvieron a la época de las cavernas, y en la
actualidad su sol nace en la posición donde se ocultaba anteriormente. Su
planeta gira al revés, pero no sus vidas. Y si pudiésemos comunicarnos con
ellos, no lo estaríamos haciendo con fantasmas que regresaron del pasado o
zombis venusianos, simplemente estos seres son el fruto de la nueva generación
que sobrevivió a una catástrofe espacial, vivida por sus ancestros, los cuales
están sobre una roca gigante, al igual que nosotros; lo que sucede es que la
roca de ellos gira en sentido contrario a nuestra.
Si
la Tierra rodase al revés, tampoco las manecillas de los relojes rodarían
al revés como por arte de magia. ¿Por qué han de hacerlo?, ¿acaso las
elipses de un ventilador también van a girar en sentido contrario?, ¿y qué
pasa con un reloj de arena, sus granitos se devuelven al recipiente anterior?
Claro que no, pues son objetos creados por la mano del hombre y, como todos los
objetos, estos solo se detienen por su deterioro, una falla mecánica,
agotamiento de su vida útil o por la manipulación de su creador.
El reloj de manecillas, al igual que las
llantas de los vehículos o a los carruseles, están diseñados por el hombre para
ir en un solo sentido circular constante, estos siempre seguirían su marcha
normal si la Tierra girase al revés o no. Estos objetos en ningún modo posible
girarán en reversa o más de prisa, a menos que la mano del hombre la sincronice
para ir en sentido contrario, o a un nuevo ritmo de velocidad. Al igual, ningún
objeto que marche en un sentido lineal y pegado al suelo terrestre, como un
automóvil, de ninguna manera tiene que devolverse si la Tierra girase al revés.
Y un objeto que marche en sentido lineal en el cielo, como un avión, tampoco
devuelve su dirección de vuelo; pero desde nuestra perspectiva, el objeto
pareciese que habría cambiado de sentido al rodar la Tierra al revés.
No sobra decir que el reloj tampoco puede
acelerar sus manecillas si la Tierra acelera sus movimientos en el espacio, si
fuese así también tendrían que hacerlo todos los objetos diseñados para girar,
como un ventilador o una llanta de un vehículo. Si lo ilógico se impusiera, en
este último caso, todos los automóviles acelerarían de tal modo que no habría
semáforos que detuviera, y el caos en las calles sería monumental. Todo porque el reloj también es materia, no tiene
poderes sobrenaturales para detener sus manecillas y luego inmolarse si
viaja a velocidad de la luz, como lo hemos vistos en algunas animaciones de los
canales científicos de tv. Pues es imposible que un reloj se autodestruya si
viaja a velocidad de la luz, ya que simplemente es un instrumento creado para
registrar ciclos terrestres y no la conciencia de los hombres.
En el planeta cada ser vivo tiene su
promedio de vida determinado, producto de un proceso evolutivo largo, tal vez
guardado en un código genético, y es un promedio de vida diferente entre cada
especie. Una planta de cebolla tiene un promedio de vida de 10 días,
un pino 50 años, un perro alrededor de 15 años, mientras el código genético de
una tortuga determina que esta puede vivir 100 años, y el promedio de vida de
los humanos está entre 75 y 80 años en los países ricos. La evolución lo quiso
así. Por lo tanto, ningún ciclo o movimiento de la Tierra o de cualquier
objeto celeste, o la distancia entre dos objetos celestes, o la velocidad de la
luz, no ejercen ninguna influencia en acortar o prolongar cualquier promedio de
vida de cualquier especie. Otros factores como el medio ambiente, el índice de
pobreza, temperatura, la contaminación, procesos químicos, la ignorancia, etc.,
incluso, una mutación genética es lo único que podría influir en acortar o
prolongar la vida.
La transformación de la Tierra, la
evolución o el deterioro de todos los seres que habitamos en ella, los eventos
naturales y sociales de cada ser, la oxidación del hierro, la pérdida de
combustible del sol, el nacimiento y muerte de una estrella, etc.,
son independientes al conteo de los ciclos de la Tierra y, por ende,
también independientes al tiempo, al espacio, a la distancia y a la velocidad
de la luz. Sabiamente dice la canción: «Banana madura no vuelve a verde, y el
tiempo que se va no vuelve».
El tiempo
no se crea ni se destruye, tampoco se transforma
De la frase célebre: «nada se crea ni se destruye, solo se
transforma», se concluye que siempre existirán las magnitudes físicas en
el universo. Ante este concepto siempre existirá una cinta métrica midiendo longitudes,
porque las masas, tanto grandes como pequeñas, son reciclables y, por ende,
siempre existirán. Las masas albergan energía, se necesita medir dicha energía,
como resultado apareció el termómetro y la noción de temperatura; se necesita
una atmósfera para vivir en cualquier planeta, así que nació el barómetro
y la percepción de presión atmosférica; necesitábamos medir los líquidos,
entonces se estableció el litro y volumen; era necesario saber la próxima
cosecha de tomates, brotó el reloj y el misterioso tiempo; etc. Como
apreciamos: siempre existirá el concepto de magnitud. Pero esa célebre frase
tiene su excepción, dado que el tiempo no se crea ni se destruye, tampoco se
transforma. Al ser el tiempo algo intangible, esa frase solo encajaría en lo referente
a la materia. Como explicamos, para que germine el tiempo solo se necesita que
un cuerpo celeste gire constantemente. Y tampoco se destruye, pues en el
universo siempre existirá la materia, la cual lleva intrínsecamente sus
movimientos constantes en el espacio; además, nunca se podrá transformar, no
reducimos ni alargamos el tiempo.
Existen diferencias muy marcadas entre el
tiempo y las demás magnitudes, las cuales precisamos a continuación:
1. El tiempo es la única magnitud intangible. Un cuerpo
puede aumentar o disminuir su masa, o su temperatura, o su volumen, o sus
movimientos en el espacio; mas no puede aumentar o disminuir el tiempo. Como lo
hemos señalado en lo corrido del texto: «Nuestro sistema biológico es
independiente a cualquier cambio de movimiento celeste; por lo tanto, si
cambiasen los movimientos de la Tierra en el espacio, no rejuvenecemos ni
envejecemos más de lo normal». Quiere decir que el tiempo no aumenta ni
disminuye al acelerar o ralentizar los movimientos terrestres. Esto es debido a
que el tiempo es la única magnitud
física intangible, aunque su instrumento de medición, como lo es el reloj,
no lo sea. Las otras magnitudes con sus respectivos instrumentos de mediciones
son tangibles, las podemos palpar y partir en los pedazos que queramos, como
por ejemplo: la cinta métrica que mide la longitud de un cuerpo, aquí a un
árbol lo podemos cortar, y disminuye su longitud; otro ejemplo es el termómetro
y la temperatura, la báscula y el peso, etc.
Ejemplifiquemos esta situación para quedar
tranquilos. Al medir una pared contabilizamos su longitud con la cinta métrica,
y si después le añadimos más ladrillos a la pared, claro, aumenta su longitud;
pero ante este cambio de longitud no le añadimos ni un solo centímetro a la cinta
métrica sino solo a la pared. Esto sucede porque ambos elementos son tangibles,
lo podemos palpar a simple vista. Por el contrario, si la Tierra girase más de
prisa en su eje de rotación, digamos que aumentase de 24 a 28 horas al día, en
este caso necesariamente tendríamos que añadirle cuatro números al reloj o
echarle más granitos al recipiente del reloj de arena, para que de este modo
ajustemos las nuevas condiciones que nos impone el movimiento de rotación. Pero
eso no significa que nosotros suframos cambios repentinos, que mutemos de
repente y nos hagamos más viejo o más joven; es decir, que nos transformemos
para ajustar nuestras vidas a los cuatro numeritos del tiempo. Pero como
también lo hemos expresado a lo largo de este ensayo: nuestro tiempo, nuestras
vidas, cada evento natural y social, la trasformación de la materia, las
variaciones de cada uno de estos eventos seguirían su curso normal. Por ningún
motivo se le añadirían cuatro canas a la primavera.
En cuanto a este hecho, de que en el
futuro tengamos que añadirle más números a nuestro reloj actual, no está lejos
de la realidad. El ritmo de velocidad de los movimientos de los cuerpos
celestes, el acelerar o desacelerar, dependen de la injerencia de otro astro.
Estos fenómenos ocurren por las leyes de la gravitación universal de Isaac
Newton. En nuestro caso, el planeta Tierra desacelera al alejarse nuestra luna,
como lo dijimos al principio, esta se aleja 4 cm por año. En este momento la
Tierra desacelera, siendo una cifra muy pequeña que no alcanzamos a palparla en
nuestros días; pero dentro de unos cuantos milenios será evidente, quizás los
mares serán tranquilos, y los eclipses solares se parecerán a la figura de un
ojo cósmico mirándonos, las aguas de los mares serán más tranquilas y no
erosionarían las rocas, por tanto, los continentes no se hundirían en el mar. Pero
en lo concerniente a este ensayo, es que al alejarse la luna, esta ejercería
poca influencia gravitatoria sobre nuestro planeta, ante este fenómeno la
Tierra ralentizará su movimiento de rotación, esto nos indica que en un futuro
los días serán más largos. Como consecuencia tendríamos que añadirles más
números o granos de arena al reloj.
Elucubremos al respecto. Supongamos que en
el futuro la rotación de la Tierra llegase a 28 horas, obvio, tendríamos que
ajustar un reloj a 28 horas: 14 horas para el día solar, y la misma cantidad
para la noche. En este ejemplo el reloj quedaría con 14 palitos o números. Solo
le agregamos cuatro horas al reloj; pero no le agregamos ni un solo segundo o
minutos a nuestra evolución, y la futura generación no va envejecer más
lentamente que la nuestra. Solo se amplió la duración del día terrestre, el
desarrollo biológico de los individuos continúa dentro de las leyes naturales
(anatómicas), ya que es un proceso inquebrantable.
A medida que la luna se distancie de
nosotros, gradualmente tenemos que manipular el reloj con el avanzar de su
lejanía (hasta el momento no se hace). Primero ajustamos los segundos, después
minutos y por último las horas. Supongo que este ajuste ha de realizarse cada
siglo, cuando la ralentización de la Tierra se haga notable, por el momento no
lo es.
2. Solemnidad a cada ciclo terrestre. Otras de
las diferencias entre el tiempo y las otras magnitudes radican en la solemnidad
que le damos a la medición de cada giro de la Tierra en el espacio. Al medir
los movimientos del planeta con el reloj convertimos ese acto natural en una
fiesta para nuestras vidas. Como cuando festejamos el año nuevo o nuestro
cumpleaños con bombos y platillos. Con este acto le damos al tiempo la
categoría de enigma, cuando lo que verdaderamente hicimos fue contar con el
reloj un ciclo ya cumplido y otro que comienza. Por el contrario, cada vez que
medimos un poste con una cinta métrica no festejamos esa acción, tampoco
hacemos fiestas con champaña y globos al medirnos la temperatura corporal, ni
mucho menos tiramos la casa por la ventana al calcular el volumen del agua en
un recipiente.
Todo esto ocurre porque el tiempo es
intangible y el reloj es la parte tangible, tenemos la creencia de que el binomio reloj-tiempo es lo mismo. Al
creer que son lo mismo da para más confusiones de las que tenemos, tanto así
que nos inventamos absurdos viajes a través del tiempo.
Al ser el tiempo el resultado final o
fracciones del conteo de los ciclos de las rocas giratorias hechas por el
reloj, lo que nos arroja es el resultado de la medición de los acontecimientos,
tanto naturales como sociales, en fechas y efemérides. Las fechas y sucesos son
algo intangible o abstracto, y, siendo así, el tiempo también lo es; no
obstante, lo sentimos como algo concreto que viene y se va, lo que llamamos
noción del tiempo, lo cual detallaremos más adelante. El reloj es lo tangible
en esta relación, y así lo sentimos. No sucede así con el concepto de longitud,
pues la cual es el resultado de la longitud de las masas hechas con la cinta
métrica. Una pared o un árbol se puede medir cuantas veces se quiera, cuyo resultado
se consigna en una tabla de valores específica, y no en el álbum de nuestras vidas,
no celebramos esa labor de medir
longitudes ni volúmenes. Es
decir, la pareja cinta métrica-longitud representa algo concreto, tanto así,
que se puede medir la longitud de la pared cada vez que se quiera medir; no
sucede así con el reloj-tiempo que solo representa fechas y
acontecimientos, lo cual son variaciones irrepetibles, es decir, solo se puede
medir una vez en nuestras vidas.
3. La hora solo es un patrón de nuestro ciclo
terrestre. Recordemos que toda dimensión se mide utilizando un
patrón como referencia, ejemplo: el metro o cien centímetros es el patrón de la
longitud; el kilogramo o mil gramos es el patrón en la masa; y la hora de 60
minutos es el patrón del tiempo. Todo modelo estándar de medición es una
fracción de un todo, y la base de algo que posea cualidades de pequeño, grande
o infinito. El metro es una fracción o base medible de toda la longitud
infinita del universo. Esto quiere decir que el centímetro, el metro, el
kilometro, etc., son solo una pequeña fracción de toda la longitud del universo.
Asimismo, el gramo y en kilogramos son solo una pequeña fracción de toda la
masa del universo. Pero la hora es una
pequeña y falsa fracción de la eternidad.
Con el reloj ocurre algo semejante pero a
la vez extraño, y de aquí otra diferencia con las otras magnitudes. Los
patrones de segundo, de minuto, de hora, etc., son fracciones de algo medible y
finito como lo es el ciclo de rotación de la Tierra de 24 horas, o de
traslación de 365 días; pero no son pequeñas fracciones de los movimientos de
las otras esferas del universo, de todo movimiento circular y constante del
universo. Quiere decir que el minuto o una hora no son una fracción de los
movimientos del planeta Júpiter ni tampoco de un planeta extrasolar; por el
contrario, un centímetro o un metro es una pequeña fracción de la longitud de
la Tierra, del planeta Júpiter y de todo el universo. No obstante, siendo los
únicos seres con vida inteligente, con nuestro patrón del tiempo como la hora o
minutos hacemos todos los cálculos de todos los ciclos de los planetas del
sistema solar, de los extrasolares, de las galaxias, y de todo lo que se mueva
en el universo. La hora terrestre es algo así como la hora intergaláctica.
Quizás si existiese vida alienígena en cualquier planeta, ellos tendrán su propia
hora intergaláctica, hora basada a lo que arroje los movimientos de su planeta;
en tanto su tiempo será el mismo del que tenemos aquí en la Tierra, e igual al
tiempo del último planeta de la última estrella del último universo.
La hora, el patrón universal del tiempo,
es una pequeña fracción de un ciclo de la Tierra, digamos una pequeñísima y
falsa fracción de la eternidad; es decir, una fracción de algo intangible,
inexistente como lo es la eternidad. Mientras el metro es una pequeña fracción del
universo, algo que es tangible y, por supuesto, existente, no importando que
sea infinito.
4. Al tiempo solo le interesa el movimiento de las
esferas celestes. Al indicar que el tiempo es la medición y
registro de los ciclos de las masas giratorias por medio del reloj, el binomio
reloj (herramienta) y tiempo (resultado de ciclos) no tienen ninguna relación
con las características físicas de la materia en sí, sino con los movimientos
circulares y constantes de la materia en el espacio. Señalamos que al tiempo y reloj no le interesa si la
materia es grande o pequeña, si es gaseosa o rocosa, si es lisa o
pedregosa, blanca o negra etc., solo le interesa que la materia gire. Tampoco
importa que girase a mayor o menor velocidad, por todo ello, no nos deterioramos
por ninguna característica de la materia, no dependemos de esta, sino de una
evolución biológica. Contrario a esto, en el binomio cinta métrica y longitud
sí está muy ligada a la materia, le interesa mucho sus cualidades, como lo es
lo grande o lo pequeña que esta sea; a la pareja termómetro y temperatura solo
le interesa si el cuerpo celeste es gaseoso o rocoso.
5. La medición del tiempo es irrepetible. Lo
expresamos levemente en puntos anteriores, podemos medir el tamaño de un árbol
o el de un edificio cuantas veces queramos; del mismo modo, al pesar una libra
de arroz en una báscula, la pesamos cuantas veces queramos hacerlo; también al
medir el volumen de un cuerpo, o la temperatura de un cuerpo, etc. Por el
contrario, el conteo de ciclos es algo irrepetible, no podemos devolver un
ciclo terrestre para volver a medir la duración o variación de algo ya medido
por el reloj, y mucho menos los sucesos biológicos y naturales que acontecen en
cada giro terrestre, son eventos ascendentes, sin reversas. El crecimiento de
un árbol a través del tiempo ya quedó apuntado en una fracción de la eternidad,
es un hecho irrepetible. Esto es: todo
ciclo o fracción de los giros de la Tierra, y los procesos biológicos de todo
ser son irrepetibles, no podemos regresar al pasado, nuestra evolución
ascendente no lo permite, nuestras vidas es ascendente.
Pero para darle gusto a nuestra
imaginación, supongamos que alguien regresase al pasado, ¿En qué parte del
libro de la historia se escribiría ese nuevo suceso?, ¿se escribiría antes o
después de nuestros días?
¿Por qué sentimos el tiempo acariciar nuestra piel?
Es preciso recordar, una vez más, que tanto los eventos sociales como
los naturales de los seres vivos e inertes acontecen en simultánea con los
movimientos cíclicos de la Tierra. Nos da la noción de tiempo toda esta
compleja mezcla de amaneceres y ocasos con el proceso biológico, con el deterioro
de la materia, y la vida social de todo individuo. Es decir, todo lo que
acontece a nuestro alrededor, en simultánea con todo el deterioro de la
naturaleza y con los eventos sociales: es la noción del tiempo.
Todo evento tiene una variación por muy
minúscula que sea. Sentimos
aparentemente la existencia del tiempo presente cuando comienza un nuevo ciclo;
sentimos el pasado cuando un ciclo llega a su fin y comienza otro; y anhelamos
un futuro cuando esperamos que un ciclo llegue a su fin. Al anhelar el fin de
un movimiento terrestre (final del año), todas las conexiones de nuestro
cerebro convierten ese presente en un inexistente futuro. Y cuando el ciclo
llega a su fin y comienza otro, esas mismas conexiones convierten ese mismo
presente en un inexistente pasado (pasó el año). Lo cierto es que solo existe el tiempo presente, desde allí anhelamos y
recordamos; y estos dos aspectos de anhelar y recordar son solo emociones,
algo biológico e intangible, del ser humano.
Nuestra mente anhela que llegue un ciclo o
varios ciclos terrestres a la vez (que pasen los días, meses y años
rápidamente), esto según el afán de cada persona. Anhelamos un futuro pronto
(que llegue un solo ciclo) cuando deseamos un nuevo amanecer; o un futuro
lejano (que pasen varios ciclos para llegar al ciclo que deseamos) cuando
deseamos que desfilen varios amaneceres para que llegue otro mes y otro año.
Contrario al anhelo del futuro o al anhelo de nuevos ciclos, al pasar esos
ciclos que deseamos en algún momento, sentimos nostalgia por ello. Recordamos
un pasado reciente (un ciclo), un ayer, y un pasado lejano (pasaron varios
ciclos), varios ayeres.
Lo único claro es que estamos en un solo
hoy, añoramos ese hoy, esperamos un mañana y nos llega el mismo hoy. El presente no ha dado ni un solo pinito a
la eternidad. Estamos atornillados en un eterno presente girando sobre una
roca gigante, donde el reloj solo contabiliza las vueltas de dicha roca, y por
supuesto, cada variación de los eventos que allí se cumplan. Mientras esperamos
el comienzo o final de un ciclo estamos siempre estacionados en un presente,
visto que toda la trasformación de la materia se da con o sin los giros
terrestres.
Sin los movimientos de la Tierra no
sentiríamos el pasado o futuro, solo sentiríamos el presente. Veríamos estático
al sol y las estrellas, en una zona tendríamos una eterna noche y en otra
un eterno día, nada de amaneceres y años nuevos que festejar. Nunca sabríamos
cuando comienza y concluye un nuevo ciclo. Pero la evolución y toda la
transformación de la materia seguirá su ritmo normal, los arboles seguirán
creciendo, creciendo al nuevo ritmo que impongan los movimientos de la Tierra,
esto porque habrá una sola noche y un solo día.
Todo se altera, siempre hay variación a
nuestro alrededor y en nuestro ser mientras la Tierra se mueve entre amaneceres
y ocasos. Se altera el movimiento de los ciclos de las esferas celestes, y
asimismo los movimientos de los seres vivos e inertes. Toda generación ve
crecer una planta, secarse un río, crecer una montaña, nacer una isla, crecer
un hijo, crecemos nosotros, se nos cuartea la piel, vemos envejecer a nuestros
padres, oxidarse nuestras ventanas, enfrentamos competencias deportivas, etc. Todas
las cosas en el mundo sucede bajo el marco de la observancia de rotaciones y
traslaciones, adornadas por eventos naturales como la evolución y el deterioro
de todo ser vivo e inerte; también adornadas por eventos sociales, como cumplir
nuestras metas en la vida. Esta mezcla de ciclos y sucesos nos hacen sentir el
tiempo transpirar en nuestra piel. Nuestro cerebro no está adaptado para
percibir todos los movimientos celestes, cotidianos y los que ocurren fuera de
nuestro planeta. Se le hace difícil enlazar y unificar esos movimientos. Lo
cierto es que todo ocurre en simultánea entre los giros terrestres y los
procesos evolutivos naturales y sociales. Son tres movimientos que el cerebro
tiene que interpretar: Los movimientos celestes (rotaciones y traslaciones, los
movimientos evolutivos (nacer, crecer…), y los movimientos sociales (estudiar,
trabajar, jugar…). Y el asunto a donde quiero llegar es que vivimos en
constante movimiento, por tanto, siempre va existir una variación que contar
con el reloj, desde el parpadeo de nuestros ojos hasta el nacimiento de una
galaxia. Ante esto, nuestro cerebro procesa estos tres movimientos como un
todo, haciéndonos sentir la noción del tiempo como algo real.
Si cumplimos un año más de vida es porque
nuestra gran roca giratoria en el espacio ha terminado y comenzado un ciclo,
paralelamente en ese movimiento hubo un cambio leve en nuestra complexión y en
la de los demás seres, tanto vivos como inertes. Todo en dentro de un marco
evolutivo y social, lo cual engaña a nuestro confundido cerebro y nos hace
pensar que nos volvemos viejos cada vez que la Tierra cumple con un movimiento
natural. Cada ser vivo está fusionado a un desarrollo biológico, mas no al
tiempo.
Ahora bien, retomando algunas de las
preguntas más complejas de la ciencia y filosofía, las que tanto han inquietado
a toda la humanidad: ¿Realmente existe el tiempo?, ¿por qué tenemos noción de
él?, ¿por qué lo sentimos venir y partir?, ¿por qué sentimos algo intangible?,
¿cómo nació el concepto de presente, pasado y futuro? La respuesta la
encontramos en varios factores, como son:
1.
Brindarle solemnidad a los ciclos terrestres. Reseñamos brevemente esta
particularidad cuando abarcamos la diferencia del tiempo y las demás
magnitudes. El hecho de festejar el final y comienzo de un ciclo natural
terrestre nos hace ver como si el tiempo fuese algo concreto, que sentimos como
algo que viene y se va, esto por la incapacidad de nuestro cerebro de
informarnos a cada instante, a cada momento, que lo que realmente viene y se
esfuma son los ciclos de nuestra roca giratoria, mas no el tiempo, todo esto
mientras la materia se deteriora y recicla.
Esta confusión radica en que al final e inicio de cada ciclo convertimos
este fenómeno natural en un gran evento social, un gran acontecimiento para
nosotros, algo especial para nuestras vidas. Un claro ejemplo es cuando
festejamos nuestro cumpleaños o el año nuevo (ciclo largo). En cambio en los
ciclos pequeños no lo asumimos como festejos, sino como compromisos que cumplir
(por decir algo), ejemplo: el salir a trabajar en cada amanecer y regresar en
el crepúsculo de la tarde. No festejamos con fiesta el nuevo amanecer, a menos
que sea la fiesta de cumpleaños y nos den serenata. Lo que digo es que no
sucede así cada vez que midamos un poste o un árbol con una cinta métrica, o
calculemos el volumen del agua, en estos
casos no festejamos esos eventos, solo lo apuntamos en una tabla de medidas o
en un inventario.
Cada vez que la Tierra finaliza un
movimiento de traslación festejamos el gran acontecimiento del año nuevo, una
gran fiesta mundial. Esa ceremonia humana se incrustó en nuestra piel y en
nuestro cerebro, y nos hace sentir como si verdaderamente el tiempo hubiese
pasado. Cada neurona ha asumido que nos vamos volviendo viejos porque estamos
acumulando vueltas terrestres o años, algo muy errado, pues sabemos que
envejecemos con vueltas o sin vueltas. La acumulación de ciclos es solo una
estadística, en realidad nuestro cuerpo
no acumula vueltas de traslación, simplemente nuestra fisionomía se
transforma dentro de un marco evolutivo, y esta variación de envejecimiento se
dará siempre, aunque la Tierra no gire. Al celebrar un nuevo ciclo de
traslación terrestre, solo estamos añadiendo deterioro a nuestro organismo,
a «nuestra vida útil».
Nuestro cumpleaños es otro ejemplo de la
solemnidad de los movimientos terrestres, otro ciclo que convertimos en una
gran ceremonia para nuestras vidas, un año más de vida; pero solo es un nuevo
giro de traslación que llegó a su final y da apertura otro. Y así hay muchos
eventos importantes que presentan al falso tiempo como algo real, como lo son:
la navidad, el día de las madres, las estaciones del año, un mundial de futbol,
además de otros. Y si al final de cada ciclo lo envolvemos con las siguientes
expresiones repetitivas: ¡Un año más de vida! ¡Feliz navidad! ¡Feliz
cumpleaños! ¡Feliz año nuevo! ¡Feliz aniversario! ¡Feliz día de las madres, ¡Ya
comienza otra temporada de futbol! etc.: cada expresión se instala en nuestra
memoria y ayuda a confundir más nuestra mente.
Esa es la realidad, todo lo que presenciamos es el deterioro de
la materia en general mientras la Tierra da vueltas. Y como todo en el
universo no se pierde sino que se recicla, básicamente lo que presenciamos es
el reciclaje y trasformación de la materia, y no el caminar del perezoso
tiempo.
Ahora en cuanto a la rotación terrestre,
como hemos señalado, no celebramos la salida ni la puesta del sol cada día,
pero sentimos que el tiempo pasa, sin embargo, no nos hace sentir que
envejecemos, ya que es un fenómeno corto. Ese ciclo lo asumimos como un
compromiso de actividades diarias, casi constantes, de cumplir una labor cada
vez que la claridad del sol traspasa nuestra ventana. Ejemplos de estos
compromisos son: ir a estudiar por la mañana y regresar al mediodía; o ir a
trabajar por la mañana y regresar por la noche; o vagabundear, etc. Aunque no
hagamos nada en todo el santo día, de todos modos es una actividad, pues
siempre habrá variaciones de todo tipo en horarios determinados, como:
desayunar, almorzar, bañarse, ver tv, etc. Cada vez que cumplimos estas
actividades dentro del caminar del sol y su sombra en el suelo (recuérdese que
los primeros relojes fueron la proyección de la sombra del sol), nuestro
confundido cerebro siente que ha transcurrido el tiempo. Ese acto repetitivo de
ver amaneceres y ocasos (rotaciones), incrustados dentro de afelios y
perihelios (traslaciones), nos hace creer aún más en el caminar del falso
tiempo. Todo es un simple ciclo de
nuestra roca, independiente a cualquier suceso o actividad diaria.
