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11 nov 2020

¿Existe el tiempo? Hora interplanetaria ¿Qué es el tiempo? En este ensayo te lo explicamos con dibujitos y plastilina.

                                                Ensayo

El tiempo no da saltitos inútiles como peces en la red

Autor:

Roberto Carlos Gómez Sánchez 

                                      
                                     Capítulo 9. Hora interplanetaria
     Sigamos con más ficción en los ejemplos, ahora todo el sistema solar es habitable, con vida inteligente en todos los planetas, entonces para medir el tiempo cada planeta tendría que construir sus propios relojes. Pues nuestros vecinos también necesitan saber cuándo es la fecha de sus respectivos cumpleaños y su próxima cosecha de tomates. Claro, estos relojes ajustados a lo que proyecte cada uno de sus movimientos espaciales, a sus respectivos movimientos de rotación o traslación de cada planeta. No se descartaría el hecho de tener un patrón unificado, algo así como la «hora interplanetaria». Pero como somos los únicos seres que moramos el sistema solar y en el universo conocido, todo se rige por nuestros patrones de medidas. En el caso del tiempo en el sistema solar, cada planeta lo medimos con nuestra unidad de minutos u horas. Júpiter tarda 10 horas en girar sobre su propio eje, por lo cual, el reloj de Júpiter es de 10 horas diarias terrestres; el día de Marte es igual al nuestro de 24 horas; el de Venus tendría un poquito de problemas para colocar tantos números a su reloj, pues sabemos que en ese planeta el día es más largo que su año, a su reloj no le cabrían los números, y si apenas tienen relojes de arena se necesitaría una «tonelada» de granos para llenarlos.
     El hecho de que la rotación o el día de Júpiter sea de 10 horas (casi la mitad de la rotación terrestre) y sí existiese vida allí y vean salir el sol y ponerse más rápido, no quiere decir que el tiempo trascurra más veloz en ese gigante gaseoso. Sus habitantes no van a envejecer más rápido que nosotros, a menos que su evolución y genes los dispongan de otra manera. Simplemente el planeta gigante ha dado más ciclos; pero en todo caso, el tiempo es igual para todos en el sistema solar y universo. Los acontecimientos y respetivos procesos biológicos de cada habitante planetario seguirían su curso normal, en simultaneidad planetaria. Si alguien se muda a vivir a Plutón, cuya traslación es de 248 vueltas terrestres, nunca cumpliría un año de vida allí, ya que nuestro promedio de vida es de 75 a 80 años. El humano que se mudo a ese planeta seguirá siendo un bebé; y no un bebé lactante, sino un bebe de 80 años,  arrugado y con canas.
     Echemos mano nuevamente del Águila Especial, recuerden ese personaje ficticio de potente visión y con un  promedio de vida millones de años de existencia. En esta ocasión la ubicaremos en la hipotética nube de Oort, con la vista puesta al sistema solar. Esto con el objetivo de echarle un vistazo a la Tierra y sus vecinos. Simplemente el ave vería en simultanea nueve carruseles dando vueltas con ciclos diferentes, en el mismo y eterno presente. Vería que la duración que gasta un colibrí chupando una orquídea colombiana es la misma de un marciano disfrutando una taza de café. No le sería difícil comprender que un minuto aquí en la Tierra sucede en el mismo instante con cualquier planeta del sistema solar, y con cualquier planeta de la última estrella del último universo.