Para más confusión a nuestro raciocinio:
la posición o recorrido del sol hace cambiar el color del cielo y del paisaje
terrestre. Tenemos el día adornado de distintos colores, así: auroras rosadas,
mediodías azules, atardeceres anaranjados y noches oscuras. A estos colores le
dimos el nombre de: mañana, mediodía, tarde y noche. Ver pasar estos colores
del cielo lleva intrínseco el falso paso del tiempo.
Lo anterior es un bello fenómeno natural
que nos hace sentir el tiempo. Se presenta porque los rayos del sol caen con
diferente fuerza a la superficie de la Tierra mientras gira, aunque en la
realidad está «estático», puesto que lo que gira es la Tierra sobre su propio
eje. En todo caso, es un fenómeno natural de todos los días.
Entonces podemos decir que el horizonte
condiciona al sol, razón por la cual vemos un mediodía con cielo azul, pues el
sol está ubicado a una gran distancia del horizonte y está completo en el cielo
y sus rayos caen directamente. Vemos amaneceres y atardeceres rojos o naranjas,
puesto que el horizonte parte por la mitad al sol, esto hace que este se halle
incompleto en el cielo y sus rayos no caigan directamente a la Tierra. El sol
esta cerquita del horizonte y este le quita brillo, formando así los
crepúsculos, en donde estos colores rojizos y anaranjados sobresalen siempre. Y
vemos una noche oscura, por la ausencia del sol, el horizonte se lo tragó.
Estos cambios rápidos y continuos del
color del paisaje engañan más a nuestro confundido cerebro y hacen palpitar el
falso tiempo. Cuando es de mañana nace el concepto de temprano, pues lo
relacionamos con el sol saliendo entre dos montañas, pues todos hicimos esos
dibujitos de soles y montañitas en la escuela. Y el concepto de tarde nace
cuando el cielo azul vacía sus estrellas en el firmamento, la noche oscura nos
indica que ya es muy tarde, y hay que dormir porque tenemos que madrugar para
ir a laborar o ir a la escuela en el siguiente amanecer. Todo esto no es más
que un ciclo que termina y otro que llega.
Por lo demás, el concepto de tarde y temprano depende de las
actividades y afanes de cada persona, se puede ser muy temprano en la noche, y
muy tarde en la mañana, o viceversa. «No por mucho madrugar se amanece más
temprano», dice el dicho.
En realidad lo que acontece es el
cumplimiento de algo natural, una simple vuelta (o fracción) de nuestro eje
terrestre: el día, noche y un nuevo día, auroras y atardeceres. Cuando un ciclo
de rotación terrestre llega a su fin, o una mañana da senda al mediodía,
igualmente pensamos que el tiempo a trascurrido, aunque no muy rápido. No
obstante, cada ser vivo e inerte se deteriora en una pequeña fracción cada día,
pero no percibimos esa variación, sino cuando hayamos acumulado muchas
rotaciones.
Cumplimos eventos biológicos dentro de un
ciclo natural terrestre. De igual forma efectuamos compromisos sociales, casi
repetitivos todos los días, los cuales están muy ligados a nuestro ser, como lo
hemos mencionado antes: ir al colegio o ir trabajar cada vez que nazca el sol,
y regresar a nuestros hogares cada vez que el cielo pase de azul a naranja, e
irnos a descansar cuando se asome un cachito de luna. Tenemos pegado en nuestra
frente conceptos falsos como si fuesen algo real, estos son el presente, el
pasado y el futuro. Es una difícil tarea deshacer esta falsa realidad de
nuestro raciocinio cuando se aproxima las seis de la tarde, hora de salir del
trabajo. En este ejemplo estamos deseando un futuro que no existe, visto que es
el final de algo normal y natural como lo es un ciclo de rotación, simplemente
el sol se está ocultando y dando paso al cielo oscuro. Y si al regresar a casa
nuestra madre, mujer o hijos nos pregunta cómo nos fue en el día, al dar
respuesta les estaremos comentando de un pasado que nunca existió. Todo esto no
es más que un evento natural como lo es el inicio de un nuevo ciclo de rotación
y la puesta de nuestro sol, junto a un evento social como es el hecho de
interactuar con los demás, en este caso trabajar o ir al colegio.
La especialización del trabajo impuso
horarios que tenemos que cumplir, tareas que ejecutamos en ocho horas, y ese
fragmento de rotación tampoco lo procesa nuestro cerebro, ya que este solo
procesa con «tristeza» la hora de entrar a trabajar y con «alegría» la hora de
salida. Y la alegría y tristeza son conceptos abstractos, intangibles, dos
emociones de nuestro organismo que hacen parte de la vida y evolución del
hombre, y en nada tienen que ver con el movimiento de la Tierra.
Al considerar la mañana y su cielo rosado
como el inicio del día, de inmediato pensamos en la noche oscura como un futuro
cercano; y cuando estemos en la penumbra de la noche, de inmediato pensamos en
el nuevo amanecer como otro futuro cercano, y así sucesivamente. Y si a estas
divisiones de colores del día la envolvemos con estas expresiones acarameladas:
¡Buenos días! ¡Se fue la mañana! ¡Buenas tarde! ¡Buenas noches! ¡Mañana será un
nuevo día! etc.; por supuesto, engañan más a nuestra mente. Nuestro cerebro no
está diseñado para comprender esto cada día y en cada momento. Esta es una de
las tantas razones del porqué tenemos la noción del pasado, del presente y del
futuro cuando en realidad nuestro barco está anclado en un solo presente.
2. Las
estaciones del año. El clima es otro factor que nos hace sentir el
tiempo como una suave brisa acariciando nuestra piel, en el caso particular las
estaciones del año. Aquí observamos que es el ambiente natural el encargado de
hacer que un simple movimiento terrestre sea un gran suceso mundial. El clima
cambia continuamente en el trascurso del giro de la Tierra al sol, debido a que
sus rayos caen de manera diferente en la Tierra durante este recorrido, esto a
razón de la inclinación terrestre de 23,5° en el plano orbital. Con estas
condiciones en cada ciclo se agita el clima, el cual a la vez hace cambiar el
paisaje de la naturaleza en cuatro estaciones que son: primavera, verano, otoño
e invierno. Estas etapas son extremadamente diferentes entre sí: mucho sol, mucha
nieve, flores abundantes, arboles desplumados, hojas verdes y secas, fuertes
vientos, lluvia y sequia; días solares largos y noches cortas en el norte, y en
el sur noches largas y días cortos, luego se invierte el fenómeno en los polos;
equinoccios y solsticio. Con estos entornos «móviles» las personas ven pasar paisajes extremos uno tras otro mientras la
Tierra cumple con sus movimientos naturales, y esos repetitivos cambios de
paisajes engañan nuestra vista y, por supuesto, a nuestro cerebro, esto nos hace
pensar que lo que se mueve es el tiempo y no el ciclo climático dentro de los
ciclos terrestres.
Los cambios de colores del día debido al
paso del sol, esto mezclado al cambio del paisaje por las estaciones, son
información confusa para nuestro cerebro, a este le es muy difícil procesar que
lo que acontece son unos ciclos climáticos y de colores del cielo dentro de dos
ciclos de movimientos terrestres.
Pero, ¿Qué hay de los en lugares aledaños
a la línea ecuatorial, donde no existen las estaciones? En el centro de la
Tierra cae el sol rectamente durante el año, si bien no experimentamos las
estaciones o los cuatro cambios de paisajes en el año sentimos un leve coletazo
de estos. Solo tenemos dos estaciones del año (por decirlo de alguna manera):
verano e invierno; pero también los campos florecen, y caen las hojas secas de
los arboles. Y es que la inclinación de 23.5° de la Tierra aplica para todo el
planeta, y eso lo notamos a simple vista, pues el sol no nace en todo el
«centro» del este durante el año: en un periodo nace un poco hacía el noreste;
y otro, por el noroeste. Por todo ello, los que estamos ubicados cerca de la
línea ecuatorial también sentimos, aunque en menor medida, noches largas y
cortas durante el año, y por supuesto, también días largos y cortos. Los
fuertes vientos en cierta temporada nos hace sentir «un mini otoño», aquí vemos
caer las hojas de sus árboles; también en alguna parte del año experimentamos
una «mini primavera», aquí vemos a los arboles inundarse de flores; y por
supuesto, sus «megas» inviernos y veranos. Por algo el dicho popular: abril
lluvias mil.
Y si a esto le añadimos que las estaciones
del año inciden en el estado de ánimo de muchas personas, pues es la época de
las flores y las flores sinónimo de amor, por tanto, sentimos románticos; y el
verano es sinónimo de sol y playa, de vacaciones, de alegría. Y con solo hablar
de esperar una de estas etapas, de inmediato se nos viene a la cabeza el tiempo
futuro. Además, estas estaciones están aderezadas con intrínsecas expresiones:
¡Llegaron las flores de primavera! ¡El próximo verano pasaré vacaciones en el
Caribe! ¡A protegernos como la cigarra por la llegada de la nieve!, etc. Dichas
expresiones enredan cada vez más nuestra mente.
3.
Misceláneas de apariencias. Como si fuese poco, nuestro atiborrado cerebro es
bombardeado por muchas apariencias, las cuales también nos hacen sentir el
tiempo de lo intangible a lo real. Estos factores son: la música, la moda, la
tecnología, los aromas, comidas, además de otros. Dichos factores nos
sumergen de inmediato al falso pasado, a la apariencia del recuerdo y a todo el
anecdotario de nuestras vidas. Recordamos nuestra niñez al escuchar una canción
vieja, al ver una foto de nuestra infancia, al oler un perfume o un guisado; y
ante estos ambientes creeremos que el tiempo ha perdurado. Lo mismo nos sucede
cuando vemos una película en blanco y negro, como las de Chaplin
o Cantinflas. Pues si a estas películas la enfrentamos al color de nuestro
cine moderno, a la nueva tecnología como el internet, a twitter o instagram, a
la moda actual y a todos los nuevos ritmos musicales: nos confundimos y de
igual manera creemos que el tiempo ha transcurrido.
Los factores en mención nos confunden y
nos dan apariencia del tiempo, y en realidad es la superioridad de una
civilización sobre la anterior, una variación de la tecnología, paralelamente
con los ciclos terrestres y evolutivos.
Nos volvemos nostálgicos al recordar
nuestra etapa de niñez y juventud, pero en el fondo estas etapas de la vida son
un proceso biológico natural que sucede con el conteo de los ciclos de la
Tierra o sin ellos. No sentimos inmediatamente esa variación, ese proceso de
nuestro deterioro físico ni la de los demás individuos; tampoco sentimos la
trasformación y deterioro de la materia que nos rodea. Notamos que ha pasado
cierta cantidad de ciclos terrestres cuando vemos una fotografía nuestra, o de
cualquier persona, podría ser un actor de cine, por ejemplo. Del mismo modo
sentimos el paso del tiempo con el cambio de tecnología, con el pasar de la
moda, etc. Por todo ello, conceptuamos que el tiempo ha pasado, pero en
realidad estamos en el mismo presente de los dinosaurios, del día en que Jesús
colocó un pie sobre la Tierra, de la edad media, del primer paso en la luna, y
del primer diente de leche en nuestras vidas. Estamos en el mismo tiempo de nuestro nacimiento y de nuestra muerte;
estamos anclados en un solo presente aderezado de emociones y apariencias, de
cambios de paisajes y colores del cielo, y del cambio de tecnología, etc.
Recordar es una emoción que activa sucesos
guardados en nuestra memoria, sucesos dados en un determinado ciclo terrestre.
Recordar no es un movimiento o variación, es algo abstracto, es algo de nuestro
organismo evolutivo, y todo aspecto de nuestro organismo es independiente a
cualquier ciclo terrestre. El pasado lo asumimos como un recuerdo de toda
trasformación de nuestro cuerpo y de la materia que nos rodea, y de todos los
eventos sociales ocurridos o vividos en esa trasformación.
Si abrimos el álbum de nuestra historia y
le echamos un vistazo a una de las tantas fotografías allí guardadas, notaremos
la conjugación de todas las apariencias señaladas. Por ejemplo, al mirar una
imagen de cuando éramos niños, la típica foto posando juiciosamente con nuestra
familia, y al observarla de inmediato se activa nuestro sentimiento del
recuerdo acumulado en nuestra memoria, la reminiscencia de nuestra infancia. Y
si dicha fotografía es en blanco y negro, este hecho también nos hace creer que
el tiempo ha pasado mucho más; pues en plena época del selfie se nos hace
lejano todo, porque estamos hablando de imágenes del siglo anterior, y todo se
nos hace muy jurasico. Pero la realidad es que simplemente hubo un cambio, una
variación de desarrollo tecnológico, pasamos del blanco y negro al color
actual. Todo lo anterior no es más que un trabajo evolutivo de la inteligencia
humana, de una generación sobre otra dentro del curso normal de movimientos
terrestres. Asimismo, en el papel de la foto interviene un fenómeno de la
naturaleza como la acción del aire, el aire deteriora la calidad del papel
fotográfico dándole así un aspecto amarillento. La tinta del papel se palidece:
otra variación. Al pasar el papel por muchas manos se dobla o se rotura, le da
un aspecto más añejo y romántico. Además al añadirle la moda, el corte de pelo
y la ropa que lucíamos en esa vieja fotografía nos hace sentir más el falso
caminar del tiempo. En todo caso, tanto el papel como todas las personas que
aparecen en la fotografía se han deteriorados por eventos naturales, y no por
el movimiento terrestre. En la fotografía éramos niños o jovencitos con melena
extensa, nuestro proceso biológico que llevamos intrínseco en nuestros genes
hizo que creciéramos, que perdiéramos la melena y que nuestra piel se
agrietase. Y si al mirar esa fotografía recordamos la música que estuvo de moda
en esa época derramaríamos un par de lágrimas al recordar nuestra infancia, y
las anécdotas de nuestros abuelos que ya nos dejaron.
En el mismo presente queremos inútilmente
que la Tierra gire al revés para volver a nuestra infancia. En vano también
deseamos que el planeta acelere para salir de vacaciones al Caribe, pero lo que
hacemos es mezclar nuestro deseo con los movimientos.
Y es verdad, dentro de un presente
deseamos que la fecha de vacaciones llegue pronto. Al llegar el día y la hora,
y disfrutamos las anheladas vacaciones, a la larga seguimos estando en el mismo
presente de cuando deseamos ese evento, pues lo que se ha movido fueron los
ciclos terrestres. Lo único cierto es que hubo una mudanza de paisajes o de
estaciones (de primavera a verano), de amaneceres y ocasos. Y al finalizar
las vacaciones y entremos a laboral seguimos en el mismo presente de cuando
deseamos las vacaciones y el disfrute de las mismas, de nuevo hubo otro cambio
de paisaje natural (de verano a primavera), y cambios rotacionales. Cualquier turista
y su familia que haya disfrutado ese fragmento de vacaciones envejecieron un
poco, lo que envejece toda persona en un mes, con o sin estaciones. Al
transcurrir diez años, desde luego, se encontraran en otro paisaje, y al abrir
ese álbum titulado: Vacaciones por el
Caribe, estarán diez años más viejo, recordaran un presente al ver cada
fotografía, y, tal vez, anhelando que la Tierra acelere sus movimientos para
disfrutar otras vacaciones. Se recordará la fecha de vacaciones, pues habrá
registro en videos y fotos. En esos registros fílmicos y fotográficos el
turista y su familia observará su evidente deterioro físico.
Confundimos un sentimiento orgánico (de
sentimientos y emociones) con algo totalmente independiente como lo es el ciclo
terrestre. En realidad solo recordamos un eterno presente atornillado sobre un
conteo de rotaciones y traslaciones.
No es fácil dilucidar la relación del
individuo con todo su entorno social y evolutivo mientras la Tierra da vueltas
y vueltas, colocar cada aspecto por separado es muy dificultoso. Reconocemos y
sentimos muy bien las fases biológicas de todos los individuos, además de estar
bien explicadas en todos los libros de biología elemental, como: nacer, crecer,
reproducirse y morir; pero no reconocemos que estas fases suceden
independientemente con los ciclos del planeta.
Nuestros sentimientos o recuerdos hacen
parte de nuestro sistema biológico, alojados en alguna parte del cerebro. Cada
vez que abrimos el álbum de nuestras anécdotas se activa la apariencia del
pasado, del recuerdo, y nos hace suponer que el tiempo ha marchado. Por el
contrario, cuando tenemos una invitación a un evento o fiesta para cierta
fecha, digamos un concierto musical, o la conmemoración de los próximos juegos
olímpicos, en estos ejemplos anhelamos que finalicen cuatro ciclos de la
Tierra para disfrutar del acontecimiento. Se nos activa la apariencia del
futuro, ansiamos escribir o colocar una imagen en ese álbum que aún no ha
llegado; a la larga, cuando llegue la fecha anhelada, en realidad lo que se
coloca allí son eternos acontecimientos presentes.
Un árbol brota de una semilla, crece y da
frutos, de sus frutos nace una semilla que igualmente reproduce un nuevo árbol,
luego se marchita, de la siguiente semilla brota otro árbol, y así
sucesivamente: retahíla inquebrantable de la naturaleza. En este ejemplo, todo
hace parte de una evolución natural de la planta, transcurrido en un solo
presente, tanto aquí en la Tierra como en la última esquina del universo. Lo
mismo sucede con nosotros los seres humanos, nacemos, crecemos, damos fruto a
una nueva vida, de ese fruto brota otro fruto, luego nos marchitamos, así
sucesivamente. Pero a diferencia de los arboles en este proceso natural, es que
ellos no poseen recuerdos, no conmemoran eventos; nosotros somos su memoria, y
al verlas crecer, florecer y salirle hongos en sus tallos pensamos que el tiempo
ha trascurrido. Somos conscientes cuando vemos crecer a nuestros hijos y
marchitarse nuestra piel, marchitarse una flor, oxidarse una lámina de hierro,
etc., y pareciese que vemos correr el aparente tiempo en el reflejo que deja la
trasformación de la materia.
4.
Factores psicológicos. Todos hemos sentido alguna vez que el tiempo
marchase menos o más de prisa en alguna situación o evento de nuestras vidas.
Pareciese que trascurriera lento: al ver una serie de tv aburrida, el estar en
una clase que no nos interesa, ver un partido de futbol de dos equipos
mediocres, ir dentro de un vehículo que marche lento, entre otros ejemplos
cotidiano. Contrario a lo dicho, el falso tiempo parece transcurrir más de
prisa: al ver una serie de tv que nos gustas, cuando disfrutamos de nuestras
vacaciones, ir dentro de un vehículo que marcha de prisa, estar con la persona
que queremos, ver un partido de futbol del equipo del cual somos hinchas, entre
otros casos. En este último ejemplo ocurre algo particular, cuando nuestro equipo
va ganando la contienda deportiva por un estrecho marcador, y faltan diez
minutos para que concluya el juego, aquí sentimos que el tiempo trascurre
lentamente, pareciese que esos diez minutos nunca se acaban; pero cuando va
perdiendo nuestro equipo, también por la misma diferencia, y faltan la misma
cantidad de minutos, y deseamos que empate, sentimos que el tiempo trascurre de
prisa. Un ejemplo muy clásico es el minuto de duración de un terremoto,
pero para los afectados «dura una
eternidad».
En estos eventos juegan un papel
importante las emociones naturales del ser humano, como lo son: el deleite, el
aburrimiento, el deseo, las ansias, la esperanza, el afán, además de otras. Y
todo sentimiento son emociones, aunque sea un aspecto biológico son
intangibles, por tanto, independientes a los movimientos de la Tierra en el
espacio.
El anhelo o el ansia de esperar algo o un
futuro, de que el tiempo trascurra rápido, tiene un efecto contrario a lo que
deseamos. Pareciese que las ansias le diesen señales a nuestro cerebro a que el
tiempo trascurra lentamente. Deseamos que una pésima película finalice pronto,
porque quizás esperamos otra mejor, y esta situación de esperar nos aburre; o
anhelamos que un malísimo partido de futbol por tv concluya lo más pronto,
porque al hacerlo la tv trasmitirá Madrid vs Barcelona, y al desarrollarse ese
clásico deportivo sentiremos el tiempo ir de prisa. La misma hora de una
película aburrida es la misma de una excelente, no hubo alteraciones del
tiempo, simplemente lo que hubo fue una alteración de ánimos, pasamos del
aburrimiento a la alegría, y viceversa. Nuestra ansiedad, el deleite o el
aburrimiento hacen que todo evento nos parezca rápido o lento.
Otro
aspecto psicológico lo encontramos al recordar nuestra infancia. aquí
ocurre una particularidad especial, porque al saltar a nuestros recuerdos de
niño notamos en nuestra memoria mucho espacio borrado. La razón a esto es
que tenemos una nula cronología de
nuestros recuerdos, y estos están muy desordenados. Existen muchos saltos
en cada recuerdo, y esos espacios borrados nos suponen mucho tiempo. Ese es el
motivo por el cual cuando recordamos esa primera y bonita etapa de nuestra
vida, incluso si la recordamos siendo un adolescente todavía, la sentimos como
algo muy lejano, a pesar de que nuestra niñez estuvo a la vuelta de la esquina
cuando somos adolescentes. En mi caso particular, soy modelo 69, por tanto, mi infancia trascurrió en los años 70, época
de la transición de la tv y fotografía en blanco y negro al color. Cuando
llegué a la adolescencia y recordé mi niñez me pareció que transcurrió mucho
tiempo en esos años de infancia, aún siendo adulto siento haber vivido mucho
tiempo cuando niño. Pero de seguro, para otros observadores, en este caso para
mis padres, el tiempo pasó volando, me vieron crecer de prisa.
La niñez es una etapa corta, de diez o
doce años, y los adultos ven crecer a sus niños rápidamente, pues esa cantidad
de años para nuestra percepción adulta es un tiempo breve; pero al
experimentarla nos parece larga. Cuando recordamos esos años de inocencia
pareciese que hubiese pasado mucho tiempo, la razón de esto es porque no
podemos recordar todo, hay un tiempo borrado que al parecer nos parece muy
largo. Solo recordamos buenos y malos momentos, y pequeños chispazos de
anecdotarios dentro de un inmenso mar de olvido, como consecuencia se nos hace
imposible llenar ese mar con experiencias vividas. Mientras nuestra vida
camina, más y más, ese mar de tiempo olvidado, sigue siendo más inmenso para
nosotros.
En nuestra niñez no percibíamos el caminar
del tiempo, pues en ese momento no teníamos una consciencia clara de lo que
ocurría a nuestro alrededor. Notamos el tiempo cuando vivimos nuestra juventud
y adultez, por supuesto. Recordamos más
cantidad de hechos vividos en las etapas posteriores a la niñez y en fechas
más precisas; así es, los adultos recordamos hechos de nuestra etapa y de
nuestra juventud con mayor precisión que a la de nuestra niñez, cronológicamente
recordamos un tiempo exacto. Pues ese mar está más copado de recuerdos, y más
organizado en cuanto a fechas se refiere. Somos más conscientes de nuestro
mundo, de nuestros deberes, de nuestra vida social, de nuestro cuerpo, de
nuestros problemas, etc., por ende, somos conscientes de todo nuestro
anecdotario.
Nuestras vivencias personales en las
distintas etapas de nuestras vidas personal las corroboran los archivos
familiares, tanto fotográficos y audiovisuales. Y todo recuerdo de nuestro entorno,
es decir, toda noticia de la comunidad y del mundo son corroboradas por los
medios de comunicación y los libros de historia. De esta manera somos
conscientes de la cantidad de años trascurridos, y pareciese que los años
corren más de prisa en nuestra vida adulta. Pero en realidad diez o doce años
en nuestra niñez o en nuestra juventud, o en nuestra adultez siempre serán los
mismos diez o doce ciclos de la Tierra dando vueltas al sol. El periodo de
traslación tiene la misma duración para todas las etapas de la vida, aunque así
no lo sintamos.
Por lo demás, nunca sabremos lo que piensa
un niño en su momento de vivir su etapa, quizás perciba que todo trascurre
lento, esto por la ansiedad de crecer y ser gigantes como sus padres, de este
modo alcanzar las galletas que están sobre la mesa, o asomarse por la ventana,
etc. En nuestra infancia vivíamos en un
mundo de gigantes, dado que todo nuestro entorno era de «gente gigante,
mascotas gigantes, casas gigantes, árboles gigantes»... Siendo adulto
percibimos como si nuestra niñez hubiese trascurrido lentamente, pues
recordamos una etapa de gigantes, nos sentíamos muy pequeños dentro de la
grandeza, y cuando nos sentimos pequeños ante la materia hasta el tiempo nos
parece inmenso.
Señalamos que en nuestra vida adulta
pareciese que el tiempo transcurriese más de prisa, esto también porque los
afanes de la vida nos mantienen muy ocupados, y estamos bombardeados de
constante información que recibimos en cada minuto. Además, es ineludible que
estando en la etapa adulta somos consciente de que nos acercamos a la última
etapa de nuestras vidas: la vejez. Contrario a nuestra niñez, en la cual
queríamos crecer de prisa, aquí queremos hacernos jóvenes, paralizar el tiempo.
Esta acción de querer detener el tiempo, le da un mensaje inverso a nuestro
cerebro, siendo así sentimos el tiempo correr más de prisa cuando se acerca el
momento de colocarnos la inexorable «piyama de madera».
Y como si fuese poco, si a todos estos
enredos le añadimos otro factor
psicológico, otra complejidad para engañar más a nuestro cerebro, como lo
es la ansiedad de estar pendiente de
la hora en nuestro reloj a cada momento. Esta particularidad no ocurre con la
cinta métrica, pues no andamos con una cinta métrica de pulsera midiendo a cada
momento un árbol o una pared, o con un termómetro midiendo la temperatura
ambiental o corporal a cada momento. Pero con mucha frecuencia estamos viendo
nuestro reloj para saber si ya está por terminar la hora de clases, si ya es la
hora del almuerzo, o si ya es la hora de la telenovela, etc. Y si le añadimos
estas expresiones: ¡Se me hace tarde! ¡Voy a llegar tarde! ¡Ya es la hora de
salir! ¡Es muy temprano! etc. Son expresiones arraigadas en la mente para crear
una falsa realidad del tiempo.