     Como indicamos, al no existir vida en nuestros planetas vecinos, utilizamos el patrón del tiempo del nuestro para medir cualquier evento aquí y en todo el universo. En consecuencia todo evento está regularizado por nuestro reloj terrestre de 24 horas y de 365 días, y fraccionado en horas, minutos y segundos. Con los datos de nuestros ciclos medimos los ciclos de todos los planetas, en resumen: la hora de nuestro reloj es el patrón interplanetario e interestelar. Los resultados de nuestro reloj nos muestran que el aparente tiempo transcurre igual para todos los planetas, no importando que algunos giren más rápido o más lento que otros o que los relojes de sus habitantes tengan más números o menos números.
     En el ejemplo anterior es como si en un fragmento de cinco minutos, un grupo de personas se colocasen en un carrusel de caballitos que gira a cierta velocidad, y otro grupo en un carrusel que gira a una velocidad inferior. En este caso las manecillas del reloj se mueven igual para ambos carruseles, no importando que un grupo dé más vueltas que el otro grupo, incluso, sin importar que uno de estos carruseles no haya dado ni una sola vuelta en ese fragmento: la variación es la misma, el tiempo de cinco minutos ha pasado igual para ambos. Las personas de estos dos carruseles se deterioraron biológicamente lo que le corresponde en esos cinco minutos, por muy pequeñísimo que sea el deterioro. De igual manera sucede al medirse los ciclos rotacionales de los nueve carruseles del sistema solar, todo transcurre en simultánea en un fragmento de 24 horas terrestres. Se contarán más vueltas o ciclos en un planeta que en otro, habrá cierta diferencia en ciclos; pero esencialmente en todos los carruseles ha transcurrido las mismas 24 horas terrestres, la misma variación, aunque algunos planetas como Venus y Mercurio no hayan realizado ni un solo ciclo rotacional en ese fragmento. Cada habitante de cada planeta se deterioró lo que le corresponde en ese curso de 24 horas terrestres.
     Si existiese un reloj interplanetario caminaría igual para todo el carrusel del sistema solar, independientemente del número de vueltas que dé cada planeta alrededor del sol, incluso, sin importar que un carrusel se encuentre en nuestro sistema solar o un sistema extrasolar.
     Veamos los ciclos de nuestros planetas vecinos medidos con nuestro reloj terrestre o «reloj interplanetario». Una vuelta al sol de nuestro planeta tarda 365 días, un año nuestro. Pero hay planetas que por su cercanía al sol su ciclo será más corto que el nuestro, de menos días, en este caso: el año en Mercurio es de 88 días terrestres, y el de Venus de 224. Y hay planetas que por su lejanía al sol su ciclo de traslación es más largo que el nuestro: el ciclo de Marte es de 686 días terrestres, el de Júpiter es de 11 años y 315 días, el de Saturno 29 años y 167 días, Urano 84 años, el de Neptuno 164 años y 288 días y el de Plutón 248 años.
     Esta situación nos confunde un poco, uno que otro creerá que en Mercurio se envejecería más rápido si existiese vida allí, pues los años nuevos y cumpleaños pasarían volando en ese pequeño planeta. Mientras ellos celebran cuatro años nuevos (365/88) nosotros celebramos uno. Asimismo, uno que otro despistado creerá también que en Júpiter o Saturno se envejecería más lento, pues allí los cumpleaños y años nuevos durarían más en llegar, y mientras aquí celebramos 11 años nuevos en Júpiter celebran solo un año. La realidad es que se envejece igual en el mismo lapso en cualquier punto del sistema solar y en cualquier punto del universo, siempre y cuando tengamos el mismo sistema biológico o código genético, porque esto es lo que determina a las especies envejecer, y no la cantidad de vueltas de los cuerpos celestes. Todos los hechos se dan al mismo instante, paralelamente en cualquier esquina del universo, dado que el tiempo es uno solo y absoluto para cualquier evento del universo.
     Entendido lo anterior, continuaremos con los típicos experimentos mentales, sin antes advertir que seguiremos siendo repetitivos en el aspecto biológico de todo individuo.
     Entonces imaginemos que naciesen cuatro humanos a la misma hora en cuatro puntos diferentes del sistema solar, digamos cuatro mellizos nacieron en la Tierra y tres fueron enviados desde muy niños a vivir a otros planetas o como quieran plantear la situación. El asunto es que los cuatrillizos habitan en planetas diferentes: un mellizo está en nuestro planeta, otro en Mercurio, otro en Júpiter y otro en Neptuno. Cuando la Tierra haya dado una vuelta alrededor del sol: el humano que habita aquí cumpliría un año de vida. En ese fragmento de 365 días terrestres, Júpiter ni Neptuno han dado la primera vuelta al sol, por lo tanto, los humanos de esos planetas gigantes no han cumplido su primer año de vida. En cambio en esos 365 días terrestres, Mercurio ya ha dado cuatro vueltas y fracción (365/88), en este caso el humano que se encuentra en allí cumpliría cuatro años de vida. Pero los ritmos de crecimiento de los humanos de esos tres planetas son iguales al humano de la Tierra, biológicamente los cuatro bebés humanos ya dejarían de gatear y comenzarían a dar sus primeros pinitos, pues sus respectivas motricidades son las de un bebé de un año, ya que todos los cuatro mellizos poseen el mismo ritmo de crecimiento terrestre. Los procesos biológicos son inquebrantables e independientes a los giros de las esferas celestes, en este caso a la cantidad de vueltas de cada planeta del sistema solar. 
     Cuando la Tierra haya dado 11 vueltas al sol: el humano terrestre ha cumplido 11 años de vida. En ese segmento Júpiter ya ha dado su primera vuelta al sol: el humano que habita allí ya tiene su primer añito de vida. A Neptuno aún le falta mucho para su primer ciclo: el humano de allí aún no ha cumplido su primer año de vida. Y el planeta Mercurio ya ha dado 45 vueltas y fracción (365x11/88 o 11x4): el humano mellizo que habita allí ya tiene 44 o 45 años de vida. Pero estos cuatro humanos biológicamente son niños terrestres de 11 años, aunque el de Mercurio haya cumplido 45 años. Todos han mudado ya sus dientes de leche, montan en bicicleta y van a la escuela en el mismo segmento de tiempo de los cuatro planetas. Sin importar que el humano de Mercurio tenga 45 años y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida, las complexiones físicas y mentales son iguales en todos los humanos aquí presentes, es decir, la de un niño de 11 años. El hecho de que el humano de Neptuno no haya cumplido un año de vida, porque su planeta aún no ha dado su vuelta al sol, no quiere decir que sea apenas un bebé de brazos, este ya tiene la mentalidad y físico de niño de 11 años de la Tierra. Lo mismo le sucede al humano de Júpiter, pues en su primer año de vida ya puede montar en bicicleta al igual que sus tres hermanos. Al igual, el hecho de que el humano de Mercurio tenga 45 años de vida, en realidad es un niño de 11 años y no un adulto. Lo que existe es un desbarajuste de ciclos y edades, mas no de tiempo.