5. La
mezcla de ciclos terrestres, naturales y sociales. Ya tratamos un poco este tema, pero valga recordar
que la falsedad del tiempo se rige por los ciclos terrestres actuando en
simultánea a la transformación de la materia, a los eventos sociales y a la
evolución de los seres vivos. Pero si viviésemos en un mundo plano no
tendríamos la noción del tiempo tan marcada como la tenemos en nuestro mundo
redondo. En un mundo plano todo sería
poco dinámico, muy monótono con un solo paisaje, un solo clima o estación,
un solo amanecer o un solo ocaso, sin años nuevos, sin cumpleaños, etc. Desde
luego, no sobreviviríamos con el sol postrado de forma indefinida en la
superficie de la Tierra; o por el contrario, tampoco sobreviviríamos en un
mundo congelado por la ausencia de este. Pero en caso tal que sirva como
ejemplo, si la humanidad sobrevive a esas condiciones de vida confirmaríamos
que existimos en un solo presente, pues no tendríamos días y años que contar.
No anhelaríamos que un ciclo llegase de prisa o recordáramos su paso, es decir,
el concepto de pasado y futuro desaparecen. No veríamos pasar primaveras ni
veranos, tampoco auroras ni puestas del sol; no festejaríamos años nuevos ni
sabríamos nuestro cumpleaños. Pero aquí sí veríamos la trasformación y nuestro
deterioro físico, la trasformación de la materia y todo nuestro entorno; pero
seremos conscientes que el tiempo pasa.
Nuestros antepasados desconocían que se
hallaban sobre un mundo redondo, claro, se imaginaban un mundo plano. Veían
pasar el sol y las estrellas, las constelaciones, la luna y todas sus fases. De
allí sus calendarios. No eran conscientes de los giros terrestres aunque
experimentaban amaneceres, atardeceres y anocheceres, primavera y veranos. A
pesar de su desconocimientos de la rotación y traslación terrestre sentían la
noción del tiempo, aunque no comprendían que los astros se movían gracias a
dichos movimientos, por lo tanto, desde su perspectiva vivían en un mundo plano
sobre bases móviles.
6. Períodos de cosechas y eventos culturales. En
determinadas épocas del año, el suelo fértil proporciona mayor bonanza de
productos agrícolas. Algo tan natural como lo es el germinar el fruto de una
semilla, en cantidades mayores en un determinado mes: nos da la noción del
tiempo. En nuestro entorno el mes de mayo es fructífero para el mango y la ciruela,
esto debido a muchos factores, el principal las lluvias de abril. En todo el
mundo existen más cosechas de cualquier producto agrícola en un determinado
mes, de ello depende su economía, incluso, se celebran fiestas a su nombre, la
más popular la fiesta de la Tomatina en España. Ver pasar estas cosechas en
abundancia nos hace sentir el caminar del falso tiempo.
Al igual, las fiestas que realizan los
pueblos cada año conmemorando un patrón religioso, o una fiesta pagana, una
fiesta deportiva o cualquier otra nos sumerge en la idea de que el tiempo ha
dado un paso a la eternidad.
7. El deterioro y la transformación de la materia. Hemos
abarcado en gran medida este tema en este ensayo, pero por supuesto que hace
parte de la apertura del falso tiempo. Sin alargarnos mucho, simplemente al
tomar una rebanada de pan y observar su enmohecimiento, de inmediato creemos
que ha habido variación del tiempo. «El pan esta viejo», pensamos, pero
simplemente es un proceso químico, ya que el pan, así como hace parte de
nuestro alimento, también es alimento para otros organismos, como los hongos.
La oxidación de las rejas de nuestra ventana por acción del aire, los arboles
podridos, nuestras arrugas son otros ejemplos.
8. La suciedad. Sin ir más lejos, las casas
abandonadas nos dan la sensación de que háyase transcurrido muchos años. La
falta de mantenimiento hace que allí se asienten animales descomponedores como
son los insectos, pulgas y otros parásitos. Entre las más comunes tenemos las
hormigas y termitas, las cuales deterioran la madera dándole aspecto añejo a
cualquier sitio. Asimismo: los roedores destruyen los muebles, las arañas
exhiben sus telarañas, el polvo se acumula en todos los rincones de la casa, y
la maleza no deja de crecer. La suma de todos estos factores nos da la idea de
que el falso tiempo ha caminado en esa casa. Pero en realidad son eventos
normales y cotidianos en una casa abandonada, sin ningún tipo de limpieza.
9. El regreso. Si Tarzan, el rey de la selva,
llegase a la urbe, al hacerlo entrará en estado de shock con la civilización
existente. ¡No llegó al futuro!, simplemente ese héroe no vio cómo se construyó
ese futuro que transcurría en el mismo momento en que él estaba perdido en la
selva. Al igual nos sucede cuando regresamos a nuestra ciudad después de mucho
tiempo de ausencia, al regresar encontramos todo cambiado: el pequeño árbol de
almendras de la plaza ya proporciona su grande sombra, se envejeció el joven
lustrabotas de la misma plaza, la casa donde estaba el teléfono público (de
monedas) fue reemplazada por un café internet, etc. Todos fueron acontecimientos
normales, como el crecimiento del árbol de almendras, el cual nos hace ver el
caminar del falso tiempo. Lo mismo sucede al dejar de ver a una persona por
muchos años, al reencontrarnos con ellos nos parecerá que el tiempo ha pasado,
pero para ellos. En efecto, lo que hubo fue un proceso natural de crecimiento y
envejecimiento, no atribuidos a los años o ciclos.
Todo
en el universo es movimiento, y no solo el de los astros. Al crecer una
planta existe un movimiento, tanto de la raíz como el de su tallo que busca la
luz del sol. Lo mismo al nacer un volcán o una montaña, el nacimiento de un
nuevo cauce del río, el crecimiento de cualquier ser vivo, etc. Si desligamos o
separamos estos movimientos, es decir, sin la existencia de los giros de la
Tierra en el espacio, veríamos los movimientos de los ejemplos anteriores
sin amaneceres y ocasos: no obstante, sin la percepción de que el tiempo
camina, o caminaría en un mismo presente, sin esperar un mañana y recordar un
pasado. Nuestro cerebro así lo comprendería.
Sentimos el correr del tiempo, tenemos
noción de él gracias a los diferentes factores externos que hemos indicado,
como lo son festejar con alegría el final de un ciclo, ver nacer y ocultarse al
sol, ver cambiar el paisaje de la Tierra gracias a las estaciones, la oxidación
de las cosas, la transformación de la Tierra, la moda, la tecnología, la
música, factores psicológicos, las cosechas. Sucesos desligados totalmente de
todo proceso biológico, de los ciclos de la Tierra y del deterioro de esta.
Desde mi punto de vista es importante para
nuestra vida social que nuestro cerebro sea confundido y no comprenda para nada
todos estos factores en mención. Es
mejor para la vida tener noción del tiempo, que este vaya ligado a nuestros
sentimientos y recuerdos, que nos permita festejar cada ciclo, festejar cada
cumpleaños o año nuevo, o sentir alegría por la llegada de la primavera. En
cambio, sin la noción del tiempo el mundo sería un pronunciado bostezo.
Manipulación del tiempo
Sabiendo que la rotación y traslación
terrestres son los factores determinantes del tiempo realizaremos algunos
experimentos mentales, muy extremos por cierto, esto para reforzar lo expuesto
hasta el momento en este ensayo. Los experimentos están basados en la
manipulación de estos dos movimientos, el objetivo es saber los efectos que nos
sobrevendría a todos los seres que habitamos sobre la Tierra si ocurriese de
repente un cambio en sus giros espaciales, efectos relacionados con el
enigmático tiempo.
Ya explicamos lo que sucedería si la
Tierra girase al revés, expresamos que simplemente el sol saldría por el oeste
y se ocultaría por el este, que la transformación de la materia y todo evento
social continúan su ritmo normal, y que el reloj no giraría al revés y no
volveríamos al pasado.
Pasemos entonces a otro experimento
mental, por ejemplo: ¿Qué tal si el eje de rotación de la
Tierra se detiene por unos 15 minutos o en una hora, producto de un choque
con un gran asteroide? Digamos que este objeto hizo tambalear a la Tierra y la
dejó inmóvil por ese fragmento de ciclo y, luego, el planeta siguió su ciclo
normal. En este caso, el reloj al igual que cualquier máquina giratoria seguirá
girando normalmente como lo venía haciendo, de ningún modo se paraliza, pues
las manecillas o la arena del reloj no esperarían «sentados» a que la Tierra
solucione su problema con el gran asteroide para luego seguir caminando. Pues
el reloj como un simple instrumento que es no posee conciencia para saber que
un ciclo terrestre se ha detenido, no tiene cerebro para saber que sucede y
luego decidir. Por todo ello, el reloj seguirá caminando sin ninguna
perturbación hasta que se le agote la vida útil o lo manipule el hombre. Por
otro lado, a ningún ser vivo se le ha quitado o añadido 15 minutos a su vida,
nada ni nadie quedó inmóvil en esos minutos. Se detuvo el ciclo de
rotación y de traslación del planeta, pero no el ciclo o funciones
biológicas de cada individuo, ningún ser vivo dejó de crecer en esa
fracción de minutos. Tampoco se paralizó el proceso de oxidación sobre
cualquier objeto de la Tierra. Si en esos minutos alguien comía una rebanada de
pizza, de seguro que la disfrutó sin ningún problema en ese «ciclo
inmóvil», no desapareció de sus manos, pues no saltaron los minutos como por
arte de magia; no obstante, de seguro no tuvo buena digestión por el susto
provocado por el asteroide.
Ahora veamos otro experimento mental de
este tipo de manipulación terrestre: ¿Qué
tal si la Tierra dejara de girar totalmente? Es decir, que pasaría si se
inmovilizaran sus movimientos en el espacio, tanto su rotación y traslación. En
este experimento nada ni nadie quedó inmóvil, simplemente una parte de la
población vería solo el sol, desde su perspectiva lo vería estático, del mismo
tamaño y sin desfilar por nuestro cielo (si tienen suerte un sol mañanero). Y
la otra parte de la población vería las mismas estrellas estacionadas, y la
luna también estática, en cualquier fase (si tienen suerte en un abrazador
plenilunio). Dicho de otra manera: en una parte será un día eterno y en la otra
una noche eterna.
Obvio que en este ejemplo parte de los
seres vivos tienen que adaptarse al frío, pues no verán el sol; y la otra parte
tienen que adaptarse al calor, pues verán el sol todo el día y toda la «noche».
Solo tendríamos dos estaciones en cada zona: invierno o nieve en el lado
oscuro, y fuerte verano en el lado caliente. No tendríamos solsticio, a lo
mejor un eterno equinoccio. Cambian los cuatro paisajes o estaciones actuales a
dos paisajes: uno frío y otro caluroso.
Al igual, en este experimento, las
manecillas del reloj seguirán dando vueltas normalmente, aunque dejen
de medir los ciclos de la Tierra. Aquí
el reloj sería un instrumento
inútil, o un simple juguete o aparato decorativo sin ninguna función. Pero
los demás objetos con dispositivos circulares seguirían teniendo sus funciones
específicas, como el ventilador, por ejemplo, seguiría refrescando el ambiente
con o sin ciclos terrestres (sobre todo en esa zona de eterno sol); igualmente
las ruedas de los vehículos seguirían rodando mientras lo decida la palanca del
freno, y no por el freno de la rotación o traslación del planeta. En este
experimento mental se frenaron los movimientos de la Tierra, y para que el
reloj tomase de nuevo sus funciones, la solución sería tomar el ciclo de otro
planeta como referencia, y ajustar el nuevo reloj a un horario interplanetario
para que así sigamos registrando nuestros acontecimientos en el álbum de la
historia.
Sin movimientos terrestres todo el
detrimento y transformación de la materia continuaría su curso normal, se nos
seguirá agrietando la piel y saliendo
hojas blancas a nuestros cabellos; pero no cumpliríamos años ni palmotearemos
años nuevos, ya que no existen los ciclos referenciales de nuestro planeta,
esos que nos hacen celebrar cada evento y hace que el tiempo parezca
real.
Ante esta situación tendríamos que
inventarnos algún método de medición del tiempo que se ajuste a un
nuevo reloj, pues tenemos que saber cuándo es la próxima cosecha de tomates y
papas, cuando es nuestro cumpleaños, navidad o año nuevo, y todos los acontecimientos
que registramos en la historia y que nos hacen creer que el tiempo ha dado
pasos a la eternidad.
Como indicamos, para saber nuestra edad y
registrar cualquier evento en el álbum de nuestra historia tendríamos que echar
mano del ciclo de otro planeta y adaptarlo a nuestro reloj. Si tomamos como
patrón el ciclo de traslación de Júpiter, como ejemplo, cumpliríamos un año
cada 11 ciclos o «años», ya que este gigantes dura 11 años terrestres en dar la
vuelta al sol; y si tomamos el de Saturno cumpliríamos un año cada 23 ciclos;
con el ciclo de Plutón nuestro promedio de vida no nos alcanzaría para cumplir
un añito, pues ese planeta dura 248 ciclos o años terrestres en dar una vuelta
al sol; caso contrario si tomamos el giro de Mercurio, aquí cumpliríamos un año
cada 88 días, dado que eso es lo que dura ese pequeño planeta en completar una
vuelta al sol. Y si tomamos el ciclo de traslación de nuestro vecino más
cercano, como lo es la luna, festejaríamos el año nuevo cada 28 días, y por
desventura para nuestro bolsillo tendríamos que dar un regalo cada 28 días a
quien cumpliere años.
Es muy claro, si la Tierra paraliza sus
movimientos espaciales envejeceríamos de todos modos, como si esta no se
hubiese paralizado, y lo haríamos en simultáneamente con cualquier ciclo de
cualquier planeta. El promedio de vida de cualquier ser humano continuará
siendo el mismo, sin importar la cantidad de vueltas y la distancia que estemos
al planeta que escojamos como referencia. Tomando como referencia el recorrido
de cualquier vecino del sistema solar, en un planeta cumpliríamos menos años y
en el otro cumpliríamos más años, esto por la distancia en que se encuentren
estos planetas al sol. Sin importar qué «reloj interplanetario» escojamos
continuará bajo su normalidad el proceso progresivo del individuo y
de los elementos que conforman la naturaleza, y todo evento social. En
Plutón seriamos un anciano masticando el agua, con barba blanca y nietos, sin
haber cumplido un añito de vida.
A propósito, antes de continuar con el
siguiente experimento mental, te has preguntado alguna vez: ¿Si no sabes la fecha en que naciste, qué
edad crees que tendrías?
Continuemos, ¿Qué pasaría si aceleramos la rotación y traslación de la Tierra?
Si bien hemos detallado un poquito sobre este caso en parágrafos anteriores,
tenemos que complementar que en este caso atesoraríamos más ciclos, pero
no nos saldría ni una cana extra. Esto quiere decir, que corporalmente ningún
ser vivo aceleraría su crecimiento, tendríamos el mismo proceso evolutivo que
tenemos, ese mismo proceso lento; al igual, los objetos también se oxidarían en
el mismo ritmo con que lo hacen actualmente, ya que en el proceso de oxidación
es importante la participación del oxígeno, y en todos los ejemplos expuestos
nuestra atmósfera permanece inalterable. Desde luego, tampoco nos
transportaríamos al futuro prontamente, no pasaríamos a la era de los robots y
carros voladores como sucede en las películas de cine y tv. Es absurdo que toda
la humanidad pasase a otra futura humanidad simplemente por el cambio de
velocidad del giro terrestre. No obstante, festejaríamos nuestro cumpleaños, el
día de las madres y el año nuevo más prontamente. Pues se añadieron más ciclos
o años a la masa giratoria, pero no al proceso progresivo de cada
ser.
Es necesario repetir en cada ejemplo que
abarquemos, que las manecillas de los relojes, las elipses de los ventiladores
y todo lo que gire constantemente marcharían a sus ritmos normales, a la misma
velocidad de siempre, pues sería absurdo
que se aceleren solo porque la rotación y traslación de la Tierra se
les dio por aumentar su velocidad. Es como si una persona o un árbol
crecieran más de prisa si el sistema internacional de medidas decide que a un
metro se le añadieran más centímetros, por ejemplo, sea igual a 200
centímetros. El metro o cinta métrica, al igual que el reloj, es una
herramienta de medición, no tiene poderes sobrenaturales para hacer crecer un
árbol. Pues bien, ni los movimientos terrestres ni el reloj tienen esos
poderes para envejecer o rejuvenecer un individuo, o para transportar toda la
humanidad al futuro o devolverla al pasado.
Al acelerar los movimientos de la Tierra,
todo seguiría igual en nuestras vidas, solo que veríamos el sol salir y
esconderse con mayor prontitud, desfilar a las estrellas y la luna más de
prisa; los perihelios y afelios acontecerían más seguidos, tal vez, dos o más
solsticios y equinoccios por año, ¡Dos primaveras al año sería fabuloso! Esto
debido a que estos fenómenos atmosféricos son producto de la inclinación de 23°
de la Tierra en el espacio, y este suceso hace que los rayos del sol no caigan
con la misma intensidad en un lugar durante el año. A saber: al acelerarse la
traslación del planeta, obvio, habrá más ciclos, y al haber más ciclos habrá más
perihelios, y más perihelios más fenómenos atmosféricos, por tanto, más primaveras y otras estaciones. Toda esta
situación nos engaña, pensaremos que el tiempo transcurre más de prisa al ver
pasar la primavera y el invierno más seguido que antes, también al ver también
amaneceres y atardeceres más seguidos, y años nuevos más seguidos. Se nos
olvida que son fenómenos naturales que ocurren en la superficie de nuestra
roca, independiente a sus recorridos espaciales.
Otro peculiar experimento: ¿Qué pasaría si solamente se paraliza el
ciclo de rotación y el de traslación sigue su curso normal? En este
fenómeno no tendríamos amaneceres ni atardeceres con sus colores rosados o
anaranjados; pero sí festejaríamos navidades, años nuevos, nuestros cumpleaños,
las estaciones del año, y todo suceso que tenga que ver con las vueltas de la
Tierra alrededor del sol. Contemplaríamos un solo paisaje en cada zona de la
Tierra, la mitad de la población vería solo el sol, estático desde nuestra
perspectiva. Pero veríamos que este aumentaría de tamaño durante su recorrido
anual y, del mismo modo, reduciría su tamaño, ya que el planeta continúa su
trayectoria elíptica alrededor del sol. Y la otra mitad de la población vería
las estrellas estáticas y desfilar la luna durante quince «días» sin retraso
alguno, pues esta también seguiría girando alrededor de la Tierra.
Contrario al ejemplo anterior: ¿Qué tal si nuestro planeta paralizara solo
su ciclo de traslación y el de rotación continúa su trayectoria normal? En
este caso veríamos desfilar al sol, amanecer y ocasos, las estrellas y la luna;
pero no cumpliríamos años, ni festejaríamos año nuevo, y todas las festividades
anuales. Tal vez tendríamos dos estaciones perennes, esto porque la traslación
es el determinante de las estaciones. Pero al igual que todos los ejemplos
anteriores, nuestro ciclo biológico y deterioro de la materia marcharían con o
sin traslación.
Dejé para lo último el experimento más
extremo de todos los anteriores: ¿Qué
pasaría si la Tierra un día rota en un sentido determinado y el otro día en
sentido contrario? Aunque es el caso más exagerado de estos experimentos
mentales, lo expongo para contrarrestar los falsos viajes del tiempo, y tal vez
volver loco a sus promotores científicos, en vista que ellos nos están
volviendo locos a nosotros. En este caso simplemente veríamos el sol nacer por
el este y ocultarse por el oeste, luego se «devuelve» y nace por el oeste y se
oculta por el este, y así sucesivamente. Semejante en algo a los dos amaneceres
del planeta Mercurio en un mismo día. Pero lo cierto es que no retornaríamos al
pasado un día y al futuro el otro día, nadie envejecería un día y rejuvenecería
el otro día, los objetos no se oxidarían un día y el otro día serían otra vez
nuevos, ni las manecillas girarían un día en un sentido y el otro día en
sentido contrario, tampoco los granos de un reloj de arena agotan un día su
recipiente y al otro lo vuelven a llenar, ni las elipses de los ventiladores,
ni cualquier aparato giratorio, ruedan un día para un sentido determinado y al
otro día cambian en sentido contrario.
Si bien, estos experimentos expuestos
nunca acontecerán, porque las leyes gravitacionales así lo impiden, el objetivo
era mostrar las consecuencias que traerían para el tiempo cualquier
manipulación o cambio repentino de los movimientos terrestres. Si esta gran
roca paraliza, acelera o ralentiza sus movimientos el proceso natural de cada
ser vivo e inerte no se detiene, tampoco acelera ni desacelera. No somos seres con un proceso orgánico
manipulable, regulado por los «vaivenes» de los ciclos. Como hemos dicho
hasta la saciedad: nuestro proceso biológico ya lo determinó el código genético
a lo largo de una evolución natural, o selección natural, o evolución, o como
lo quieran llamar, en todo caso es un proceso de miles de años, y para cada
cambio o mutación tendría que darse a lo largo de esa misma cantidad de años.
Sin importar cualquier alteración de los
movimientos terrestres, la Tierra seguirá abasteciendo la vida, sigue el ciclo
de la lluvia, las plantas y animales siguen creciendo, nacen y mueren montañas,
nace y muere una especie, nace y muere un continente, nace y muere una
civilización, seguiremos yendo a la escuela, jugando futbol, etc. Al igual que
nuestro planeta, el sistema solar y todos los cuerpos del universo seguirán su
«ancianidad» sin ninguna alteración.
La rotación terrestre desacelera mas no el tiempo
Hasta el momento hemos abordado tibiamente
la desaceleración terrestre ante el alejamiento de la luna causada por las
mareas, este hecho da para más detalles, y por lo tanto, para más confusiones
del tiempo. Siendo así, es importante retomar el tema.
Expresamos que es un hecho que en un futuro la rotación de la Tierra será más
lenta, esto por el asunto del roce de las mareas de la Luna y la
Tierra, este fenómeno hace que la luna se aleje de la
órbita terrestre unos 4 cm. al año. En consecuencia la Tierra se desestabiliza
y tardaría mucho más en completar una órbita sobre sí misma. La Tierra se
desestabiliza en su eje entre más se alejase la luna, tanto así, que tal vez
quedaría «patas arriba» y girando al revés, igual que Venus, de quien se rumora
que perdió una luna, pero ese es otro tema para otro ensayo. En todo caso, en
lo que nos interesa: los días llegaran a ser largos. Tal vez 25, 30 horas será
la duración del día, incluso la rotación podría tardar días, como sucede
con Mercurio o Venus, planetas sin lunas.
Si en el futuro la Tierra por efecto de la
mareas desacelera su rotación, digamos a 50 horas, los habitantes de esa futura
época necesariamente tendrían que ajustar el reloj a un ciclo de 50 horas. Esto
quiere decir que el nuevo reloj de esa generación futura tendría 50 palitos: 25
el día solar y 25 la noche. Los futuros habitantes, desde luego, mucho más
inteligentes que la nuestra, no entrarán en un mundo surrealista ni saldrían
como locos a ajustar su promedio de vida, su ritmo de vida, sus recuerdos y
toda una evolución a la marcha de un nuevo reloj de 50 horas al día; sino por
el contrario, es el reloj el que se tendría que ajustar a las nuevas
condiciones que impone el nuevo movimiento terrestres. A lo mejor los girasoles
ya no moverán sus «cabezas» fijamente al sol en 12 horas, sino lo harán durante
25 horas. Es decir: el binomio reloj-tiempo no puede manipular la
trasformación de la materia, ni intervenir en los cambios biológicos ni
en los acontecimientos de la vida para luego ajustarlos a 50 horas.
La futura civilización, desde luego,
tendrán que ajustar algunos aspectos de su cotidianidad, pues tendrán el sol
desfilar durante 25 horas y las estrellas por la misma cantidad. No sabemos
cómo reaccionarán sus respectivos mecanismos de defensa para soportar 25 horas
de sol y 25 horas de noche fría. Colocando algo de humor a este tema, la
conservación natural los proveerá, esa generación serán, algo así, como las cebras
pintadas de blanco y negro: el negro para soportar los rayos del sol, y blanco
por la ausencia de este. De este modo desaparecería el racismo.
Al durar un ciclo terrestre 50 horas, no
quiere decir que las nuevas generaciones van a envejecer más lento que a la de
nuestro ciclo actual de 24 horas. La Tierra se hizo lenta, mas no la evolución,
la futura generación seguirá teniendo el mismo promedio de vida que la nuestra.
Su estilo de vida no sufrirá cambios relevantes, ellos no van a dormir 25 horas
diarias, solo porque el día dura 50 horas. Seguirán durmiendo las 8 horas
normales de nuestra generación, pero ante las nuevas condiciones, pues en una
parte del ciclo descansarán bajo la noche y otra parte bajo un sol inclemente.
Las actividades y horas de descansos no
son producto del azar, tampoco producto de la duración del día solar y la
duración de la noche, toda actividad que realizamos la impuso nuestra
supervivencia. Ciertamente que lo es, la supremacía del hombre se impuso sobre
los demás seres, y entre más fuerte sea una especie puede dormir más tiempo y
más tranquilo. Por ejemplo, el león y el tigre duermen casi 15 horas al día,
pues quién se atreve a molestarlos, o quién se atreve a molestar a un oso en
hibernación. A la vez, por el frío y la oscuridad nosotros los humanos
escogimos la noche para dormir, visto que todo trabajo o labor se puede
observar con mayor claridad, por supuesto, en el día solar.
Expliquemos la posible distribución de las
horas y del ritmo de vida para la futura generación, es decir, cómo sería su
vida diaria con la imposición de un nuevo ciclo de rotación de 50 horas. En
este ejemplo, ante 50 horas de rotación terrestre, en el día solar de 25 horas
una parte estaríamos durmiendo, y la otra,
despiertos; y la duración de la noche de 25 horas, también una parte estaría
realizando cualquier actividad y la otra durmiendo.
Aquí partimos de la misma base del ritmo de
vida nuestro: día de 24 horas. Pues ese ritmo no cambia, regularmente es de 8
horas de descanso o de dormir, y 16 horas de actividades o de estar
despiertos. Pero resulta, según el ejemplo, que para los futuros habitantes el
día ya no durará 24 horas, sino 50; y este se ha dividido en 25 horas (día
solar) y 25 («día nocturno»). La cantidad de horas de nuestra generación (24)
es casi la misma a la cantidad del mediodía de la futura generación (25) y casi
la misma cantidad de su «día nocturno». Siendo así, las 8 horas para dormir y
las 16 horas de actividades de nuestra generación (las cuales serán las mismas
para las futuras generaciones), necesariamente ellos las tendrían que
distribuir en un día soleado o en una noche fría. Esto quiere decir que en un
día solar de 25 horas van a dormir las 8 horas bajo el sol, después se levantarán
y harán sus actividades de 16 o 17 horas bajo el mismo sol. Luego se invierte
la cotidianidad, en el «día nocturno» de 25 horas se van a la cama nuevamente,
bajo luna y las estrellas, duermen sus 8 horas bajo el cielo nocturno, después
se levantaran y realizarán sus actividades de 16 o 17 horas, bajo el mismo
cielo de luna y estrellas.