     Continuando con el ejemplo, cuando la Tierra haya dado 22 ciclos alrededor del sol: el hermano terrestre ha cumplido 22 años. Mientras el planeta Júpiter en ese fragmento ha dado apenas dos vueltas al sol, por lo tanto: el humano que habita allí ya tiene dos años de vida. Mientras en ese mismo fragmento el planeta Neptuno aún no ha dado su primer ciclo alrededor del sol, de aquí que el humano que habita en ese gigante azul no haya cumplido su primer año de vida. Mientras tanto, el planeta Mercurio ha dado alrededor 88 vueltas y fracción (22x4): el humano de allí cumplió 88 años terrestres. Ni el de Neptuno es un bebé ni el de Mercurio es un anciano, las complexiones físicas y comportamientos de todos los hermanos son iguales al de un adulto de 22 años terrestre. Aquí no importa que el humano de Júpiter tenga apenas dos añitos, y el de Neptuno aún no haya cumplido su primer año, y el de Mercurio tenga 88 años terrestres: todos los humanos siguen el mismo proceso biológico. Quizás los cuatrillizos ya hayan terminados sus estudios de secundaria, o estén en la universidad de sus respectivos planetas, o sean rebeldes, con licencia de conducir, tengan sus respectivas parejas, incluso tengan hijos; es decir, todo lo que hacen los humanos a la edad de 22 años. Todo sucede en un mismo carrusel planetario, en un mismo fragmento de ciclos terrestres, pero a diferentes distancias de otros ciclos planetarios. Todos los cuatro hermanos están en igualdad de condiciones físicas, ninguno es más joven o más viejo que los demás. Aunque el de Mercurio tenga 88 años, no es un anciano; y el de Júpiter con dos añitos, no es un bebé. Ambos tienen la misma fisionomía biológica de un joven de 22 años terrestres.
     Cuando el planeta Tierra haya dado 100 vueltas al sol: su humano ha cumplido 100 años. Ya mastica el agua, ad portas de colocarse la «piyama de madera». El planeta Júpiter en ese mismo segmento ha dado cerca de nueve vueltas al sol: el humano que vive allí cumpliría 9 años. También es un anciano masticando el agua. El planeta Neptuno aún no ha dado su primera vuelta al sol: el humano de ese planeta todavía no ha cumplido su primer añito. Pero también es un anciano. Mercurio ha dado 400 vueltas al sol: su mellizo cumpliría 400 años. Al igual, es un anciano (de 100 años terrestres). Los tres hermanos interplanetarios tienen la misma complexión física y comportamiento del humano terrestre, es decir, la de un anciano de 100 años. Ya sus respectivos cuerpos se han deteriorados bastante, y se deterioraron a la par: canas y piel agrietada, pérdida de memoria, lentes, orejas grandes, todos tienen nietos y están próximos a lo inexorable, etc. Esto porque los cuatrillizos están regidos por el mismo ritmo de su desarrollo biológico y deterioro físico terrestre.
     Todos los cuatro hermanos envejecieron paralelamente y al ritmo de nuestra evolución, no importa que el de la Tierra tenga 100 años, el de Júpiter solo tenga 11 años, el de Mercurio 400 años y fracción, y el de Neptuno no haya cumplido su primer año de vida. El de Neptuno no es un bebé y el de Júpiter tampoco es un niño, todos son unos ancianos. Los respectivos aspectos físicos son iguales para los cuatro hermanos, no importando el desajuste de años o ciclos, de la cantidad de ciclos de sus respectivos planetas y de la distancia.
     El núcleo de cada célula de cada individuo, responsable del almacenamiento de la información y luego transmitida de generación en generación, no se da por enterado de que unos cuatrillizos se hayan criado y progresado en planetas distintos. Todo transcurre en simultánea en todos los carruseles del universo. El problema consiste en que poseemos una vista limitada, la cual no nos permite ver esa simultaneidad, por tanto no vimos a los cuatrillizos crecer al mismo ritmo de vida en los cuatro  carruseles.         