Desde luego, para mayor rendimiento, la
futura generación del ejemplo distribuirán los horarios como se hace en la
actualidad, esto para aprovechar la energía del sol. La distribución de
horarios, además de complicado para explicarlo y entenderlo es irrelevante
dentro de este ensayo.
De todos modos hagamos el ejercicio.
Supongamos que ellos comenzaran sus labores, como de costumbre, a las 6:00 am,
con un sol recién erguido en el horizonte, y finalizaran las 8 horas a las
2:00 am. Indicamos «am» porque todavía es antes meridiano, ya que faltan 17 horas
para que culmine el día solar. La complicación se presenta porque ellos
tendrían que distribuir esas 17 horas de sol en 9, con el fin de continuar su
vida social (pasear, ver tv, jugar, etc.) y 8 para dormir, aquí dormirán con el
sol sobre su techo. Así se completaría la hora 25, la primera mitad del día,
día de sol. Iniciarán el «día nocturno» de 25 horas, o la segunda mitad del día
de 50 horas, esta vez con la luna en su techo. Inician las labores a las 12: 01
pm con la noche encima, finalizarían a las 8:00 pm de la «tarde» oscura, una «tarde» de luna y llena de estrellas.
Faltan 17 horas para que finalice el día de 50 horas, dentro de esas 17 horas
tomarán nuevamente 9 para la vida social y 8 para dormir, pero esta vez sí
dormirían con la luna y las estrellas en su cielo hasta la hora 50 o final
del día. Al hacerlo, de nuevo los futuros habitantes iniciarían labores a las
12:01 am con el sol naciente, y así sucesivamente cumplirían con las nuevas
condiciones impuestas por la rotación del planeta.
Con un día solar de 25 horas todo ser vivo
ya tendría su organismo adaptado a las nuevas condiciones de vida. Esto en
cuanto al nuevo ambiente, al nuevo clima, a todo lo externo. Sus aspectos
físicos y ritmos biológicos tendrían que cambiar en algo, pues verán el sol
cruzar por el cielo durante 25 horas, y la luna y estrellas por esa misma
cantidad de horas. Pero ese cambio se daría en miles de años, y, tal vez, las
futuras personas ya estarían adaptadas a dicho cambio. En lo básico, sus vidas
seguirían con un ritmo de las 24 horas nuestras, vivirán el mismo promedio
de vida biológico actual, el cual no se puede modificar y colocar en
una cajita de 50 horas al día. Tal vez, como ejemplo, el heliotropismo de los
girasoles se extendería más, pero a la vez, reposaría más su cabeza en la noche
fría.
Espejismos y fantasmas cósmicos que «perturban» el
tiempo
Al tener el ser humano una visión
limitada, no le permite observar simultáneamente lo que está sucediendo en
todos los planetas del vasto universo. Tenemos que darnos por bien servido con
el solo hecho de observar con potentes telescopios lo que sucede en los
planetas del sistema solar y lo que sucede en uno que otro sistema extrasolar.
No obstante, las imágenes de estos telescopios tardan meses en llegar a
nuestros ojos, esto porque las señales tienen que hacer un largo recorrido para
llegar a nuestro planeta. En caso de que tuviésemos una potente visión,
sin ningún inconveniente podríamos observar una roca giratoria extrasolar y
todo lo que sucede en su superficie, observaríamos los sucesos de ese planeta
simultáneamente con los de nuestro planeta. Y si existiese vida allí
observaríamos a los alienígenas en «vivo y en directo», por decir algo,
trotando en las mañanas, a otros tomando de prisa el autobús para no llegar
tarde al trabajo, a otros sacando a su mascota a pasear, a otros preparando su
café, etc. Vemos que en el mismo instante transcurre la cotidianidad de los
alienígenas y la de nuestro planeta, porque todo se da en simultánea, tanto los
sucesos terrestres como los del planeta extrasolar; no importando la cantidad
de rotación o traslación del planeta extrasolar, tampoco importando si ese
planeta es más antiguo que el nuestro o si su civilización sea más avanzada.
La
visión de todo individuo es instantánea, no es un movimiento, tampoco es una
onda ni mucho menos una partícula, no se propaga por el espacio como la
luz. Es un error confundir la luz con la instantaneidad, en este caso con la
instantaneidad de nuestra visión. Lo instantáneo da apertura a la simultaneidad
de todos los eventos.
Imaginemos que poseamos una visión
extraordinaria, y que caminamos en el parque de nuestro barrio. Al levantar la
cabeza a cualquier punto del firmamento veríamos a un alienígena en su planeta
paseando a su mascota, y si volteamos la cabeza al parque veríamos un niño
comiéndose un algodón rosado y sosteniendo un globo con la otra mano. Ambos
eventos, lo que hace el extraterrestre y el niño, no tendrían ni una milésima
de segundos de diferencia para nosotros, tampoco para nadie en el universo. Eso
sí, si la mascota del alienígena ladrara no la escucharíamos, solo veríamos
mover su hocico. Y si se pudiese transportarse su sonido, los escucharían
dentro millones de años una futura civilización humana, nosotros solo veríamos
al perro mover su hocico y su cola.
Pero como ironía del tiempo, sigamos
imaginando, suponiendo que estamos en nuestra casa viendo futbol por tv, y, a
la vez, nos paramos y echamos un vistazo al firmamento por la ventana. Digamos
que observáramos un alienígena cortando su jardín, pero al voltear la cabeza
para ver el partido de futbol por tv, nos daríamos cuenta que la señal
televisiva tarda más segundos en llegar a nuestros ojos que la del
extraterrestre cortando sus flores. Esto sucede porque la visión es
instantánea, no es una onda o partícula, mientras la señal de tv si necesita un
medio para viajar. Y si asomáramos la cabeza nuevamente por la ventana del
edificio para ver al estadio de futbol donde se desarrolla el encuentro
futbolístico (no la tv), y de nuevo vemos al alienígena, nos damos cuenta que
ambas acciones, tanto el partido de futbol y al alienígena baldeando las
flores, acontecen en el mismo momento.
Todos los eventos del universo ocurren en
el mismo presente, pero la limitada vista humana y la poca tecnología impide
demostrarlo. Al no tener la visión
privilegiada, no nos queda más que echar mano de toda fantasía cósmica que
se nos pase por la cabeza. Somos proclives a inventarnos falsas premisas, como:
escalas y dimensiones del tiempo, universos paralelos, viajes a través del
tiempo, relojes que se transfigura e inmolan a la velocidad de la luz, gemelo
envejeciendo más que su otro gemelo, etc.
Nuestra visión no es una onda, no se
propaga por algún medio, porque es instantánea. Siendo así podemos observar
todo en simultánea, pero lastimosamente solo a una distancia limitada. Con una
visión importante, todos los acontecimientos, aquí y en cualquier planeta de la
última estrella del último universo, los veríamos transcurrir al mismo instante
sin tantas dimensiones y fantasmas cósmicos.
El robot Curiosity, el cual fue enviado a
explorar a Marte, en su misión observó cada suceso en el mismo presente con
todos los eventos de la Tierra y de todo el universo, y al momento que nos
remitió toda la información a nuestro planeta, estas imágenes tardaron días en
ser recibida por el ojo humano, de este modo se engaña la simultaneada del
tiempo. Si tuviésemos la anhelada visión especial, veríamos las acciones de
Curiosity al instante. Así sucede con la señal de tv en una trasmisión en vivo,
digamos un evento deportivo, dicha señal tiene que pasar por varios filtros:
viajar por el aire o mar, después llegan a dispositivos especiales, y estos
distribuyen la señal a todos nuestros hogares. Y dicha señal nos llega por:
radio, televisión e internet. Incluso, las señales a través de estos tres
medios llegan en tiempos distintos. Pero la acción real de ese evento deportivo
ocurrió en simultánea para todos los rincones del planeta.
Al igual que la luz que nos llega de las
estrellas, esta luz tiene que viajar inmensas distancias para luego tocar a
nuestro planeta. Esas luces espaciales son una onda, no son instantánea como la
visión. Sucede que nosotros no estamos al tanto de esta diferencia, al ver
llegar estas luces pareciere que llegaran del pasado, pues fueron emitidas
quizás en la época de los dinosaurios y apenas la percibimos en nuestro cielo.
Al mismo tiempo confundimos la fuente
con la señal, es decir: la estrella que es la fuente, y la luz que es la señal
emitida. A cortas distancias vemos un bombillo iluminar un árbol, no hay
problemas en distinguir al bombillo (fuente de luz) y la luz, y el receptor
(árbol). Pero a distancias descomunales, confundimos la estrella (fuente) con
la luz que emite, creemos que es lo mismo.
El tránsito de la luz de una estrella a
otro cuerpo celeste tarda millones de años en tocarlo, debido a este fenómeno
no nos alcanzaría la vida para ver todo ese luminoso camino. En ese fragmento
que recorre la luz de una estrella a la Tierra: nace y desaparece un
continente, muere y nace una especie, nace y muere una civilización... Si
tuviésemos una gran visión veríamos la estrella y la luz por separado: por un
lado, la estrella en su forma redonda, como nuestro sol; y por el otro lado, la
luz propagándose por el espacio, como una bombilla encendida en la noche
oscura. En nuestra cotidianidad vemos la bombilla en su forma natural (no
distorsionada) y su luz brillando, pues allí no se hace necesario tener una
visión especial. Cuando una estrella emite su luz en el espacio, y cuando
recibimos dicha luz, uno que otro despistado creerá que viene del pasado, aquí
lo que ha viajado es la luz, no la estrella. Esa estrella quizás ya no existe,
pero aún existe su luz. Pues quien sabe si la estrella murió en la edad media o
en otra época de nuestra historia, por decir algo, el caso es que todavía
podemos apreciar su luz en el cielo nocturno, ya que su luz apenas nos llega
después de años de recorrido, pero muy pronto desaparecerá.
Vale la pena repetir: una cosa es la
fuente de luz (estrella) y la otra es la luz (onda-partícula) que emite esa
fuente, lo que recibimos es la luz de la
estrella, no la estrella. El error es creer que la fuente de luz y la luz
son lo mismo, es como confundir al remitente con la carta. Para nuestra visión
le es difícil diferenciar en el cielo una estrella y una luz de estrella, por
tanto, nos inventamos cuantos fantasmas cósmicos se nos ocurra. Por el
contrario, con una visión extraordinaria sería como ver un bombillo y su luz, y
de manera instantánea.
Si pudiésemos tener el privilegio de
observar el nacimiento de una estrella, nos daríamos cuenta que dicho evento
transcurriría en simultánea con el hoy de nuestro planeta, con nuestra
civilización, no con civilizaciones pasadas. En este evento, nuestra
civilización, solo observará instantáneamente las primeras luces de la estrella
reciente, puesto que a nosotros no nos alcanzaría la vida para sentir en la
piel esos primeros rayos. Como en una carrera atlética de relevos, le
correspondería a una futura civilización llegar a la meta, en este caso
disfrutar el calorcillo de la estrella, por allá dentro de millones de años.
Nuestra civilización vería nacer la estrella (redonda como el sol), y avanzar
su onda-partícula hacia nosotros; una futura generación de millones de años
verá la luz avanzar más; otra verá la estrella agotar su combustible; otra la
verá desaparecer; otra civilización seguirá viendo solo la luz acercarse más a
nuestro planeta; y otra generación es la que podrá sentir sus rayos. Todas las
civilizaciones presentes observaron dicho evento, la parte que le correspondía
ver, instantáneamente. Pero la cruel realidad es que no poseemos una visión
extraordinaria, por tanto, algunos despistados de esa última generación confundirán
la fuente con su luz, donde lo único que existe es la luz, no la fuente.
Para entender un poco más el argumento de
que todo evento ocurre en simultánea en
cada punto del universo, es bueno trasladar ese caso a un evento cotidiano
y cotejarlo con un evento sideral.
Trasladémonos a un estadio de beisbol, un
pelotero lanza su pelota y se produce un home
run a las 8:00 pm de la noche. En ese lugar todo ocurrió en un mismo
presente, a esa hora puntual, tanto para el lanzador como para el home runero, y para todos los
espectadores del estadio, también para todos los habitantes de la Tierra, y
para los habitantes del último planeta de la última estrella del último
universo. Esto porque todo transcurre instantáneamente en cualquier punto del
universo, lo dice Isaac Newton. Para los espectadores que están en sus hogares
viendo el evento por señal televisiva, también esa acción sucedió en
simultánea, la diferencia es que ellos recibirán el home run unos segundos o minutos después. Pues la señal u ondas
tardan en viajar a sus hogares, digamos que a los televidentes les llegó esa
jugada a las 8:01 pm, incluso para aquellos que viven cerca del estadio. En
pocas palabras, lo que llegó a los hogares fue la señal, no la fuente. Ahora
supongamos que se dañase la señal de tv. A lo mejor el desesperado televidente
se sube en una palmera del patio de su casa, y de ese modo observaría ese home run en simultánea con los
espectadores del estadio a las 8:00 pm, no esperaría que la señal le llegue por
tv unos segundos o minutos después de esta jugada de beisbol.
Esa importante acción del beisbol se
complica si ese evento se realizase en un exoplaneta, y ellos emitieran dicha
señal a todos los rincones del universo. Es decir, un home runero alienígena despacha la pelota a las graderías del
estadio, en este caso sería nuestra futura generación la que recibiría la señal
de esa jugada, ya que la onda-partícula tardaría millones de años en llegar a
nosotros. A los futuristas les llegará las imágenes, mas no la fuente de la
imagen. Pues ya la fuente no existe, el pelotero alienígena y todos los
espectadores ya murieron y el estadio tal vez se halla debajo de los escombros,
ante esto muchos pensarán que la señal les ha llegado del pasado, pero son
puros fantasmas cósmicos. Ahora imaginemos que tuviésemos una visión
extraordinaria. Al hacerlo, nuestra generación vería el partido de beisbol en
el mismo instante con cualquier acción que estemos realizando, y la anotaríamos
en el álbum de la historia para que las otras generaciones se enterasen de lo
sucedido. Y cuando a la futura generación les llegue la señal de tv, ellos de
antemano ya estarían enterados del evento de beisbol, ya que revisaron el álbum
de la historia que escribimos y leyeron la jugada, o vieron el video grabado
por una potente cámara, y por tanto, no creerán en fantasmas cósmicos. Y miren
la curiosidad que acarrean las grandes distancias en el universo, en nuestro
ejemplo, la futura generación ya sabe la historia de antemano (el home run), irónicamente una historia que
no les había llegado aún.
Con una visión poderosa, viendo todo lo
que sucede en el universo instantáneamente no habría confusión con la
simultaneidad del tiempo, no importa la distancia, tampoco la velocidad de la
luz. Es como si le dijésemos a alguien por correo electrónico, o por cualquier
medio de comunicación, que le hemos enviado un regalo por correo físico, y como
sabemos que este tipo de correo tarda días en llegar a su destino, cuando el
receptor reciba su regalo no tendría motivos para pensar en confusiones del
tiempo. Pero si esto sucede a distancias extraordinarias, motivos tendría para
confusiones.
En todo caso, para no dejar algún cabo
suelto sobre estos temas, en relación de que todo evento en el universo ocurre
de manera instantánea para cualquier observador, sobre la luz y la fuente de
luz, y del viaje de la luz o cualquier otra señal a distancias
inconmensurables, me he dado a la tarea de inventar un tercer observador. Pero
no es cualquier observador, es muy peculiar, un personaje que he extraído de la
ciencia ficción, y al cual he llamado: el «águila especial». Llamado así puesto
que posee una visión extraordinaria y un promedio de vida de cien millones de
años aprox. Sin más, esta ave imaginaria (que podría ser quien lee este
ensayo), con su potente visión tiene la facultad de observar los ciclos de
todas las masas giratorias de todo el universo en un mismo instante. Para
cualquier experimento mental que se nos ocurra, a este tercer observador o ave
imaginaria la ubicaremos siempre en un lugar estratégico o «zona vip» del
espacio, y le daremos un protagonismo importante más adelante, cuando con
«dibujitos y plastilina» refutaremos la paradoja de los gemelos o relojes.
Por el momento, y siguiendo echando mano
de experimentos mentales, ya que la imaginación no tiene límites, veamos de
nuevo el fenómeno del nacimiento de una estrella. Una estrella que nació hace
millones de años y su luz viaja hacia nuestro planeta, hasta llegar a nuestros
días. Con las características que posee el ave, esta puede observar el
nacimiento de la estrella instantáneamente, sin fantasmas cósmicos, luego su
luz caminar lentamente por el espacio de un punto a otro punto. Entre otras
cosas, el caminar de la luz de un punto
a otro en el espacio, es un fenómeno muy lento si se observa desde largas
distancias, desde otra estrella. Por lo tanto, el águila se aburrirá
mirando la luz caminar al ritmo de un gusanito, un gusanito luminoso. «Más
tarde», quizás millones de años después, el ave verá morir a la estrella, pero
seguirá viendo la luz viajando solitaria por el espacio, pues murió el emisor
más no el mensaje, en este caso murió la estrella no su luz. Al final, otros
millones de años después, el ave verá la solitaria luz estrellarse o iluminar
el planeta.
En este ejemplo, al águila nadie le podrá
echar cuentos de fantasmas cósmicos, pues observó toda la acción del fenómeno
en el mismo momento. El águila especial anotó en su cuaderno de notas: el
nacimiento de la estrella, su luz caminar como un gusanito de la estrella al
planeta, el agotamiento de su combustible, su desaparición, y su luz
continuando su camino por el espacio al ritmo del mismo gusanito luminoso. En
el transcurso de ese lento fenómeno, el ave volteaba su cabeza de vez en cuando
y echaba un vistazo a nuestro planeta para ver que acontecía, el ave anotó lo
siguiente: el nacimiento de los dinosaurios, el asteroide que los extinguió,
luego los primates, el origen del hombre, el origen del fuego, su civilización,
sus eternas guerras, hasta nuestros días o la fecha en que llegan los primeros
rayos de luz de la estrella. El receptor final de los rayos de la estrella
extinta pensará que la luz viene del pasado a nuestro futuro; pero para el
águila especial, quien no perdió de vista cada detalle del suceso, todo
trascurrió bajo la normalidad de todas las leyes naturales, y al leer sus
anotaciones estas nos sacarían de cualquier duda científica.
El nacimiento y muerte de la estrella, y
el caminar de su luz por el espacio transcurrió en simultánea con todo lo que
sucedía con el planeta Tierra, con el sistema solar y más allá de la vía
láctea. El ave vio que los sucesos de la
estrella, su deterioro o pérdida de combustible, ocurrieron a la vez o
paralelamente con la evolución de la especie y el deterioro del planeta. Pero
para la última civilización, la que recibió la luz de la estrella muerta, lo
que realmente observaría en el firmamento oscuro es la luz, mas no su fuente de
luz.
Es comprensible no saber
distinguir una estrella verdadera y la luz de una estrella muerta, ya que de
noche todos los gatos son pardos.
Para muchos, y es verdad,
cuando se habla de luces de estrellas que nacieron en la época en que los
dinosaurios dominaban la Tierra, aquella Tierra primitiva, piensan que esas
luces, las cuales apenas estamos recibiendo, nos llegan con aromas
fantasmagóricas de dinosaurios. Nos dan a entender que estas iguanas gigantes
regresaron del pasado con la estrella, pero solo son fantasmas cósmicos, porque
quizás estos animales desaparecieron en la misma época en que la estrella agotó
su combustible, y su luz siguió viajando. Los dinosaurios son cosa del pasado,
de la Tierra primitiva, ahora son petróleo para mover máquinas y no zombis
espaciales viajando con luces de estrellas.
Hemos enfatizado que las luces que vemos
en el firmamento de la noche, muchas son de estrellas que tal vez ya no
existen; en todo caso, son luces antiguas de hace millones de años, las cuales
recepcionamos como nueva. Les corresponde a los científicos, con dispositivos
especiales, quienes resuelvan cuales son las estrellas muertas y cuáles son las
estrellas vivas que flotan en el cielo nocturno. Para nosotros, gente del
común, no tenemos acceso a esos dispositivos para estar diferenciando en el
cielo estrellas y luces de estrellas. De todos modos, esta confusión radica por
la tardanza de la dispersión de la luz en el espacio, esta tarda millones de
años en llegar a nuestro planeta, apenas nos están llegando a nosotros luces
generadas por estrellas o explosiones de estas en la época de los dinosaurios,
pero en realidad son luces de estrellas extintas. Si tuviésemos una visión
privilegiada veríamos las estrellas redondas como nuestro sol, con nuestra
visión normal tenemos que conformarnos con el modelo de estrellas que vemos en
el cielo: difusas y palpitando.
Esta confusión de estrellas (fuente) y
luces (onda-partícula) no se presentaría si el que viajase a velocidad
aproximada a la luz fuese un asteroide o un cometa. Pues en este caso, el
objeto es solo una fuente, el cual no emite ondas ni partículas, siendo así no
dejaría fantasmas vagando por el espacio si llegase a desaparecer. Estos
objetos al no emitir luz propia no lo percibimos en el cielo como sí lo hacemos
con una estrella a medida que su luz avanza hacia nosotros. Solo sentimos estos
objetos opacos cuando colisionan con el planeta, y si tenemos suerte lo
detectamos a tiempo con potentes telescopios, y tomamos las medidas pertinentes
para salvaguardar la humanidad. El caso es que no vemos los objetos opacos en
el cielo nocturno, solo los que están dentro del sistema solar. ¿Y qué tal si un asteroide viajase con
huevos de dinosaurios en su superficie? En el caso de que dicho objeto chocase
con nuestro planeta veríamos a los dinosaurios ya creciditos sobre su
superficie. No habría motivos para especulaciones. No pensaríamos que han
viajado a través del tiempo, o que viene del pasado con los fantasmas de los
dinosaurios, puesto que no son fantasmas, sino dinosaurios de verdad, los
cuales se «desempollaron» de sus huevos mientras el cometa o asteroide se
encaminaban por el espacio interestelar. Simplemente, mientras el asteroide se
desplazaba hacia la Tierra, los dinosaurios salieron de sus huevos, dominaron
la superficie del asteroide durante millones de años, luego estos animales
sobreviven o desaparecen al chocar con la Tierra. En este ejemplo no
confundimos el emisor con el mensaje, pues se trata de un cuerpo sin mensaje,
un cuerpo opaco, no enviaba ondas o partículas de luz. Aquí el emisor o fuente
no muere como la estrella, la fuente muere al chocar con el planeta.
Si el ser humano pudiese tener una visión
poderosa, tan grande que le permitiese ver una civilización primitiva de un planeta
lejano, la veríamos en tiempos simultáneos a la nuestra, paralelamente, es
decir, veríamos la Tierra civilizada de hoy en contraparte con la civilización del
planeta extrasolar primitivo, en formación. El ser humano vería nuestra
tecnológica avanzando mucho más, quizás carros voladores; y en el mismo momento
le «echaría un ojo» a la época de las cavernas de aquellos alienígenas
primitivos, al hacerlo veríamos a esos extraterrestres dominando el fuego y las
demás especies, sus civilizaciones, sus guerras, su desarrollo
tecnológico, etc. Este ejemplo podría compararse, a menor escala de tiempo,
como cuando nosotros vemos crecer a las personas de nuestra vecindad y ellos a
nosotros.
Sabemos que para los Newtonianos todo
transcurre en simultaneidad en el universo, pero para los relativistas todo es
distinto. Las premisas relativistas expresan: «dos eventos no ocurren en
simultánea en distancias extraordinarias y a velocidades de la luz». Ellos
argumentan, o por lo menos deduzco de sus teorías, que si una civilización de
un planeta extrasolar pudiera observarnos no observaría la Tierra actual o
nuestro presente, según ellos, ese planeta alienígena observaría nuestro mundo
prehistórico con sus dinosaurios, porque son dos espectadores ubicados a largas
distancias, y su luz emplearía millones de años en llegar a nosotros.
Entendería que no reconocen que la visión del ojo humano o de cualquier
extraterrestre es instantánea, que no es un movimiento, tampoco onda ni
partícula, la cual no tiene que propagarse o viajar largas distancias como la
luz o el sonido hasta llegar a nosotros. Pero debido a nuestra limitación visual creemos que la luz es igual a la
simultaneidad, y como, al parecer, la luz se curva en el espacio, muchos
creen que el tiempo también lo hace, siendo eso un gran error, el cual genera
muchos más espejismos y fantasmas cósmicos de los que existen en la
actualidad.
Retomando el mismo ejemplo, si esos mismos
alienígenas nos enviasen señales o imágenes hoy, por supuesto que estas
tardarían millones de años en llegar a la Tierra. Los habitantes o civilización
que envió esa señal de ese planeta extrasolar ya no existirán cuando el mensaje
llegue a la Tierra; desde luego, tampoco nuestra generación existirá, una
futura generación sería la encargada de recepcionar y decodificar con una
piedra Rosetta las imágenes emitidas por los alienígenas. A la larga, fueron
señales que navegaban por el espacio mientras se extinguía y nacían nuevas
generaciones en los dos planetas, tanto el terrestre y el extrasolar.
Supongamos que hace cien años se hayan
enviado imágenes de Charles Chaplin al espacio, y esta fuese capturada por una
civilización extraterrestre dentro de millones de años, lógicamente ellos estarían
viendo un suceso de nuestro pasado, de alguien que ya no existe. Recibieron una
imagen no la fuente de la imagen, de un evento determinado, ocurrido en un
segmento de ciclo de nuestro planeta, contabilizado por nuestro reloj y
apuntado en el álbum de la historia, envuelto en una botella y luego arrojado
al mar espacial.
En nuestra cotidianidad se nos hace más
fácil diferenciar la fuente y la onda o señal. Por ejemplo, cuando mantenemos
comunicación vía telefónica o video llamada con alguien. Aquí, tanto la
conversación e imágenes del emisor como la del receptor recorren la atmósfera o
la fibra óptica. Cada palabra e imagen nos llegará con segundos de retraso,
porque el sonido e imágenes tienen que propagarse por el aire o mar. Cada
sonido fue emitido en el mismo presente de ambos, aunque nos llegue un poquito
tarde pareciera que el sonido es instantáneo, pero lo que verdaderamente es
instantáneo es la conversación. Si tuviésemos una visión relevante, y
pudiésemos ver a la persona que está al otro lado de la línea telefónica, sin
ningún dispositivo de video llamadas: veríamos primero sus gestos labiales sin
escuchar sus palabras, y después escucharíamos su voz por el teléfono. A más de
que existen miles de llamadas al día, y estas se van a toparse en nuestra
atmósfera; incluso se cruzan las unas con las otras, recibimos sonidos de otras
personas todas generadas en simultánea, y nos llegarán con segundos de retraso.
Esto podemos compararlo con el fenómeno físico de los rayos bajo la lluvia,
primero observamos su destello en el cielo, y segundo más tarde su sonido.
Pero este ejemplo se complica más si
pudiésemos conversar o chatear con miles de civilizaciones de planetas
extrasolares, cuyas imágenes y videos tendrían que llegarnos millones de años
después de emitido el mensaje, y ni qué decir del sonido si pudiese llegarnos.
Si poseyésemos una visión potente y conversáramos por teléfono con un
alienígena veríamos sus gestos al hablar, mas no su sonido, pues este llegará
dentro de millones de años, si la física lo permite. Desde luego, tenemos que
tener un promedio de vida de millones de años y mucha paciencia para esperar
cada mensaje de nuestros interlocutores alienígenos. Por ello, sería una futura
generación la que recepcionaria el sonido y los videos de las imágenes emitidas
por el alienígena. Y en ese tráfico espacial se cruzarán muchos sonidos e
imágenes, de todos modos habrá algún despistado el cual pensará que son
fantasmas cósmicos viajando y chocando por el espacio.
Sigamos un poco más con este tema de la
señal y su fuente, coloquemos otro ejemplo cotidiano, en este caso con un
evento deportivo que se realiza en la China, un partido de futbol para ser más
preciso. En ese evento un jugador anota un gol olímpico. Dicha señal de tv o radio
tardaría algunos minutos en llegar a cualquier país de América, incluso la
señal de tv y radio llegan en diferente tiempo en cada país, pues la señal
viaja por nuestra atmósfera o por el mar después de realizada la acción. La
acción sucedió en el estadio, se queda
en el estadio y no vuelve a repetirse, lo que se propagó es la señal de la
acción, y esta llega tarde a los países de América. Es fácil comprender que no
se propaga el cuerpo físico ni el estadio, ni el vendedor de espaguetis con
palillos: ellos permanecen en la China.
Hasta aquí no hay confusión alguna, pero
la dificultad se presenta si ese partido se jugase en un planeta ubicado a una
distancia descomunal al nuestro, dado que en este caso el retraso de la señal
no será de cinco minutos sino de cinco millones de años, será otra civilización
quien reciba las imágenes de ese gol olímpico. Es decir, esa civilización
alienígena que presenció la acción ya no existiría para entonces, y aquí en la
Tierra habría otra civilización distinta a la que observó esa anotación de gol
en aquel momento. La señal vagó dentro de la botella en esos largos años por el
ancho mar del espacio, no el estadio ni el autor del golazo, pues no es un
huevo dinosaurio sobre un cometa. Y mientras navegaba la botella por el
espacio, en ambos puntos, tanto en la Tierra como en el exoplaneta, se
transformó la materia y ocurrieron eventos naturales y sociales. Toda la
materia alienígena se quedó en el exoplaneta, quizás ya no existe, existió en
un fragmento de la historia de aquella roca giratoria. Pero su imagen sigue
dando vueltas por el universo, como uno de tantos fantasmas cósmicos que
confundimos como algo del pasado, al igual que las luces de estrellas extintas
que vemos como estrellas en nuestro cielo.
Las señales viajan lentamente por el
universo como una botella con poemas de amor navegando por el mar. El poeta o
emisor se queda en la playa, él no viaja dentro de la botella, quien lo hace es
su poema. Y si transcurridos doscientos años hallan la botella, el poeta ya ha
muerto, lo que hallaron fueron parte de su vida amorosa o una parte de su señal
al mundo, no su pasado, pues él no viajó dentro de la botella, su pasado no
trascurrió dentro de ella. Esta es otra diferencia entre la señal y la fuente
Por todo ello, desde nuestro punto de
vista, comprendemos que Isaac Newton posee la razón al plantear la
simultaneidad del tiempo para todos los eventos posibles en cualquier punto del
universo, y para cualquier observador, tanto estático como en movimientos. No pueden existir tiempos distintos en cada
punto del universo, ni aquí en la Tierra ni en el último planeta de la
última estrella del último universo.
La velocidad de la luz no le saca canas a la
primavera
Explicamos, en capítulos anteriores, que
le agregamos o quitamos números al reloj si la Tierra acelera o desacelera sus
ciclos de movimientos. De los instrumentos de medición el reloj es el único
manipulable, a veces rompe sus ligaduras cíclicas, pero esto no quiere decir
que el tiempo sea manipulable.
Esta manipulación solo acontece en la
pareja reloj-tiempo, ya que es imposible en las demás magnitudes físicas, como
por ejemplo, en la pareja cinta métrica- longitud, pues no podemos quitarle o
agregarle centímetros a la cinta métrica solo porque a una pared se le quitaron
o le agregaron más ladrillos.
Pero también existe otro tipo de
manipulación entre el reloj-tiempo sin necesidad de añadirle o quitarle números
al reloj, simplemente adelantando o retrocediendo los minutos y las horas,
mientras la vida continúa su andar normalmente.
Solo basta analizar un evento cotidiano,
como cuando un viajero se desplaza hacia otro país en avión, pero digamos a una
velocidad mayor que la normal de estos aparatos. Suponiendo que sale de
Colombia con destino a China a las 7:00 pm y solo se demora cinco minutos de
vuelo, es decir, llega a las 7:05 am, horario de China; mientras en Colombia
son las 7:05 pm. En este ejemplo, el avión sobrepasó doce meridianos en cinco
minutos. Al llegar a su destino el viajero, si lo desea, ajusta su reloj a la
hora del país visitante, es decir, 7: 05 am del día siguiente. En este caso el
viajero solo adelanta los minutos u horas de su reloj para sincronizarlo a un
nuevo horario; no ajusta su proceso evolutivo, tampoco su pasado, ni su futuro
ni su vida e historia. No se adelantó por algunas horas al futuro, solo se le
adelantó a un pedazo de ciclo de rotación de la Tierra, puesto que el
avión se desplazó más rápido que la rotación terrestre. Si el avión hubiese
volado a una velocidad menor a la rotación del planeta, el viajero no tendría
necesidad de concordar su reloj al horario del país visitante. Al volar más
rápido que el giro de rotación se hace necesario ajustar el reloj, no ajustamos
el tiempo, solo adelantamos el reloj a un nuevo horario impuesto por el ciclo
diario de la rotación y la ubicación de cada país. En cada punto de la Tierra
todo sucede en simultánea, tanto para el viajero y toda la tripulación, y para
la familia del viajero que se quedó en Colombia.
Vivimos sobre una roca giratoria con
líneas invisibles que determinan la hora en cada punto terrestre. El sol nace y
se oculta en horarios diferentes en cada zona, o en cada una de estas líneas.
Se festeja el año nuevo en horas diferentes, incluso, en días diferentes en
algunos países. El aleteo de un colibrí
ocurre en el mismo instante de cualquier suceso ubicado en cualquiera de
estas zonas, y en cualquier planeta del sistema solar y del universo.
Dramaticemos un poco este ejemplo de
manipulación del reloj, veamos qué pasa si dicho avión viajase alrededor del
sol a una velocidad mayor que la traslación del planeta. En este ejemplo, el
avión contabiliza más ciclos o años que el planeta Tierra, este hecho no quiere
indicar que su tripulación envejeció más rápido que el resto de los habitantes
de la Tierra. Los tripulantes del avión no han viajado al futuro, ni el reloj
caminó más de prisa para ellos, tampoco el tiempo se aceleró; y por supuesto,
los habitantes del planeta no se quedaron estacionados en el pasado, estos
subsistieron normalmente y a la par con la tripulación. Tampoco los tripulantes
envejecieron menos que los habitantes de la Tierra o viceversa, como lo sugiere
la paradoja de los gemelos o relojes. En este ejemplo, simplemente el avión ha
viajado más rápido que el ciclo de traslación de la Tierra. Cuando regresen a la
Tierra hallarán todo normal, su tiempo no transcurrió más de prisa que
cualquier ser humano que se quedó en la Tierra mientras ellos viajaban en la
nave.
Ahora veamos qué pasa si el avión
realizase un tour de una
semana alrededor del sol, a una velocidad aproximada a la de la luz.
Pero en este ejemplo tenemos que hacer algunos «cálculos alegres». La luz del
sol tarda en llegar a la Tierra ocho minutos, pero como la Tierra no gira
alrededor en forma circular sino elípticamente le agregaremos cuatro minutos
más, podrían ser tres o cinco o los que quieran, el resultado en este ejemplo
no es importante. Esto es: nuestra nave por cada giro alrededor del sol tarda
12 minutos; en cada hora la nave realiza 5 giros de traslación a velocidad de
la luz (60/12), en un día 120 giros (5x24), y en una semana 840 giros (7x120).
Supuestamente en este ejemplo los tripulantes cumplieron 840 cumpleaños o
festejaron esa misma cantidad de años nuevos, visto que la nave hizo de planeta
Tierra dando vueltas alrededor del sol. En este caso ningún tripulante de la
nave envejeció esa cantidad de años, su deterioro fue a la par con los que se
quedaron estacionados aquí en la Tierra mientras la nave hacía el vertiginoso
recorrido. Por muchos años o vueltas que haya realizado la nave, en este caso
840 años para sus tripulantes, para los no viajeros y los que se quedaron en la
Tierra lo que trascurrió fue una semana. En realidad lo que hay es un desajuste
de ciclos en el reloj, ya que el tiempo fue el mismo para todos. Tanto los tripulantes
como los habitantes de la Tierra envejecieron lo que realmente se envejece en
una semana. Ningún tripulante se transfiguró por la velocidad de la luz, ni los
relojes de la tripulación se paralizaron, tampoco se inmolaron al viajar a
velocidad de la luz.
Mientras la nave realizaba el tour a
velocidad cercana a la luz, nuestro planeta apenas avanzó unos kilómetros
alrededor del sol, el recorrido equivalente a una semana, le falta mucho para
completar su giro de 365 días o para el año, para ser exacto le restan 358
días. Lo que existe es un desbarajuste de vueltas, de distancia y velocidad,
pero no de tiempo o evolución. Todo transcurrió igual, en la Tierra, en la nave
y en cualquier esquina del universo. Simplemente la nave superó los ciclos de la
Tierra. En este ejemplo no importaría que la nave hubiese girado alrededor del
sol, o a cualquier dirección, o que viajase en línea recta a la estrella más
lejana y luego regresase en esa semana.
Si una nave extraterrestre viajase a
velocidad de la luz por todo el universo, de una estrella a la otra, ese suceso
no puede tener ninguna incidencia para los que habitamos en la Tierra. ¿Por qué
ha de tenerlo? Prácticamente eso fue lo mismo que ocurrió con los tripulantes
que hicieron el tour alrededor del
sol, no inciden en el rejuvenecimiento o deterioro de ningún ser sobre la
Tierra, de igual manera en cualquier punto del universo.
Y si por el contrario, qué tal si el avión
realizase cinco vuelos alrededor de la Tierra a una velocidad inferior a su
traslación, digamos la mitad. Esto es: un ciclo para la tripulación dura 730
días (365 x 2), y para los no viajeros los mismos 365 días (para este ejemplo).
En este caso los de la tripulación solemnizaron cinco cumpleaños o años nuevos,
mientras los que se quedaron en la Tierra lo solemnizaron en diez años. Por
ningún motivo la lentitud de la nave ha ejercido influencia alguna sobre sus
tripulantes, estos no envejecieron cinco años menos que los de la Tierra, y
mucho menos se han quedado en el pasado. Los de la tripulación y los no
viajeros, al igual que los demás seres vivos e inertes, se deterioraron lo que
se deterioran en diez años, ni un minuto más ni un minuto menos, solo que los
tripulantes estuvieron fuera de la Tierra recorriendo cinco vueltas al sol
durante ese periodo.
Si la Tierra girase alrededor del sol a
velocidades cercanas a la luz, cumpliríamos años y festejaríamos años nuevos
cada ocho minutos, y en nada afectaría nuestro progreso evolutivo y biológico,
aunque en este caso cumpliésemos miles de años en nuestras vidas, nuestro
promedio de vida es paralelo al que tenemos actualmente.
También existe una gran contrariedad entre
los viajes aéreos si los medimos con los viajes terrestres, porque al utilizar
estos dos medios de trasportes, y a la misma velocidad, no se recorre la misma
distancia entre dos puntos específicos. Cuando un avión y un tren parten desde
el mismo punto inicial para llegar a un mismo punto final: la distancia
recorrida no es la misma, puesto que existe un desplazo de la Tierra en contra
o a favor del avión. Esto porque la Tierra gira a favor o en contra de
cualquier aeroplano, o de cualquier medio que no utilice el suelo terrestre
para desplazarse de un lugar a otro, incluso también aplica para las aves,
mariposas y cualquier bicho volador.
En los desplazamientos vía aérea de un
lugar a otro, no en tierra (suelo), tenemos que tener presente si la
rotación de la Tierra gira a nuestro favor o en contra, es decir, si el
avión va en el mismo sentido al recorrido de la rotación o en sentido
contrario.
La Tierra gira sobre su propio eje a una
velocidad constante de 1.700 Km/h, mientras que la velocidad de los aviones
varía entre 500 a 1000 Km/h, si bien no es constante, de todos modos es muy
inferior a la de la Tierra. O sea, si viajamos en avión a algún punto del
planeta, con el eje terrestre rotando en contra de la trayectoria del avión: el
suelo de la Tierra se acerca a una velocidad de 1.700 Km/h hacia el avión.
Aunque coincidan en el mismo punto de destino, la velocidad de rotación acorta
la distancia a la trayectoria trazada por el avión. Este hecho solo se presenta
en los vuelos aéreos, no en recorridos terrestres, porque el avión no pisa la
superficie de la Tierra. Mientras que en un automóvil o tren, estos medios de
transporte están tocando el suelo terrestre todo el recorrido. De este modo,
por mucho que la rotación gire en su contra, nunca el punto de destino se
acercará al automóvil, este siempre se mantendrá la misma distancia entre el
punto de origen y el punto de destino. En los recorridos terrestres, no importa
que la Tierra gire a favor o en contra, o que la velocidad del automóvil sea
constante como el de la Tierra, o tenga una velocidad aproximada a la luz, o
que la Tierra acelere a velocidad extrema, o que la Tierra no mantenga su
velocidad constante, etc. El recorrido siempre será el mismo, no se acortan las
distancias, dado que el automóvil nunca despega sus llantas del suelo
terrestre. Siendo así: en los viajes aéreos la distancia entre ambos punto depende
de la rotación terrestre, es alterable; mientras que en los viajes terrestres
la distancia es inmodificable, es real.
Ejemplaricemos este asunto. Un avión se
desplaza de un punto A (partida) a
un punto B (destino),
con la Tierra girando en contra de la trayectoria del avión. Estos puntos A y B están
ubicados en el aire y en paralelo con
los puntos A´ y B´, ubicados en la superficie de la
Tierra, pues es el lugar donde realmente habitan las personas, no en el
aire. En este caso no sé cómo se las ingeniaría el piloto para
iniciar su despegue desde el aire. (Para comprender este ejemplo es importante
ver la grafica 1 y 2).
Gráfica 1 y 2. Observamos el avión despegar en paralelo a los puntos iniciales A´ y A. Al rotar la Tierra en contra de la nave, hace que el verdadero punto de destino B´ se acerque al punto A, de esta manera se acorta la distancia del recorrido en los viajes aéreos.
El ejemplo dice que la Tierra gira en
contra de la trayectoria del avión, su velocidad constante es mayor que a la
del avión. Aquí el lugar inicial A y
el lugar de destino B permanecen fijos, inmodificables, es la
distancia trazada por el avión. Pero los otros puntos el inicial A´ y el de destino B´ no son
fijos, se desplazan a medida que la rotación sigue su curso. Aclaremos que B´ no se desplaza hacia A´,
obvio, nunca lo alcanzará porque ambos puntos están atornillados en el suelo,
pero B´ sí se desplaza
hacia el avión y hacia A. La rotación en contra hace que B´ se
acerque hacia el avión a medida que este aparato se desplace de A hacia B.
Es como
si un pájaro despega sus alas desde un árbol y se dirige hacia una casa, y
desde allí nosotros caminamos hacia él. Nosotros podemos toparnos con el pájaro
en cualquier punto y llegar al árbol, porque ese punto inicial (árbol) siempre
permanece atornillado en su sitio, y la casa (destino) nunca tocará al árbol,
no importando que la rotación terrestre váyase en contra de la trayectoria del
ave.
No obstante, desde nuestra perspectiva que
nos impone la cotidianidad, este hecho pasa desapercibido, esto porque nos
concentramos en el movimiento del avión y no al movimiento del planeta. Este
inconveniente no se presentaría si la Tierra no tuviese movimientos espaciales,
en este caso, aunque el avión se mantenga en el aire, la distancia proyectada
entre ambos puntos A y B va hacer la misma a la distancia
proyectada en el suelo A´ y B´. Es como si el avión fuese un
medio terrestre, o estuviese rozando el suelo del planeta.
Por lo contrario, si el avión regresa su
vuelo, es decir, retorna a casa desde B o B´ al punto inicial A o A´, a la misma velocidad, desde
luego, en esta ocasión regresa con la rotación a favor del avión. En este
caso A´ no se aleja
de B´, están fijos en la
superficie terrestre; pero A´
se «aleja» del punto B,
porque la rotación terrestre va dejando atrás la velocidad del avión. Se alarga
un poco la distancia debido a las mismas razones aplicadas en el anterior
ejemplo. Ante esto, en los viajes aéreos existe un desbarajuste entre tiempo y
distancia.
El recorrido real del avión no es igual
para ambos ejemplos, ni para la rotación girando a favor del avión ni para esta
girando a favor del avión; a menos que el avión vuele a velocidad de 1.700
Km/h.
Todo cambia al hacer un viaje por vía
terrestre, en un automóvil o tren, desde el mismo punto inicia A´ al
punto de destino B´, a
la misma velocidad del avión del ejemplo anterior. Aquí no hay puntos
aéreos inicial A ni punto de destino B, solo
existen dos puntos terrestres, no espaciales como la del avión. En este caso
particular, al estar el automóvil «adherido» al suelo o rozando la
superficie de la Tierra impide que el punto final B´ se
«desplace» algunos kilómetros a su encuentro con el punto inicial. Estando el
vehículo «adherido» a la superficie necesariamente tiene que hacer todo el
verdadero recorrido del punto inicial A´
al destino B´. En
este ejemplo no se acorta la distancia, por lo tanto, en los viajes vía
terrestre no existe un desbarajuste de tiempo y distancia, no se gana minutos
ni horas. No importando que la Tierra gire a favor o en contra del automóvil o
tren, o a mayor velocidad, o a menor velocidad, o que este estática. Sí
sucede al viajar en un trasporte que no esté adherido a la superficie como en un aeroplano, incluso un
barco. (Ver grafica 3 y 4).
Gráfica 3 y 4. Observamos el despegue del automóvil desde el punto inicial A´ al destino B´. Sin importar que la rotación gire en contra del vehículo no se acorta la distancia, puesto que las ruedas del vehículo están adheridas al suelo terrestre.
En el recorrido aéreo, donde las ruedas
del avión no están «adheridas» a la superficie terrestre: la distancia varía,
no importando que el desplazamiento del avión sea de este a oeste y viceversa,
o de norte a sur y viceversa; puesto que el punto de encuentro o de destino se
«mueve» hacia otra posición. Mientras que en los recorridos terrestres el
vehículo no se despega del suelo terrestre, no importando que el desplazamiento
del automóvil o tren sea de este a oeste y viceversa, o de norte a sur y
viceversa. En este caso la distancia es real e invariable, no se acorta ni se
alarga la distancia. Esta contrariedad no se presentaría si viviésemos en un
mundo sin movimientos, con estas condiciones las distancias aéreas serán las
mismas que las distancias terrestres, pues aquí no hay desplazamiento de la
rotación terrestre.
En los medios acuáticos tampoco hay
contacto con el suelo terrestre, aunque el agua sea más densa que el aire y
hace su recorrido más lento, de todos modos, es aplicable las mismas leyes a
los recorridos aéreos.
Ahora un ejemplo extremo y cortico, ya que
estos ejemplos son los que realmente nos despeja cualquier duda científica.
Veamos qué pasa si la rotación terrestre pasa de 1.700 Km/h a 300.000 Km/
h, velocidad de la luz. Para no extendernos y complicarnos más, simplemente: al
dar un salto desde cualquier punto del planeta caeremos en otro meridiano, en
otro país, en otro océano, etc. No necesitaremos ningún medio de transporte
para viajar de un lugar a otro.
Gráfica 5 y 6. Si la Tierra girase sobre su propio
eje a velocidad de la luz, solo basta que demos un salto para sobrevolar uno
que otro meridiano, siendo así podríamos viajar a otro país sin pagar tiquetes
de transporte.
Desde el salto de un atleta hasta el
lanzamiento de un proyectil, el vuelo de una mariposa o cualquier movimiento de
cualquier objeto sobre la superficie terrestre (sin rozar el suelo) la
distancia recorrida no va a ser la correcta. Pues la Tierra se mueve a favor y
en contra del objeto o persona. Si lanzamos una pelota a un determinado punto,
en sentido contrario a la rotación terrestre, hubo un movimiento terrestre
desde donde cayó la pelota hacia donde se hizo el lanzamiento, por muy pequeño
que este sea, se acorta la distancia, en este caso la distancia recorrida no es
real. Lo mismo sucede al disparar proyectiles o cualquier artefacto de gran
velocidad que se lance en sentido contrario a la rotación terrestre. En este
caso siempre se acortará la distancia por muy mínima que sea, estamos hablando
hasta de micras. Contrario si lanzamos la pelota o un proyectil desde el mismo
punto inicial, pero en la misma dirección de la rotación planetaria, en este
ejemplo se alarga la distancia por muy pequeña que sea.
Esta es una clara confusión de
tiempo y espacio en distancias relativamente pequeña. Esto acontece porque a veces se nos
olvida que vivimos en una gran roca redonda y giratoria, y ese olvido nos da la
apariencia de un mundo plano, lugar donde no ocurre esta confusión. Nos
focalizamos en el vuelo del avión y no en el movimiento terrestre.
Si esto nos confunde en la cotidianidad,
en sucesos que están a nuestro alcance, los cuales podemos observar a simple
vista, cómo serían esos eventos fuera de nuestro planeta. Pues imaginémoslo,
conjeturemos lo que sucedería a distancias inconmensurables, a distancias en
que nunca podremos llegar, dentro de un espacio lleno de fantasmas y espejismos
cósmicos. Según la Teoría del big bang el universo se expande, sigue una
dirección de expan2sión aún no definida, nos lo dice
el corrimiento al rojo. Para entender esto recordemos el fenómeno de
inflación con el clásico ejemplo del globo desinflado marcado con puntitos, el
globo es el espacio y los puntitos son los cuerpos celestes. Al inflarse el
globo, dichos puntos toman distancias entre sí, entre más se infle el globo más
distancia entre ellos. Es decir, el espacio se expande y al estar la materia
adherida en el espacio, los cuerpos celestes toman distancias entre sí. Por
todo esto, para saber la distancia y el recorrido que realiza una luz hacia
nuestro planeta, desde cualquier punto del universo, se tiene que tener en
cuenta el corrimiento al rojo o azul, esto para saber si el espacio se corre
hacia nuestro favor o en contra. Conjuntamente, existen otros movimientos igual
de masivos que afectan las distancias y el tiempo, como las estrellas girando
alrededor de su galaxia. Con todo esto, queremos explicar que sí la rotación
acorta la distancia en los vuelos aéreos, de igual manera al viajar una nave
por el espacio se está enfrentando a la misma situación, pues cualquier punto o
destino en el universo se mueve a favor o en contra de la nave. O sea: la expansión del universo acorta o alarga
la distancia entre cualquier punto del universo, el punto inicial y el de
destino. Con este razonamiento podemos concluir que también existe un
desbarajuste monumental entre tiempo y distancia en los vuelos espaciales.
Hora interplanetaria
Suponiendo que todo el sistema solar sea
habitable, con vida inteligente en todos los planetas, para medir el tiempo
cada planeta tendría que construir sus propios relojes. Pues nuestros vecinos
también necesitan saber cuándo es la fecha de sus respectivos cumpleaños y su
próxima cosecha de tomates. Claro, estos relojes ajustados a lo que proyecte
cada uno de sus movimientos espaciales, a sus respectivos movimientos de
rotación o traslación de cada planeta. No se descartaría el hecho de tener un
patrón unificado, algo así como la «hora interplanetaria». Pero como somos los únicos seres
que moramos el sistema solar y en el universo conocido, todo se rige por
nuestros patrones de medidas. En el caso del tiempo en el sistema solar, cada
planeta lo medimos con nuestra unidad de minutos u horas. El reloj de Júpiter
es de 10 horas diarias terrestres; el día de Marte es igual al nuestro de 24
horas; el de Venus tendría un poquito de problemas para colocar tantos números
a su reloj, pues sabemos que en ese planeta el día es más largo que su año, a
su reloj no le cabrían los números, y en si tuviesen reloj de arena se
necesitaría una «tonelada» de granos.
El hecho de que la rotación o el día de
Júpiter sea de diez horas (casi la mitad de la rotación terrestre) y existiese
vida allí y vean salir el sol y ponerse más rápido, no quiere decir que el
tiempo trascurra más veloz en ese gigante gaseoso. Sus habitantes no van a
envejecer más rápido que nosotros, a menos que su evolución y genes los
dispongan de otra manera. Simplemente el planeta gigante ha dado más ciclos;
pero en todo caso, el tiempo es igual para todos. Los acontecimientos y
respetivos procesos biológicos de cada habitante planetario seguirían su curso
normal, en simultaneidad planetaria. Si alguien se muda a vivir a Plutón, cuya
traslación es de 248 vueltas terrestres, nunca cumpliría un año de vida, ya que
nuestro promedio de vida es de 75 a 80 años. El humano que se mudo a ese
planeta seguirá siendo un bebé; y no un bebé lactante, sino un bebe de 80
años, arrugado y con canas.
Echemos mano nuevamente del águila
especial, recuerden ese personaje ficticio de potente visión y con un promedio de vida millones de años de
existencia. En esta ocasión la ubicaremos en la hipotética nube de Oort, con la
vista puesta al sistema solar. Esto con el objetivo de echarle un vistazo a la
Tierra y sus vecinos. Simplemente el ave vería en simultanea nueve carruseles
dando vueltas con ciclos diferentes, en el mismo y eterno presente. Vería que
la duración que gasta un colibrí chupando una orquídea colombiana es la misma
de un marciano disfrutando una taza de café. No le sería difícil comprender que
un minuto aquí en la Tierra sucede en el mismo instante con cualquier planeta
del sistema solar, y con cualquier planeta de la última estrella del último
universo.
Como indicamos, al no existir vida en
nuestros planetas vecinos, utilizamos el patrón del tiempo del nuestro para
medir cualquier evento aquí y en todo el universo. En consecuencia todo evento
está regularizado por nuestro reloj terrestre de 24 horas y de 365 días, y
fraccionado en horas, minutos y segundos. Con los datos de nuestros ciclos
medimos los ciclos de todos los planetas, en síntesis: la hora de nuestro reloj
es el patrón interplanetario e interestelar. Los resultados de nuestro reloj
nos muestran que el aparente tiempo transcurre igual para todos los planetas,
no importando que algunos giren más rápido o más lento que otros, o que los
relojes de sus habitantes tengan más números o menos números.