3 ene 2018

Rotación inversa de Venus y el origen de nuestra luna.

Rotación inversa de Venus y el origen de nuestra luna.

Hasta el momento existen tres teorías que podrían explicar el fenómeno de la rotación inversa de Venus. La primera, la clásica de impactos interestelares, señala que Venus impactó con un planeta desconocido, fue tan grande el golpe que invirtió su giro de rotación. La segunda, nos dice que el poder la presión atmosférica y otros factores como las mareas gravitacionales pudieron frenar e invertir el eje de rotación de Venus. Y la tercera, con la que más me identifico, expone que Venus en algún momento se inclinó tanto que quedó “patas arriba”, por ende girar inversamente es su naturaleza, ya que nunca cambio de giro aunque desde nuestra perspectiva lo veamos rotando al revés. Siempre ha tenido el mismo giro, lo que sucede es que quien giró de posición fue el mismo planeta, es decir, lo que antes era su polo norte ahora es su polo sur.
La primera teoría, la que expone la sacudida que tuvo Venus con un planeta desconocido el cual le hizo cambiar su giro de rotación, es la más popular. Y no puede ser de otra manera, ya que para la gran comunidad científica, las soluciones a la mayoría de fenómenos que se presentan en el universo son debido a choques entre objetos celestes. Solo basta mencionar algunos: se teoriza que el nacimiento de nuestra luna fue producto de un choque de nuestro planeta Tierra con un planeta fantasma del tamaño de Marte; la extinción de los dinosaurios fue producto de un cometa que colisionó con la Tierra; el origen del agua la trajeron los cometas que colisionaron con nuestro planeta en millones de años; Urano está acostado en el sistema solar gracias a un choque con otro planeta fantasma de su mismo tamaño; el origen de la vida la trajeron los asteroides; la atmósfera terrestre se formó gracias a un gran asteroides. Aunque los choques entre cuerpos celestes es el pan de cada día en el universo, no deja de ser recurrente, popular y facilista darle respuesta a todos los fenómenos del sistema solar y del universo con la teoría de impactos interestelares, de tal manera debemos esforzarnos por buscar explicaciones diferentes.
La segunda teoría plantea que la rotación inversa de Venus es debido a la acumulación de varios tipos de fuerzas que  pudieron alterar el eje de rotación de Venus. Tales fuerzas como la presión y el calentamiento de su densa atmósfera, fricción entre el núcleo y el manto, el efecto que produce el fenómeno de las mareas producido por el sol en ese planeta. Según este planteamiento, la densa atmósfera pudo haber frenado completamente el eje de rotación del planeta para luego invertirla. Pues, sabemos que Venus posee la atmósfera más densa y caótica de los rocosos del sistema solar, y que los vientos superan en velocidad a su lenta rotación. Por tanto, esa fricción de nubes, suelo, efecto invernadero y vulcanismo es una lucha o jaloneo constante en el planeta. La teoría explica que estas fuerzas en su momento frenaron al planeta, lo perturbaron a tal punto que cambiaron el eje de Venus. Incluso hay quienes señalan que el planeta no gira sobre su eje, simplemente da vaivenes o cabezadas en su lucha por mantenerse, y ese es el motivo que su día sea el más largo del sistema solar, incluso más largo que su año.
Esta es una teoría excelente, pero Mercurio y Titán, un planeta y un satélite totalmente diferentes le quitan la razón a esta teoría sobre el asunto de que la atmósfera es la responsable de la rotación inversa de Venus. Pues el planeta Mercurio casi no posee atmósfera, es casi un núcleo pelado, por tanto no tiene el problema de la presión atmosférica, no obstante su rotación es larga. Mientras Titán, satélite de Saturno, con una atmósfera pesada no ha ejercido presión ni frenado al satélite, este objeto aunque no tiene las características físicas de Venus y su atmósfera no  es tan caótica, allí llueve metano, gas más pesado que el dióxido de carbono. Por tanto, por mucha presión que tenga una atmósfera es poco probable que el poder de sus nubes frene y hagan cambiar el eje de rotación de un planeta, a menos que su núcleo este hecho de otro componente diferente al hierro, y su manto diferente a la roca, es decir, de materiales más liviano. Además, aunque nuestro planeta no posee las características de Venus, su superficie está cargada de agua, un elemento más denso, y el cual es arrastrada por los vientos, mareas lunares y otros fenómenos de un lugar a otro, y su rotación no se ve perturbada. Tal vez la puedan afectar un poquito, pero no para frenar su rotación.