Es como si en un fragmento de cinco
minutos, un grupo de personas se colocasen en un carrusel de caballitos que
gira a cierta velocidad, y otro grupo en un carrusel que gira a una velocidad
inferior. En este caso las manecillas del reloj se mueven igual para ambos
carruseles, no importando que un grupo dé más vueltas que el otro grupo,
incluso, sin importar que uno de estos carruseles no haya dado ni una sola
vuelta en ese fragmento: la variación es la misma, el tiempo de cinco minutos
ha pasado igual para ambos. Las personas de estos dos carruseles se deterioraron
biológicamente lo que le corresponde en esos cinco minutos, por muy pequeñísimo
que sea el deterioro. De igual manera sucede al medirse los ciclos rotacionales
de los nueve carruseles del sistema solar, todo transcurre en simultánea en un
fragmento de 24 horas terrestres. Se contarán más vueltas o ciclos en un
planeta que en otro, habrá cierta diferencia en ciclos; pero esencialmente en
todos los carruseles ha transcurrido las mismas 24 horas terrestres, la misma
variación, aunque algunos planetas como Venus y Mercurio no hayan realizado ni un solo ciclo rotacional en ese
fragmento. Cada habitante de cada planeta se deterioró lo que le corresponde en
ese curso de 24 horas terrestres.
Si existiese un reloj interplanetario
caminaría igual para todo el carrusel del sistema solar, independientemente del
número de vueltas que dé cada planeta alrededor del sol, incluso, sin importar
que un carrusel se encuentre en nuestro sistema solar o un sistema extrasolar.
Veamos los ciclos de nuestros planetas
vecinos medidos con nuestro reloj terrestre o «reloj interplanetario». Una
vuelta al sol de nuestro planeta tarda 365 días, un año nuestro. Pero hay
planetas que por su cercanía al sol su ciclo será más corto que el nuestro, de
menos días, en este caso: el año en Mercurio es de 88 días terrestres, y el de
Venus de 224. Y hay planetas que por su lejanía al sol su ciclo de traslación
es más largo que el nuestro: el ciclo de Marte es de 686 días terrestres,
el de Júpiter es de 11 años y 315 días, el de Saturno 29 años y 167 días,
Urano 84 años, el de Neptuno 164 años y 288 días y el de Plutón 248 años.
Esta situación nos confunde un poco, uno
que otro creerá que en Mercurio se envejecería más rápido si existiese
vida allí, pues los años nuevos y cumpleaños pasarían volando en ese pequeño
planeta. Mientras ellos celebran cuatro años nuevos (365/88) nosotros
celebramos uno. Asimismo, uno que otro despistado creerá también que en Júpiter
o Saturno se envejecería más lento, pues allí los cumpleaños y años nuevos
durarían más en llegar, y mientras aquí celebramos 11 años nuevos en Júpiter
celebran solo un año. La realidad es que se
envejece igual en el mismo lapso en cualquier punto del sistema solar y en
cualquier punto del universo, siempre y cuando tengamos el mismo sistema
biológico o código genético, porque esto es lo que determina a las especies
envejecer, y no la cantidad de vueltas de los cuerpos celestes. Todos los
hechos se dan al mismo instante, paralelamente en cualquier esquina del
universo, dado que el tiempo es uno solo y absoluto para cualquier evento del
universo.
Entendido lo anterior, continuaremos con
los típicos experimentos mentales, sin antes advertir que seguiremos siendo
repetitivos en el aspecto biológico de todo individuo.
Entonces imaginemos que naciesen cuatro
humanos a la misma hora en cuatro puntos diferentes del sistema solar, o cuatro
mellizos nacieron en la Tierra y tres fueron enviados desde muy niños a vivir a
otros planetas, o como quieran plantear la situación. El asunto es que los
cuatrillizos habitan en planetas diferentes: un mellizo está en nuestro
planeta, otro en Mercurio, otro en Júpiter y otro en Neptuno. Cuando la Tierra
haya dado una vuelta alrededor del sol: el humano que habita aquí cumpliría un año
de vida. En ese fragmento de 365 días terrestres, Júpiter ni Neptuno han dado
la primera vuelta al sol, por lo tanto, los humanos de esos planetas gigantes
no han cumplido su primer año de vida. En cambio en esos 365 días terrestres,
Mercurio ya ha dado cuatro vueltas y fracción (365/88), en este caso el humano
que se encuentra en allí cumpliría cuatro años de vida. Pero los ritmos de
crecimiento de los humanos de esos tres planetas son iguales al humano de la
Tierra, biológicamente los cuatro bebés humanos ya dejarían de gatear y
comenzarían a dar sus primeros pinitos, pues sus respectivas motricidades son
las de un bebé de un año, ya que todos los cuatro mellizos poseen el mismo
ritmo de crecimiento terrestre. Los procesos biológicos son inquebrantables e
independientes a los giros de las esferas celestes, en este caso a la cantidad
de vueltas de cada planeta del sistema solar.
Cuando la Tierra haya dado 11 vueltas al
sol: el humano terrestre ha cumplido 11 años de vida. En ese segmento Júpiter
ya ha dado su primera vuelta al sol: el humano que habita allí ya tiene su
primer añito de vida. A Neptuno aún le falta mucho para su primer ciclo: el
humano de allí aún no ha cumplido su primer año de vida. Y el planeta Mercurio
ya ha dado 45 vueltas y fracción (365x11/88 o 11x4): el humano mellizo que
habita allí ya tiene 44 o 45 años de vida. Pero estos cuatro humanos
biológicamente son niños terrestres de 11 años, aunque el de Mercurio haya
cumplido 45 años. Todos han mudado ya sus dientes de leche, montan en bicicleta
y van a la escuela en el mismo segmento de tiempo de los cuatro planetas. Sin
importar que el humano de Mercurio tenga 45 años y el de Neptuno no haya
cumplido su primer año de vida, las complexiones físicas y mentales son iguales
en todos los humanos aquí presentes, es decir, la de un niño de 11 años. El
hecho de que el humano de Neptuno no haya cumplido un año de vida, porque su
planeta aún no ha dado su vuelta al sol, no quiere decir que sea apenas un bebé
de brazos, este ya tiene la mentalidad y físico de niño de 11 años de la
Tierra. Lo mismo le sucede al humano de Júpiter, pues en su primer año de vida
ya puede montar en bicicleta al igual que sus tres hermanos. Al igual, el hecho
de que el humano de Mercurio tenga 45 años de vida, en realidad es un niño de
11 años y no un adulto. Lo que existe es un desbarajuste de ciclos y edades,
mas no de tiempo.
Continuando con el ejemplo, cuando la
Tierra haya dado 22 ciclos alrededor del sol: el hermano terrestre ha cumplido
22 años. Mientras el planeta Júpiter en ese fragmento ha dado apenas dos
vueltas al sol, por lo tanto: el humano que habita allí ya tiene dos años de
vida. Mientras en ese mismo fragmento el planeta Neptuno aún no ha dado su
primer ciclo alrededor del sol, de aquí que el humano que habita en ese gigante
azul no haya cumplido su primer año de vida. Mientras tanto, el planeta
Mercurio ha dado alrededor 88 vueltas y fracción (22x4): el humano de allí
cumplió 88 años terrestres. Ni el de Neptuno es un bebé ni el de Mercurio es un
anciano, las complexiones físicas y comportamientos de todos los hermanos son
iguales al de un adulto de 22 años terrestre. Aquí no importa que el humano de
Júpiter tenga apenas dos añitos, y el de Neptuno aún no haya cumplido su primer
año, y el de Mercurio tenga 88 años terrestres: todos los humanos siguen el
mismo proceso biológico. Quizás los cuatrillizos ya hayan terminados sus
estudios de secundaria, o estén en la universidad de sus respectivos planetas,
o sean rebeldes, con licencia de conducir, tengan sus respectivas parejas,
incluso tengan hijos; es decir, todo lo que hacen los humanos a la edad de 22
años. Todo sucede en un mismo carrusel planetario, en un mismo fragmento de
ciclos terrestres, pero a diferentes distancias de otros ciclos planetarios.
Todos los cuatro hermanos están en igualdad de condiciones físicas, ninguno es
más joven o más viejo que los demás. Aunque el de Mercurio tenga 88 años, no es
un anciano; y el de Júpiter con dos añitos, no es un bebé. Ambos tienen la
misma fisionomía biológica de un joven de 22 años terrestres.
Cuando el planeta Tierra haya dado 100
vueltas al sol: su humano ha cumplido 100 años. Ya mastica el agua, ad portas de colocarse la «piyama de
madera». El planeta Júpiter en ese mismo segmento ha dado cerca de nueve
vueltas al sol: el humano que vive allí cumpliría 9 años. También es un anciano
masticando el agua. El planeta Neptuno aún no ha dado su primera vuelta al sol:
el humano de ese planeta todavía no ha cumplido su primer añito. Pero también
es un anciano. Mercurio ha dado 400 vueltas al sol: su mellizo cumpliría 400
años. Al igual, es un anciano (de 100 años terrestres). Los tres hermanos
interplanetarios tienen la misma complexión física y comportamiento del humano
terrestre, es decir, la de un anciano de 100 años. Ya sus respectivos cuerpos
se han deteriorados bastante, y se deterioraron a la par: canas y piel
agrietada, pérdida de memoria, lentes, orejas grandes, todos tienen nietos y
están próximos a lo inexorable, etc. Esto porque los cuatrillizos están regidos
por el mismo ritmo de su desarrollo biológico y deterioro físico terrestre.
Todos los cuatro hermanos envejecieron
paralelamente y al ritmo de nuestra evolución, no importa que el de la Tierra
tenga 100 años, el de Júpiter solo tenga 11 años, el de Mercurio 400 años y
fracción, y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida. El de
Neptuno no es un bebé y el de Júpiter tampoco es un niño, todos son unos
ancianos. Los respectivos aspectos físicos son iguales para los cuatro hermanos,
no importando el desajuste de años o ciclos, de la cantidad de ciclos de sus
respectivos planetas y de la distancia.
El núcleo de cada célula de cada
individuo, responsable del almacenamiento de la información y luego transmitida
de generación en generación, no se da por enterado de que unos cuatrillizos se
hayan criado y progresado en planetas distintos. Todo transcurre en simultánea en todos los carruseles del universo.
El problema consiste en que poseemos una vista limitada, la cual no nos permite
ver esa simultaneidad, por tanto no vimos a los cuatrillizos crecer al mismo
ritmo de vida en los cuatro
carruseles.
El tercer reloj en la paradoja de los relojes
La paradoja de los gemelos o relojes,
propuesta por el físico Albert Einstein en las primeras luces del siglo pasado,
es el arquetipo de la teoría de la relatividad especial. La paradoja es un experimento
mental, la cual nos plantea la diferente percepción del tiempo entre dos
observadores y ante un solo suceso, uno de ellos estático y el otro en
movimiento, y a velocidad de la luz. Sabemos que para Einstein el tiempo
transcurre distinto desde cualquier punto del espacio en que se encuentre el
observador. Según él, hay dos tiempos distintos para un solo evento, debido a
que el tiempo se paraliza o se acorta si viaja a velocidades extremas como la
luz. Vale recordar que esta teoría contradice los postulados de Isaac Newton,
quien afirma que el tiempo trascurre en simultánea para distintos eventos.
La paradoja de los relojes imagina a dos
gemelos, uno viajero y el otro atornillado en la Tierra, es decir, uno en
movimiento y el otro fijo. El viajero dará una vuelta en un determinado tiempo
hacia la estrella más cercana montado en una nave a velocidades cercanas a la
luz; y su hermano lo verá partir. La hipótesis deduce que a la vuelta de la
nave a la Tierra, el gemelo en movimiento habría envejecido menos que su
hermano, dado que la teoría señala que el que ha estado sujeto a los cambios de
velocidad, en este caso el astronauta, su tiempo ha trascurrido más lentamente.
Pero la paradoja aparece cuando el gemelo que se quedó en la Tierra reclama que
es él el que ha viajado a la velocidad de la luz y no su hermano astronauta,
por lo tanto, quien ha envejecido más es el viajero de la nave y no el
terrestre. Con fórmulas y cálculos, entendibles solo para los matemáticos
extremos, se demostró que es el gemelo viajero quien ha envejecido menos.
En resumen, la paradoja nos plantea:
dados dos observadores sobre un solo evento, uno estático y el otro en
movimiento, el tiempo no trascurre igual para ambos.
Según las premisas de la
teoría de la Relatividad, el tiempo depende del observador. El tiempo medido
por un observador en reposo de un evento en movimiento aumenta a medida que la
velocidad aumenta, tendiendo a infinito cuando el evento se aproxima a la
velocidad de la luz. En la misma dinámica, la longitud de un cuerpo disminuye a
medida que su velocidad aumenta, tendiendo a cero cuando el cuerpo se aproxima
a la velocidad de la luz.
Además de la recíproca dualidad
espacio-tiempo, donde cada magnitud afecta a la otra, aparece unos de los
términos más fantasiosos de la historia de la ciencia, como lo es la dilatación
del tiempo. Según la
definición textual en uno de los portales más famosos de la web: «La dilatación del tiempo es el fenómeno predicho
por la teoría de la relatividad, por el cual un observador observa
que el reloj de otro (un reloj físicamente idéntico al suyo) está marcando
el tiempo a un ritmo menor que el suyo. Esto se suele interpretar
normalmente como que el tiempo se ha ralentizado para el otro reloj, pero eso
es cierto solamente en el contexto del sistema de referencia del observador».
No entiendo el porqué nadie ha colocado un
tercer o cuarto observador, o los que se necesiten, para objetar uno de los conflictos
familiares más viejo de la historia, como es este caso de la paradoja de los
gemelos o relojes. Un tercer observador
tendría una perspectiva distinta a la de los dos gemelos. Debido a que
nadie ha hecho esta labor procedemos a colocar nuestro tercer observador.
Obvio, no cualquier observador, colocaremos a nuestra águila especial, con una
libreta de notas en sus garras, y un reloj atómico sincronizado con los relojes
de ambos hermanos. En la paradoja el ave observará el evento desde un lugar
estratégico en el espacio, en un «palco de honor» entre la Tierra y la estrella
de destino de la nave. Desde allí, con su potente visión, tendrá su mirada fija
en los dos observadores (uno estático y el otro en movimiento), y de este modo
saber si es verdad que la velocidad de la luz manipula el proceso biológico o
la evolución normal de los individuos. A la larga, la misión del ave es
demostrar si una nave viajando a velocidades cercanas a la luz ralentiza el
proceso normal del organismo de su piloto, haciéndolo envejecer más lento que
su hermano, y por ende, de todos los habitantes del planeta. Pues eso es lo que
enseña la paradoja. Y por supuesto, a la vez demostrar una vez más que
todo evento ocurre en simultánea en cualquier esquina del universo.
Explicado lo anterior, como anunciamos,
asignaremos al águila en una «zona vip» en el espacio, en una segunda
estrella (B) ubicada entre la Tierra y la estrella de destino (A).
Y colocaremos la paradoja de la siguiente manera: el gemelo de la nave
(observador 1); gemelo terrestre
(observador 2); ave especial
(observador 3). El viaje de la nave
ida y vuelta tiene una duración de 50 años.
Cuando la nave despegue (observador 1),
el observador anclado en la Tierra (observador 2) no alcanza a ver
ni el polvo, visto que la nave viaja a velocidad de la luz. Mientras que el
águila especial (observador 3),
ubicado entre la Tierra y la estrella (A)
destino, desde su perspectiva la velocidad de la luz es lo más lento que pueda
existir en el universo, ya que este singular personaje observará la nave
caminar a paso lento, como la de un gusanito o tortuga en medio de la oscuridad
del espacio de la Tierra a la estrella (A). Dentro de algunos años el
ave observará la nave llegar a su destino, a la estrella (A) y luego la
nave dará la vuelta a la estrella e iniciar el lento regreso a la Tierra. En el
viaje de la ida y vuelta de la nave tripulada por el observador (1), en ese lento caminar por el
espacio, transcurrían otros eventos sobre la superficie de la Tierra, en todo
el sistema solar y en todo el universo. El águila especial, además de observar
todo el trascurso del evento, a la vez, echaba un vistazo a todo el planeta
Tierra: sus movimientos, su trasformación natural, el crecimiento normal y sin
sobresaltos de todo individuo, la oxidación natural y sin sobresaltos de
algunos metales, las mismas estaciones sin sobresaltos, etc. Del mismo modo
observaba en la estrella (A) su
pérdida normal combustible en ese fragmento. Del mismo modo evaluaba su propio
deterioro: sus garras para saber si se agrietaban y a sus plumas para ver si le
salían «canas». Echaba una mirada de vez en cuando al paisaje del universo, a
los alienígenas de otros planetas, a otras estrellas, agujeros negros, etc. Y
por supuesto, a lo que nos interesa, no perdió de vista el estado biológico del
gemelo viajero y del gemelo estático. Miraba su reloj atómico y los comparó con
ambos relojes de los gemelos: no halló paralización alguna de las manecillas de
los tres relojes. Tampoco notó trasfiguración física de la nave ni del piloto,
incluso, el piloto conservó su mismo peinado con el cual hundió el botón de
despegue.
Gráfica 7. En la paradoja de los relojes, el águila
desde la cumbre de una estrella no nota alteración del tiempo. La nave no se
acorta, los gemelos envejecen a la par, los relojes no se detienen ni se
autodestruyen, etc. Todo sucede dentro de las leyes naturales.
Ahora desde el punto de vista del gemelo
terrestre (observador 2). Este
observador con su visión limitada, la cual solo le permite ver lo que está
frente a sus narices, no sabrá lo que acontece con su gemelo astronauta
viajando en el ancho mar del universo, de esta manera es proclive a
fantasías cósmicas.
Y desde el punto de vista del astronauta
(observador 1), al igual, su visión
limitada no le permite ver más allá de sus narices, solo verá uno que otro
asteroide o cometa rozar su nave, uno que otro planeta vagabundo, etc., de
igual manera tiene que utilizar su fantasía para saber cuál es la suerte de su
gemelo terrestre. De todos modos, los ojos de ambos hermanos los posee (por
decirlo de alguna manera) el águila especial, el tercer observador, este
constata en su informe que todo trascurrió normalmente, sin alteraciones ni
saltitos inútiles del tiempo.
Cuando la nave regrese y pise suelo
terrestre, el águila en su informe confirmaría que todo ocurrió bajo la
normalidad de las leyes naturales, sin ningún contratiempo y en simultánea con
todos los puntos del ancho universo. Esencialmente en lo referente al gemelo de
la nave y al gemelo terrestre, ya que en ellos recae el propósito de la
paradoja.
El ave anotó en su cuaderno de notas lo
siguiente:
1)
Ninguno de los relojes se ralentizó más que el otro.
2) El
astronauta no se transfiguró, incluso, conservó su peinado de raya en la
izquierda, y su nave no se acortó por la velocidad de la luz. Las manecillas de
su reloj siguieron su marcha normal, su reloj no se ralentizo, tampoco se
paralizo ni mucho menos se autodestruyo. La complexión biológica del astronauta
gemelo no tuvo ningún sobresalto en el tiempo, la cantidad de arrugas que le
brotaron a su piel es la correspondiente a la cantidad de 50 años.
3) El
gemelo terrestre siguió su vida cotidiana acorde a ese segmento de tiempo, es
decir, todo lo que hace una persona terrestre: ir a la universidad, ejercer una
profesión, lidiar con complejos sociales, casarse, tener hijos, mostrarle a la
sociedad lo gracioso e inteligentes que son sus hijos, educarlos, llevarlos al
colegios, y así continuar el ciclo social, etc. Le brotaron la misma cantidad
de arrugas que le brotaron a su hermano, las manecillas de su reloj no fueron
alteradas, no aceleraron o desaceleraron.
4) Toda
la civilización terrestre no se transportó ni una milésima de segundo al pasado
o al futuro, los granos de arena de todos los relojes pasaron sin ningún contratiempo
por sus respectivos orificios. Siguió el avance de la tecnología, acorde a la
evolución y vida social. Las campanas del big Ben, de la Torre del reloj, en
Londres, no cedió ni un solo segundo a la eternidad, no dio un campanazo más ni
un campanazo menos. Sería absurdo que lo hiciese solo porque a alguien haya
viajado en una nave a velocidad de la luz.
5) La
pérdida de combustible de la estrella, y de todas las estrellas a su alrededor,
estuvo a la par con el agotamiento normal de esos 50 años.
6) El par
de arrugas que le brotaron en la piel del águila, y el par de «canas» en su
plumaje corresponden a la misma cantidad de todas las águilas especiales del
planeta o del universo. Tampoco sus uñas crecieron más de lo normal.
7) Los
nueve carruseles del sistema solar siguieron su curso normal alrededor del sol,
hicieron la cantidad de giros de traslación que le corresponde a cada uno en
esos 50 años terrestres. Ninguno avanzó más que su vecino. Es absurdo hacerlo
solo por el hecho de que un gemelo viajase en una nave a velocidad de la luz,
si así aconteciese se cruzarían todas las orbitas, y el caos orbital sería
total. Y, desde luego, el sol siguió siendo la enana que es.
Sobre este asunto, de lo
anotado por el águila en su cuaderno, hemos explicado hasta la saciedad que el
movimiento y la velocidad son independiente al proceso biológico y evolutivo de
cada ser, y que cualquier cambio físico de cada ser se da en miles de años.
También en este escrito nos hemos preguntado ¿Acaso las manecillas del reloj tienen poderes mágicos para cambiar su
ritmo marchante?, ¿o el reloj de arena tiene poderes esotéricos para
acelerar o ralentizar por si solo cada granito? Pues si esto es así, ¿acaso los
ventiladores o todos los instrumentos rotativos inventado por el hombre van a
ralentizar o acelerar el movimiento de sus elipses solo por el capricho de un
observador en movimiento?, ¿o la correa giratoria del motor de la nave del
gemelo astronauta se va a detener porque viaje a velocidad de la luz? Si fuese
así la nave se «despeñaría en el abismo espacial».
También hemos explicado que el reloj es
una herramienta de medición de ciclos, independiente a cualquier evento que
ocurra aquí y en cualquier punto del universo, y que la única razón para que
sus manecillas desaceleren o se aceleren es responsabilidad de su creador, del
agotamiento de su vida útil, o de algún accidente de esta herramienta. El reloj
no tiene impulsos para acelerar o desacelerar, o inmolarse a velocidad de la
luz, tampoco lo manipula el estado de movimiento de sus observadores; pues solo
mide rotaciones y traslaciones terrestres. Si una nave viaja a velocidades de
la luz, la Tierra tampoco deja de dar vueltas, igual que las manecillas del
reloj. La velocidad de la luz y el estado de movimiento de cualquier observador
son totalmente independientes a la función del reloj, funciones que dependen
del movimiento terrestre.
En lo esencial, en el reporte del águila,
las funciones biológicas de los tres observadores, la de ambos hermanos y la
del águila especial, nos dicen que no fueron alteraras, no cambian si un
observador viaja y el otro se queda fijo en un lugar. Tampoco ha de cambiar al
ritmo del movimiento, del vaivén de la velocidad. Es decir, las funciones
biológicas no cambian si el piloto mueve su palanca de velocidades, y pasa de
la velocidad de la luz a velocidad normal, luego vuelve a velocidad de la luz,
y luego a velocidad normal, y así sucesivamente. Absurdo pensar que a esos
cambios de ritmos en cierta distancia va a envejecer menos al piloto, después
lo va envejecer más, después menos, y así sucesivamente. Sería una locura que
envejezcamos al ritmo de una palanca de velocidades de una nave.
El núcleo de las células de cada
individuo, responsable del almacenamiento de la información y luego transmitida
de generación en generación, no se da por enterado de que un gemelo hubiese
viajado a velocidad de la luz y su hermano se hubiese quedado en la Tierra.
El tercer observador es el que tiene el
panorama total en esta paradoja, ya que ese panorama se le es negado a los
gemelos. El astronauta no puede ver más allá de la nave, su visión no le
alcanza para ver cuál es la suerte de su hermano atornillado en la Tierra, a la
vez, este tampoco sabe cuál es la suerte de su hermano astronauta. Esta
limitación es la que nos ha dado para especular con fantasías siderales. Pero
si ambos gemelos tuviesen visiones extraordinarias se vendría abajo cualquier
fantasía, pues el gemelo terrestre estaría enterado de todo el recorrido de la
nave de su hermano, y viceversa.
Al llegar el gemelo astronauta a la
Tierra, y luego revisar su nave, tal vez la encontrarán un poco deteriorada,
por choques de uno u otro meteorito; pero no oxidada, ya que estuvo exenta de
oxígeno, elemento causante de la oxidación.
En este experimento sideral, los
defensores de la relatividad han dado como un hecho la existencia de dos tiempos,
también la confusa dependencia entre tiempo y el espacio. En mayor parte se
debe a que nunca se les ha dado por colocar un tercer observador con
características especiales, quien certifique la instantaneidad de los sucesos,
la simultaneidad de todos los eventos que suceden en el universo, en movimiento
o estático. Ante esta paradoja, expusimos que todo trascurrió en simultánea en
los tres puntos distantes entre sí, tanto para el observador en movimiento, el
estático y el águila imaginaria.
Los relativistas deben entender que la visión de cualquier humano es
instantánea, no es una onda-partícula, no es un movimiento como la luz, la
cual tiene que recorrer millones de kilómetros hasta llegar a nosotros. Sucede
que toda la premisa relativista está basada en la velocidad de la luz, a qué
pasaría si viajáramos a su velocidad, forjándola de este modo a instantánea;
mas lo único instantáneo en el universo es la visión, la cual no es onda ni
partícula. La visión de todo ser registra todo acontecimiento, toda acción al
instante en nuestra vida cotidiana, pero hasta donde ella nos permite llegar.
Entre más avancemos a un lugar veríamos más la simultaneidad del sitio al cual
llegamos, pero no podemos notar la simultaneidad de los eventos de los sitios
que vamos dejando atrás, o los que están muy lejos a nuestro alcance. Con una
visión extraordinaria no tendríamos problemas en observar todo al mismo tiempo,
no importando si avancemos a un lugar o no.
El otro gran error de los relativistas es
confundir la luz con la fuente de luz, creando así los aterradores fantasmas
cósmicos, como los fantasmas de dinosaurios que regresan con la luces de las
estrellas contemporáneas de su época. No tenemos una visión especial para
demostrar la instantaneidad de los sucesos lejanos con los sucesos nuestros, la
cual despejaría todas las dudas de la
simultaneidad.
Subrayamos también que la masa no se encoge ni se transforma a velocidades extremas,
ni tampoco un ser humano se trasfigura. Entonces para dejar tranquilos a muchos, supongamos
que la nave verdaderamente se acorte o se divida en dos partes, esto
debido a un dispositivo de la misma, algo así como los transformers de las
series televisivas, o por un choque con un asteroide, el cual la partió en dos
pedazos. Es decir, la nave se parte en dos por motivos diferentes a la
velocidad de la luz. La masa en este caso se acorta, pero de todos modos
nuestro tercer observador especial vería ese hecho como un accidente dentro del
evento, o como una nave robot que se divide en dos, no percibiría la
paralización o dilatación del tiempo. El ave con su ojo privilegiado pondría su
vista en el reloj del astronauta, en el de su gemelo y en su propio reloj, así
vería las manecillas correr con normalidad y a la par. Obvio que la nave al
perder masa acelera su velocidad, en este caso más veloz que la luz o a la de
los neutrinos, de todos modos para el águila esa luz seguirá siendo un gusanito
que viaja por el espacio, un fenómeno lento.
Entonces la paradoja de esta novela de
hermanos surge cuando el gemelo terrestre reclama que él fue el que realmente
viajó a velocidad de la luz, por tanto, envejeció menos. Pues, siendo así,
según la teoría relativista, o por lo menos la entendemos así, todos los
habitantes de la Tierra igualmente envejecieron menos. Pues se supone entonces
que la Tierra es la nave del gemelo que se quedó estacionado, que ahora hace de
supuesto viajero terrestre, puesto que la Tierra es la que viaja por el
espacio. Desde cualquier punto de vista es irracional que toda una civilización
atrase o adelante su proceso evolutivo por culpa de una nave que viaja a velocidad
del la luz. Basado en todo lo que hemos expuesto, en esta paradoja ningún
humano, animal o planta ralentizaron sus respectivos procesos de crecimiento.
Todos los relojes de cada habitante caminaron con normalidad, salvo aquellos
que se deterioraron o se les acabó su vida útil, o los manipuló el hombre.
Ahora bien, si no ha quedado claro y para
no dejar cabos sueltos, continuemos con el final de esta paradoja: el regreso
de nuestra águila a la Tierra. Puesto que tuvo hambre y no hay nada que comer en
la cumbre de la estrella. Desde allí, el ave imaginaria, con su potente visión
divisó en la Tierra un conejillo de indias escondido en su madriguera. A esta
ave también le asignamos velocidades extremas en su regreso a la Tierra. Además
debemos añadir que si la ida y vuelta de la nave duró 50 años, el regreso
del águila a la Tierra estaría estimado en 25 años.
Sin más que agregar, el águila alza sus
alas desde la estrella a la Tierra, con la vista fija en el conejillo. Desde el
punto de vista del ave, a medida que avanza al planeta, notará que el roedor
cambia su aspecto físico gradualmente en el transcurso de los años; de la misma
manera, observará que la Tierra no gira sobre su eje más de prisa o menos;
observa la Tierra avanzar en su translación al mismo ritmo de duración como lo
hace siempre. Al echarle un vistazo al big Ben, el reloj de Londres, sabrá que
no da un campanazo más o un campanazo menos. Con el rabito del ojo mira su
cuerpo y a su plumaje, no nota nada extraño, solo el viento «solar» pegando con
fortaleza en su pecho. Su cambio físico va de acuerdo a su evolución, no se
trasfigura o acorta su tamaño. Si es de transfigurarse ha de ser por el viento
solar pegando en su rostro, igual que nos sucede cuando nos pega una fuerte
brisa o cuando los perros asoman la cabeza por la ventana de un carro en
movimiento; pero en el espacio vacío no hay cabida para transfiguración alguna.
En esos 25 años que dura el recorrido del ave al llegar a la Tierra hubo la
misma cantidad normal de giros de la Tierra alrededor del sol, es decir, 25
giros. El conejillo de indias sigue los acontecimientos cotidianos que
normalmente realiza en esos 25 ciclos de traslación: comer hierbas y zanahorias,
escabullirse de los lobos, dormir, reproducirse por montones, etc. Y por
supuesto, envejeció al igual que el águila, lo que realmente iba envejecer en
esos 25 años, ya que al sistema de información de sus células, le tiene sin
cuidado que un águila venga desde una estrella a velocidad de la luz a
merendárselo, esa labor le corresponde a las neuronas de su sistema nervioso Y
como el promedio de vida de estos roedores es de 25 años, (quizás mucho menos,
pero teníamos que ajustarlo al ejemplo), el caso es que este conejillo está
longevo, haciendo más fácil la labor al águila.
Al aterrizar el águila después de 25 años
volando por el espacio, y luego saciar su apetito, en su informe registró que
todo ese evento del conejillo transcurrió sobre una roca giratoria en esa
cantidad de ciclos, y sin modificaciones del espacio tiempo.
Es
ilógico que existan dos tiempos para un solo evento. También es
descabellado que el tiempo se paralice, que la masa se acorte a velocidades de
la luz y luego se unifique con el espacio. Todo evento o teoría no siempre
tiene que ser metido en una burbuja para demostrar que es verdadero. Dicho
esto, aclaramos, sin fórmulas, que no le pueden salir canas a la primavera solo
porque alguien viaje a velocidad de la luz.
Sobre las premisas de Isaac Newton, las
cuales indican que todos los eventos acontecen en simultánea en cualquier punto
del universo, yo le aderezaría lo siguiente: también acontecen en simultánea
con la última estrella del último universo.
Newton dentro
de los agujeros de Einstein (espacio–tiempo)
Ha existido mucha confusión sobre la
dualidad del espacio–tiempo dentro de la curvatura del mismo espacio, aspecto
importante de las teorías relativas de Albert Einstein, tanto la general como
la especial. Incluso, muchos científicos no la han llegado a comprender. Por
supuesto, no somos la excepción (aunque no soy científico), de todos modos nos
hemos rascado la cabeza más de una vez. En este ensayo haremos algunas
preguntas al respecto, tal vez nunca hechas sobre el tema. Pero antes de
cualquier inquietud es necesario explicar brevemente qué es la curvatura
espacial.
Einstein, este genio de la ciencia, para
darle solución a alguna falencias a la Ley de Gravitación universal de Newton,
específicamente la anomalía del planeta Mercurio en su perihelio, con una serie
de fórmulas realizó los ajustes necesarios para darle solución, a la vez,
también introdujo por primera vez el término de la curvatura
espacial.
Para explicar su teoría, Einstein en forma
didáctica ejemplifica y compara el espacio con una tela. Más bien una tela
estirada, la cual al colocar objetos (piedras o canicas), estas por la masa que
poseen hundirán la tela, para el ejemplo, la curvarán. Obviamente que las
canicas de mayor tamaño harán una profundidad mayor, y las pequeñas tendrán que
someterse a la profundidad que ejerce la canica grande. Siendo así, las
pequeñas siguen la curvatura que dejó la masa superior y giraran alrededor de
esta. Según la teoría relativista, igual sucede en el universo: la tela es el
espacio; y las canicas son todos los cuerpos celestes que se encuentren en
el universo, las estrellas, planetas, satélites, cometas etc.
Según la teoría, este ejemplo aplica en
nuestro sistema solar. La masa del sol hunde y curva todo alrededor de su zona
de ubicación, los cuerpos pequeños como los planetas y satélites caen en esa
curvatura y rodarán alrededor de ella, formando así su sistema planetario. De
la misma manera sucede con todas las estrellas que existen en el universo, las
cuales forman sus sistemas extrasolares atrayendo cuanto cuerpo pequeño se les
acerque a su agujero; igual sucede con las galaxias y los agujeros negros,
que curvan todo el espacio que rondan.
De esta manera Albert
Einstein explicó en su momento su teoría de la relatividad general,
donde interpreta la gravedad como una distorsión en el
espacio-tiempo influenciado por la energía de las masas, en pocas
palabras: las masas crean una depresión espacial. Desde luego, esta teoría
tiene otros elementos muchos más complejos, como la dualidad del
espacio-tiempo, la cual abarcaremos más adelante.
Existen en la web una gran
cantidad de vídeos de experimentos sobre este tema de telas y canicas, donde se
demuestra que las canicas siguen una trayectoria rotatoria sobre el hundimiento
o curvatura. No obstante, para que dichos experimentos tengan efectividad
se necesita ejercer una fuerza para hacer girar la canica pequeña alrededor o
hacia los extremos del agujero. Por el contrario, sin ninguna fuerza, las
canicas siguen una trayectoria en línea recta sobre la depresión ejercida por
la canica de mayor tamaño, hasta la profundidad para luego chocar con esta, es
decir, no sigue una trayectoria de la curva.
Explicado lo anterior, formulamos nuestras
inquietudes.
1. Si la tela del espacio se hunde para un
determinado lugar: ¿Qué sucede con el espacio adverso o contrario de ese lugar
curvo? Pues, desde nuestra perspectiva, la masa de nuestro sol curva el
espacio hacia abajo, o a su supuesto polo sur, delimitado caprichosamente
por el ser humano. A esa ubicación caen todos los planetas, a ese hueco
ejercido por el sol, entonces: ¿El espacio ubicado en su polo norte es plano?, ¿el espacio es plano sobre el sol y curvo
bajo el sol?, ¿qué pasa con el espacio del este y oeste del sol, es plano o
curvo?, ¿el espacio es más denso en una parte (norte) y menos denso en otras
(sur)?, ¿la tela espacial ubicada en el polo norte del sol está estirada?, ¿los
cuerpos despliegan mayor fuerza en uno de sus polos?
Lo que
entendemos de la teoría es que el espacio es plano en la parte superior del
sol, y que el sol no tiene fuerza para hundir la parte de esa tela espacial.
Mientras que el espacio que se halla debajo del sol es curvo y blando, porque
el sol tiene la suficiente fuerza para hundir la parte de esa tela espacial,
siendo así: ¿El universo es plano y
curvo a la vez?
Gráfica 8. El sol y cualquier esfera celeste hunden
el espacio a su supuesto polo sur: ¿Por qué precisamente hacia esa zona?, ¿por
qué no lo hunde hacia su polo norte, o su este u oeste?, ¿por qué el espacio es
débil en una zona y fuerte en otra? Además, siendo el sol redondo: ¿Por qué el
agujero que crea es elíptico?
Lo mismo
sucede con la Tierra, supuestamente hunde el espacio hacia abajo o hacia
nuestro polo sur, se considera ese espacio frágil; por lo tanto, el espacio que
se halla arriba de nuestro polo norte es un espacio plano y de mayor dureza. En
pocas palabras: ¿Por qué hay una sola y caprichosa tela espacial?
Desde
este punto de vista debería haber cambios en el binomio espacio-tiempo. Pues la
teoría de la relatividad sostiene que el espacio es curvo, contradiciendo de
esta manera a Newton, quien sostiene que es plano y tridimensional, sin la
cuarta dimensión como lo es el tiempo. Pero como observamos, se presenta una
dualidad con el espacio: espacio curvo y plano a la vez, curvo en el «polo sur»
de los objetos celestes, y espacio plano en el «polo norte». Esta nueva «dualidad» del espacio-curvo-plano, de alguna manera tiene que afectar al
concepto relativista de espacio-tiempo.
Esta
nueva contrariedad de espacio curvo en una zona del universo y espacio plano en
otra zona complicaría más este confuso tema, pues no estaríamos hablando de
espacio-tiempo, ya que tenemos que dividirlo en dos dualidades diferentes
(valga la redundancia), como: espacio
plano-tiempo, y espacio curvo-tiempo.
2. La teoría dice, o por lo menos se entiende así: el
espacio toma la forma del objeto causante de su hundimiento o curvatura. Es
decir, si el objeto es redondo, la depresión creada en la tela del
espacio ha de ser redonda; entonces, si un objeto es cuadrado, la forma de
su hundimiento ha de ser cuadrada; y si el objeto es triangular, el hundimiento
creado ha de tener figura triangular, etc. Pero resulta que
los movimientos de los planetas alrededor del sol siguen una trayectoria
elíptica. Hasta donde
sabemos nuestro sol es redondo y la figura que forma el hueco tiene forma de
huevo o de una tina de bañar y no de un círculo. Y esto se complica más al
saber que el sol no está en el centro de la elíptica, está ubicado cerca de uno
de sus focos, entonces: ¿Cómo es posible qué el sol curve el espacio
a su alrededor elípticamente?
3. La anomalía de Mercurio en su perihelio da para
hablar más. Pues recordemos que el inicio de su recorrido no coincide con el
final, en cada vuelta su punto final no toca el inicial. Para mayor
entendimiento y de manera clara, Mercurio al iniciar una vuelta al sol parte de
un punto A y al dar la vuelta no
regresa al mismo punto A. Ante esto,
entendemos que la curvatura o el hoyo del sol, por donde se mueve Mercurio: es
elástico o gelatinoso. En un ejemplo práctico, al colocar dentro de un balde
una pelota a dar vueltas en círculos entre dos puntos, es decir, dentro de un
hueco a una velocidad constante, aquí notaríamos que el balde no tiene porque
ancharse o achicarse ante la trayectoria de la pelota. El balde mantiene su
firmeza del polietileno, material del cual está construido. A menos, claro
está, que con el continuo roce de la pelota con la pared del balde llegará un
momento en que la pared se desgaste, se deprecie, y de este modo modifique el
ritmo de movimiento y distancia de la pelota en su órbita. Lo mismo sucedería
si la pelota girase sobre una tela, no importa que esta se estirase ante la
trayectoria de la pelota, de todos modos llegará el momento en que la tela se
desgaste y cambie el ritmo de orbita de la pelota. Pero no sucede así en el
espacio, el agujero no puede desgastarse, ensancharse o recogerse, a menos que
el sol lo hiciere. Por todo ello, la curvatura del espacio tampoco resuelve la
anomalía del pequeño planeta.
De otra parte y sobre este mismo tema,
todos se han concentrado en el perihelio de Mercurio y nadie lo ha hecho en su
afelio. Pues en un lado acelera (perihelio) formando dos amaneceres en un mismo
día en el planeta; y en el otro (afelio) desacelera o mantiene el ritmo normal
de la órbita. Surge la duda, pues si los dos extremos de una elipse son
iguales, es decir, geométricamente el perihelio y el afelio son iguales,
entonces: ¿Por qué se presenta estas diferencias de velocidades en un mismo
agujero elíptico? Aquí estamos hablando de que un hueco espacial tiene la
propiedad de acelerar y desacelerar un cuerpo caprichosamente, sin ningún
motivo aparente. En un extremo de la elipse, Mercurio acelera y en el otro
extremo desacelera. ¿El hundimiento elíptico del sol es anómalo? Si fuese
exacto, Mercurio mantendría el mismo ritmo de velocidad; tal vez, también
tendría dos nuevos amaneceres cuando este se acerque al afelio, para
un total de cuatro puestas del sol en un solo día en los cielos oscuros del
planeta.
Es evidente que el sol perturba la órbita
del diminuto planeta, pero no ha de ser por su hundimiento en el espacio.
Empero, la discusión sigue abierta: si se perturba por los conceptos de la Ley
de Gravitación universal de Newton o no; o por ambos conceptos, por la fuerza
gravitacional o por los agujeros espaciales. Cualquiera que sea la respuesta
estaríamos describiendo la atracción gravitacional de Newton dentro de los
agujeros de Einstein. Algo así como el agua y el aceite juntos.
4. Si aplicamos el concepto de la tela espacial y su
curvatura en el sistema solar: ¿Por qué algunos planetas se inclinan demasiado
respecto al plano orbital? El área definida de la órbita de la Tierra alrededor
del sol la denominamos eclíptica, entonces según el concepto de de curvatura
espacial esa área es un hundimiento. El plano ecuatorial del planeta está
desviado 23,5° de dicha área, esto quiere decir que la Tierra gira inclinado
alrededor de ese hueco en esa cantidad de grados, lo cual es mucho dentro un
hueco; no obstante, según los experimentos de telas y canicas demuestran que
estos objetos pueden rodar inclinados. Pero esto se dramatiza un poco, porque
la Tierra curva el espacio y allí cae la luna. Y el plano ecuatorial de la luna
también esta desviado en esa zona hueca y, a la vez, no está alineada al gran
plano de la eclíptica del sol o ese gran hueco que ejerce el sol, este es el
motivo por el cual no hay eclipses solares cada mes. Pero a lo que me refiero
es que estamos hablando de espacios curvos dentro de otros espacios curvos.
Esto se complica más: ¡¿Agujeros dentro
de agujeros?!
¿Por qué cada planeta posee un plano
orbital diferente dentro de la curvatura del sol? Algunos planetas no siguen la
gran curva trazada por el sol, como el caso específico de Mercurio,
causante del origen de la relatividad. A más de mantener una órbita
excéntrica, esta es casi diagonal al sol y pareciera como si «levitara» dentro
de la depresión ejercida por el sol. Su órbita además es anárquica y
parece el modelo de un átomo de hidrógeno. Lo cierto es que el perihelio de
Mercurio se desplaza en cada movimiento de traslación, en cada vuelta su punto
final no toca el inicial, de este modo plasmará una especie de espiral múltiple
en décadas o siglos. Es decir, en cada vuelta al sol, este diminuto planeta
sube respecto al plano orbital, o sube un «escalón» dentro de la curvatura
espacial impuesta por el sol, como si dentro del hueco trazado por el sol
hubiese una escalera: ¿Curvaturas múltiples originados por una sola masa?
La teoría relativista o de universo curvo
nació con el objetivo de ponerle fin a esta anomalía del planeta
Mercurio, puesto que el concepto de la ley gravitacional de Isaac
Newton no pudo dar solución. No obstante, el relativismo complica mucho
más la escena de Mercurio en el espacio, u ocultó un problema mayor, pues este
planeta no sigue el hueco espacial trazado por el sol hacia abajo: la
sigue por encima y por debajo del ecuador del sol en un mismo giro. Mercurio se
inclina tanto que en su desplazamiento por año, sigue la parte hueca (polo sur
del sol) del espacio que traza el sol, y luego sigue la parte plana (polo norte
del sol) del espacio que no traza el sol, y esta anarquía pone en aprieto a la
curvatura espacial y a las leyes gravitacionales.
Hasta el momento la relatividad de
Einstein ni las leyes gravitacionales de Newton le han dado solución a la
anomalía de Mercurio. Siendo este planeta tan diminuto y tan cerca del sol
debería respetar la gran gravedad del sol un poquito más, pero no lo hace.
Aunque últimamente han hallado Jupiteres
gigantes girando demasiada cerca de sus estrellas, esto complica mucho más
el fenómeno gravitacional.
Otro
ejemplo dramático de «levitación orbital» dentro de los agujeros de la tela
espacial la localizamos en los satélites de Urano. Conocemos que el
eje de rotación de este gigante gaseoso tiene una inclinación de 98° con
respecto al plano del sistema solar, esto quiere decir que este
planeta se encuentra acostado en su ecuador respecto al gran hueco de la
eclíptica del sol. Para ilustración clara, el polo sur es la parte más caliente
de este gigante azul, pues allí caen los rayos solares (algo así como el
ecuador terrestre). Pero en este fenómeno, inexplicablemente los anillos y
satélites de Urano siguen la trayectoria del eje de su ecuador. Este
escenario es más complejo que el de Mercurio, pues Urano hace «levitar» a sus satélites dentro del hundimiento ejercido
por el planeta, y dentro del agujero de la eclíptica ejercido por el sol.
Los satélites son anárquicos a la curvatura trazada por el sol, pues siguen la
curvatura de Urano e ignoran la del sol. ¿Cómo es posible que Urano despliegue
un hueco opuesto al trazado por el sol, y que sus satélites y anillos no sigan
el mismo trazado?, ¿agujero espacial dentro de otro agujero?, ¿satélites
levitando dentro de dos agujeros espaciales?, ¿la Ley de Gravitación universal
de Newton dentro de dos agujeros de Einstein?
Sabemos que en el ejemplo de las canicas,
estas siguen la única pared de la tela, es decir, rozan la parte física. Según
este concepto, todos los planetas tendrían que girar sobre esa única tela. Pero
en el sistema solar existen nueve telas, sin contar el cinturón de asteroides y
el de Kuiper, eso quiere decir que la misma masa del sol hunde el espacio nueve
veces. ¿Cómo explica las leyes de la física la formación de tantas telas en un
solo hueco?
5. Viene de la pregunta anterior: ¿Cómo
podemos entender el fenómeno de los «sub- agujeros espaciales»? Estoy
refiriéndome a una curva dentro de otra curva. Hago la pregunta porque según la
teoría de la tela espacial, el sol hunde el espacio a su alrededor, allí caen
los planetas para formar así su sistema planetario; los planetas a su vez
hunden su espacio alrededor y allí caen los satélites, y algunos satélites
hunden el espacio y allí cae uno que otro asteroide. En nuestro caso, el sol
hunde a la Tierra y esta a la vez lo hace con la luna, pues, ¿Cómo es posible
esto en una sola tela espacial?, ¿si ya existe un agujero cómo puede ser
posible de que de allí se genere otro agujero?, ¿por qué esa tela no se diluye
agujero tras agujero? Agujeros espaciales dentro de otros agujeros se aleja de
la física. No existen experimentos o videos didácticos en la web sobre este
tema de «sub-agujeros» en una misma tela, aunque eso es lo de menos.
Además de la complicación de Urano
hundiendo el espacio en forma inversa a los demás planetas, y sus satélites
hundiéndose en un hueco diferente al trazado por el sol, esto se complica más al existir
«sub-agujeros» muy pequeños o especiales en el espacio. Como por ejemplo,
en el cinturón de asteroides se halló una de estas rocas girando
alrededor de otra, ¿Cómo esta roca con poca masa y poca energía puede curvar el
espacio, una zona ya agujereada por el sol y Júpiter?, ¿y por qué son los
únicos en hacerlo? Los demás asteroides siguen su trayectoria circular
dentro de ese agujero establecido por la eclíptica del sol.
Entendemos que el cinturón de
asteroide es dominado por la fuerza de gravedad del sol y en poca medida
por la de Júpiter, si no fuese así ese conjunto de escombros ya se hubiesen
precipitado totalmente al sol, o expulsados del sistema solar. Por lo tanto,
cómo explica el relativismo ese choque de agujeros, es decir, el agujero del sol y el agujero de Júpiter
jalándose entre sí. ¿Dos agujeros jalándose entre sí? Creo que estamos
hablando otra vez de la gravitación universal de Newton dentro de los agujeros
de Einstein, o viceversa.
6.
¿Qué hay del fenómeno de los sistemas binarios? En el universo se da el fenómeno donde dos cuerpos giran
alrededor de un centro de masa, lo hacen las estrellas, los planetas y hasta
los asteroides. Se les denomina sistemas binarios. Este suceso se presenta
cuando los dos objetos poseen casi la misma masa, de este modo equilibran
sus respectivas masas y así forman dicho centro de gravedad.
Algunos sostienen que la Tierra y la luna
son un sistema binario, al igual que Plutón y Caronte. En estos
sistemas se entiende que cada cuerpo hunde la tela espacia, claro, formando así
dos agujeros diferentes, y con este fenómeno se generan dos eventos
lógicos: ningunos caerían a sus propios agujeros espaciales, o ambos caerían a
sus propios agujeros. ¿Qué cuerpo hunde al otro?, ¿ambos agujeros se hunden? Si
ambos cuerpos se hunden es porque existe un cuerpo superior que los hace
hundirse, un cuerpo superior que origine esa curvatura, pero, ¿Dónde está ese
cuerpo? Además, son un misterio estos agujeros formados por las masas que giran
alrededor de un centro de masa, y aún no sabemos si dicho centro es otro
agujero. En el caso de que el centro de masa sea un agujero sería más
descabellado que agujeros espaciales girasen alrededor de otro. Es ilógico que
esos agujeros o centros de masa girasen alrededor de la curvatura trazada por
el sol.
El centro de masa no puede ser un hueco,
pues dos cuerpos con sus respectivos huecos girando a su alrededor y, a la vez,
alrededor del hueco trazado por el sol es algo que riñe con la lógica.
Pero todo esto se enreda un poco más
cuando estos sistemas binarios hospedan un nuevo vecino y forman un sistema
ternario, los cuales abundan en todo nuestro universo, desatando trilogías de
agujeros jalándose entre sí.
En los sistemas binarios o ternarios
tendríamos que hablar entonces del concepto de la gravitación universal de
Isaac Newton, pues esta se refiere a la atracción entre varias
masas y no la atracción de una miscelánea de agujeros. De cualquier
manera, nuevamente estaríamos echando mano de la gravitación de
Newton dentro de los agujeros de Einstein.
7. ¿Qué hay del fenómeno de las mareas en los cuerpos
celestes? En las mareas, un cuerpo masivo, que podría ser una estrella o un
planeta, revuelven el interior de otro objeto de menor masa, lo fragmentan
totalmente, y así crean placas tectónicas o producen vulcanismo, además de
agitar sus olas. O simplemente moldean un poco su aspecto físico redondo,
alargado o achatado. En nuestro sistema solar, el sol y los planetas gigantes
han sido los responsables del vulcanismo en los rocosos y satélites. Es obvio
que este fenómeno no puede ser producto de los agujeros espaciales. ¿Cómo podría un agujero menear el interior
de un cuerpo celeste, generar allí actividad volcánica y tectónica de
placas?
El vulcanismo en nuestra Tierra se da
gracias a la fuerza masiva del sol, siendo este un típico caso de la
gravitación de Newton, puesto que no está dentro de la física que los
agujeros de la tela espacial sean los responsables de estos fenómenos.
Sería algo descabellado y estaríamos de nuevo en contra de nuestra lógica, que
los agujeros revuelvan el interior y exterior de los objetos celestes. De todos
modos es otro caso ilógico de la gravitación universal dentro de los
agujeros de la relatividad.
8. ¿Cómo explica la relatividad la
formación del sistema solar? Si la explicación es dada por el hecho
de que estábamos a merced de una nube de polvo y gas, por supuesto, la
curvatura espacial de dicha nube ha de ser amorfa. La nube se constriñó, se
formó el sol y este absorbió casi totalmente esa nube de polvo y gas, dejó un
escaso remanente en forma de anillo del cual se formaron los planetas. El sol
cambió el aspecto de la curvatura espacial, antes era un agujero sin forma, en
los actuales momentos el sistema solar no es más que un agujero redondeado por
la fuerza ejercida por el sol sobre la tela espacial. Entonces, cómo se explica
que mientras el sol hacía girar las migajas de polvo y gas, al mismo tiempo
dentro de su gran agujero chocaban y se unían diminutas rocas que giraban a
gran velocidad para formar planetasimales, y estos a la vez formaban
estructuras más complejas como los satélites y planetas. Cómo se pueden
ensamblar estas estructuras dentro de un agujero, para esta empresa se necesita
la ley gravitacional de Newton. Imposible que dentro de un agujero se unan partículas,
pues si seguimos el ejemplo de la tela y las canicas, estas solo pueden girar
dentro de la curvatura, pero no ensamblarse, como sucedió con el origen del
sistema solar.
9. ¿Cómo explica la relatividad la formación de
los agujeros negros? Pues vemos que estos atraen toda la materia del universo,
incluso, la luz y uno que otro agujero negro. Estos monstruos espaciales
son productos de la destrucción de estrellas masivas. Al desaparecer
una estrella grande no desaparece su gravedad, puesto que esta es la materia
prima de la formación de estos poderosos agujeros. Siendo así, se supone que
tampoco ha de desaparecer el agujero creado en la tela espacial que su
masa formaba cuando era una estrella masiva, es decir, antes que explotase la
estrella, esta seguía curvando el espacio. Ante este caso: la gravedad es un
agujero, y esta gravedad crea otro agujero en la tela espacial. O sea: los
agujeros negros (gravedad) también curvan la tela espacial.