Siendo así, me quedo con la tercera teoría, expuestas por astrónomos franceses. Estos señores plantean la teoría de que la rotación inversa de Venus es una condición normal del planeta, ya que este rocoso se formó con una inclinación sobre su eje inusualmente grande que provocó que el planeta acabara totalmente “patas arriba” en la órbita del sistema solar, y por tanto su sentido de giro, aparentemente, se invirtiera. Siendo así, desde nuestra perspectiva pareciese que el planeta girase al revés, pero no lo está, lo que ha habido es un cambio de movimiento en la inclinación en su órbita; o su movimiento de precesión o cabeceo, quizás más rápida que la nuestra, pudo haber ayudado a que el planeta se inclinase demasiado, tanto que su polo sur pasó a ser su nuevo polo norte. Ver video link.
Urano le da la razón a esta teoría, este gigante gaseoso tiene casi el mismo problema de Venus, pues este planeta se haya acostado en el sistema solar, con una inclinación de 98° en el plano orbital. Por lo tanto, con la pose de una mariposa o el empujoncito del viento solar, este gigante también podría quedar “patas arriba”, se invertirían sus polos, como le aconteció a Venus. Mantendría su normal rotación pero desde nuestra perspectiva nos parecerá que girase al revés.
Aunque me inclinó por esta teoría, creo que le hace falta un pequeño aderezo, un ingrediente: un satélite responsable de que Venus se inclinase tanto e hiciese que su eje diera reversa, y no precisamente por un impacto.
Si damos un vistazo a la relación Tierra y la luna, además de pellizcar los océanos de la Tierra a través del fenómeno de las mareas,  está comprobado que nuestro satélite se aleja de la Tierra tres centímetro por año. Aunque es una cantidad insignificante, contabilizados en miles de años pondría en peligro la estabilidad del eje terrestre; incluso, la Tierra se inclinaría tanto que posiblemente la Tierra termine como Venus, girando al revés, veríamos el sol nacer por el oeste y ocultarse por el este, la luna más pequeña, sin eclipses de sol y nuestros días serían muy largos.
Con este argumento, para que Venus se haya inclinado tanto tuvo que poseer en el pasado un satélite natural que salvaguarde la inclinación orbital, y que sus días no fuesen tan largos como los que posee en la actualidad. Un satélite también hubiese reducido la presión que ejerce la atmósfera sobre el suelo Venusiano, no sería tan caótica y aplastante, pues su luna también jalaría un poco su atmósfera.
Pero ¿De dónde pudo brotar una luna en Venus y qué rumbo cogió? Como dije al principio, no soy amigo de los impactos interestelares ni de planetas fantasmas que aparecen y se van. Por lo tanto, la luna que orbitó Venus pudo ser la misma luna que desfila cada 15 días por nuestro cielo nocturno.
Siempre se ha dicho que la luna que poseemos es muy grande en relación con nuestro planeta, por ese motivo es poco probable que la órbita de la Tierra la hubiese capturado en el pasado. No obstante, la luna está formada por los mismos elementos que posee la Tierra, por esta razón se dice que la luna prácticamente es una “hija” de nuestro planeta, ya que nació de sus entrañas. Nació de un impacto de la Tierra con un planeta del tamaño de Marte, fue tanto el impacto que de pedazo de nuestro planeta nació nuestro satélite natural. Pero resulta que Venus también posee las mismas características y elementos que hay en la Tierra, tanto así que le ha considerado el gemelo malvado de la Tierra. Por tanto, la luna también pudo haber sido “hija” de Venus.
Como vemos, hay tres cuerpos celestes con las mismas características y casi del mismo tamaño en la misma zona de los rocosos. Siendo así, no sorprendería que verdaderamente existió un gran impacto, pero no el de la Tierra con otro planeta del tamaño de Marte que luego desapareció como un fantasma, sino un gran impacto entre dos objetos donde nadie desaparezca, ya que en el sistema solar y el universo nada desaparece sino se recicla. Este gran impacto ocurrió entre dos planetesimales, estos ya maduritos a punto de recibir el grado de planetas, y fue tan grande esa colisión, que de allí brotó la Tierra, nuestra luna y Venus.  Luego  estos cuerpos formado un sistema ternario, compartían los tres un centro de masa. Esta situación tuvo a Venus con una órbita estable, por distintas circunstancia la fuerza de gravedad de la Tierra se quedó con nuestro vecino cercano como lo es nuestra luna, y dejó a Venus con una inclinación anormal, pero sin antes absorber toda la posible atmósfera que tuvo la luna. Con el tiempo Venus no pudo sostener su inclinación, quedó acostado en el sistema solar por millones de años, al igual que Urano, hasta cambiar sus polos o quedar “patas arriba”.

La rotación inversa de Venus es una condición normal del planeta. Venus formó con una inclinación sobre su eje demasiado grande que provocó que el planeta acabara totalmente “patas arriba” en el sistema solar, y por tanto su sentido de giro, aparentemente, se invirtiera. Siendo así, desde nuestra perspectiva pareciese que el planeta girase al revés, pero no lo está, lo que ha habido es un cambio de movimiento en la inclinación en su órbita; su polo sur pasó a ser su nuevo polo norte


Etiquetas: Rotación inversa de Venus   ¿Por qué Venus rota al revés? Origen de la luna  Origen de la Tierra   sistema solar  la densa atmósfera de Venus.

teoría de la relatividad y ley de la gravedad

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