Nuestro sol no es una estrella masiva, es una
estrella enana, cuando desaparezca desaparece también el agujero que había
formado en el espacio, ese que hace girar a los planetas según la teoría
relativista. Pero si el sol hubiese sido una estrella gigante, al agotar todo
su combustible permanece su gravedad y da origen a un agujero negro, a lo mejor
nuestro planeta se precipite al agujero, en este caso no seremos chupados por
el sol.
El hecho es que en este fenómeno
de la creación de los agujeros negros prevalece la fuerza de gravedad
de Newton sobre los agujeros de Einstein. Se comprende entonces que es la
gravedad y no la masa lo que curva la tela espacial, el sol no curva el
espacio, sino la gravedad que posee.
Aún no sabemos que es la gravedad, si es
masa o energía, sigue siendo uno de los grandes misterios de la ciencia. Y los agujeros negros al parecer representan la gravedad bruta del universo, esa
gravedad desnuda sin ropaje, la cual curva el espacio. Desde este punto de
vista, los agujeros negros atraen todo tipo de masa y de energía como la luz,
también atraen a la gravedad desnuda de otro agujero. Y es verdad, dos
agujeros negros se atraen entre sí cumpliendo al pie de la letra la ley
gravitacional de Newton, esa que dice:
«Dos cuerpos se atraen con una fuerza
directamente proporcional al cuadrado de sus masas e inversamente proporcional
al cuadrado de la distancia que las separa, y está dirigida según la recta que
une los cuerpos». En
este caso no van a ser dos cuerpos celestes, como la Tierra atrayendo a la
luna, sino un agujero negro ejerciendo todo su potencial gravitatorio sobre
otro agujero de menor tamaño. Luego haciéndolo girar a su alrededor, o en su
defecto colisionando entre sí, de este modo haciendo mucho más enorme el
agujero ganador, supongo. Esto es: la gravedad desnuda del universo (agujeros
negros) atrayendo a otra gravedad desnuda. Y esto se pondría mucho más
complicado si dos agujeros negros casi del mismo tamaño se atrajesen, en este
caso formarían un megacentro de masa, es decir, formarían otro gran agujero en
el espacio. Algo así como un «trípode» de agujeros.
Traje a colación las anteriores preguntas
para demostrar que la Ley de Gravitación
universal de Newton no se puede echar por la borda como lo han pretendido
hacer muchos científicos, siempre permanecerán allí con universos curvos o no,
con espacio tridimensional o tetradimensional, con el tiempo como cuarta dimensión
o no.
Realizadas las preguntas sobre la
curvatura del espacio, todas referente a lo concreto, ahora abarquemos la parte
abstracta y más compleja y poco entendible para muchos científicos o no
científicos, como lo es la dualidad entre espacio-tiempo.
Isaac Newton postula un espacio de tres
dimensiones: Ancho, longitud y profundidad. Y no considera estas dimensiones
recíprocas al tiempo. Para él, el tiempo es una coordenada independiente
de las coordenadas espaciales y es una magnitud idéntica para cualquier
observador. Contrario a esta teoría, la relatividad de Albert Einstein se
armoniza con el modelo de coordenadas tridimensionales, pero le añade una
cuarta dimensión como lo es el tiempo. Considera que el tiempo debe ir enlazado
con el espacio, de allí el término espacio-tiempo. Para Einstein el tiempo
tiene extensión espacial y este cambia de acuerdo a las condiciones de las
otras tres dimensiones del espacio (ancho, longitud, profundidad). Según esta
premisa, el tiempo es reciproco a la anchura, a la longitud y a la profundidad.
Esto quiere decir que cualquier cambio que se presentare en alguna dimensión
afectaría a la otra. Entonces entendemos que si un cuerpo aumenta su longitud
en un determinado evento haría cambiar su anchura, su profundidad y el tiempo;
y si en el remoto caso de que el tiempo de un saltito, tanto el ancho como la
longitud y profundidad también presentarían cambios.
Estas premisas relativistas tienen a uno
que otro científico rascándose la cabeza. En este ensayo hemos expresado que el
tiempo es algo intangible, un conteo (a través del reloj) de movimientos
terrestres mezclados con sucesos biológicos y sociales, y con el deterioro de
toda la materia en el universo. Y asimismo, el tiempo es independiente a todo movimiento
y velocidad de las masas, y a su deterioro, entonces: ¿Cómo es posible que algo intangible como el tiempo incida en algo
tangible como la masa?, ¿cómo es que el ancho, la altura y la profundidad
del planeta inciden con el tiempo?
Esto del espacio-tiempo es un término muy
complicado, de digerir fácilmente. Para entenderlo tenemos que explicar cada
término por separado.
Siendo así, comencemos con el tiempo. Solo
es recordar de manera breve lo que hemos expresado. El tiempo es la única
magnitud física intangible a la cual le otorgamos propiedades y cualidades
medibles. Mide a través del reloj la duración y variación de eventos evolutivos
y sociales, mientras que simultáneamente se producen los ciclos terrestres,
esos ciclos que marcan el patrón del tiempo. La principal función es ordenar
los sucesos en secuencias, estableciendo un falso pasado y anhelado un
futuro dentro de un solo presente.
El origen y fin del tiempo depende de los
movimientos circulares y constante de las esferas celestes: sin una masa rotativa constante no existe
el tiempo. Para su medición necesita de un instrumento como lo es el reloj,
igual que el clima al termómetro, o la longitud a una cinta métrica, o la
presión al barómetro, etc. El reloj también mide eventos tangibles, como los
ciclos de las esferas giratorias, los cueles se dan en simultanea con la
transformación de la materia, es decir, con los eventos naturales y sociales.
En todo caso, son ciclos que notamos a simple vista, e independientes a cada
evento natural y social que ocurre en la superficie de las esferas giratorias.
Lo confusión se presenta en el resultado de todos estos conteos de ciclos, lo
que llamamos tiempo: es intangible. Algo que no ocurre con las demás magnitudes
físicas.
Sin duda, de las magnitudes físicas, el
tiempo es la más compleja, pues hace que el eterno presente lo percibamos como
un pasado y futuro. Percibimos la noción del tiempo, algo intangible que lo
sentimos como real, esto debido a muchos factores que explicamos en capítulos
anteriores.
Ahora ocupémonos del espacio. Cuando nos
hablan del espacio se nos viene a la mente la zona aparentemente vacía del
cielo nocturno, o las distancias entre una estrella a la otra. En realidad son
distancias descomunales entre un punto y el otro, parece un desierto oscuro.
Nada más falso, porque está atiborrado de materia móvil, de planetas
vagabundos, de luz, de materia y energía oscura, de agujeros negros. Y como
todo desierto que se respete es propenso para toda clase de avistamientos y
fantasmas cósmicos, por tanto, ese espacio no es la excepción. Allí ocurren
cualquier clase de eventos, muchos no captados por el ojo humano, solo a través
de la tecnología se han descubierto galaxias, agujeros negros, sistemas
extrasolares, etc., y, desde luego, en esa zona aparentemente vacía se
hacen mediciones de todo tipo, muchas difíciles de calcular.
El significado de espacio varía en las
distintas disciplinas, en términos
generales se refiere al espacio físico, al espacio geográfico o al espacio
exterior. Pero de las «miles» de definiciones nos aproximamos a
estas: «El lugar donde existen los objetos y los fenómenos físicos, y donde
estos tienen una posición y dirección. Esta otra es la descripción de la física clásica: «Lugar de tres dimensiones donde cualquier
posición puede ser descrita mediante tres coordenadas cartesianas». En
esta segunda definición le agregamos la cuarta dimensión de Einstein como lo es
el tiempo, para entrar en armonía con la relatividad, y de este modo vayamos
entendiendo esto de espacio-tiempo.
El espacio del cielo lo podríamos dividir
en espacio aparentemente vacio, el cual ya describimos, y el espacio material.
Este espacio material es fácil de identificar, pues son las estrellas y
planetas, o cualquier objeto que podamos palpar. Pero el detalle es que los
movimientos cíclicos de esos cuerpos los utilizamos para medir el tiempo. Es
decir, utilizamos pequeñas muestras del espacio infinito (rocas gigantes) para
medir el tiempo, incluso, el tiempo de ese pequeño espacio. Premisa propensa a
confusión, porque parece una dualidad de espacio-tiempo, pero no lo es.
Hasta aquí hemos explicado lo que es el
tiempo y el espacio, cada término por separado, ahora viene la parte más
difícil del asunto como lo es la dualidad espacio-tiempo propuesto por
Einstein, y, lo más difícil aún, objetar dicha dualidad.
En las imágenes que nos presentan del
modelo tridimensional, modelo Newtoniano, observamos cantidades de líneas
imaginarias que se interceptan, llamadas dimensiones, estas son: ancho,
longitud y profundidad. Todas son sinónimos de lugar en un espacio infinito.
Imaginemos un plano cartesiano, donde el objetivo de estas líneas es ubicar un
lugar en el universo. Vemos que no aparece la cuarta dimensión o tiempo, como
sabemos para Newton el espacio o lugar es independiente al tiempo.
Para los defensores de la
teoría relativista ese mismo espacio físico es ideado por las mismas tres
dimensiones lineales más el tiempo, ilustrando así una parte de un
infinito continuo de cuatro dimensiones. Imaginemos que en una hoja
cuadriculada dibujamos el plano cartesiano, pues bien, ese es el modelo de
newton. Pero si dibujamos ese mismo plano, no en una hoja cuadriculada, sino en
una tela y le agregamos una cuarta línea imaginaria llamada tiempo, estamos en
presencia del modelo relativista. Pues la tela en presencia de materia se hunde
o curva, siendo ese el motivo por el cual para Einstein el espacio no es plano,
sino curvo. Al agregarle la conflictiva cuarta dimensión para formar el binomio
espacio-tiempo, donde la una depende necesariamente de la otra, esto quiere
decir que el tiempo depende del lugar y viceversa. Según deducimos: la masa
deforma al tiempo y el tiempo deforma la masa. O sea: si la longitud se acorta,
el tiempo también; y si la longitud se agranda, el tiempo también; si la altura
se acorta, el tiempo también se reduce…
Como hemos acentuado en la mayor parte de
este escrito: el tiempo es independiente
a las características de la materia y de su transformación. Al tiempo y
reloj no le interesa el tamaño o densidad de la masa, o su temperatura, o si se
fragmenta o acorta, etc., es decir, al tiempo no le interesa ningunas
características físicas de la masa (pequeños espacios en un espacio infinito).
Podría interesarle en algo los movimientos de las masas, pero con una
característica especial: que la masa gire constantemente. Si no gira
constantemente no se puede calcular el tiempo. Entre el tiempo y la masa
(espacio) no existe una mínima reciprocidad. Los movimientos de las masas (reloj-tiempo) no aplican en lo esencial
de nuestras vidas, no aplica en el cambio natural y social de todos los
seres de la naturaleza, y de toda transformación de la materia (espacio). La
naturaleza, la cual es evidentemente parte de la masa, no se altera con los
cambios de los movimientos espaciales, puesto que todo proceso biológico es
inquebrantable. Por tanto, el tiempo en ningún caso puede incidir en la
transformación de la masa (espacio), en su descomposición, no puede acortarla
ni recortarla.
Al deducir que el tiempo es independiente
a la masa estamos afirmando que de la misma forma lo es con espacio, ya que el
espacio también es masa. Siendo así, el binomio espacio-tiempo no tendría
sentido. En el cambio de estado de la masa (espacio), por ejemplo, una nave si
se acortase o se fragmentase al viajar por el universo, en este caso gana
velocidad en su trayectoria, pues entre menos masa mayor velocidad; pero no
tiene ningún sentido de que altere el tiempo y al espacio, tanto al espacio
vacío como a las pequeñas masas. El hecho que se llegue más rápido que otra
nave a un determinado lugar en el espacio, así sea a velocidad de la luz no
quiere decir que va a envejecer menos que el que ha llegado tarde. Dijimos en
capítulos anteriores, que si la Tierra girase alrededor del sol a velocidades
cercanas a la luz, cumpliríamos años y festejaríamos años nuevos cada ocho
minutos. Y esto en nada afectaría nuestras vidas, ni lo evolutivo ni lo
biológico de todos los seres de la naturaleza. Aunque en este caso cumpliésemos
miles de años en nuestras vidas, nuestro promedio de vida es paralelo al que
promedio actual. Si cumpliésemos 50 mil ciclos, aún seguiremos siendo jóvenes.
Un pedazo de masa (espacio), que podría
ser un átomo, un meteorito o una nave no tiene poderes para encogerse por sí
sola si viaja a velocidades extremas. Si dos naves espaciales parten a la misma
hora desde la Tierra a una estrella, a velocidad de la luz, estas llegan en el
mismo momento. Pero si en el trayecto una de las naves se fragmenta en dos,
aumentará su velocidad, quizás a la de los neutrinos. Por lo tanto, el viajero
de la nave que se dividió en dos llegó primero y, desde luego, envejeció lo
mismo que el viajero de la otra nave el cual ha llegado tarde. No habría
motivos para haber variaciones y dilataciones del tiempo.
Ahora bien, recordemos que la teoría
relativista enseña que la medida o el valor del tiempo obedecen al sistema de
referencia donde esté situado el observador, si este se encuentra en reposo o
en movimiento. Repitiendo su ejemplo icono como es la paradoja de los relojes,
para ellos no existe una noción de simultaneidad de cualquier observador, como
sí ocurre en la mecánica clásica. Para los relativistas dados dos observadores
en diferentes movimientos para un solo evento, o por lo menos uno en reposo o
punto de referencia (A) y el otro en
movimiento, y a velocidad extrema como la luz, punto de referencia (B) habría diferencias en los cálculos
del tiempo de ese evento conexo entre ambos observadores. Esto quiere decir que
para la relatividad, dos protagonistas para la misma acción, el reloj de cada
observador marcará un tiempo diferente respecto al otro.
Pero todo cambia cuando le colocamos a
esta clase de experimentos mentales un tercer observador como lo es
el águila especial, que vendría siendo así como el punto referencial
(C). Esta ave imaginaria con su
visión instantánea puede observar sin ninguna dificultad todo el transcurso de
un determinado evento que se realice en cualquier punto del universo, en este
caso uno en reposo y el otro en movimiento. El ave, como si estuviese en el
pico de una montaña verá pasar los automóviles por las vías sin ninguna
alteración, estos al igual que la nave de la paradoja no se trasfiguran ante su
visión. El ave especial siempre demostrará que la masa (espacio) no se acorta
ni se transforma a velocidades extremas como la luz. Notará de inmediato, sin
fantasías cósmicas, que todo trascurre simultáneamente, que no hay dilatación
del tiempo, y tampoco los relojes se paralizan a velocidad de la luz.
Distinto es cuando le tomamos una fotografía
a un automóvil en movimiento, la imagen sale corrida, difusa, no vemos el
automóvil en su estado natural. Pareciese que se acortase o se encogiere en la
acción de velocidad, esto porque la
velocidad es mayor a la capacidad del ojo humano o de cualquier dispositivo
que empleemos al momento de capturar una acción en movimiento. Ocurre lo mismo
al fotografiar un carrusel en movimiento, la imagen que nos muestra la
fotografía es difusa, corrida. Otra razón para que la imagen de la fotografía
salga difusa es porque la acción está demasiado cerca al observador. Pero si el
observador está lejos de la acción, digamos en la cumbre de una montaña o en el
último piso de un edificio, el observador no notará el auto ni al conductor
encogerse, pues desde su perspectiva el automóvil marcha lento.
En el mismo ejemplo del automóvil en
movimiento, para el observador que se halla en la cumbre de la montaña o en un
edificio alto, los postes y los arboles no se mueven, lo que está en moviendo
es el automóvil, el cual marcha lentamente ante sus ojos. Si tomase una
fotografía desde esa distancia notará que la imagen del automóvil no es
borrosa, está completo, sin acortamiento. Pues esa es la dinámica de ese
observador, no podría ser otra. Y a ese observador no le interesa que desde la
perspectiva del conductor, los postes y los arboles pareciese que caminaran a
gran velocidad hacía el automóvil, pues es la dinámica de observación del
conductor en estos casos, no podría ser otra. Pero si otro observador está
demasiado cerca del automóvil, tampoco observará los arboles y los postes
moverse, pero su ojo no alcanza a ver ni el polvo de las ruedas del automóvil.
Si tomase una fotografía de la acción, la imagen pareciese que se encogiera,
pues esa es la dinámica de observación de alguien demasiado cerca a la acción,
no podría ser otra.
En este ejemplo, a largas distancias
espaciales, digamos el águila en la cumbre de una estrella, cuando observa una
nave a velocidad de la luz no nota transfiguración ni encogimiento alguno de la
nave, porque desde su perspectiva la velocidad de la nave es lenta. Como hemos
señalado en este texto, la velocidad de la luz es un fenómeno demasiado lento
si se observa a largas distancias, un gusanito caminando por el espacio, eso
hace que se exhiba la nave en su estructura normal. Por su parte, el piloto
observará la cantidad de asteroides y toda la energía acercarse a él, como los
arboles a cualquier conductor de automóvil. Pero si la nave pasa por las
narices de cualquier habitante de la Tierra, este no alcanzaría ni a tomarle la
placa. Y en caso tal si lograse tomar una fotografía notaría, tal vez, cierto
encogimiento; porque esto es debido a la limitación de nuestra vista y
tecnología de la cámara fotográfica, y no del acortamiento de la nave en sí,
pues esta siempre permanecerá completa. Aunque nuestra visión es instantánea,
es lenta para captar un objeto en velocidad.
Ya habíamos desenredado el problema de
espacio-tiempo al colocar el tercer observador en la paradoja de los gemelos.
Pero sigamos dando un poquito de más cuerda a esta aclaración colocando un
ejemplo.
Supongamos un encuentro
amoroso de una pareja en un determinado parque de cualquier ciudad del
mundo. Es innegable que para registrar este evento en el álbum de la historia
siempre será necesario saber en qué espacio (calle y carrera) y en qué tiempo (hora)
sucedió el encuentro. Digamos cinco de la tarde de un día domingo en el parque
de las nieves, ubicado en la calle 24 con kra 19, en la ciudad de Barranquilla.
En este ejemplo, para los relativistas, el espacio-tiempo de la ciudad de
Barranquilla es diferente al espacio-tiempo de otro evento de un parque ubicado
en un planeta extrasolar, esto por: el universo curvo, por la velocidad de la
luz, por la unificación de espacio-tiempo, por el punto de referencia de cada
observador, además de otros. Para los Newtonianos esta cita ocurre en
simultánea para todos los eventos que se dan en cualquier esquina del universo,
es el mismo presente con alguien que pasea a su perro en las calles de Paris, o
con algún alienígena que se deleita con una pizza en un planeta distanciado a
millones de kilómetros del nuestro.
En este ensayo hemos demostrado que el tiempo es simultáneo para cualquier
punto de referencia, solo habría que colocarle un tercer observador con una
visión extraordinaria para demostrar que todo es simultáneo, la visión
instantánea disocia el binomio espacio-tiempo. Todo suceso acontece en
simultánea, no importando que lo envuelvan en una formula, o por mucho que le
añadan flechitas o vectores, o miles de dimensiones, o la sometan a velocidades
de la luz.
Las esferas celestes son un espacio y
parte del espacio infinito, por ende, el tiempo es independiente a la masa o
espacio.
El universo es inmenso, la materia y el
espacio son infinitos, y no poseemos la visión perfecta ni la tecnología que
alcance observar lo que acontece entre dos o varios puntos de ese infinito. Por
desventura, dentro de esas limitaciones no nos queda otra solución que
inventarnos fantasías cósmicas para llenar el recipiente del conocimiento. Pero
un águila, ubicada en las cumbres de las montañas, tiene la mejor ubicación y
perspectiva de cualquier otro observador, es la más coherente, no hallaría
dilatación del tiempo en ningún evento que se efectúe bajo la montaña. Lo mismo
sucede con nuestra águila imaginaria si se encontrase ubicada en la «cumbre» de
una estrella, también tendría la mejor perspectiva de cualquier observador, en
reposo o en movimiento, en cualquier evento del universo.
Si desde la cumbre de una estrella el
águila observase la luz del sol caminar hacia la Tierra, la cual nosotros la
recibimos casi instantánea, porque nos parece demasiado veloz, el águila se
tomará sus respectivos ocho minutos, tiempo en que la luz llega a la Tierra. Y
si a alguien se le ocurriese hacer mil vuelos de ida y vuelta al sol, en una
nave y con la velocidad a la luz, para el águila todo transcurriría bajo la
normalidad de las leyes físicas y naturales. El recorrido alrededor del sol de
la nave al igual le parecerá lento, cada vuelta se tomará los respectivos ocho
o diez minutos.
Por todo lo desarrollado en este ensayo
respaldamos, con la razón, el modelo tridimensional de Isaac Newton, quien
señala que el tiempo es una medida absoluta, instantánea, la cual transcurre
simultáneamente en cualquier esquina del universo y para cualquier observador;
por lo demás, independiente al espacio, al movimiento y a la velocidad. Este
modelo es el correcto, aunque entendemos que es más aburrido que el de
Einstein, pues no subsana: viajes al futuro, universos paralelos,
paralización del tiempo, relojes acelerando y desacelerando por arte de magia,
o que sus manecillas se detengan o se inmolen, o que la materia se acorte por
la velocidad de la luz. Es decir, no subsana espejismos y fantasmas cósmicos.
Como vemos, el modelo de Newton le quita el ambiente de ciencia ficción y, por
supuesto, hay un sinnúmero de personas que disfrutan de los fantasmas y
espejismos cósmicos, y máquinas del tiempo. Además, existen grandes industrias
como las librerías y el cine que se lucran con los falsos saltitos del tiempo.
Resumen
Nuestra edad es el número de vueltas que
la Tierra ha dado alrededor del sol desde que nacimos. Si cumplimos un año más
de vida es porque nuestra gran roca giratoria en el espacio ha terminado y
comenzado un ciclo, y paralelamente en ese movimiento ocurren eventos naturales
y sociales, hubo un cambio leve en nuestra complexión y en la de los demás
seres, tanto vivos como inertes. Nos apresuramos al decir que el tiempo existe
si vemos crecer un niño o un árbol, u oxidarse una barra de hierro, cuando en
realidad lo que observamos es un evento normal y natural de la materia, estos
eventos acontecen estando la Tierra en movimiento o no, con reloj o sin reloj,
con tiempo o sin tiempo.
Un cambio de movimiento terrestre o de
cualquier masa giratoria no incide en la transformación o deterioro de la
materia. En los seres vivos y no vivos todo transcurre igual, no se
hallaran afectados por algún cambio que aconteciere en los ciclos del planeta,
tampoco por la velocidad de la luz ni por las distancias descomunales. Los
seres vivos no envejecen o rejuvenecen por el vaivén de los ciclos, envejecemos
por cuestiones biológicas y evolutivas. No se puede acelerar o ralentizar
nuestro desarrollo físico de la noche a la mañana, no regresamos a nuestra
niñez, o viajar a la época de robots y carros voladores; todo esto porque obedecemos
a una dinámica evolutiva, la cual mantiene un ritmo ya marcado y bastante
lento. Nacer, crecer, reproducirse y morir (en seres vivos) y la oxidación (en
seres inertes) es un proceso lento y progresivo, de miles de años, y no tiene
reversa. La evolución es irreversible, la naturaleza lo quiso así para los
humanos, y cambiar un solo cabello de la naturaleza se necesita por lo menos
mil años de evolución. Si pensamos lo contrario estaremos subestimando las
leyes naturales al creer que factores externos, como el movimiento y la
velocidad de la luz, transforman los genes de nuestro organismo.
No hay ninguna relación entre estos dos
eventos: ciclo y evolución. Que es lo mismo: tiempo y evolución. Ya que
evolucionamos y nos deterioramos con tiempo o sin él.
Siempre subrayamos en este ensayo que los
ciclos terrestres son los factores determinantes del tiempo. De ellos sacamos
los patrones del reloj, como lo es el segundo, el minuto, la hora, el día, las
semanas, los años, etc.; y también cambian el paisaje natural de la Tierra en
otoños e inviernos, primaveras y veranos, auroras y anochecidas. Ver el
continuo cambio de paisajes extremos hace que sintamos el tiempo caminar. Y
como somos seres sociables, le brindamos solemnidad cada vez que comienza un
nuevo ciclo, como al festejar el año nuevo o cumpleaños, de este modo también
sentimos el tiempo palpitar. Pero solo es un fenómeno natural de la Tierra. Y
si a esos factores de los ciclos terrestres le agregamos la música, la moda, la
tecnología, factores psicológicos, además de otros, confunden más nuestra
mente, esto hace que en un solo presente sentimos la presencia del pasado y
futuro.
La dupla reloj–tiempo es la relación más
compleja de todas las magnitudes y sus herramientas de medición. Mientras el
reloj es la parte tangible, el tiempo es lo intangible de esta relación. Esta
particularidad no ocurre en las demás magnitudes, en donde tanto la herramienta
de medición y la magnitud son tangibles, por ejemplo, la cinta
métrica-longitud. La intangibilidad del tiempo lo hace una magnitud
manipulable.
En cuanto a la otra compleja dupla de
espacio-tiempo, donde el tiempo afecta a la masa, representada en el ejemplo
relativista de la paradoja de los relojes o gemelos, en este ensayo demostramos
que el tiempo no se dilata, ni la nave se acorta, ni el reloj se paraliza ni se
autodestruye. Al colocarles un tercer observador a estos dos protagonistas de
la paradoja demostramos que el tiempo trascurre igual para todos, nadie
envejece más que el otro, pues no tendría que alterarse el sistema biológico de
un gemelo por el solo hecho de viajar a velocidades extremas.
En el universo todo es movimiento: la luna
gira alrededor de la Tierra, la Tierra lo hace alrededor del sol, este sigue
una galaxia, está a la vez un agujero negro. A la larga los procesos biológicos
y toda la transformación de la materia también son movimientos, porque en el
crecimiento de un humano o un árbol hubo un desplazamiento, al nacer un volcán,
al formarse una montaña, el desplazamiento de un colibrí de una a otra flor,
etc. Erradamente creemos que esos movimientos de la salida y puesta del sol
tienen algo que ver con el proceso biológico de cada ser, con la oxidación de
la materia, y con nuestros eventos sociales.
Lo único que no es movimiento es nuestra
visión, la cual es instantánea. No es un movimiento, no es una onda-partícula
como lo es la luz, la cual tiene que recorrer millones de kilómetros hasta
llegar a un destino cualquiera. La instantaneidad de nuestra visión da apertura
a la simultaneidad de todos los eventos, tanto en movimiento o en reposo. Esto
nos hace ver el tiempo real y absoluto para todos los eventos aquí en la Tierra
y en el último planeta del último universo. Tenemos una visión limitada, la
cual no nos permite ver más allá de nuestras narices, no abarca ni el 0,01% del
universo (podríamos agregarle todos los ceros), y eso nos da para crear
fantasmas y espejismos espaciales. Por todo ello, quien esté construyendo una
máquina para viajar a través del tiempo pierde todo su tiempo.
Bibliografía:
Ninguna.